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Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.

Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

23 julio 2022

LIBRO DE LA SEMANA (23 Jul) Boulevard

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 


Boulevard. Libro 2 (edición revisada por la autora)

Sinopsis

Llega la continuación del fenómeno YA por excelencia por primera vez en físico.

El primer amor no se olvida, solo se supera y se aprende a vivir con su recuerdo.

Hasley debe seguir con su vida, pasar página y mirar hacia adelante. Cuando su madre le dice que es hora de continuar y dejar el pasado atrás, esas palabras se le clavan como puñales en el alma.

Ella es joven y tiene todo el tiempo del mundo para rehacer su vida. Una vida que está llena de oportunidades, aunque todavía no pueda verlas.

Todo cobra un nuevo sentido con la aparición de Harry Beckinsale, licenciado en Derecho y unos años mayor que ella.

¿Será esta la nueva oportunidad para que sus sueños con Luke puedan descansar junto a su memoria?

Autor/a: Salvador, Flor M.

Llega la continuación del fenómeno YA por excelencia por primera vez en físico. El primer amor no se olvida, solo se supera y se aprende a vivir con su recuerdo. Hasley debe segui...
978-84-18798-23-8 / MONTENA
16,95€
(16,30€ sin IVA)

 

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PELICULA DE LA SEMANA (23 Jul): Los perdonados

 (Cfr. www.filmaffinity.com)

 

 

Los perdonados

Próximos estrenos España 29 de julio  
  • Ficha 
  • Críticas [1]
  • Tráilers [2]
  • Imágenes [5]
Los perdonados

Título original
The Forgiven
Año
2021
Duración
117 min.
País
Reino Unido Reino Unido
Dirección
John Michael McDonagh
Guion
John Michael McDonagh. Novela: Lawrence Osborne
Música
Lorne Balfe
Fotografía
Larry Smith
Reparto
Ralph Fiennes, Jessica Chastain, Caleb Landry Jones, Saïd Taghmaoui, Matt Smith, Abbey Lee, Mourad Zaoui, Ismail Kanater, Christopher Abbott, Alex Jennings, Marie-Josée Croze, David McSavage, Ben Affan, ver 5 más
Productora
House of Un-American Activities, Brookstreet Pictures, Head Gear Films, Metrol Technology, Assemble Media, Kasbah-Film Tanger, Lipsync Productions
Género
Drama. Thriller | Crimen
Sinopsis
Una pareja adinerada al borde del divorcio, David y Jo Henninger, viajan desde Londres a Marruecos para asistir a un fin de semana a todo lujo en el suntuoso hogar sahariano de unos amigos. Tras una comida acompañada de demasiado alcohol, sucede una tragedia. Lo que prometía ser una gran festividad acabará convirtiéndose en un fin de semana que, en el peor de los sentidos, ninguno olvidará jamás.

Preestreno: Festival de Toronto 2021
Críticas
  • "Innegablemente retorcida aunque deliciosamente espinosa en su retrato de los asuntos adultos (...) McDonagh tiene la valentía de hacer que sus personajes sean repelentes, por no decir totalmente desagradables, para el espectador" 
    Peter Debruge: Variety
  • "Escrita, dirigida e interpretada con inteligencia y estilo, es una película muy adulta, pero nunca aburre (...) Menos misteriosa y más irregular que la excelente 'Calvary', resuena con ella de formas sorprendentes" 
    John DeFore: The Hollywood Reporter
  • "McDonagh debería considerarse afortunado por contar con Fiennes, que infude a lo que podría haber sido un personaje unidimensional con genuina profundidad y complejidad" 
    Jason Bailey: The Playlist
  • "Chastain y Fiennes iluminan un thriller oscuramente cómico (...) Es extraña -insegura de sí misma en ocasiones, disparatada y enormemente segura en otras - pero nunca deja de ser fascinante (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)" 
    Benjamin Lee: The Guardian
  • "Jessica Chastain y Ralph Fiennes abrasan en una libertina sátira de clases (...) McDonagh ofrece una sangrienta bacanal marroquí que enfrenta a Este y Oeste con su típica precisión despiadada" 
    Ryan Lattanzio: IndieWire
  • "Toma un comportamiento extremadamente cuestionable y lo hace intrigante y desagradable (...) Nos hace ver cómo los privilegios se rompen y la gente para la que todo parece intrascendente tiene que lidiar con las consecuencias" 
    Steve Pond: The Wrap
  • "La película de McDonagh está bien elaborada en todo momento, pero en última instancia no tiene nada fresco ni perspicaz que decir sobre la fealdad del privilegio blanco (...) Puntuación: ★★ (de 5)" 
    Christy Lemire: rogerebert.com
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Los ancianos y los enfermos: la fragilidad que nos hace valiosos

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 


¿Es realmente la vejez la edad en la que todos deben arriar velas, como decía Dante Alighieri?

Sabemos bien que el mundo occidental está envejeciendo. Los expertos nos dicen que el número de hijos sigue disminuyendo, mientras que el número de personas mayores está aumentando. Y, sin embargo, este hecho, que debería hacernos más sensibles y hacernos pensar en un mundo más acogedor para todos, contrasta con la cultura del beneficio que distingue nuestra época, en la que los ancianos, no siendo ya productivos, se convierten a menudo en una carga para la sociedad y la familia. Si, además, la persona mayor está gravemente enferma, la combinación se hace aún más pesada.

Hace poco perdí a mi padre, que tenía 91 años y llevaba diez años enfermo de Parkinson, de los cuales los últimos cuatro los pasó prácticamente inmóvil. Sé lo difícil que es aceptar la enfermedad de un ser querido, lo agotador que es cuando la enfermedad avanza y todas las funciones se detienen, cuando sólo consigue mirarte, cuando ya no es capaz de decir una sola palabra. Conozco la tentación de escuchar esa voz que, cada vez con más ímpeto, se alza en tu corazón una pregunta: "¿qué sentido tiene?"

Y él mismo me dio la respuesta, llevando en silencio su enfermedad y enseñándome que el sentido de su vida era su propia presencia. Sí, tú vales porque estás ahí, porque existes.

La vejez: ¿derrota del hombre o edad de oro?

Según los dictados de la cultura del descarte en la que estamos inmersos, una vida anciana y enferma no sólo no produce, sino que es una carga de la que hay que deshacerse cuanto antes. Las personas mayores son frágiles, y si están marcadas por la enfermedad lo son aún más, y pueden sentir el peso de la soledad. Nos da miedo la fragilidad, no la aceptamos, porque no se corresponde con los estándares de eficacia que el mundo nos exige. Nos afanamos en perseguir la eterna juventud y muchas personas se someten a todo tipo de acciones para alargar su vida. Es evidente, pues, que la vejez es vista como una derrota del hombre, una rendición frente al tiempo. Tratemos de considerarla, en cambio, como una fase de la vida que adquiere un valor inestimable, como ocurre con los objetos antiguos, que nadie se atrevería a tirar.

Aquí es donde entra la dolorosa realidad de la eutanasia activa, esa práctica ahora legalizada en varios países del mundo, que, bajo el disfraz de permitir que cada uno "sea dueño de su propia vida" o que lo haga "por su propio bien", permite a los ancianos, a los enfermos o a los que están cansados de vivir, tomar un medicamento que les acompañe "suavemente" hacia la muerte. En lugar de preguntarnos cómo y dónde encontrar el sentido de una vida que aparentemente no tiene sentido, para después proteger y mejorar la vida en cada etapa, nos preocupamos por legalizar la muerte. A pesar de todo, en los ojos de mi padre, aunque agotado por la enfermedad e incluso con sus desánimos, siempre he visto un deseo de futuro y una petición de compañía y de ayuda, así como una gratitud infinita. No debemos ignorar la enfermedad, el sufrimiento y la soledad de nuestros mayores, pero la solución no es procurar un salvoconducto hacía la otra vida, sino ocuparse de ese sufrimiento físico y psíquico.

Sufrimiento y enfermedad: un posible sentido

Pero volvamos a la pregunta crucial: ¿qué sentido tiene la vida de un anciano, que además está enfermo? Podríamos encontrar una respuesta reflexionando sobre el ser humano como criatura que se encuentra en la cima de la escala jerárquica de la naturaleza. La visión cristiana añade una base trascendente: el hombre es imagen de Dios, por lo que la dignidad de la persona es un valor intrínseco y permanente, que no depende de estándares preestablecidos de belleza y eficiencia física y psíquica. El sufrimiento y la enfermedad no carecen de sentido, sino que dan a la vida esa posibilidad de sentido que la hace única y singularmente preciosa. Porque el sentido de la existencia de alguien deriva del simple hecho de existir y no de las cualidades o capacidades del sujeto que lo posee . En efecto, es fácil reconocer la belleza, el sentido y la dignidad en una persona joven y sana, pero el riesgo es que resplandezcan la belleza, el rendimiento y la salud, mientras que es precisamente en el anciano enfermo, en su humanidad desnuda, donde emerge y brilla la belleza del ser humano: en sus arrugas, en sus heridas, en su inmovilidad, en su dependencia. Al igual que la perla sale de la concha, la frágil vejez revela la belleza y la dignidad inherentes en lo más profundo del ser . Así pues, los ancianos enfermos nos permiten reconocer en su vulnerabilidad la raíz de la belleza del valor de la vida humana , y descubrimos que, en la dependencia mutua, encontramos el sentido de la vida, que es cuidarnos unos a otros hasta el final. Compañía, ternura y amor. Es el antídoto contra la cultura del descarte y la muerte.

Para confirmarlo, relato una de las últimas cosas que, con gran esfuerzo, me dijo mi padre una tarde que mis hermanos y yo estábamos casualmente todos en su casa: "¡Hoy estoy muy feliz!" y mientras yo, hija de esta sociedad, en mi interior pensaba cómo alguien que está inmóvil en una cama, lleno de llagas y dolores, puede estar feliz, añadió: "¡Porque hoy estáis todos aquí!"

Redacción, en familyandmedia.eu/es/

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Etiquetas: Ancianos, Enfermos, Fragilidad, Hacer valiosos

21 julio 2022

Meditación Domingo 17º t.o. (C)

(Cfr. www.almudi.org)

 

 

Domingo de la semana 17 de tiempo ordinario; ciclo C

Aprender a pedir

Y sucedió que cuando hacía oración en cierto lugar, al terminarla, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». El les respondió: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; nuestro pan cotidiano dánosle cada día; y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación». Y les dijo: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y le diga: "Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle", le responderá desde dentro: "No me molestes, ya está cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos?". Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite». Así, pues, yo os digo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se le abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. Pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lucas 11,1-13).

I. Jesús se retiraba a orar, con frecuencia, muy de mañana y a lugares apartados. Sus discípulos le encontraron muchas veces en un diálogo lleno de ternura con su Padre del Cielo. Y un día, al terminar la oración, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar... Esto hemos de pedir también nosotros: Jesús, enséñame a tratarte, dime cómo y qué cosas debo pedirte... Porque en ocasiones -incluso aunque llevemos años haciendo oración- estamos delante de Dios como el niño que apenas sabe pronunciar unas cuantas palabras mal aprendidas.

El Señor les enseñó entonces el modo de rezar y la oración por excelencia: el Padrenuestro. Sus labios pronunciarían cada palabra de esta oración universal con una particular entonación. Y nos señala la confianza que hemos de tener siempre en todo diálogo con Dios al mostrar nuestra radical necesidad, porque esa confianza es fundamento de toda oración verdadera: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a medianoche y le diga: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle...? Os digo que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite. Una buena parte de nuestras relaciones con Dios están definidas por la petición confiada. Somos hijos de Dios, hijos necesitados, y Él sólo desea darnos, y en abundancia: pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión? El Señor mismo sale fiador de nuestra petición: todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. No pudo ser más categórico. Sólo nos iremos de vacío si nos sentimos satisfechos de nosotros mismos; si pensáramos que nada necesitamos, porque nos hubiéramos contentado con unas metas bien cortas, o porque hubiéramos pactado con defectos y flaquezas. Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada. Debemos acudir al Sagrario como gente muy necesitada ante Quien todo lo puede: como acudían a Jesús los leprosos, los ciegos, los paralíticos... «Rezar -señalaba Juan Pablo II al comentar este pasaje del Evangelio- significa sentir la propia insuficiencia a través de las diversas necesidades que se presentan al hombre, y que forman parte de su vida: la misma necesidad del pan a que se refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedírselo. Tales necesidades son numerosas. La necesidad de pan es, en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materiales, de las necesidades del cuerpo humano (...). Pero la escala de estas necesidades es más amplia...».

La humildad de sentirnos limitados, pobres, carentes de tantos dones, y la confianza en que Dios es el Padre incomparable pendiente de sus hijos, son las primeras disposiciones con las que debemos acudir diariamente a la oración. «Si nosotros aprendemos en el sentido pleno de la palabra, en su plena dimensión, la realidad Padre, hemos aprendido todo (...). Aprender quién es el Padre quiere decir adquirir la certeza absoluta de que Él no podrá rechazar nada. Todo esto se dice en el Evangelio de hoy. Él no te rechaza ni siquiera cuando todo, material y psicológicamente, parece indicar el rechazo. Él no te rechaza jamás». Nunca deja de atendernos. El sentido de nuestra filiación divina y la conciencia de la propia indigencia y debilidad deben estar siempre presentes en nuestro trato con Dios.

II. Todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. Ante todo debemos pedir y buscar los bienes del alma, querer amar cada día más al Señor, deseos auténticos de santidad en medio de las peculiares circunstancias en las que nos encontremos. También debemos pedir los bienes materiales, en la medida en que nos sirvan para alcanzar a Dios: la salud, bienes económicos, lograr ese empleo que quizá nos es necesario...

«Pidamos los bienes temporales discretamente -nos aconseja San Agustín-, y tengamos la seguridad -si los recibimos- de que proceden de quien sabe que nos convienen. ¿Pediste y no recibiste? Fíate del Padre; si te conviniera te lo habría dado. Juzga por ti mismo. Tú eres delante de Dios, por tu inexperiencia de las cosas divinas, como tu hijo ante ti con su inexperiencia de las cosas humanas. Ahí tienes a ese hijo llorando el día entero para que le des un cuchillo o una espada. Te niegas a dárselo y no haces caso de su llanto, para no tener que llorarle muerto. Ahora gime, se enfada y da golpes para que le subas a tu caballo; pero tú no le haces caso porque, no sabiendo conducirlo, le tirará o le matará. Si le rehusas ese poco, es para reservárselo todo; le niegas ahora sus insignificantes demandas peligrosas para que vaya creciendo y posea sin peligro toda la fortuna». Así hace el Señor con nosotros, pues somos como el niño pequeño que muchas veces no sabe lo que pide.

Dios quiere siempre lo mejor; por eso, la felicidad del hombre se encuentra siempre en la plena identificación con el querer divino, pues, aunque humanamente no lo parezca, por ese camino nos llegará la mayor de las dichas. Cuenta el Papa Juan Pablo II cómo le impresionó la alegría de un hombre que encontró en un hospital de Varsovia después de la insurrección de aquella ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba gravemente herido y, sin embargo, era evidente su extraordinaria felicidad. «Este hombre llegó a la felicidad -comentaba el Pontífice- por otro camino, ya que juzgando visiblemente su estado físico desde el punto de vista médico, no había motivos para ser tan feliz, sentirse tan bien y considerarse escuchado por Dios. Y sin embargo había sido escuchado en otra dimensión de su humanidad», en aquella dimensión en la que el querer divino y el humano se hacen una sola cosa. Por eso, lo que nosotros debemos pedir y desear es hacer la voluntad de Dios: hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo. Y éste es siempre el medio para acertar, el mejor camino que podíamos haber soñado, pues es el que preparó nuestro Padre del Cielo. «Dile: Señor, nada quiero más que lo que Tú quieras. Aun lo que en estos días vengo pidiéndote, si me aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des». ¿Para qué lo quiero yo, si Tú no lo quieres? Tú sabes más. Hágase tu voluntad...

III. La Primera lectura de la Misa nos muestra otro ejemplo conmovedor: la súplica de Abrahán, el amigo de Dios, por aquellas ciudades que tanto habían ofendido a Dios y que iban a ser destruidas: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta justos en la ciudad, ¿los destruirías y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? Abrahán tratará de salvar las ciudades, «regateando» con Dios, en el que confía y del que se siente verdaderamente querido. Y habla poniendo delante de Dios el inmenso tesoro que son unos cuantos justos, unos cuantos santos.

El Señor se complace tanto en quienes son justos, en quienes le aman y por tanto cumplen su voluntad, que estará dispuesto a perdonar a miles de pecadores que cometieron incontables ofensas contra Él, con tal de que se encuentren diez justos en la ciudad. Tan agradable es a Dios el amor y la adoración de estos pocos que es capaz de olvidar las iniquidades de aquellas ciudades. Es una enseñanza clara para nosotros, que queremos seguir al Señor de cerca -¡con obras!- y contarnos entre sus íntimos, pues a veces puede insinuarse en el alma la tentación de preguntarse: ¿de qué sirve que yo trate de luchar y de esforzarme en cumplir con fidelidad la voluntad de Dios, si son tantos los que le ofenden y quienes viven como si Él no existiera o como si no mereciera ningún interés? Dios tiene otras medidas, bien distintas de las humanas, acerca de la utilidad de una vida. Un día, al final, el Señor nos hará ver la eficacia enorme, más allá del tiempo y de la distancia, de aquella madre de familia que gastó sus días en sacar la familia adelante; el valor para toda la Iglesia del dolor de aquel enfermo que ofreció diariamente al Señor sus padecimientos; el «precio» de una hora de estudio o de trabajo convertida en oración...

Con una medida que sólo la misericordia divina conoce, a Yahvé le hubieran bastado diez justos para salvar a Sodoma y Gomorra. Las obras de estos justos, puestas en una balanza, habrían pesado más que todos lo pecados de aquellos miles de infelices pecadores. Nosotros, cuando procuramos ser fieles al Señor, hemos de experimentar la alegría de saber que esta entrega, a pesar de nuestros muchos defectos, es el gozo de Dios en el mundo. Él está pronto a escuchar nuestra oración. Y debemos pedir cada día por la sociedad que nos rodea, pues parece alejarse cada vez más de Dios. «La oración de Abrahán -comenta el Papa Juan Pablo II- es muy actual en los tiempos en los que vivimos. Es necesaria una oración así, para que todo hombre justo trate de rescatar al mundo de la injusticia».

Terminemos nuestra oración haciendo el propósito de aprender a orar, de aprender a pedir como hijos. Hemos de acudir al Señor con mucha frecuencia, pues nos encontramos tan necesitados como aquellos que se agolpaban a la puerta, esperando de Él la salud del alma o del cuerpo. La Virgen Nuestra Madre nos enseñará a ser audaces en la petición. A Ella le rogamos que nos ayude a conseguir, con nuestro apostolado, que en todos los ambientes -en cada ciudad y en todo pueblo, en cada lugar de trabajo y en toda profesión- haya esos diez, veinte, cincuenta... justos que son agradables a Dios y en los que Él se puede apoyar.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal
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Homilía Domingo 17º t.o. (C)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 


(Gen 18,20-32) "En atención a los diez, no la destruiré"
(Col 2,12-14) "Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo"
(Lc 11,1-13) "Padre, santificado sea tu nombre"

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en Castelgandolfo (27-VII-1980)


--- Oración

"Señor enséñanos a orar": estas palabras dirigidas directamente a Cristo y que hoy nos recuerda la lectura del Evangelio, no pertenecen sólo al pasado. Son palabras repetidas constantemente por los hombres, es un problema siempre actual: el problema de la oración.

¿Qué quiere decir rezar? ¿Cómo hay que rezar? Por eso la respuesta que dio Cristo es siempre actual. ¿Y qué respuesta dio Cristo? En cierto sentido, Él enseñó, a los que le preguntaban, las palabras que debían pronunciar para rezar, para dirigirse al Padre.

Cristo, pues, enseñó las palabras de la oración; las palabras más perfectas, las palabras más completas; en ellas se encierra todo.

¿Qué quiere decir rezar? Rezar significa sentir la propia insuficiencia, sentir la propia insuficiencia a través de las diversas necesidades que se presentan al hombre, las necesidades que constantemente forman parte de su vida. Como, por ejemplo, la necesidad de pan a que se refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a media noche para pedirle pan. Tales necesidades son numerosas. La necesidad de pan, es en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materiales, de las necesidades del cuerpo humano, de las necesidades de esta existencia que nacen del hecho de que el hombre es el cuerpo.

--- Súplica de Abraham

A la respuesta de Cristo, en la liturgia de hoy, pertenece también ese maravilloso pasaje del Génesis, cuyo personaje principal es Abraham. Y el principal problema es el de Sodoma y Gomorra; o también, en otras palabras, el del bien y el del mal, del pecado y de la culpa; es decir, el problema de la justicia y de la misericordia. Espléndido es ese coloquio entre Abraham y Dios, en que se demuestra que rezar quiere decir moverse continuamente en la obra de la justicia y de la misericordia, es un introducirse entre una y otra en Dios mismo.

Rezar, por tanto, quiere decir ser consciente de todas las necesidades del hombre, de toda la verdad sobre el hombre y, en nombre de esa verdad, cuyo sujeto directo soy yo mismo, pero también mi prójimo, todos los hombres, la humanidad entera..., en nombre de esa verdad, dirigirse a Dios como al Padre.

Ahora bien, según la respuesta de Cristo a la pregunta “enséñanos a orar” todo se reduce a este singular concepto: aprender a rezar quiere decir “aprender quién es el Padre”. Si nosotros aprendemos, en el sentido pleno de la palabra, en su plena dimensión, la realidad “Padre”, hemos aprendido todo. Aprender quién es el Padre quiere decir aprender la respuesta a la pregunta cómo se debe rezar, porque rezar quiere decir también encontrar la respuesta a una serie de preguntas ligadas, por ejemplo, al hecho de que yo rezo y a veces no soy escuchado.

Cristo da respuestas indirectas a estas preguntas también en el Evangelio de hoy. Las da en todo el Evangelio y en toda la experiencia cristiana. Aprender quién es el Padre quiere decir aprender lo que es la confianza absoluta. Aprender quién es el Padre quiere decir adquirir la certeza de que Él no podrá absolutamente rechazar nada. Todo esto se dice en el Evangelio de hoy. Él no te rechaza ni siquiera cuando todo, material y psicológicamente, parece indicar el rechazo. Él no te rechaza jamás.

--- Conocer a Dios Padre

Por tanto, aprender a rezar quiere decir “conocer al Padre” de ese modo; aprender a estar seguros de que el Padre no te rechaza jamás nada, sino que, por el contrario, da el Espíritu Santo a quienes lo piden.

Los dones que pedimos son diversos como lo son nuestras necesidades. Pedimos según nuestras exigencias y no puede ser de otro modo. Cristo confirma esa nuestra actitud; sí, así es; debéis pedir según vuestras exigencias, tal como las sentís. El Padre nos da el Espíritu Santo. Y lo da en consideración de su Hijo. Por esto ha dado a su Hijo, ha dado a su Hijo por los pecados del mundo, ha dado a su Hijo saliendo al encuentro de todas las necesidades del mundo, de todas las necesidades del hombre, para poder siempre, en este Hijo crucificado y resucitado dar el Espíritu Santo. Este es su don.

Aprender a rezar quiere decir aprender quién es el Padre y adquirir una confianza absoluta en Aquel que nos ofrece este don cada vez más grande y, ofreciéndonoslo, jamás nos engaña. Y si a veces o incluso frecuentemente no recibimos directamente lo que pedimos, en este don tan grande -cuando se nos ofrece- se hallan encerrados todos los otros dones; aunque no siempre nos damos cuenta de ello.

El ejemplo que más me ha impresionado es el de un hombre que encontré en un hospital. Estaba gravemente enfermo a consecuencia de las lesiones sufridas durante la insurrección de Varsovia. En aquel hospital me habló de su extraordinaria felicidad. Este hombre llegó a la felicidad por cualquier otro camino, ya que juzgando visiblemente su estado físico desde el punto de vista médico, no había motivo para ser tan feliz, sentirse tan bien y considerarse escuchado por Dios. Y sin embargo había sido escuchado en otra dimensión de su humanidad. Recordó el don en que encontró la felicidad, aún siendo tan infeliz.

El hombre, defraudado de tantos programas, de tantas ideologías ligadas a la dimensión del cuerpo, a la temporalidad, al orden de la materia, se somete a la acción del espíritu y descubre en sí el deseo de lo que es espiritual. Creo que, realmente, hoy pasa una revolución así por el mundo. Son muchas las comunidades que rezan, rezan quizá como nunca se rezó antes, de modo diverso, más completo, más rico, con una más amplia apertura a ese don que nos da el Padre; y también con una nueva expresión humana de esa apertura. Diría que con un nuevo programa cultural de la oración nueva. Deseo unirme con ellas por dondequiera se encuentren.

Esta gran revolución de la oración es el fruto del don y es también el testimonio de las inmensas necesidades del hombre moderno y de las amenazas que pesan sobre él y sobre el mundo contemporáneo. Creo en la oración de Abraham y su contenido es muy actual en los tiempos en que vivimos. Es tan necesaria una oración así, para tratar con Dios por cada hombre justo; para rescatar al mundo de la injusticia. Es indispensable una oración que se introduzca, diríamos en el corazón de Dios entre lo que en Él es la justicia y lo que en Él es la misericordia.

La respuesta de Cristo a la pregunta "enséñanos a orar" es siempre actual; debemos descifrarla en su contenido original.

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