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Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.

Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

24 marzo 2023

PELICULA DE LA SEMANA (24 Mar): Un paseo con Madeleine

 (Cfr. www.filmafinitty.com)

 

 


Un paseo con Madeleine

Título original
Une belle course
Año
2022
Duración
91 min.
País
Francia Francia
Dirección
Christian Carion
Guion
Christian Carion, Cyril Gely
Música
Philippe Rombi
Fotografía
Pierre Cottereau
Reparto
Line Renaud, Dany Boon, Alice Isaaz, Jeremie Laheurte, Julie Delarme, Gwendoline Hamon, Thomas Alden, Elie Kaempfen, Jacques Courtès, Romy Milelli, Hadriel Roure
Compañías
Une Hirondelle Productions, TF1 Films Production, Bright Lights Films, Kobayashi Communication
Género
Drama | Road Movie. Vejez / Madurez
Sinopsis
Madeleine abandona su hogar para ingresar en una residencia de ancianos, al otro lado de París. Un taxista viene a recogerla y ella le pide que pase por unos lugares de la capital que han marcado su vida.
Críticas
  • "Grandes revelaciones a propósito del amor, de la vejez (...) y de la violencia machista. Entrañable y provechosa. (...) Una carrera parisina en taxi llena de humor y revelaciones. (...) Puntuación: ★★★½ (sobre 5)" 
    Sergio F. Pinilla: Cinemanía
  • "[Carion] vuelve a demostrar el valor de lo artesanal en esta película (...) demuestra que hay una mirada sensible detrás de la cámara, capaz de conmover sin caer de lleno en el sentimentalismo (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)" 
    Philipp Engel: Diario La Vanguardia
  • "Resulta lúcida y entrañable (...) La mezcla de amargo y dulce le otorga a ‘la carrera’ profundidad (...) Las interpretaciones son muy apropiadas, en especial la de Line Renaud, que es casi milagrosa" 
    Oti Rodríguez Marchante: Diario ABC
  • "Pequeñito y en todo momento contenido viaje filmado con delicadeza y respeto por un casi invisible Christian Carion (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)" 
    Fausto Fernández: Fotogramas
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LIBRO DE LA SEMANA (24 Mar): El retrato de casada

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

El retrato de casada


El matrimonio era su destino. Ahora tendrá que sobrevivir a él. La esperadísima nueva novela de Maggie O'Farrell tras el gran éxito internacional de Hamnet. Un emotivo retrato de...
978-84-19089-41-0 / Libros del Asteroide
23,95€
(23,03€ sin IVA) 
 
 

Sinopsis

El matrimonio era su destino. Ahora tendrá que sobrevivir a él. La esperadísima nueva novela de Maggie O'Farrell tras el gran éxito internacional de Hamnet.

Un emotivo retrato de ficción de la joven duquesa Lucrezia de Médici, que tuvo que aprender a sobrevivir en una corte turbulenta.


Florencia, mediados del siglo XVI. Lucrezia, tercera hija del gran duque Cosimo de' Medici, es una niña callada y perspicaz, con un singular talento para el dibujo, que disfruta de su discreto y tranquilo lugar en el palazzo. Pero cuando muere su hermana Maria, justo antes de casarse con Alfonso d'Este, primogénito del duque de Ferrara, Lucrezia se convierte inesperadamente en el centro de atención: el duque se apresura a pedir su mano, y su padre a aceptarla. Poco después, con solo quince años, se traslada a la corte de Ferrara, donde es recibida con recelo. Su marido, doce años mayor, es un enigma: ¿es en realidad el hombre sensible y comprensivo que le pareció al principio o un déspota implacable al que todos temen? Lo único que está claro es lo que se espera de ella: que proporcione cuanto antes un heredero que asegure la continuidad del título.

Con la misma belleza y emoción con las que nos cautivó en Hamnet, Maggie O'Farrell vuelve a demostrar su inigualable talento para adentrarse en los recovecos del pasado en El retrato de casada, una novela que reinterpreta desde la ficción un capítulo de la Italia renacentista y narra la lucha contra el destino de una joven asombrosa.


«O'Farrell es simplemente excepcional (…) Delicadamente escrita y llena de imágenes vívidas.» The Guardian


«Ingeniosa, imaginativa, humana, irónica, verdadera… todavía mejor que su última novela.» Scotsman


«Esta cautivadora historia sobre el poder, la política y la lucha de una mujer por su supervivencia es otra obra maestra de la autora.» The Globe and Mail


«Lo que hace tan interesantes sus novelas es su apuesta por cambiar siempre de ángulo o decidirse por el más inesperado, su estilo lírico y delicado aunque directo y estremecedor, su atención al detalle producto de una investigación profunda que, sin embargo, llega con gran naturalidad a la página.» Mariana Enriquez

«Lo más notable de Maggie O'Farrell no es el amenazante, claustrofóbico, estético fondo histórico que sirve de base a 'El retrato de casada', sino lo que Marguerite Yourcenar llama el tono de una ficción histórica.» Lourdes Ventura (El Cultural)

«Si para algo tiene destreza Maggie O'Farrell es para trazar personajes femeninos, para dotarlos de vida.» Lara Hermoso (Efecto Doppler - RNE)

«La novela brilla con detalles históricos y una prosa elegante, atractiva, que cautiva y engancha.» Francisco Millet (La Opinión de Málaga)

«Novela sutil y bellísima, rebosante de matices, que bucea en profundas emociones humanas. Rosa Martí» (Vanitatis / El Confidencial)

Ficha Técnica

Materias:
Italia | Irlanda | Ficción moderna y contemporanea
Editorial:
Libros del Asteroide
Traductor/a: :
Cardeñoso, Concha
Colección:
Libros del Asteroide
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Inglés
Autor/a: :
O'Farrell, Maggie
ISBN:
978-84-19089-41-0
EAN:
9788419089410
Dimensiones:
215 x 140 mm.
Peso:
500 gramos
Nº páginas:
400
Fecha publicación :
13-03-2023
Más sobre el autor

O'Farrell, Maggie

Maggie O’Farrell (1972) nació en Coleraine, Irlanda del Norte. Ha publicado las novelas After You’d Gone (2000), My Lover’s Lover (2002), The Distance Between Us (2004, ganadora del premio Somerset Maugham), La extraña desaparición de Esme Lennox (2007), La primera mano que sostuvo la mía (2010; Libros del Asteroide, 2018; ganadora del premio Costa de novela), Instrucciones para una ola de calor (2013), Tiene que ser aquí (2016; Libros del Asteroide, 2017), el bestseller internacional Hamnet (2020, Libros del Asteroide, 2021; galardonada con el Women’s Prize for Fiction y el National Book Critics Circle Award) y El retrato de casada (2022; Libros del Asteroide, 2023), así como un libro de memorias, Sigo aquí (2017; Libros del Asteroide, 2019).
 
 
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Etiquetas: Concha Cardeñoso, El retrato de casada, Libro, Maggie O'Farrell

Los afectos y el discernimiento espiritual

 (Cfr. www.almudi.org)

 


“Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los demás, sino también cuando nos miramos al espejo” (Thomas H. Green).

Los afectos y el discernimiento espiritual

¿Qué importancia tienen los afectos en la vida espiritual, y cómo han de considerarse en el examen de conciencia y en la oración? El Papa ha dedicado la audiencia de los miércoles en los últimos meses a este tema, no en la perspectiva del acompañante o director espiritual (excepto la última catequesis), sino desde el conocimiento de sí mismo.

Según el diccionario del español, discernir significa distinguir algo de otra cosa, sobre todo en el campo del ánimo o del espíritu humano. Es decir, en el ámbito espiritual. En el cristianismo, el discernimiento suele vincularse al proceso que antecede a las acciones humanas, para tratar de actuar en conformidad con la voluntad de Dios. Suele relacionarse con la virtud de la prudencia (“la recta razón del obrar”), aunque, en la acepción más popular, ese término suene simplemente a precaución o cautela; en realidad, la prudencia también puede llevarnos a actuar con prontitud y audacia, y siempre con justicia y con generosidad.

Discernir para decidir

En su primera catequesis (cfr. Audiencia general, 31-VIII-2022), Francisco explicó que el discernimiento nos concierne a todos, porque tiene que ver con las elecciones o decisiones de la vida, la mayor parte de ellas bien corrientes (la comida, la ropa, algo en relación con el trabajo o con los demás).

Tanto en la vida común como en las enseñanzas del Evangelio se nos enseña la importancia de tomar las decisiones correctas. Y en ello intervienen el conocimiento, la experiencia, el afecto y la voluntad, así como el esfuerzo (porque la vida no nos da todo hecho) y la libertad. Podemos elegir porque no somos animales, pero también por eso podemos equivocarnos en nuestras elecciones.

El Papa se sitúa en la perspectiva de la antropología y de la ética, que requiere el conocimiento de uno mismo y de lo que es bueno llevar a cabo aquí y ahora. Desde el punto de vista cristiano, el discernimiento requiere sobre todo una relación filial con Dios, también la amistad con Jesucristo y la luz del Espíritu Santo.

Los trayectos del corazón

El segundo miércoles (cfr. Audiencia general, 7-IX-2022), Francisco puso el ejemplo de Ignacio de Loyola, que supo reconocer el paso de Dios junto a él.

El discernimiento es una ayuda para reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables; o, por el contrario, para percibir algo que haga empeorar en el camino. 

En ese marco, las enseñanzas del Papa pueden distribuirse en tres partes: los elementos del discernimiento; una consideración especial sobre la desolación y la consolación; y una tercera parte sobre la verificación, la vigilancia y las ayudas en relación con el discernimiento.

Los elementos del discernimiento

Francisco se refirió en primer lugar a la familiaridad con el Señor (cfr. Audiencia general, 28-IX-2022) sobre todo a la confianza que hemos de manifestarle por medio de la oración (cfr. Audiencia general. 28-IX-2022). En la oración hemos de tratarle –propone– con sencillez y familiaridad, como a un amigo.

“Esta familiaridad vence el miedo o la duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e inseguro o también amargo”. Tal es el secreto de los santos. Muchas veces los obstáculos para seguir al Señor son sobre todo afectivos, del corazón. En ese sentido, la tristeza o el miedo ante Dios son signos de lejanía con Dios, como se ve en el caso del joven rico del Evangelio (cfr. Mt 9 17 ss.). Pero Jesús no le fuerza a seguirle.

“Discernir qué sucede dentro de nosotros” –señala el sucesor de Pedro– “no es fácil, porque las apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios puede disolver suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su ‘amable luz’, según la bonita expresión de san John Henry Newman”.

Y añade que, al igual que dos esposos que viven juntos mucho tiempo acaban pareciéndose, la oración nos va haciendo parecidos a Jesús. Para eso necesitamos la cercanía con Él, una “cercanía afectiva”, tratándole como el amigo fiel que nunca nos abandona; y no solo con palabras, sino también con gestos y buenas obras.

Conocerse a uno mismo y los deseos

En segundo lugar, el Papa trató sobre el conocerse a sí mismo (cfr. Audiencia general, 5-X-2022). Señala cómo en la base de las dudas espirituales y de las crisis vocacionales suele haber un déficit de conocimiento de nosotros mismos, de nuestra personalidad y de nuestros deseos más profundos; pues “casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los demás, sino también cuando nos miramos al espejo” (Thomas H. Green).

El discernimiento es necesario –señala el Papa con términos de nuestra cultura digital– para “conocer las contraseñas de nuestro corazón, a las que somos más sensibles, para protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para manipularnos, y también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes llamativos y superficiales”. Pues lo cierto es que con frecuencia nos dejamos llevar por sentimientos provocados de esa manera.

Para todo ello ayuda el examen de conciencia. Y no se refiere al examen previo a la confesión sacramental (para descubrir los pecados de los que nos hemos de acusar) sino del examen de conciencia general al final de la jornada. “Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día? Han pasado muchas cosas…. ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón?”.

El tercer “ingrediente” del discernimiento es el deseo (cfr. Audiencia general, 12-X-2022). Francisco toma este término no en el sentido de las ganas del momento, sino de su etimología: de-sidus, que se puede entender como “la falta de la estrella”; Es importante conocer cuáles y cómo son nuestros deseos, y cuidar que sean deseos grandes y operativos, porque a veces nos quedamos en las quejas (cfr. Jn 5, 6 ss), que más bien empequeñecen o atrofian el deseo.

Leer la propia vida

En cuarto lugar, Francisco se detuvo en la importancia que tiene, para el discernimiento, conocer “el libro de la propia vida”: la propia historia de vida (cfr. Audiencia general, 19-X-2022). Si lo hacemos, podremos detectar tantos elementos “tóxicos” o pesimistas que nos frenan (no valgo nada, todo me va mal, etc.), quizá con la ayuda de alguien que nos ayude a reconocer también nuestras cualidades, las cosas buenas que Dios siembra en nosotros.

Es bueno tener un “enfoque narrativo”, no detenerse en una acción puntual, sino incluirla en un contexto: “¿De dónde viene este pensamiento? Lo que siento ahora, ¿de dónde viene? ¿Adónde me lleva lo que estoy pensando ahora? ¿Lo he tenido antes? ¿Es algo nuevo que me viene ahora, o lo he encontrado otras veces? ¿Por qué es más insistente que otros? ¿Qué me quiere decir la vida con esto?”. 

Desolación y consolación

En una segunda parte de la catequesis, Francisco pasó a tratar sobre “la materia” del discernimiento, centrándose en el binomio desolación-consolación. Primero, la desolación (cfr. Audiencia general, 26-X-2022) o tristeza espiritual.

Saber gestionar la tristeza espiritual

La desolación ha sido definida como una “oscuridad del alma” (san Ignacio de Loyola), como una “tristeza” que no tiene por qué ser mala. A veces tiene que ver con un remordimiento por algo malo que hemos hecho, y es una invitación a emprender el camino. En estos casos, como señala santo Tomás, se trata de un “dolor del alma”, un aviso, como un semáforo en rojo, para detenernos.

Otras veces –explica Francisco– puede ser una tentación con la que el demonio quiere desanimarnos en el camino del bien, busca encerrarnos en nosotros mismos y que no hagamos nada por los demás: paralizarnos en el trabajo o el estudio, en la oración, en la perseverancia en la propia vocación. Jesús nos da ejemplo para rechazar esas tentaciones con una firma resolución (cfr. Mt 3, 14-15; 4, 11-11; 16, 21-23).

En todo caso, conviene preguntarse por la raíz de esa tristeza (cfr. Audiencia general, 16-XI-2022), sabiendo que Dios nunca nos abandona y con él podemos vencer toda tentación (cfr. 1 Co 10, 13). Pero no tomar decisiones apresuradas en esas situaciones.

Hay que aprender y aprovechar esa desolación. “De hecho” –advierte el Papa–, “si no hay un poco de insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas y no entrar nunca en contacto con el centro de nuestra existencia”.

Por tanto, aconseja el Papa, no es bueno permanecer en un “estado de indiferencia” que nos haría inhumanos con nosotros mismos y los demás. Es buena una “sana inquietud” como la han experimentado los santos.

Por otra parte, la desolación nos da la posibilidad de crecer, de madurar en la capacidad de darnos a los demás con gratuidad, sin buscar nuestro propio interés o nuestro simple bienestar. En la oración hay que aprender a estar con el Señor, mientras seguimos buscándole, quizá en medio de esa tentación, o de ese vacío que experimentamos. Pero sin dejar la oración, porque su respuesta llega siempre.

Verdaderas y falsas consolaciones

En la vida espiritual se presenta también la consolación (cfr. Audiencia general, 23-XI-2022), en forma de alegría, paz y armonía duraderas, que fortalecen la esperanza y nos llenan de audacia para servir a los demás, como escribe Edith Stein.

Pero hay que distinguir la consolación espiritual de las falsas consolaciones, quizá ruidosas y llamativas, pero que son entusiasmos pasajeros que se buscan por sí mismos (por interés propio), en lugar de buscar al Señor. El discernimiento nos ayudará a distinguir las verdaderas consolaciones (que traen una paz profunda y duradera) de las falsas. En estas últimas el mal puede aparecer desde el principio, por ejemplo, en forma de evasión de los propios deberes; otras veces aparece en el medio, quizá buscándonos a nosotros mismos; o al final, porque nos lleva a tratar mal a los demás.

Por eso, apunta Francisco, hay que aprender a distinguir los “bienes” quizá aparentes, para buscar los verdaderos bienes que nos hacen crecer. Para todo ello es necesario el examen de conciencia cada día: ver qué ha pasado hoy. Con atención a las consecuencias de nuestros afectos.

Verificación, vigilancia, ayudas en el discernimiento

En una tercera parte de estas catequesis, Francisco invita a fijarse en la fase posterior a la toma de decisiones, para confirmar si han sido adecuadas o no (cfr. Audiencia general, 7-XII-2022). Ya vimos la importancia que tiene el trascurso del tiempo en esto, y también la observación de si esas decisiones nos traen una paz duradera.

Por ejemplo, “si tomo la decisión de dedicar media hora más a la oración, y después me doy cuenta de que vivo mejor los otros momentos del día, estoy más sereno, menos ansioso, desempeño con más cuidado y gusto el trabajo, incluso las relaciones con algunas personas difíciles se vuelven más fáciles…: todos esos son signos importantes que sostienen la bondad de la decisión tomada”. La vida espiritual es circular: la bondad de una elección es beneficiosa para todos los ámbitos de nuestra vida. Porque es participación en la creatividad de Dios.

Hay otros signos que pueden confirmar si fue una buena decisión: el considerar la decisión como una respuestas de amor al Señor (que no nace del miedo ni de una obligación); el “sentirse en el propio sitio” (pone el ejemplo de los dos puntos en la plaza de San Pedro del Vaticano, desde donde se ven alineadas las columnas), es decir, el crecimiento en orden, integración y energía; el permanecer interiormente libres en esa situación (y no tener una actitud obsesiva o posesiva), respetando y venerando a Dios con confianza.  

Vigilar para no dormirse

Después de la decisión, es también importante la actitud de vigilancia (cfr. Audiencia general, 14-XII-2022), para no adormecerse, no acostumbrarse, no dejarse llevar por la rutina (cfr. Lc 12, 35-37). Es algo necesario, subraya el sucesor de Pedro, para asegurar la perseverancia, la coherencia y el buen fruto de nuestras decisiones.

El que se vuelve demasiado seguro de sí mismo, pierde la humildad y por falta de vigilancia del corazón puede dejar entrar de nuevo al demonio (cfr. Mt 12, 44 ss). Esto puede vincularse, señala Francisco, al orgullo malo, a la presunción de ser justos, de ser buenos, de estar a gusto; a la excesiva confianza en uno mismo y no en la gracia de Dios. Se ha perdido el miedo a caer y con ello la humildad… y se acaba perdiendo todo.

En definitiva, este es el consejo: “Vigilar el corazón, porque la vigilancia es señal de sabiduría, es señal sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana”.

El Evangelio en el bolsillo

En la Audiencia general del 21-XII-2022 el obispo de Roma propuso algunas ayudas para el discernimiento, que parece difícil o complicado, pero que es necesario.

Las ayudas principales son la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia. La Palabra de Dios la encontramos en la Sagrada Escritura (sobre todo en la lectura asidua de los Evangelios) con la ayuda del Espíritu Santo.

Por eso insiste, como otras veces, Francisco: “Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo, en el bolso, y cuando viajes, tómalo y lee un poco durante el día, dejando que la Palabra de Dios se acerque a tu corazón”.

Señala también, de acuerdo con la experiencia de los santos, la importancia de contemplar la pasión del Señor y verlo en el Crucifijo; el recurso a la Virgen; pedir luces al Espíritu Santo (que es “el discernimiento en acción”) y tratarlo con confianza, junto con el Padre y el Hijo.

En la última catequesis el Papa señaló la importancia del guía espiritual y de darse a conocer para conocerse a sí mismo y caminar en la vida espiritual

 

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Etiquetas: Enfocar bien los sucesos, Gestionar la tristeza, Los afectos y el discernimiento espiritual, Ramiro Pellitero, Vigilar

Meditación Domingo 5º Cuaresma (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 


Un clamor de justicia

«Entonces María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle se postró a sus pies y le dijo: Señor; si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció en su interior; se conmovió y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron: Señor; ven y lo verás. Jesús comenzó a llorar Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: ¿Este, que abrió los ojos del ciego, no podía haber impedido que muriese? Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor; ya hiede, pues lleva cuatro días. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor; para que crean que Tú me enviaste. Y después de decir esto, gritó con frene voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar» (Juan 11,1-45). 

I. Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa... Tú eres mi Dios y protector, rezamos en la Antífona de entrada de la Misa.

En gran parte de la humanidad se oye un fuerte clamor por una mayor justicia, por «una paz mejor asegurada en un ambiente de respeto mutuo entre los hombres y entre los pueblos». Este deseo de construir un mundo más justo en el que se respete más al hombre, que fue creado por Dios a su imagen y semejanza, es parte muy fundamental del hambre y sed de justicia que debe existir en el corazón cristiano.

Toda la predicación de Jesús es una llamada a la justicia (en su plenitud, sin reduccionismos) y a la misericordia. El mismo Señor condena a los fariseos que devoran las casas de las viudas mientras fingen largas oraciones. Y es el Apóstol Santiago quien dirige este severo reproche a quienes se enriquecen mediante el fraude y la injusticia: vuestra riqueza está podrida (...). El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a oídos del Señor de los ejércitos.

La Iglesia, fiel a la enseñanza de la Sagrada Escritura, nos urge a que nos unamos a este clamor del mundo y lo convirtamos en una oración que llegue hasta nuestro Padre Dios. A la vez, nos impulsa y nos urge a vivir las exigencias de la justicia en nuestra vida personal, profesional y social, ya salir en defensa de quienes -por ser más débiles- no pueden hacer valer sus derechos. No son propias del cristiano las lamentaciones estériles. El Señor, en lugar de quejas inútiles, quiere que desagraviemos por las injusticias que cada día se cometen en el mundo, y que tratemos de remediar todas las que podamos, empezando por las que están a nuestro alcance, en el ámbito en el que se desarrolla nuestra vida: la madre de familia, en su hogar y con quienes se relaciona; el empresario, en la empresa; el catedrático, en la Universidad...

La solución última para instaurar y promover la justicia a todos los niveles está en el corazón de cada hombre, donde se fraguan todas las injusticias existentes, y donde está la posibilidad de volver rectas todas las relaciones humanas. «El hombre, negando e intentando negar a Dios, su Principio y Fin, altera profundamente su orden y equilibrio interior, el de la sociedad y también el de la creación visible.

»La Escritura considera en conexión con el pecado el conjunto de calamidades que oprimen al hombre en su ser individual y social». Por eso no podemos olvidar los cristianos que cuando, mediante nuestro apostolado personal, acercamos a los hombres a Dios, estamos haciendo un mundo más humano y más justo. Además, nuestra fe nos urge a no eludir jamás el compromiso personal en defensa de la justicia, de modo particular en aquellas manifestaciones más relacionadas con los derechos fundamentales de la persona: el derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la buena fama... «Hemos de sostener el derecho de todos los hombres a vivir, a poseer lo necesario para llevar una existencia digna, a trabajar y a descansar, a elegir estado, a formar un hogar, a traer hijos al mundo dentro del matrimonio y poder educarlos, a pasar serenamente el tiempo de la enfermedad o de la vejez, a acceder a la cultura, a asociarse con los demás ciudadanos para alcanzar fines lícitos, y, en primer término, a conocer y amara Dios con plena libertad».

En nuestro ámbito personal, debemos preguntarnos si hacemos con perfección el trabajo por el que cobramos, si pagamos lo debido a las personas que nos prestan un servicio, si ejercitamos responsablemente los derechos y deberes que pueden influir en el modo de configurarse las instituciones en las que nos encontramos, si trabajamos aprovechando el tiempo, si defendemos la buena fama de los demás, si salimos en justa defensa de los más débiles, si acallamos las críticas difamatorias que pueden surgir a nuestro alrededor... Así amamos la justicia.

II. Los deberes profesionales son un lugar excepcional para vivir la virtud de la justicia. El dar a cada uno lo suyo, propio de esta virtud, significa en este caso cumplir lo estipulado. El patrono, el ama de casa con el servicio, el jefe, se obligan a dar la justa retribución a las personas que trabajan a sus órdenes de acuerdo con las leyes civiles justas y con lo que dicta la recta conciencia, que irá en ocasiones más allá de las propias leyes. Por otra parte, los obreros y empleados tienen el deber grave de trabajar responsablemente, con profesionalidad, aprovechando el tiempo. La laboriosidad se presenta así como una manifestación práctica de la justicia. «No creo en la justicia de los holgazanes -decía Mons. Escrivá de Balaguer-, porque (...) faltan, y a veces de modo grave, al más fundamental de los principios de la equidad: el del trabajo».

El mismo principio se puede aplicar a los estudiantes. Tienen un deber grave de estudiar -es su trabajo- y han contraído una obligación de justicia con la familia y con la sociedad, que les sostiene económicamente, para que se preparen y puedan rendir unos servicios eficaces.

Los deberes profesionales son, por otra parte, el cauce más oportuno con el que ordinariamente contamos para colaborar en la resolución de los problemas sociales y para intervenir en la construcción de un mundo más justo.

El cristiano, en su anhelo de construir este mundo, ha de ser ejemplar en el cumplimiento de las legítimas leyes civiles, porque si son justas son queridas por Dios y constituyen el fundamento de la misma convivencia humana. Como ciudadanos corrientes que son, han de ser ejemplares en el pago de los impuestos justos, necesarios para que la sociedad pueda llegar a donde el individuo personalmente sería ineficaz.

Dad a cada uno lo debido: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor. Y lo hacen -dice el mismo Apóstol-, no sólo por temor, sino también a causa de la conciencia. Así vivieron los cristianos desde el comienzo sus obligaciones sociales, aun en medio de las persecuciones y del paganismo de los poderes públicos. «Como hemos aprendido de Él (Cristo) -escribía San Justino Mártir, a mediados del siglo II-, nosotros procuramos pagar los tributos y contribuciones, íntegros y con rapidez, a vuestros encargados».

Entre los deberes sociales del cristiano el Concilio Vaticano II recuerda «el derecho y al mismo tiempo el deber (...) de votar para promover el bien común». Desentenderse de manifestar la propia opinión en los distintos niveles en los que debemos ejercer estos derechos sociales y cívicos sería una falta contra la justicia, en algunas ocasiones grave, si ese abstencionismo favoreciera candidaturas (ya sea en la configuración de los parlamentos, en la junta de padres de un colegio, en la directiva de un colegio profesional, en los representantes de la empresa...) cuyo ideario es opuesto a los principios de la doctrina cristiana. Con mayor razón, sería una irresponsabilidad, y quizá una grave falta contra la justicia, apoyar organizaciones o personas -del modo que sea- que no respeten en su actuación los fundamentos de la ley natural y de la dignidad humana (aborto, divorcio, libertad de enseñanza, respeto a la familia...).Deseo

III. «El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen -radicalmente o en puntos sustanciales- a su fe y a su concepción del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia ya la manera como esa ideología entiende la libertad individual de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales, y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social».

Hoy nos unimos a ese deseo de una mayor justicia, que es una de las principales características de nuestro tiempo. Pedimos al Señor una mayor justicia y una mayor paz, pedimos por los gobernantes, como siempre se hizo en la Iglesia, para que sean promotores de justicia, de paz, de un mayor respeto por la dignidad de la persona. Nosotros, en lo que está de nuestra parte, hacemos el propósito de llevar las exigencias del Evangelio a nuestra propia vida personal, a la familia, al mundo en el que cada día nos movemos y del que participamos.

Junto a lo que pertenece en sentido estricto a la virtud de la justicia, cuidaremos aquellas otras manifestaciones de virtudes naturales y sobrenaturales que la complementan y la enriquecen: la lealtad, la afabilidad, la alegría... Y, sobre todo, la fe, que nos da a conocer el verdadero valor de la persona, y la caridad, que nos lleva a comportarnos con los demás más allá de lo que pediría la estricta justicia, porque vemos en los demás hijos de Dios, al mismo Cristo que nos dice: lo que hicisteis por uno de estos mis hermanos más pequeños, por mí lo hicisteis.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

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Homilía Domingo 5º Cuaresma (A)

(Cfr. www.almudi.org)

 

 


(Ez 37,12-14) "Yo abriré vuestras sepulturas y os sacaré de vuestros sepulcros"
(Rm 8,8-11) "Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios"
(Jn 11,1-45) "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto"

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en el jubileo de los militares (8-IV-1984)


--- Resurrección de Lázaro

“Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Jn 11,21,32).

Estas palabras las pronunciaron primero Marta y luego María, las dos hermanas de Lázaro, e iban dirigidas a Jesús de Nazaret, que era amigo de ellas y de su hermano.

La liturgia de hoy presenta a nuestra atención el tema de la muerte. Se acerca el tiempo de la pasión de Cristo. El tiempo de la muerte y la resurrección. Hoy miramos ese hecho a través de la muerte y de la resurrección de Lázaro. Este evento desconcertante sirve de preparación a la Semana Santa y a la Pascua.

“...mi hermano no habría muerto”.

En estas palabras resuena la voz del corazón humano, la voz de un corazón que ama y que da testimonio de lo que es la muerte. Sabemos que la muerte es un fenómeno común incesante. La muerte es un fenómeno universal y un hecho normal. La universalidad y la normalidad del hecho confirman la realidad de la muerte, lo inevitable de la muerte, pero al mismo tiempo, borran, en cierto modo, la verdad sobre la muerte, su penetrante elocuencia.

Aquí no basta el lenguaje de las estadísticas. Es necesaria la voz del corazón humano: la voz de una hermana, la voz de una persona que ama. La realidad de la muerte se puede expresar en toda su verdad sólo con el lenguaje del amor.

Efectivamente, el amor se resiste a la muerte y desea la vida...

Cada una de las dos hermanas de Lázaro no dice “mi hermano ha muerto”, sino que dice: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.

La verdad sobre la muerte sólo se puede expresar a partir de una perspectiva de vida, de un deseo de vida: esto es, desde la permanencia en la comunión amorosa de una persona.

La verdad sobre la muerte en la liturgia de hoy se expresa en relación con la voz del corazón humano.

--- La muerte unida al pecado

Simultáneamente se expresa en relación con la misión de Cristo, el Redentor del mundo.

Jesús de Nazaret era amigo de Lázaro y de sus hermanas. La muerte del amigo también se hizo sentir en su corazón con un eco particular. Cuando llegó a Betania, cuando oyó el llanto de las hermanas y de otras personas encariñadas con el difunto, Jesús “sollozó muy conmovido” (ib.,33), y con esta disposición interior preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?” (ib.).

Jesús de Nazaret es al mismo tiempo el Cristo. Aquél a quien el Padre ha enviado al mundo: es el eterno testigo del amor del Padre. Es el definitivo Portavoz de este amor ante los hombres. Es en cierto sentido su Rehén con relación a cada uno y a todos. En Él y por Él se confirma y se cumple el eterno amor del Padre en la historia del hombre, se confirma y se cumple de modo sobreabundante.

Y el amor se opone a la muerte y quiere la vida.

La muerte del hombre, desde Adán, se opone al Amor: se opone al amor del Padre, el Dios de la Vida.

La raíz de la muerte es el pecado, que se opone también al amor del Padre. En la historia del hombre la muerte va unida al pecado y, lo mismo que el pecado, se opone al Amor.

Jesucristo vino al mundo para redimir el pecado del hombre; cada uno de los pecados arraigados en el hombre. Por esto, Él se puso frente a la realidad de la muerte; efectivamente, la muerte va unida al pecado en la historia del hombre: es fruto del pecado. Jesucristo se convierte en Redentor del hombre mediante su muerte en cruz, la cual ha sido el sacrificio que ha reparado todo pecado.

En la muerte Jesucristo confirmó el testimonio del amor del Padre. El amor que se resiste a la muerte, y desea la vida, se ha expresado en la resurrección de Cristo, de Aquél que, para redimir los pecados del mundo, aceptó libremente la muerte de cruz.

--- Pecado y Redención

Este acontecimiento se llama Pascua: el misterio pascual. Cada año nos preparamos a ella mediante la Cuaresma, y el domingo de hoy nos muestra ya cercano este misterio en el cual se nos revelan el Amor y la Potencia de Dios, porque la Vida ha traído la victoria sobre la muerte.

Lo que sucedió en Betania junto al sepulcro de Lázaro, fue como el último anuncio del misterio pascual.

Jesús de Nazaret se detuvo junto al sepulcro de su amigo Lázaro, y dijo: “¡Lázaro ven fuera!” (Jn 11,43). Con estas palabras llenas de poder, Jesús lo resucitó a la vida y lo hizo salir de la tumba.

Antes de realizar este milagro, Cristo, “levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado” (ib.,41-42).

Ante el sepulcro de Lázaro se registró una particular confrontación de la muerte con la misión redentora de Cristo. Cristo era el testigo del eterno amor del Padre, de ese Amor que se resiste a la muerte y desea la vida. Al resucitar a Lázaro, dio testimonio de ese Amor. Dio testimonio también de la potencia exclusiva de Dios sobre la vida y la muerte.

Al mismo tiempo ante la tumba de Lázaro, Cristo fue el Profeta de su propio misterio: del misterio pascual, en el que la muerte redentora sobre la cruz se convierte en la fuente de la nueva Vida en la resurrección.

He aquí las palabras del Profeta Ezequiel: “Dice el Señor Dios:...Cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor” (Ez 37,12-13).

Estas palabras se realizaron ante el sepulcro de Lázaro en Betania. Se han realizado definitivamente ante el sepulcro de Cristo en el Calvario.

En la resurrección de Lázaro se manifestó la potencia de Dios sobre el espíritu y sobre el cuerpo del hombre.

En la resurrección de Cristo fue otorgado el Espíritu Santo como fuente de la nueva Vida: la Vida divina. Esta vida es el destino eterno del hombre. Es su vocación recibida de Dios. En esta Vida se realiza el eterno amor del Padre.

Efectivamente el amor desea la vida y se opone a la muerte.

¡Vivamos de esta vida! ¡Que en nosotros no domine el pecado! ¡Vivamos de esta Vida cuyo precio es la redención mediante la muerte de Cristo en la cruz!

“Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también nuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8,11).

Que el Espíritu Santo habite en vosotros por medio de la gracia de la redención de Cristo.

DP-105 1984


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Etiquetas: Homilía Domingo 5º Cuaresma (A), Muerte unida al pecado, Pecado y Redención, Resurrección de Lázaro
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