Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

09 abril 2022

LIBRO DE LA SEMANA (9Abr): El mentalista

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

 


El mentalista 
 
 
En un parque de atracciones a las afueras de Estocolmo aparece el cuerpo de una joven asesinada de forma macabra: atravesada por múltiples espadas dentro de una caja. La agente de...
Editorial:
Editorial Planeta
Traductor:
Conde Fisas, Claudia
Colección:
Planeta Internacional
Encuadernación:
Cartoné
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Sueco
 
 
Sinopsis

Sinopsis de: "El mentalista"

En un parque de atracciones a las afueras de Estocolmo aparece el cuerpo de una joven asesinada de forma macabra: atravesada por múltiples espadas dentro de una caja.

La agente de policía Mina Dabiri, reservada y metódica, forma parte del equipo especial de investigación que se hace cargo del caso. Cuando Mina agota todas las posibles pistas, recurre al conocido mentalista Vincent Walder para que los ayude a detectar los indicios que podrían conectar el asesinato con el mundo del ilusionismo.

Con la aparición de un nuevo cuerpo, Mina y Vincent entienden que se enfrentan a un despiadado asesino en serie y comienzan una trepidante carrera contrarreloj para descifrar los códigos numéricos y las trampas visuales de una mente brillante y perversa. Un apasionante viaje a la parte más oscura del alma humana que no dejará indiferente a ningún lector.

Atrévete a descubrir la verdad.

PELICULA DE LA SEMANA (9Abr): Cielos tóxicos

 (Cfr. www.filmaffinity.com)

 

 


Título original
Toxic Skies
Año
Duración
86 min.
País
Canadá Canadá
Dirección
Guion
Andrew C. Erin, Kyle Hart
Música
Kevin Blumenfeld
Fotografía
Mahlon Todd Williams
Reparto
Productora
Ignite Entertainment, Johnson Production Group, Granada America, Insight Film and Video Production
Género
Ciencia ficción | Enfermedad
Sinopsis
La doctora Tess Martin (Anne Heche), especialista en enfermedades víricas, viaja a Seattle para estudiar una terrible epidemia que se está propagando a un ritmo vertiginoso. Como la situación se agrava, se decide poner a la ciudad en cuarentena, a la espera de que los especialistas encuentren una cura a la epidemia. (FILMAFFINITY)
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En mi Ucrania hay una emergencia militar y económica, pero sobre todo espiritual

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 


Entrevista a Constantín Sigov, filósofo de la universidad de Kiev: «Sé que parece absurdo, pero espero que el Papa acepte la invitación de venir a nuestro país»

«He comprendido que, ahora, mi tarea es contar», me dice Constantín Sigov, mientras me habla desde su apartamento, a pocos kilómetros de la capital ucraniana. Es filósofo, director del Centro Europeo de la Universidad Petro Mohyla, de Kiev. Al hablar, me doy cuenta de que elige con cuidado las palabras, casi como si quisiera exponérmelas una a una; veo cómo llegan, ordenadas, llenas, atadas por el hilo de tristeza que transparenta su voz. Un contraste evidente con el estruendo de los bombardeos que cada día asolan a un país que parece perdido bajo la guía de una brújula carente de aguja.

¿Qué sucedió el 24 de febrero?

En un solo día tuvieron lugar tres catástrofes: la primera tiene que ver con mi país. En cuestión de horas volvimos a percibir la acción de la artillería pesada, a escuchar los gritos de los civiles, un estruendo que habíamos podido llegar a olvidar después de la Segunda Guerra Mundial.

Hace pocos días, un chaval ruso alcanzó la antena de la televisión, en el centro de la ciudad; desde ese día, los ciudadanos de Kiev y de toda Ucrania tienen miedo de despertarse por la mañana y descubrir que, durante la noche, alguna bomba ha caído en alguno de los lugares santos de nuestra capital: la catedral de Santa Sofía, el monasterio de San Miguel, la Laura.

Durante la guerra, los soviéticos destruyeron la catedral de la Dormición de la Virgen, en el monasterio de las grutas de Kiev; ya en 1936 los bolcheviques habían derrumbado la catedral de San Miguel. Ahora que el putinismo está desvelando su forma más brutal, la de un régimen que nace del neo-estalinismo, no me gustaría que la artillería rusa, que hoy parece actuar como animada por un impenitente gobierno neo-soviético, llegase a destruir aquello que los bolcheviques no tuvieron tiempo de destruir.

La segunda catástrofe golpea a toda Europa: lo que está sucediendo nos concierne a todos. Estoy hablando de una tragedia quizá mayor que la de Chernobyl. Esta vez, de hecho, no se trata de un error técnico. Por primera vez tras la Segunda Guerra Mundial, Europa se encuentra frente a un enemigo que quiere destruirla y que lo está haciendo abiertamente, declarando su objetivo.

La guerra no es solo entre Rusia y Ucrania, sino entre nuestra cultura y quien la considera como una amenaza con la que hay que acabar. Se trata de una dicotomía que no ha nacido en 2022, es una antítesis que ha ido tomando forma durante los últimos años. Crimea fue invadida en 2014 y durante todo este periodo, podemos decirlo, muchos han tenido miedo y no han querido mirar lo que estaba sucediendo, la amenaza que se celaba tras una invasión que lleva ya ocho años en curso.

Todos nosotros hemos subestimado el alcance de un mal que hoy ha explotado, provocando la que parece, a todos los efectos, la peor crisis del siglo XXI. La emergencia no es solo militar y económica, es, sobre todo, de naturaleza espiritual. Una tragedia que se está verificando a menos de tres horas de Roma en avión.

La tercera catástrofe tiene que ver con Rusia. En un mes se han malogrado todos los esfuerzos realizados durante más de treinta años para resurgir tras el régimen bolchevique. Lo que ahora estamos viendo es la peor manifestación del bolchevismo y el estalinismo. Tras la Revolución de 1917, en Rusia había aún muchas personas que daban testimonio de la vida, hoy, la mayoría parece presa de un poder destructivo, de una narrativa y de una cultura totalmente ideológicas. Pongo solo un ejemplo: cientos de profesores y rectores de las universidades rusas han firmado un documento a favor de esta guerra; es el signo tangible del fracaso total de la cultura rusa.

¿Qué es lo que sostiene a la población ucraniana en esta situación?

Lo que más me sorprende, en absoluto, es la solidaridad. Veo la atención con la que se ayuda a las mujeres que, en estos días, están dando a luz en el metro de Kiev. Ellas son portadoras de una vida nueva y nos recuerdan que nuestra resistencia nace para afirmar la vida, el amor y nuestra humanidad.

Este aspecto me parece importante; los ucranianos saben lo que están defendiendo: protegen lo humano, nuestras familias, nuestra sociedad, nuestra libertad y nuestro único deseo de poder vivir en paz. Repito, es una guerra que no afecta solo a los ucranianos y a los rusos; lo que está sucediendo es un conflicto entre los que aman su propia humanidad y los que tratan de aniquilarla.

Por eso me parece esencial que, cuando nuestra tierra sea libre, indaguemos sobre las causas que han desencadenado esta catástrofe. Solo entonces habrá una posibilidad de una paz justa, y subrayo este adjetivo. Será necesario que quien ha cometido, y está aún perpetrando crímenes contra la humanidad, sea procesado. Personalidades como Nemzov y Dmitriev afirmaron que las atrocidades del comunismo nunca han sido castigadas ni juzgadas.

Creo que sería un grave error continuar este camino de amnesia. Ahora, más que nunca, se hace urgente un juicio, un paso esencial para el futuro de toda la sociedad rusa. No para planear una venganza, sino para que pueda germinar y florecer una nueva vida y la humanidad entera pueda realizar esa “purificación de la memoria” de la que hablaba Juan Pablo II.

¿Qué significa eso?

Es importante que los rusos, los ucranianos y todo el mundo, juzgue lo que sucede y lo recuerde. Cuando se traiciona este trabajo, la humanidad no sobrevive, se pierde. El 23 de febrero, antes de que estallase la guerra, escribí una carta, a petición de algunos católicos alemanes, en la que subrayaba el peligro que podía sobrevenir tras la decisión rusa de ilegalizar el Memorial, la mayor asociación del país para la defensa de los derechos humanos, comprometida en salvaguardar todo lo sucedido y hacer que se reconocieran, a nivel internacional, los crímenes cometidos en la época soviética. Ucrania ha sido atacada por eso: con su propia existencia, de hecho, no permite que se cancele la memoria de los crímenes perpetrados por el estalinismo y el putinismo.

El papa Francisco, la Iglesia, el mundo entero reza y sale a las plazas para que cese la guerra. ¿Os llega el apoyo de los pueblos?

Nos hace ver que no estamos solos. Hasta Kiev llega ayuda y es muy importante: ya se trate de chalecos antibalas, ropa, comida… también la palabra, nuestro diálogo, nos hace sentir que no vivimos aislados del mundo. Por lo que se refiere a la oración, esta, además, es esencial para hacer caer el velo, para hacernos descubrir que el mal solo lleva al nihilismo, a la autodestrucción, y esto es lo que queremos combatir. Añado otra consideración más: el gran teólogo Bonhoffer decía que la estupidez es lo único peor que el mal y temo que, tras la violencia de la que somos testigos, se cele este peligro. Mientras que el mal, por definición propia, termina por autodestruirse, la estupidez se fortalece con el tiempo, se potencia. Tal amenaza solo puede superarse actuando sobre el plano espiritual, no es suficiente el meramente cultural.

Me vienen a la mente las protestas del Madián del 2014. También entonces el mundo siguió lo que sucedía en Ucrania, ¿qué queda hoy de esos momentos?

Esta es una pregunta profunda, porque está estrechamente ligada a lo que sucede ahora. En el 2014 vivimos la revolución de la dignidad. Ahora combatimos una guerra para defender la dignidad del hombre. En el 2022 no solo habla la plaza de Kiev, sino que el país entero se ha convertido en una enorme plaza que pide que se respete al individuo, sea cual sea su identidad étnica. El hombre, de hecho, es infinitamente más importante que cualquier poder y ninguna tiranía puede suprimir el derecho de cada uno a la vida, a la libertad.

Nada más estallar la guerra, hablé con el pianista Valentyn Silvestrov. La noche del 24 al 25 de febrero, la primera en la que los bombardeos irrumpieron en el cielo ucraniano, me mandó algunas grabaciones que había hecho en el 2014, mientras volvía a casa del Madián. En ellas se escucha una canción: es nuestro himno nacional. Pero la melodía es distinta, parece la melodía de un salmo, una oración nacida para sostener las protestas de Kiev que ahora tiene la capacidad de expresar lo que está viviendo el mundo entero.

Silvestrov tiene 84 años y en las últimas semanas, algunos compositores del calibre de Arvo Pärt, le han invitado a dejar Ucrania. Ha aceptado, finalmente, a principios de marzo. Silvestrov salió de Kiev con su familia, viajó durante tres días y tres noches para llegar a la frontera. Ha pasado la frontera a pie. La poeta moscovita Olga Sedakova lo ha comparado con el Rey Lear, el soberano de Shakespeare que camina bajo el cielo.

Mi amigo Valentyn ha llegado a Berlín y allí lo han invitado a tocar en una gran iglesia. Antes de empezar ha recitado el Decálogo, los diez mandamientos. Después, ha tocado una pieza que ha compuesto durante su camino a occidente: una melodía nostálgica, capaz de sobrepasar todas las barreras lingüísticas y de hablar a todos de la guerra, del viaje de quien ha dejado su país y de la esperanza de todo el pueblo ucraniano.

¿Qué espera?

Hace unos días, el alcalde de Kiev invitó al papa Francisco a venir a Ucrania. Ya algunos otros líderes políticos han decidido venir a nuestra capital. Pero creo que una visita del Papa sería algo único, un hecho de connotaciones proféticas. Sé que parece una petición absurda, pero el actual pontífice nos ha acostumbrado a gestos de este tipo. Espero que Francisco acepte y que no se lo impidan. Invito a todos, partiendo de los que lean esta entrevista, a sostener y promover la invitación, para que se cumpla un paso decisivo, no sol para alcanzar la paz en nuestro país, sino para el bien de toda la humanidad.

Fuente: paginasdigital.es

Entrevista de Alberto Perrucchini a Constantín Sigov, publicada originariamente en ‘Tempi’, el 3.04.2022

08 abril 2022

Meditación Domingo de Ramos (C)

 (Cfr. www.almudi.org)

 


Entrada triunfal en Jerusalen

“Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: -“Id a la aldea de enfrente encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto”.
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila.»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: -“¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Viva el Altísimo!”
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: “¿Quién es éste?”
La gente que venía con él decía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mateo 21,1-11).

I. «Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres».

Jesús sale muy de mañana de Betania. Allí, desde la tarde anterior, se habían congregado muchos fervientes discípulos suyos; unos eran paisanos de Galilea, llegados en peregrinación para celebrar la Pascua; otros eran habitantes de Jerusalén, convencidos por el reciente milagro de la resurrección de Lázaro. Acompañado de esta numerosa comitiva, junto a otros que se le van sumando en el camino, Jesús toma una vez más el viejo camino de Jericó a Jerusalén, hacia la pequeña cumbre del monte de los Olivos.

Las circunstancias se presentaban propicias para un gran recibimiento, pues era costumbre que las gentes saliesen al encuentro de los más importantes grupos de peregrinos para entrar en la ciudad entre cantos y manifestaciones de alegría. El Señor no manifestó ninguna oposición a los preparativos de esta entrada jubilosa. Él mismo elige la cabalgadura: un sencillo asno que manda traer de Betfagé, aldea muy cercana a Jerusalén. El asno había sido en Palestina la cabalgadura de personajes notables ya desde el tiempo de Balaán.

El cortejo se organizó enseguida. Algunos extendieron su manto sobre la grupa del animal y ayudaron a Jesús a subir encima; otros, adelantándose, tendían sus mantos en el suelo para que el borrico pasase sobre ellos como sobre un tapiz, y muchos otros corrían por el camino a medida que adelantaba el cortejo hacia la ciudad, esparciendo ramas verdes a lo largo del trayecto y agitando ramos de olivo y de palma arrancados de los árboles de las inmediaciones. Y, al acercarse a la ciudad, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los que bajaban, llena de alegría, comenzó a alabar a Dios en alta voz por todos los prodigios que había visto, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las alturas!.

Jesús hace su entrada en Jerusalén como Mesías en un borrico, como había sido profetizado muchos siglos antes. Y los cantos del pueblo son claramente mesiánicos. Esta gente llana -y sobre todo los fariseos- conocían bien estas profecías, y se manifiesta llena de júbilo. Jesús admite el homenaje, y a los fariseos que intentan apagar aquellas manifestaciones de fe y de alegría, el Señor les dice: Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.

Con todo, el triunfo de Jesús es un triunfo sencillo, «se contenta con un pobre animal, por trono. No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como un jumento: como un borriquito soy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado, porque tú me has tomado de tu diestra (Sal 72, 2324), tú me llevas por el ronzal».

Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Quiere hacerse presente en nosotros a través de las circunstancias del vivir humano. También nosotros podemos decirle en el día de hoy: Ut iumentum factus sum apud te... «Como un borriquito estoy delante de Ti. Pero Tú estás siempre conmigo, me has tomado por el ronzal, me has hecho cumplir tu voluntad; et cum gloria suscepisti me, y después me darás un abrazo muy fuerte». Ut iumentum... como un borrico soy ante Ti, Señor..., como un borrico de carga, y siempre estaré contigo. Nos puede servir de jaculatoria para el día de hoy.

El Señor ha entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esa ciudad, será clavado en una cruz.

II. El cortejo triunfal de Jesús había rebasado la cima del monte de los Olivos y descendía por la vertiente occidental dirigiéndose al Templo, que desde allí se dominaba. Toda la ciudad aparecía ante la vista de Jesús. Al contemplar aquel panorama, Jesús lloró.

Aquel llanto, entre tantos gritos alegres y en tan solemne entrada, debió de resultar completamente inesperado. Los discípulos estaban desconcertados viendo a Jesús. Tanta alegría se había roto de golpe, en un momento.

Jesús mira cómo Jerusalén se hunde en el pecado, en su ignorancia y en su ceguera: ¡Ay si conocieras, por lo menos en este día que se te ha dado, lo que puede traerte la paz! Pero ahora todo está oculto a tus ojos. Ve el Señor cómo sobre ella caerán otros días que ya no serán como éste, día de alegría y de salvación, sino de desdicha y de ruina. Pocos años más tarde, la ciudad sería arrasada. Jesús llora la impenitencia de Jerusalén. ¡Qué elocuentes son estas lágrimas de Cristo! Lleno de misericordia, se compadece de esta ciudad que le rechaza.

Nada quedó por intentar: ni en milagros, ni en obras, ni en palabras; con tono de severidad unas veces, indulgente otras... Jesús lo ha intentado todo con todos: en la ciudad y en el campo, con gentes sencillas y con sabios doctores, en Galilea y en Judea... También ahora, y en cada época, Jesús entrega la riqueza de su gracia a cada hombre, porque su voluntad es siempre salvadora.

En nuestra vida, tampoco ha quedado nada por intentar, ningún remedio por poner. ¡Tantas veces Jesús se ha hecho el encontradizo con nosotros! ¡Tantas gracias ordinarias y extraordinarias ha derramado sobre nuestra vida! «El mismo Hijo de Dios se unió, en cierto modo, con cada hombre por su encarnación. Con manos humanas trabajó, con mente humana pensó, con voluntad humana obró, con corazón de hombre amó. Nacido de María Virgen se hizo de verdad uno de nosotros, igual que nosotros en todo menos en el pecado. Cordero inocente, mereció para nosotros la vida derramando libremente su sangre, y en Él el mismo Dios nos reconcilió consigo y entre nosotros mismos y nos arrancó de la esclavitud del diablo y del pecado, y así cada uno de nosotros puede decir con el Apóstol: el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20)».

La historia de cada hombre es la historia de la continua solicitud de Dios sobre él. Cada hombre es objeto de la predilección del Señor. Jesús lo intentó todo con Jerusalén, y la ciudad no quiso abrir la puertas a la misericordia. Es el misterio profundo de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de rechazar la gracia divina. «Hombre libre, sujétate a voluntaria servidumbre para que Jesús no tenga que decir por ti aquello que cuentan que dijo por otros a la Madre Teresa: "Teresa, yo quise... Pero los hombres no han querido"».

¿Cómo estamos respondiendo nosotros a los innumerables requerimientos del Espíritu Santo para que seamos santos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente? Cada día, ¿cuántas veces decimos sí a Dios y no al egoísmo, a la pereza, a todo lo que significa desamor, aunque sea pequeño?

III. Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo, proclamando con ramos de palmas: «Hosanna en el cielo».

Nosotros conocemos ahora que aquella entrada triunfal fue, para muchos, muy efímera. Los ramos verdes se marchitaron pronto. El hosanna entusiasta se transformó cinco días más tarde en un grito enfurecido: ¡Crucifícale! ¿Por qué tan brusca mudanza, por qué tanta inconsistencia? Para entender algo quizá tengamos que consultar nuestro propio corazón.

«¡Qué diferentes voces eran -comenta San Bernardo-: quita, quita, crucifícale y bendito sea el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel, y de ahí a pocos días: no tenemos más rey que el César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí a poco le desnudan de los suyos y echan suertes sobre ellos».

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide a cada uno de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. En el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz.

«La liturgia del Domingo de Ramos pone en boca de los cristianos este cántico: levantad, puertas, vuestros dinteles; levantaos, puertas antiguas, para que entre el Rey de la gloria (Antífona de la distribución de los ramos). El que se queda recluido en la ciudadela del propio egoísmo no descenderá al campo de batalla. Sin embargo, si levanta las puertas de la fortaleza y permite que entre el Rey de la paz, saldrá con Él a combatir contra toda esa miseria que empaña los ojos e insensibiliza la conciencia».

María también está en Jerusalén, cerca de su Hijo, para celebrar la Pascua. La última Pascua judía y la primera Pascua en la que su Hijo es el Sacerdote y la Víctima. No nos separemos de Ella. Nuestra Señora nos enseñará a ser constantes, a luchar en lo pequeño, a crecer continuamente en el amor a Jesús. Contemplemos la Pasión, la Muerte y la Resurrección de su Hijo junto a Ella. No encontraremos un lugar más privilegiado.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

homilía DOMINGO DE RAMOS (C)

 (Cfr. www.almudi.org)


(Is 50,4-7) "No retiré mi rostro de los que me injuriaban"
(Fil 2,6-11) "Se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo"
(Lc 22,14-23,56) "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu"

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. san Juan Pablo II

Homilía en el Domingo de Ramos (30-III-1980)

 --- Entrada “solemne”

Cristo, junto con sus discípulos, se acerca a Jerusalén. Lo hace como los demás peregrinos, hijos e hijas de Israel, que en esta semana, precedente a la Pascua, van a Jerusalén. Jesús es uno de tantos.

Este acontecimiento, en su desarrollo externo, se puede considerar, pues, normal. Jesús se acerca a Jerusalén desde el Monte llamado de los Olivos, y por lo tanto viniendo de las localidades de Betfagé y de Betania. Allí da orden a dos discípulos de traerle un borrico. Les da las indicaciones precisas: dónde encontrarán el animal y cómo deben responder a los que pregunten por qué lo hacen. A los que preguntan por qué desatan al borrico, les responden: “El Señor tiene necesidad de él” (Lc 19,31), y esta respuesta es suficiente. El borrico es joven; hasta ahora nadie ha montado sobre él. Jesús será el primero. Así, pues, sentado sobre el borrico, Jesús realiza el último trecho del camino hacia Jerusalén. Sin embargo, desde cierto momento, este viaje, que en sí nada tenía de extraordinario, se cambia en una verdadera “entrada solemne en Jerusalén”.

Las palabras de veneración según el Evangelio de San Lucas, dicen así: “Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas” (Lc 19,38).

El hecho de que Jesús sube hacia Jerusalén con sus discípulos asume un significado mesiánico. Los detalles que forman el marco del acontecimiento, demuestran que en él se cumplen las profecías. Demuestran también que pocos días antes de la Pascua, en ese momento de su misión pública, Jesús logró convencer a muchos hombres sencillos en Israel. Le seguían los más cercanos, los Doce, y además una muchedumbre: “Toda la muchedumbre de los discípulos”, como dice el Evangelista Lucas (19,37), la cual hacía comprender sin equívocos que veía en Él al Mesías.

Jesús al subir de este modo hacia Jerusalén, se revela a Sí mismo completamente ante aquellos que preparan el atentado contra su vida. Por lo demás, se había revelado desde ya hacía tiempo, al confirmar con los milagros todo lo que proclamaba y al enseñar, como doctrina de su Padre, todo lo que enseñaba. Las lecturas litúrgicas de las últimas semanas lo demuestran de manera clara: la “entrada solemne en Jerusalén” constituye un paso nuevo y decisivo en el camino hacia la muerte, que le preparan los ancianos de los representantes de Israel.

Las palabras que dice “toda la muchedumbre” de peregrinos, que subían a Jerusalén con Jesús, no podían menos de reforzar las inquietudes del Sanedrín y de apresurar la decisión final.

El Maestro es plenamente consciente de esto. Todo cuanto hace, lo hace con esta conciencia, siguiendo las palabras de la Escritura, que ha previsto cada uno de los momentos de su Pascua.

--- Comienzo de la Pasión

Jesús de Nazaret se revela, pues, según las palabras de los Profetas, que Él sólo ha comprendido en toda su plenitud. Esta plenitud permaneció velada tanto a “la muchedumbre de los discípulos”, que a lo largo del camino hacia Jerusalén cantaban “Hosanna”, alabando “a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto” (Lc 19,37), como a esos Doce más cercanos a Él. A estos últimos, el amor por Cristo no les permite admitir un final doloroso; recordemos cómo en una ocasión dijo Pedro: “Esto no te sucederá jamás” (Mt 16,22).

En cambio, para Jesús las palabras del Profeta son claras hasta el fin, y se revelan con toda la plenitud de su verdad; y Él mismo se abre ante esta verdad con toda la profundidad de su espíritu. La acepta totalmente. No reduce nada. En las palabras de los Profetas encuentra el significado justo de la vocación del Mesías: de su propia vocación. Encuentra en ellas la voluntad del Padre.

“El Señor Dios me ha abierto los oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás” (Is.50,5).

De este modo la liturgia del Domingo de Ramos contiene ya en sí la dimensión plena de la pasión: la dimensión de la Pascua.

“He dado mis espaldas a los que me herían, mis mejillas a los que me arrancaban la barba. Y no escondí mi rostro ante las injurias y los esputos” (Is 50,6).

“Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza... me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica” (Sal 21(22),8.17-19).

En medio de las exclamaciones de la muchedumbre, del entusiasmo de los discípulos que, con las palabras de los Profetas, proclaman y confiesan en Él al Mesías, sólo Él, Cristo, lee hasta el fondo lo que sobre Él han escrito los Profetas.

Y todo lo que han dicho y escrito se cumple en Él con la verdad interior de su alma. Él, con la voluntad y el corazón, está ya en todo lo que, según las dimensiones externas del tiempo, le queda todavía por delante. Ya en este cortejo triunfal, en su “entrada en Jerusalén”, Él es “obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil.2,8).

--- Obediencia al Padre

Entre la voluntad del Padre, que lo ha enviado, y la voluntad del Hijo hay una profunda unión plena de amor, un beso interior de paz y de redención. En este beso, en este abandono sin límites, Jesucristo que es de naturaleza divina, se despoja de Sí mismo y toma la condición de siervo, humillándose a Sí mismo (cfr. Fil. 2,6-8). Y permanece en este abatimiento, en esta expoliación de su fulgor externo, de su divinidad y de su humanidad, llena de gracia y de verdad. ÉL, Hijo del hombre, va, con esta aniquilamiento y expoliación, hacia los acontecimientos que se cumplirán, cuando su abajamiento, expoliación, aniquilamiento revistan precisas formas exteriores: recibirá salivazos, será flagelado, insultado, escarnecido, rechazado del propio pueblo, condenado a muerte, crucificado, hasta que pronuncien el último: “todo está cumplido”, entregando el espíritu en las manos del Padre.

Esta es la entrada “interior” de Jesús en Jerusalén, que se realiza dentro de su alma en el umbral de la Semana Santa.

En cierto momento se le acercan los fariseos que no pueden soportar más las exclamaciones de la muchedumbre en honor de Cristo, que hace su entrada en Jerusalén, y dicen: “Maestro, reprende a tus discípulos”; Jesús contestó: “Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras” (Lc 19,39-40).

En esta ciudad (Roma) no faltan las piedras que hablan de cómo ha llegado aquí la cruz de Cristo y de cómo ha echado sus raíces en esta capital del mundo antiguo.

Que nuestros corazones y nuestras conciencias griten más fuerte que ellas.


03 abril 2022

LIBRO DE LA SEMANA (1 Abr):

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

Operación Kazán

En 1922, el nacimiento de un niño en Nueva York cambiará la historia del mundo un siglo después. Los servicios de inteligencia soviéticos diseñan para ese bebé el más audaz plan...
Editorial:
Espasa
Colección:
ESPASA NARRATIVA
Encuadernación:
Cartoné
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
ISBN:
978-84-670-6368-4
EAN:
9788467063684
Dimensiones:
230 x 150 mm.
Peso:
624 gramos
Nº páginas:
424
Fecha publicación :
23-03-2022
 
 
Sinopsis

Sinopsis de: "Operación Kazán"

En 1922, el nacimiento de un niño en Nueva York cambiará la historia del mundo un siglo después.

Los servicios de inteligencia soviéticos diseñan para ese bebé el más audaz plan de espionaje jamás imaginado. Unos años más tarde, Lavrenti Beria, el sanguinario jefe de la policía bolchevique, presentará ese plan a Stalin, que se apropiará del operativo y lo convertirá en una misión personal y extremadamente secreta, advirtiendo a su ejecutor de algo muy importante: no se le puede escapar de las manos. Será la Operación Kazán.

Ni Beria ni Stalin vivirán para ver cómo aquel niño nacido dos décadas atrás en Nueva York, y que se ha convertido en un espía, culmina su ambicioso proyecto, latente durante lustros.

Ya en nuestros días, la llegada al poder en Moscú de un agente del KGB, insaciable y temerario, relanzará la Operación Kazán, para sabotear a Occidente y recuperar para Rusia la condición de superpotencia. Pero, ¿tendrá éxito? ¿Conseguirá el líder ruso su verdadero objetivo de controlar Estados Unidos desde el Kremlin? ¿Se cumplirá la orden de Stalin o se le escapará de las manos?

Los protagonistas de Operación Kazán recorren desde la Revolución Rusa en 1917 hasta las elecciones americanas del siglo XXI, pasando por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el desembarco de Normandía, la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín en 1989, el colapso de los regímenes comunistas en los años 90 y la actual injerencia rusa en las democracias occidentales. ¿Qué papel jugarán los jóvenes espías Teresa Fuentes, del CNI español, y Pablo Perkins, de la CIA, en la fase decisiva de esta intriga?

Más sobre

Vallés, Vicente

Vicente Vallés lleva tres décadas dedicado al periodismo. Dirige y presenta el informativo de la noche de Antena 3, y con anterioridad ha sido responsable de programas de noticias en Telemadrid, Televisión Española y Telecinco. También es analista político en prensa y radio. Ha recibido varios premios, entre ellos el Salvador de Madariaga, el del Club Internacional de Prensa, la Antena de Oro, el Premio Iris de la Academia de Televisión y el Premio Ondas. Es autor de los libros Trump y la caída del imperio Clinton, en el que analiza el sorprendente resultado de las elecciones americanas de 2016, y El rastro de los rusos muertos, que aborda la ofensiva de Putin sobre Occidente a partir de una intrigante cadena de asesinatos y muertes inexplicadas de espías y diplomáticos rusos por todo el mundo.

PELICULA DE LA SEMANA (1 Abr): Para Chiara

(Cfr. www.filmaffinity.com)

 

 

Votación
6,7
112
votos

Título original
A Chiara
Año
Duración
121 min.
País
Italia Italia
Dirección
Guion
Jonas Carpignano
Música
Benh Zeitlin, Dan Romer
Fotografía
Tim Curtin
Reparto
Productora
Coproducción Italia-Francia;
Stayblack, Haut et Court, RAI Cinema, arte, Eurimages
Género
Drama | Familia. Mafia
Sinopsis
La familia Guerrasio y sus amigos se reúnen para celebrar el dieciocho cumpleaños de la hija mayor de Claudio y Carmela. Existe una sana rivalidad entre la cumpleañera y su hermana Chiara, de 16 años, mientras compiten en la pista de baile. Es una ocasión feliz y la familia está unida y en plena forma. Sin embargo, todo cambia al día siguiente cuando Claudio desaparece. Chiara comienza a investigar: a medida que se acerca a la verdad se ve obligada a decidir qué tipo de futuro quiere para ella. (FILMAFFINITY)
Premios
2021: Festival de Sevilla: Mejor dirección y Mención Especial (al reparto)
2021: Premios Independent Spirit: Nominada a mejor película, fotografía y montaje
Críticas

Catequesis del Papa sobre la vejez: 5. La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene


 (Cfr. www.almudi.org)

 

 

PARA ESCUCHARLA Y VERLA, pincha AQUI: https://youtu.be/Va8uiM-a5o8

Si "la vejez debilita, de un modo u otro, la sensibilidad del cuerpo", una vejez que se ha ejercitado en la espera de Dios será más sensible para acogerlo cuando pase

Catequesis del Santo Padre en español

Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducida al español

En nuestro itinerario de catequesis sobre el tema de la vejez, hoy nos fijamos en el tierno cuadro pintado por el evangelista san Lucas, que llama a escena a dos figuras ancianas, Simeón y Ana. Su razón de vivir, antes de despedirse de este mundo, es esperar la visita de Dios. Esperaban que Dios viniera a visitarlos, o sea Jesús. Simeón sabe, por una moción del Espíritu Santo, que no morirá antes de haber visto al Mesías. Anna asiste al templo todos los días y se dedica a su servicio. Ambos reconocen la presencia del Señor en el niño Jesús, que colma de consuelo su larga espera y asegura su despedida de la vida. Esta es una escena de un encuentro con Jesús, y de despedida. ¿Qué podemos aprender de estos dos ancianos llenos de vitalidad espiritual?

De momento, aprendemos que la fidelidad de la espera afina los sentidos. Además, lo sabemos, el Espíritu Santo hace precisamente eso: ilumina los sentidos. En el antiguo himno Veni Creator Spiritus, con el que aún hoy invocamos al Espíritu Santo, decimos: “Accende lumen sensibus”, enciende una luz para los sentidos, ilumina nuestros sentidos. El Espíritu es capaz de hacer esto: agudiza los sentidos del alma, a pesar de las limitaciones y heridas de los sentidos del cuerpo. La vejez debilita, de un modo u otro, la sensibilidad del cuerpo: uno es más ciego, otro más sordo... Sin embargo, una vejez ejercida en previsión de la visita de Dios no perderá su paso: es más, estará aún más dispuesta a captarlo, tendrá más sensibilidad para acoger al Señor cuando pase. Recordemos que la actitud del cristiano es estar atento a las visitas del Señor, porque el Señor pasa por nuestra vida con inspiraciones, con la invitación a ser mejores. Y San Agustín decía: “Tengo miedo de Dios cuando pasa” −“¿Pero por qué tienes miedo?” −“Sí, temo que no me dé cuenta y lo deje pasar”. Es el Espíritu Santo quien prepara los sentidos para comprender cuándo el Señor nos visita, como lo hizo con Simeón y Ana.

Hoy más que nunca necesitamos esto: necesitamos una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaz de reconocer los signos de Dios, es más, el Signo de Dios, que es Jesús, un signo que nos pone en crisis, siempre: Jesús nos pone en crisis porque es un “signo de contradicción” (Lc 2,34), pero que nos llena de alegría. Porque la crisis no trae necesariamente tristeza, no: estar en crisis, rindiendo servicio al Señor, muchas veces da paz y alegría. La anestesia de los sentidos espirituales −y esto es malo−, la anestesia de los sentidos espirituales, por la excitación y entumecimiento de los del cuerpo, es un síndrome muy extendido en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso radica en el hecho de que es mayormente inconsciente. No notas que estás anestesiado. Y eso pasa: siempre ha sucedido y sucede en nuestro tiempo. Los sentidos anestesiados, sin comprender lo que pasa; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para comprender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen.

Cuando pierdes la sensibilidad del tacto o del gusto, lo notas enseguida. En cambio, la del alma, esa sensibilidad del alma puedes ignorarla durante mucho tiempo, vives sin darte cuenta de que has perdido la sensibilidad del alma. No se trata simplemente de pensar en Dios o en la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la propia responsabilidad y el dolor por el otro. Es curioso: la insensibilidad no te hace entender la compasión, no te hace entender la lástima, no te hace sentir vergüenza ni remordimiento por haber hecho algo malo. Es así: los sentidos espirituales anestesiados confunden todo y uno no siente, espiritualmente, tales cosas. Y la vejez se convierte, por así decirlo, en la primera pérdida, en la primera víctima de esta pérdida de sensibilidad. En una sociedad que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, la atención a lo frágil sólo puede venir a menos y prevalecer la competencia de los vencedores. Y así se pierde la sensibilidad. Por supuesto, la retórica de la inclusión es la fórmula ritual de cualquier discurso políticamente correcto. Pero no lleva a una corrección real en las prácticas de convivencia normal: le cuesta crecer en una cultura de la ternura social. No: el espíritu de la fraternidad humana –que me ha parecido necesario relanzar con fuerza– es como un vestido pasado de moda, para admirar, sí, pero... en un museo. Se pierde la sensibilidad humana, se pierden esos movimientos del espíritu que nos hacen humanos.

Es cierto, en la vida real podemos observar, con conmovedora gratitud, a tantos jóvenes capaces de honrar plenamente esta fraternidad. Pero ese es precisamente el problema: hay un desfase, un desfase culpable, entre el testimonio de esta savia de la ternura social y el conformismo que exige a la juventud contarse a sí misma de una forma completamente diferente. ¿Qué podemos hacer para cerrar esa brecha?

Del relato de Simeón y Ana, y también de otras historias bíblicas de ancianos sensibles al Espíritu, hay un indicio oculto que merece ser destacado. ¿En qué consiste la revelación que enciende la sensibilidad de Simeón y Ana? Consiste en reconocer en un hijo, que no han engendrado y al que ven por primera vez, el signo seguro de la visita de Dios. Aceptan que no son protagonistas, sino sólo testigos. Y cuando un individuo acepta no ser el protagonista, pero se involucra como testigo, la cosa va bien: ese hombre o esa mujer está madurando bien. Pero si siempre tiene el deseo de ser protagonista, ese viaje hacia la plenitud de la vejez nunca madurará. La visita de Dios no se encarna en la vida de los que quieren ser protagonistas y nunca testigos, no los pone en escena como salvadores: Dios no se encarna en su generación, sino en la generación venidera. Pierden el espíritu, pierden las ganas de vivir con madurez y, como suele decirse, viven superficialmente. Es la gran generación de los superficiales, que no permiten sentir las cosas con la sensibilidad del espíritu. Pero ¿por qué no lo permiten? En parte por pereza, y en parte porque ya no pueden: lo han perdido. Es malo cuando una civilización pierde la sensibilidad del espíritu. En cambio, es maravilloso cuando encontramos ancianos como Simeón y Ana que conservan esa sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esa situación que estaba delante de ellos era la manifestación del Mesías. No hay resentimiento ni recriminación, por lo tanto, cuando estoy en este estado de quietud. En cambio, gran emoción y gran consuelo cuando los sentidos espirituales aún están vivos. La emoción y el consuelo de poder ver y anunciar que la historia de su generación no se pierde ni se desperdicia, gracias a un acontecimiento que toma cuerpo y se manifiesta en la siguiente generación. Y esto es lo que siente un anciano cuando sus nietos van a hablar con él: se sienten revividos. “Ah, mi vida sigue aquí”. Es tan importante ir a los ancianos, es tan importante escucharlos. Es muy importante hablar con ellos, porque se produce ese intercambio de civilizaciones, ese intercambio de madurez entre jóvenes y viejos. Y así, nuestra civilización avanza de manera madura.

Sólo la vejez espiritual puede dar este humilde y deslumbrante testimonio, haciéndolo autorizado y ejemplar para todos. La vejez que ha cultivado la sensibilidad del alma apaga toda envidia entre generaciones, todo resentimiento, toda recriminación por un advenimiento de Dios en la generación venidera, que viene acompañada de la despedida de la propia. Y eso es lo que le sucede a un anciano abierto con un joven abierto: se despide de la vida pero entregando –entre comillas– su vida a la nueva generación. Y esta es aquella despedida de Simeone y Anna: “Ya me puedo ir en paz”. La sensibilidad espiritual de los ancianos es capaz de romper la competencia y el conflicto entre generaciones de manera creíble y definitiva. Supera esta sensibilidad: los mayores, con esta sensibilidad, superan el conflicto, van más allá, van a la unidad, no al conflicto. Esto ciertamente es imposible para los hombres, pero es posible para Dios. ¡Y hoy lo necesitamos tanto, la sensibilidad del espíritu, la madurez del espíritu, necesitamos ancianos sabios, maduros en el espíritu que nos den esperanza de vida!

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos presentes en esta audiencia, en particular a los miembros del Grupo de Amistad Francia-Italia. Reconociendo al Niño que ven por primera vez y que no los ha engendrado, Simeón y Ana aceptan que no son los protagonistas sino testigos discretos y fieles de la venida del Mesías. Sólo la sensibilidad espiritual de la vejez puede dar este humilde y ejemplar testimonio y romper la competencia o los conflictos entre generaciones. ¡Dios os bendiga!

Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la audiencia de hoy, en particular a los de Inglaterra, Dinamarca, Países Bajos, Suecia, Israel y Estados Unidos de América. Deseo a todos que el camino de Cuaresma nos lleve a la celebración de la Pascua con un corazón purificado y renovado por la gracia del Espíritu Santo. Sobre cada uno de vosotros, y sobre vuestras familias, invoco la alegría y la paz en Cristo nuestro Redentor.

Queridos fieles de lengua alemana, en Cuaresma estamos invitados a abrirnos al Señor a través del ayuno y la oración y a ser sensibles a las necesidades de los demás. Os pido que oréis por mí, como yo también rezo por vosotros.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Teniendo presente el testimonio de Simeón y Ana, pidamos al Espíritu Santo que ilumine nuestros sentidos espirituales para que descubramos los signos de Dios en nuestra vida y seamos testigos alegres de su presencia en medio del mundo. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Queridos fieles de lengua portuguesa y en particular el grupo del Colegio Nuestra Señora de Lourdes, de Oporto, y a los demás grupos de peregrinos de Portugal, ¡bienvenidos! Os saludo a todos cordialmente y encomiendo al buen Dios vuestra vida y la de vuestra familia, invocando para todos los consuelos y las luces del Espíritu Santo para que, superados los pesimismos y desengaños de la vida, franqueéis el umbral de la esperanza que tenemos en Cristo Señor. Cuento con vuestras oraciones. ¡Gracias!

Saludo a los fieles de lengua árabe, en particular a los de Tierra Santa, del colegio de las Hermanas de Nazaret en Haifa. La vejez, que ha cultivado la sensibilidad del alma, extingue todo resentimiento y recriminación entre generaciones por un advenimiento de Dios en la generación siguiente, y es capaz de romper de manera creíble y definitiva la competencia y el conflicto generacional. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!

Saludo cordialmente a todos los polacos. Vuestros mayores pueden enseñar a las generaciones más jóvenes cómo confiar en Dios, cómo ser misericordiosos y orar con fervor no sólo en tiempos de paz, sino especialmente en los difíciles. Os animo, siguiendo su ejemplo, a continuar el camino cuaresmal de conversión para llegar a la celebración de la resurrección del Señor con el corazón renovado. ¡Bendigo de corazón a los aquí presentes y a sus vuestros queridos!

Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a la Asociación Nacional de Ayudas al Regadío, a la que animo a continuar con cuidado con la labor de gestión del agua, patrimonio inestimable; saludo a la Unión General del Trabajo, comprometida en la protección de los derechos de los trabajadores; a los representantes de la Armada de Taranto y a la selección nacional de fútbol trasplantados. Un saludo particularmente afectuoso a los niños ucranianos, acogidos por la Fundación “Ayudémoslos a vivir”, a la Asociación “Puer” y a la Embajada de Ucrania ante la Santa Sede. Y con este saludo a los niños, volvamos también nosotros a pensar en esta monstruosidad de la guerra y renovemos nuestras oraciones para que cese esta crueldad salvaje que es la guerra.

Finalmente, como siempre, mi pensamiento se dirige a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados. En este último tramo del camino cuaresmal, miremos la Cruz de Cristo, máxima expresión del amor de Dios, y esforcémonos por estar siempre cerca de los que sufren, de los que están solos, de los débiles que sufren violencia y no tienen quien los defienda.

Llamamiento

Queridos hermanos y hermanas, el próximo sábado y domingo iré a Malta. En esa tierra luminosa seré peregrino tras las huellas del apóstol Pablo, que allí fue acogido con gran humanidad después de haber naufragado en el mar camino de Roma. Este Viaje Apostólico será, pues, una oportunidad para ir a las fuentes del anuncio del Evangelio, para conocer personalmente a una comunidad cristiana con una historia milenaria y viva, para encontrar a los habitantes de un país situado en el centro del Mediterráneo y en el sur del continente europeo, hoy aún más comprometido en acoger a tantos hermanos y hermanas en busca de refugio. Desde ahora saludo de corazón a todos los malteses: que tengáis un buen día. Agradezco a todos los que han trabajado mucho para preparar esta visita y pido a todos que me acompañen con la oración. ¡Gracias!

Fuente: vatican.va / romereports.com

Traducción de Luis Montoya