Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

02 julio 2021

LIBRO DE LA SEMANA (2 Jul): Hay momentos que debrían ser eternos

 (Cfr. www.todostuslibros.com

 


Hay momentos que deberían ser eternos

Eva es una mujer independiente, segura de sí misma y muy unida a su adinerada familia, a pesar de que sus hermanos, en ocasiones, no se lo pongan nada fácil. Tras un fracaso amoro...
Editorial:
Esencia
Colección:
Contemporánea
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
ISBN:
978-84-08-24298-7
EAN:
9788408242987
Dimensiones:
215 x 145 mm.
Peso:
474 gramos
Nº páginas:
480
Fecha publicación :
23-06-2021

 

Sinopsis

Sinopsis de: "Hay momentos que deberían ser eternos"

Eva es una mujer independiente, segura de sí misma y muy unida a su adinerada familia, a pesar de que sus hermanos, en ocasiones, no se lo pongan nada fácil. Tras un fracaso amoroso en el pasado decidió volcarse en sus restaurantes, y es su trabajo de chef lo que llena su vida. Marc Sarriá, más conocido como doctor Sarriá, es un prestigioso y querido cirujano oncólogo en un hospital privado de Madrid. Hace unos años tomó la decisión de vivir el presente y no plantearse el futuro más allá del día a día. Los caprichos del destino hacen que dos personas tan distintas como Eva y Marc se conozcan una tarde en una azotea y terminen la noche como nunca imaginaron. De pronto y sin proponérselo, ¡acaban convirtiéndose en inseparables! Eva se da cuenta entonces de que existe vida más allá del trabajo, de que la presión, si la controlas, no hunde sino ayuda, y de que el amor, cuando se trata de amor verdadero, es ineludible. Hay momentos que deberían ser eternos, la nueva novela de Megan Maxwell, llenará tu corazón de emociones y te hará sonreír con esas pequeñas cosas que convierten la vida en algo maravilloso. No te la puedes perder.

Más sobre

Maxwell, Megan

Megan Maxwell es una reconocida y prolífica escritora del género romántico que vive en un precioso pueblecito de Madrid. De madre española y padre americano, ha publicado más de treinta novelas, además de cuentos y relatos en antologías colectivas. En 2010 fue ganadora del Premio Internacional de Novela Romántica Villa de Seseña, en 2010, 2011, 2012 y 2013 recibió el Premio Dama de Clubromantica.com. En 2013 recibió también el AURA, galardón que otorga el Encuentro Yo Leo RA (Romántica Adulta), y en 2017 resultó ganadora del Premio Letras del Mediterráneo en el apartado de novela romántica. Pídeme lo que quieras, su debut en el género erótico, fue premiada con las Tres Plumas a la mejor novela erótica que otorga el Premio Pasión por la Novela Romántica. Encontrarás más información sobre la autora y su obra en: Web: https://megan-maxwell.com/ Facebook: https://es-es.facebook.com/MeganMaxwellOficial/ Instagram: https://www.instagram.com/megan__maxwell/?hl=es Twitter: https://twitter.com/MeganMaxwell?ref_src=twsrc%5Egoogle'Ctwcamp%5Eserp'Ctwgr%5Eauthor

PELICULA DE LA SEMANA (2 Jul): Gaza mon amour

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Gaza, mon amour


 
 


Reseña: 

Gaza, época actual. Issa es un pescador de 60 años enamorado en secreto de Siham, una mujer que trabaja como modista en el mercado local. Cuando está decidido a confesarle su amor encuentra una antigua estatua de Apolo en una de sus redes de pesca y se la lleva a casa. Pero un día Hamás descubre el misterioso tesoro que esconde y comienzan los problemas ¿conseguirá Issa finalmente declararle su amor a Siham?

Predomina el dramatismo, que deja clara la crítica situación de la zona, pero se incluyen golpes de humor surrealista. Al público español el film le traerá también a la memoria a Luis García Berlanga, porque utiliza personajes peculiares de la calle para denunciar con sarcasmo injusticias provocadas por los poderosos, y por usar el humor en sus secuencias costumbristas, por ejemplo en la hilarante en que la hermana convoca a varias aspirantes a casarse con el protagonista, al que vende como “amable, educado, galante y piadoso”. No dudan también en recurrir a golpes que lindan con la zafiedad, como los chistes relativos al miembro viril erecto de la estatua, aunque sin pasarse. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ

 

Meditación Domingo 14º t.o. (B)

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Te basta mi gracia

«Partió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él. Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de los contornos enseñando.» (Marcos 6, 1-6)

I. En la Segunda lectura de la Misa nos muestra San Pablo su profunda humildad. Después de hablar a los de Corinto de sus trabajos por Cristo y de las visiones y revelaciones del Señor, les declara también su debilidad: para que no me engría, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee, y no me engría.

No sabemos con seguridad a qué se refiere San Pablo cuando habla de este aguijón de la carne. Algunos Padres (San Agustín) piensan que se trata de una enfermedad física particularmente dolorosa; otros (San Juan Crisóstomo) creen que se refiere a las tribulaciones que le causan las continuas persecuciones de que es objeto; y algunos (San Gregorio Magno) opinan que se refiere a tentaciones especialmente difíciles de rechazar. De todas formas, es algo que humilla al Apóstol, que entorpece en cierto modo su tarea de Evangelizador.

San Pablo había pedido al Señor por tres veces que apartara de él ese obstáculo. Y recibió esta sublime respuesta: Te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la flaqueza. Para superar esa dificultad le basta la ayuda de Dios, y sirve además para poner de manifiesto el poder divino que le permite superarla. Al contar con la ayuda de Dios es más fuerte, y esto le hace exclamar: por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte. En nuestra debilidad experimentamos constantemente la necesidad de acudir a Dios y a la fortaleza que de Él nos viene. ¡Cuántas veces nos ha dicho el Señor en la intimidad de nuestro corazón: Te basta mi gracia, tienes mi ayuda para vencer en las pruebas y dificultades! Alguna vez quizá experimentemos de modo especialmente vivo la soledad, la flaqueza o la tribulación: «Busca entonces el apoyo del que ha muerto y resucitado. Procúrate cobijo en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se renovará tu voluntad de recomenzar, y reemprenderás el camino con mayor decisión y eficacia».

Las mismas debilidades y flaquezas se pueden convertir en un bien mayor. Santo Tomás de Aquino, al comentar este pasaje, explica que Dios puede permitir en ocasiones ciertos males de orden físico o moral para obtener bienes más grandes y más necesarios. Nunca nos dejará el Señor en medio de las pruebas. Nuestra misma debilidad nos ayuda a confiar más, a buscar con más presteza el refugio divino, a pedir más fuerzas, a ser más humildes: «¡Señor!, no te fíes de mí. Yo sí que me fío de Ti. Y al barruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ternura con que Cristo Jesús nos mira, porque Él no nos abandona, comprenderemos en toda su hondura las palabras del Apóstol: virtus in infirmitate perficitur (2 Cor 12, 9); con fe en el Señor, a pesar de nuestras miserias -mejor, con nuestras miserias-, seremos fieles a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino, sosteniéndonos en medio de nuestra flaqueza».

II. Me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee... Parece como si San Pablo sintiera aquí de una manera muy viva sus limitaciones, junto a las ocasiones en las que ha contemplado la grandeza de Dios y de su misión de Apóstol. También nosotros algunas veces hemos entrevisto en la vida «metas generosas, metas de sinceridad, metas de perseverancia..., y, sin embargo, tenemos como metida en el alma, como en lo más hondo de lo que somos, una especie de raíz de debilidad, de falta de fuerza, de oscura impotencia..., y esto algunas veces nos tiene tristes y decimos: no puedo». Vemos lo que el Señor espera de nosotros en esa situación o en aquellas circunstancias, pero quizá nos encontramos débiles y cansados ante las pruebas y dificultades que debemos superar: «La inteligencia -iluminada por la fe- te muestra claramente no sólo el camino, sino la diferencia entre la manera heroica y la estúpida de recorrerlo. Sobre todo, te pone delante la grandeza y la hermosura divina de las empresas que la Trinidad deja en nuestras manos.

»El sentimiento, en cambio, se apega a todo lo que desprecias, incluso mientras lo consideras despreciable. Parece como si mil menudencias estuvieran esperando cualquier oportunidad, y tan pronto como -por cansancio físico o por pérdida de visión sobrenatural- tu pobre voluntad se debilita, esas pequeñeces se agolpan y se agitan en tu imaginación, hasta formar una montaña que te agobia y te desalienta: las asperezas del trabajo; la resistencia a obedecer; la falta de medios; las luces de bengala de una vida regalada; pequeñas y grandes tentaciones repugnantes; ramalazos de sensiblería; la fatiga; el sabor amargo de la mediocridad espiritual... Y, a veces, también el miedo: miedo porque sabes que Dios te quiere santo y no lo eres.

»Permíteme que te hable con crudeza. Te sobran "motivos" para volver la cara, y te faltan arrestos para corresponder a la gracia que Él te concede, porque te ha llamado a ser otro Cristo, "ipse Christus!" -el mismo Cristo. Te has olvidado de la amonestación del Señor al Apóstol: "¡te basta mi gracia!", que es una confirmación de que, si quieres, puedes».

Te basta mi gracia. Son palabras que hoy el Señor dirige a cada uno de nosotros para que nos llenemos de fortaleza y de esperanza ante las pruebas que tengamos delante. Nuestra misma debilidad nos servirá para gozarnos en el poder de Cristo, nos enseñará a amar y sentir la necesidad de estar siempre muy cerca de Jesús. Las mismas derrotas, los proyectos incumplidos nos llevarán a exclamar: Cuando soy débil, entonces soy fuerte, porque Cristo está conmigo.

Cuando la tentación o los contratiempos o el cansancio se hagan mayores, el demonio tratará de insinuarnos la desconfianza, el desánimo, el descamino. Por eso, hoy debemos aprender la lección que nos da San Pablo: Cristo está entonces especialmente presente con su ayuda; basta que acudamos a Él. Y también podremos decir con el Apóstol: Con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en la persecuciones y angustias, por Cristo.

III. Sería temerario desear la tentación o provocarla, pero sería un error el temerla, como si el Señor no nos fuera a proporcionar su asistencia para vencerla. Podemos aplicarnos confiadamente las palabras del Salmo: Te enviará a su ángeles para que te guarden en todos tus caminos, // y ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces en las piedras. // Pisarás sobre áspides y víboras, y hollarás al león y al dragón. // Porque me amó, Yo le salvaré; Yo le defenderé porque confesó mi nombre. // Me invocará y Yo le oiré, estaré con él en la tribulación, le sacaré y le honraré. // Le saciaré de días y le daré a ver mi salvación.

Pero, a la vez, el Señor nos pide prevenir la tentación y poner todos los medios a nuestro alcance para vencerla: la oración y mortificaciones voluntarias; huir de las ocasiones de pecado, pues el que ama el peligro perecerá en él; llevar una vida laboriosa de trabajo continuo, cumpliendo ejemplarmente los deberes profesionales y cambiando de actividad en el descanso; fomentar un gran horror a todo pecado, por pequeño que parezca; y, sobre todo, esforzándonos por aumentar en nosotros el amor a Cristo y a Santa María.

Combatimos con eficacia abriendo el alma en la dirección espiritual cuando comienza a insinuarse la tentación de la infidelidad, «pues manifestarla es ya casi vencerla. El que revela sus propias tentaciones al director espiritual puede estar seguro de que Dios otorga a éste la gracia necesaria para dirigirle bien (...).

»No creamos nunca que la tentación se combate poniéndonos a discutir con ella, ni siquiera afrontándola directamente (...). Apenas se presente, apartemos de ella la mirada para dirigirla al Señor que vive dentro de nosotros y combate a nuestro lado, que ha vencido el pecado; abracémonos a Él en un acto de humilde sumisión a su voluntad, de aceptación de esa cruz de la tentación (...), de confianza en Él y de fe en su proximidad, de súplica para que nos transmita su fuerza. De este modo la tentación nos conducirá a la oración, a la unión con Dios y con Cristo: no será una pérdida, sino una ganancia. Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman (Rom 8, 28)».

De las pruebas, tribulaciones y tentaciones podemos sacar mucho provecho, pues en ellas demostraremos al Señor que le necesitamos y que le amamos. Nos encenderán en el amor y aumentarán las virtudes, pues no sólo vuela el ave por el impulso de sus alas, sino también por la resistencia del aire: de alguna manera, necesitamos obstáculos y contrariedades para que crezca nuestro amor. Cuanto mayor sea la resistencia del ambiente o de las propias flaquezas para ir adelante en el camino, más ayudas y gracias nos dará Dios. Y Nuestra Madre del Cielo estará siempre muy cerca en esos momentos de mayor necesidad: no dejemos de acudir a su protección maternal.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Homilía Domingo 14º t.o. (B)

(Cfr. www.almudi.org

 

(Ez 2,2-5) "Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas"
(2 Cor 12,7b-10) "Te basta mi gracia"
(Mc 6,1-6) "Y se extrañó de su falta de fe"

Homilía II cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

La Liturgia de la Palabra de hoy nos recuerda los dos grandes obstáculos a superar al dar a conocer a Jesucristo: la incredulidad y la propia debilidad. “Te envío para que les digas: Esto dice el Señor... te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”, Y en la 2ª Lectura continúa S. Pablo su labor evangelizadora sobreponiéndose a su debilidad y apoyado en la gracia de Dios.

También el Señor al comienzo de su ministerio público encontró una gran resistencia para que aceptaran su mensaje. Los prejuicios pudieron más que la evidencia: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María...? Y desconfiaban de él”. También hoy se mira con desconfianza a Jesucristo, a su Iglesia y a sus enseñanzas. Esta reserva inicial que es una dura prueba para nuestra fe, no debe ni retraernos de seguir difundiéndola entre nuestros familiares y amigos ni acomodarla para hacerla más atractiva a una mentalidad permisiva.

“¿Cómo callar, dice Juan Pablo II, ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?”.

Debemos pedir al Señor que nos ayude a sobreponernos a la tentación del desaliento al detectar las resistencias o la débil respuesta que la verdad de Jesucristo encuentra tanto en nosotros mismos como en quienes nos rodean. La verdad tiene un enorme poder de convocatoria. Ella se abre paso por sí sola en la cabeza y el corazón de quienes la buscan sinceramente. Tomemos ejemplo del Señor en Nazaret donde sus paisanos le miran con desconfianza, como acabamos de oír en el Evangelio de la Misa de hoy, o en aquella entrevista con Pilato donde parece derrotado y frente a un mandatario escéptico: “Yo para esto he nacido y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,37).

No nos dejemos impresionar por los obstáculos que encontremos en el camino. El futuro es de los que no se desaniman y continúan difundiendo entre sus iguales la doctrina salvadora de Cristo. Habrá dificultades, incomprensiones y hasta rechazos violentos, pero el éxito final está asegurado. “En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).