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Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.

Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

24 marzo 2022

LIBRO DE LA SEMANA (24 Mar): La muerte contada por un sapiens a un neandertal

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

 

La muerte contada por un sapiens a un neandertal



Vuelven el sapiens y el neandertal, vuelve «la fiesta de la inteligencia» (David Broncano) «En la naturaleza no hay vejez, no hay decrepitud. Solo hay plenitud o muerte». «Nos enca...
Materias:
Evolución | Antropología
Editorial:
ALFAGUARA
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
ISBN:
978-84-204-6105-2
EAN:
9788420461052
Dimensiones:
239 x 154 mm.
Peso:
477 gramos
Nº páginas:
312
Fecha publicación :
01-02-2022
 
 
Sinopsis

Sinopsis de: "La muerte contada por un sapiens a un neandertal"

Vuelven el sapiens y el neandertal, vuelve «la fiesta de la inteligencia» (David Broncano)

«En la naturaleza no hay vejez, no hay decrepitud. Solo hay plenitud o muerte».

«Nos encantaría descubrir que cada especie tiene un reloj biológico en sus células, porque, de existir ese reloj y si fuéramos capaces de dar con él, quizá pudiéramos pararlo y de ese modo volvernos eternos», le plantea Arsuaga a Millás en este libro en el que la ciencia se entrelaza con la literatura. El paleontólogo desvela aspectos esenciales de nuestra existencia al escritor, y se debate sobre la conveniencia de transmitir su visión azarosa de la vida a un Millás a dieta que descubre que la vejez es un país en el que todavía se siente extranjero.

Tras la extraordinaria acogida de La vida contada por un sapiens a un neandertal, el tándem más brillante de la literatura española vuelve a deslumbrar al lector abordando temas como la muerte y la eternidad, la longevidad, la enfermedad, el envejecimiento, la selección natural, la muerte programada y la supervivencia.

Humor, biología, naturaleza, vida, mucha vida... y dos personajes fascinantes, el sapiens y el neandertal, que nos sorprenden en cada página con sus agudas reflexiones sobre cómo nos ha tratado la evolución como especie. Y también como individuos.

La crítica ha dicho:
«Un libro escrito a partir de [...] entrelazar datos de la biología (de Arsuaga) con el pensamiento mágico (de Millás).»
Berna González Harbour, El País

«Escribir a cuatro manos no es fácil, pero Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga parecen haber encontrado una fórmula perfecta que combina ingenio, entretenimiento y divulgación. [...] Un diálogo divertidísimo y nada cenizo acerca de la longevidad, la selección natural, la supervivencia.»
Marta Domínguez, Página Dos (RTVE)

«Muerte, vejez, longevidad y la utopía (o no) de lograr la vida eterna. Esa es la gran conversación que acometen el sapiens Arsuaga y el neandertal Millás, convertidos en un equilibrado tándem que conjuga ciencia pura y sentido común para tratar de buscar respuestas a semejantes cuestiones.»
David Gallardo, InfoLibre

«Con un estilo propio, que mezcla literatura costumbrista, crónica y entrevistas, esta improbable pareja se ha propuesto explicar con humor, ciencia e imaginación de dónde venimos y a dónde vamos, entender la muerte desde la vida, y han dejado abierta la puerta a una tercera entrega que trate sobre un tema tan importante como es la cooperación humana.»
Alicia Medina, Zenda

«Inclasificable. Leer a Arsuaga y Millás es descubrir un género literario propio. Lo suyo no es ni entrevista, ni novela, ni ensayo. Es una conversación distendida entre dos genios que, tirando de humor, logran despertar la curiosidad del lector sobre un tema nada sencillo.»
Ahora Qué Leo (La Sexta)

«Están felices, como muchachos, rejuvenecidos por la amistad y por la búsqueda que los junta. [...] Quien pone conocimiento es el antropólogo; el otro es el poeta.»
Juan Cruz, El Periódico

«Han inaugurado un género con incursiones en el conocimiento científico, principalmente de Arsuaga, que Millás sacude como un antropólogo, como si toda la sabiduría de Arsuaga formara un yacimiento. [...] La conversación con estos sapiens no da descanso para las neuronas. Cada respuesta, cada interrupción es un festival de aprendizaje.»
Rafael Ordóñez, El Independiente

«La muerte contada por un sapiens a un neandertal es un viaje en ocasiones divertido y siempre apasionante de estos dos intelectuales galácticos.»
Ana Pérez, Esquire

«Podría convertirse en una serie única por su formato, la combinación de ciencia y letras, y las dos reputadas voces que la escriben.»
Mónica Zas Marcos, elDiario

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Etiquetas: Ed Alfaguara, Juan José Millás, Juan Luis Arsuaga, La muerte contada por un sapiens a un neandertal, Libro

PELICULA DE LA SEMAN (25 Mar): Adios, Señor Haffmann

(Cfr. www.filmaffinity.com)

 

 

Adiós, señor Haffmann

Próximos estrenos España 25 de marzo
  • Ficha 
  • Críticas [2]
  • Tráilers [4]
  • Imágenes [2]
  • Cines [69]
Adiós, señor Haffmann

Título original
Adieu Monsieur Haffmann
Año
2021
Duración
115 min.
País
Francia Francia
Dirección
Fred Cavayé
Guion
Fred Cavayé, Sarah Kaminsky. Diálogos: Fred Cavayé, Sarah Kaminsky. Obra: Jean-Philippe Daguerre
Música
Christophe Julien
Fotografía
Denis Rouden
Reparto
Daniel Auteuil, Gilles Lellouche, Sara Giraudeau, Nikolai Kinski, Anne Coesens, Mathilde Bisson, Claudette Walker, Frans Boyer, Vivien Tarragon
Productora
Vendôme Production, Daï Daï Films, Pathé, Orange Studio, France 2 Cinema, Belga Productions, OCS, France Télévision, La Banque Postale Image 13, Cinéaxe 2, Cinémage 15, Indéfilms 9, La Banque Postale Image 14
Género
Drama | Años 40
Sinopsis
París, 1942. François Mercier es un hombre corriente que solo aspira a formar una familia con la mujer que ama, Blanche. También es el empleado de un talentoso joyero, el señor Haffmann. Pero ante la ocupación alemana, los dos hombres no tendrán más remedio que concluir un acuerdo cuyas consecuencias, a lo largo de los meses, alterarán el destino de nuestros tres personajes. (FILMAFFINITY)
Críticas
  • "Una película apreciable que demuestra que, en el amor, en la guerra y hasta en la orfebrería vale todo. (…) Interesante drama histórico hábilmente disfrazado de lección moral. (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)" 
    Javier Cortijo: Cinemanía
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Etiquetas: Adios Señor Haffmann, Fred Cavayé, Pelicula

La voz del Papa que grita en el desierto

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 


El Sucesor de Pedro, que en los últimos años ha advertido proféticamente de la Tercera Guerra Mundial ya en marcha, sigue los pasos de sus predecesores y se sitúa junto a los inocentes, combatiendo el mal con el bien.

En el Ángelus del domingo 13 de marzo, en el noveno aniversario de su elección como Obispo de Roma, Francisco pronunció palabras inequívocas sobre la “bárbara matanza de niños, de inocentes” que se está produciendo, pidiendo que se detenga la “masacre” y se ponga fin a lo que llamó la “inaceptable agresión armada” contra Ucrania. El Papa también recordó que quien apoya la violencia justificándola por motivos religiosos, “profana el nombre” de Dios, que es “el único Dios de la paz”.

Incluso antes de que comenzara la invasión del ejército ruso, Francisco había dicho, en el Ángelus del domingo 20 de febrero: “¡Qué triste es que personas y pueblos que se sienten orgullosos de ser cristianos vean a otros como enemigos y piensen en hacerse la guerra unos a otros! Es muy triste”. Y había pedido que el Miércoles de Ceniza, cuando comienza el camino cuaresmal, se dedicara al ayuno y a la oración por la paz. Al día siguiente del estallido del conflicto, tras los primeros bombardeos en Ucrania, el Papa quiso ir personalmente a la Embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede para exponer al representante del Kremlin toda su preocupación por la guerra, pidiéndole que siguiera la vía de la negociación y que perdonara a los civiles. En el Ángelus del domingo 6 de marzo, Francisco también quiso despejar el campo de la hipocresía del gobierno ruso, que insiste en llamar a la guerra en curso “operación militar especial”, enmascarando tras los juegos de palabras su verdadera y cruda realidad, la de una guerra de agresión.

Para concretar su cercanía personal a las víctimas y a los millones de desplazados que huyen de la guerra, el Obispo de Roma ha enviado a dos cardenales para que lleven ayuda y apoyo a los refugiados y a quienes los acogen generosamente. Al mismo tiempo, en varias ocasiones, el Secretario de Estado Pietro Parolin ha expresado la disposición de la Santa Sede a ayudar de cualquier manera posible en cualquier forma de mediación, y ha pedido al Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, que cese los ataques y garantice verdaderos corredores humanitarios. La diplomacia vaticana no deja de repetir que nunca es demasiado tarde para iniciar verdaderas negociaciones, y nunca es demasiado tarde para un alto el fuego en una guerra de incalculables consecuencias que corre el riesgo de desembocar en una aterradora escalada bélica.

En las últimas semanas, Francisco ha sido objeto de algunas críticas por parte de quienes esperaban que en sus declaraciones públicas mencionara explícitamente el nombre de Vladimir Putin y de Rusia, como si las palabras del pastor de la Iglesia universal debieran reflejar los dictados de un telediario. Como esto no ocurrió, no se prestó mucha atención a la voz del Papa, ya que sus llamamientos no se correspondían con el deseado cliché del Pontífice como “capellán” de Occidente, dispuesto a alistar a Dios y a bendecir la guerra en su nombre.

Hay quienes han acusado al Papa de “silencio” por no haber nombrado explícitamente a Putin, olvidando que cuando comenzó la guerra, los pontífices nunca llamaron al agresor por su nombre, no por cobardía o exceso de prudencia diplomática, sino para no cerrar la puerta, para dejar siempre un resquicio abierto a la posibilidad de detener el mal y salvar vidas humanas. Incluso San Juan Pablo II, nacido en una nación mártir como Polonia, víctima del nazismo y del comunismo, cuando hubo una guerra en Kosovo en 1999, nunca nombró a los autores de la limpieza étnica, manteniendo siempre un canal de contacto abierto con Serbia. La Santa Sede considera que hay que esforzarse por poner fin a las masacres contra la población albanesa, aunque deplora el dolor y los daños causados por el recurso masivo a los bombardeos de la OTAN. El Papa Wojtyla ni siquiera nombró a los jefes de Estado occidentales que, en 2003, querían hacer la guerra a Irak basándose en informaciones falsas sobre las armas de destrucción masiva. Intentó, en uno u otro caso, detener los atentados, las limpiezas étnicas y las guerras, trató de favorecer la apertura de corredores humanitarios y de que no se dejara piedra sobre piedra para evitar el recurso a las armas. Esto no significa ni ha significado nunca poner al mismo nivel a los agresores y a los agredidos.

Resulta paradójico, por tanto, que olvidemos estas páginas de nuestra historia reciente, queriendo explicar al Obispo de Roma qué palabras “correctas” debe utilizar, después de años de ignorar las palabras que realmente pronunció en innumerables ocasiones, advirtiendo contra la carrera del rearme nuclear, contra el tráfico de armas, contra la guerra y el terrorismo, contra una economía que descarta y mata, contra la destrucción de la creación.

La del Papa es una voz que clama en el desierto. En los nueve años de su pontificado, Francisco ha hablado muchas veces de la Tercera Guerra Mundial que ya está en marcha, aunque sea “a trozos”. Muchas veces ha tronado contra los traficantes de armas, contra la carrera armamentística y contra la guerra. Michele Serra recordó recientemente que “cincuenta bombas atómicas son suficientes para destruir la humanidad. Pero no hay cincuenta bombas atómicas en el mundo. Hay quince mil”. La guerra “destruye”, dijo Francisco en septiembre de 2014 en el memorial militar de Redipuglia en el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, “también destruye lo que Dios ha creado más hermoso: el ser humano”. La guerra lo distorsiona todo, incluso el vínculo entre hermanos. La guerra es una locura, su plan de desarrollo es la destrucción: ¡querer desarrollarse mediante la destrucción!”. En esta profecía, a menudo desoída por los grandes, pero acogida por muchas personas en todo el mundo, Francisco sigue los pasos de sus predecesores del siglo pasado, que como él tuvieron que lidiar con las guerras mundiales, con las guerras en diferentes partes del planeta, con la violencia y el terrorismo.

Entonces, ¿qué puede hacer el Papa, ahora que se dispara y se mata a la gente? “Tal vez nada más que rezar al Señor”, escribió Gianni Valente en días pasados, “implorando el milagro de acortar el dolor de los pobres, de poner fin a la matanza.  Pero si pudiera hacer algo en el plano político y diplomático, sería posible precisamente porque los dirigentes rusos saben que no es un mediador unilateral, un agente camuflado de Occidente, con el que han entrado en un curso de colisión apocalíptico”.

El Sucesor de Pedro no tiene el problema de dar a conocer “de qué lado está”, porque el Vicario de Cristo, como su Señor, está siempre con los inocentes que sufren como Jesús sufrió en la cruz. Cada palabra que dice, cada intento que hace, está dirigido a salvar vidas humanas, a no ceder a la lógica del mal, a combatir el mal con el bien. En el corazón de Europa, en esta guerra sucia que sentimos tan cercana, así como en las periferias del mundo, donde en los últimos años se han librado y se siguen librando guerras olvidadas, con su sombrío recuento diario de muertos, heridos y desplazados, similar al que ahora vemos en Ucrania.

Andrea Tornielli, en vaticannews.va/es

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Etiquetas: Desierto, Destruye, Guerra, La voz del Papa, Terrorismo, Violencia

Meditación Domingo 4º Cuaresma (C)

(Cfr. www.almudi.org)

 

La alegría en la cruz

[Jesús] “dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
«Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" «Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."»

I. Alégrate, Jerusalén; alegraos con ella todos los que la amáis, gozaos de su alegría..., rezamos en la Antífona de entrada de la Misa: Laetare, Ierusalem...

La alegría es una característica esencial del cristiano, y la Iglesia no deja de recordárnoslo en este tiempo litúrgico para que no olvidemos que debe estar presente en todos los momentos de nuestra vida. Existe una alegría que se pone de relieve en la esperanza del Adviento, otra viva y radiante en el tiempo de Navidad; más tarde, la alegría de estar junto a Cristo resucitado; hoy, ya avanzada la Cuaresma, meditamos la alegría de la Cruz. Es siempre el mismo gozo de estar junto a Cristo: «sólo de Él, cada uno de nosotros puede decir con plena verdad, junto con San Pablo: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20). De ahí debe partir vuestra alegría más profunda, de ahí ha de venir también vuestra fuerza y vuestro sostén. Si vosotros, por desgracia, debéis encontrar amarguras, padecer sufrimientos, experimentar incomprensiones y hasta caer en pecado, que rápidamente vuestro pensamiento se dirija hacia Aquel que os ama siempre y que con su amor ilimitado, como de Dios, hace superar toda prueba, llena todos nuestros vacíos, perdona todos nuestros pecados y empuja con entusiasmo hacia un camino nuevamente seguro y alegre».

Este domingo es tradicionalmente conocido con el nombre de Domingo "Laetare", por la primera palabra de la Antífona de entrada. La severidad de la liturgia cuaresmal se ve interrumpida en este domingo que nos habla de alegría. Hoy está permitido que -si se dispone de ellos- los ornamentos del sacerdote sean color rosa en vez de morados, y que pueda adornarse el altar con flores, cosa que no se hace los demás días de Cuaresma.

La Iglesia quiere recordarnos así que la alegría es perfectamente compatible con la mortificación y el dolor. Lo que se opone a la alegría es la tristeza, no la penitencia. Viviendo con hondura este tiempo litúrgico que lleva hacia la Pasión -y por tanto hacia el dolor-, comprendemos que acercarnos a la Cruz significa también que el momento de nuestra Redención se acerca, está cada vez más próximo, y por eso la Iglesia y cada uno de sus hijos se llenan de alegría: Laetare, alégrate, Jerusalén, y alegraos con ella todos los que la amáis .

La mortificación que estaremos viviendo estos días no debe ensombrecer nuestra alegría interior, sino todo lo contrario: debe hacerla crecer, porque nuestra Redención se acerca, el derroche de amor por los hombres que es la Pasión se aproxima, el gozo de la Pascua es inminente. Por eso queremos estar muy unidos al Señor, para que también en nuestra vida se repita, una vez más, el mismo proceso: llegar, por su Pasión y su Cruz, ala gloria y a la alegría de su Resurrección.

II. Alegraos siempre en el Señor, otra vez os digo: alegraos. Con una alegría que es equivalente a felicidad, a gozo interior, y que lógicamente también se manifiesta en el exterior de la persona.

«Como es sabido, existen diversos grados de esta "felicidad". Su expresión más noble es la alegría o "felicidad" en sentido estricto, cuando el hombre, a nivel de sus facultades superiores, encuentra la satisfacción en la posesión de un bien conocido y amado (...). Con mayor razón conoce la alegría y felicidad espiritual cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable». Y continúa diciendo Pablo VI: «La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen: es espiritual. El dinero, el "confort", la higiene, la seguridad material, no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza, forman parte, por desgracia, de la vida de muchos».

El cristiano entiende perfectamente estas ideas expresadas por el Romano Pontífice. Y sabe que la alegría surge de un corazón que se siente amado por Dios y que a su vez ama con locura al Señor. Un corazón que se esfuerza además para que ese amor a Dios se traduzca en obras, porque sabe -con el refrán castellano- que «obras son amores y no buenas razones». Un corazón que está en unión y en paz con Dios, pues, aunque se sabe pecador, acude a la fuente del perdón: Cristo en el sacramento de la Penitencia.

Al ofrecerte, Señor, en la celebración gozosa del domingo, los dones que nos traen la salvación, te rogamos nos ayudes... Los sufrimientos y las tribulaciones acompañan a todo hombre en la tierra, pero el sufrimiento, por sí solo, no transforma ni purifica; incluso puede ser causa de rebeldía y de desamor. Algunos cristianos se separan del Maestro cuando llegan hasta la Cruz, porque ellos esperan la felicidad puramente humana, libre de dolor y acompañada de bienes naturales.

El Señor nos pide que perdamos el miedo al dolor, a las tribulaciones, y nos unamos a Él, que nos espera en la Cruz. Nuestra alma quedará más purificada, nuestro amor más firme. Entonces comprenderemos que la alegría está muy cerca de la Cruz. Es más, que nunca seremos felices si no nos unimos a Cristo en la Cruz, y que nunca sabremos amar si a la vez no amamos el sacrificio. Esas tribulaciones, que con la sola razón parecen injustas y sin sentido, son necesarias para nuestra santidad personal y para la salvación de muchas almas. En el misterio de la corredención, nuestro dolor, unido a los sufrimientos de Cristo, adquiere un valor incomparable para toda la Iglesia y para la humanidad entera. El Señor nos hacer ver, si acudimos a Él con humildad, que todo -incluso aquello que tiene menos explicación humana- concurre para el bien de los que aman a Dios. El dolor, cuando se le da su sentido, cuando sirve para amar más, produce una íntima paz y una profunda alegría. Por eso, el Señor en muchas ocasiones bendice con la Cruz.

Así hemos de recorrer «el camino de la entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma».

III. El cristiano se da a Dios y a los demás, se mortifica y se exige, soporta las contrariedades... y todo eso lo hace con alegría, porque entiende que esas cosas pierden mucho de su valor si las hace a regañadientes: Dios ama al que da con alegría. No nos tiene que sorprender que la mortificación y la penitencia nos cuesten; lo importante es que sepamos encaminarnos hacia ellas con decisión, con la alegría de agradar a Dios, que nos ve. «"¿Contento?" -Me dejó pensativo la pregunta.

»-No se han inventado todavía las palabras, para expresar todo lo que se siente -en el corazón y en la voluntad- al saberse hijo de Dios». Quien se siente hijo de Dios, es lógico que experimente ese gozo interior.

La experiencia que nos transmiten los santos es unánime en este sentido. Bastaría recordar la confidencia que hace el apóstol San Pablo a los de Corinto: ... estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones. Y conviene recordar que la vida de San Pablo no fue fácil ni cómoda: Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces fui azotado con varas; una vez fui lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé náufrago en alta mar; en mis frecuentes viajes sufrí peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas, frecuentes vigilias, con hambre y sed, en frecuentes ayunos, con frío y desnudez. Pues bien, con todo lo que acaba de enumerar, San Pablo es veraz cuando nos dice: estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones. Tenemos cerca la Semana Santa y la Pascua, y por tanto el perdón, la misericordia, la compasión divina, la sobreabundancia de la gracia. Unas jornadas más, y el misterio de nuestra salud quedará consumado. Si alguna vez hemos tenido miedo a la penitencia, a la expiación, llenémonos de valor, pensando en que el tiempo es breve y el premio grande, sin proporción con la pequeñez de nuestro esfuerzo. Sigamos con alegría a Jesús, hasta Jerusalén, hasta el Calvario, hasta la Cruz. Además, «¿no es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales?».

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal

 

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Homilía Domingo 4º Cuaresma (C)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

(Jos 5,9a.10-12) "Hoy os he despojado del oprobio de Egipto"
(2 Cor 5,17-21)  "Os pedimos que os reconciliéis con Cristo"
(Lc 15,1-3.11-32) "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo"

 Homilía a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Acabamos de escuchar uno de esos relatos evangélicos que nos hablan de la benevolencia de Dios con sus hijos y son como un bálsamo para el corazón dolido por el vergonzoso comportamiento con nuestro Dios. Uno de esos relatos que, una vez oído, ya no se pueden olvidar y que deben ser considerados a solas muchas veces porque su riqueza espiritual es inmensa.

Detengamos la mirada en el Padre que Jesús nos ha revelado. "Cuando todavía estaba lejos (el hijo menor), su padre lo vio". "El padre esperaba al hijo, estaba ansioso por él. No sólo le perdona su cruel insistencia en reclamarle derechos: "Dame la parte de la herencia que me corresponde". Sino que lo ama hasta el extremo de quererlo a su lado de nuevo. Cuando, por fin, el hijo aparece en el horizonte, de ningún modo piensa en castigarle... Se diría que no le interesa la sumisión del hijo perdido ni su autoacusación y humillación que podrían parecer obligadas por razones de pedagogía y orden. Al contrario, corre a su encuentro, se le echa al cuello y le besa. Le hace ponerse el traje mejor, un anillo en el dedo y calzado en los pies; y ordenan que maten el ternero cebado a fin de celebrar la fiesta. El Padre es así; así nos lo muestra Jesús. Para cada uno de nosotros es el Tú que siempre espera y siempre está dispuesto a abrirnos sus brazos de Padre, sea lo que fuere lo sucedido" (Juan Pablo II).

La alegría del Padre por el retorno del hijo menor nos humedece los ojos. Pero, ¿y el comportamiento con el mayor, no es conmovedor también? Al volver de su trabajo y ver la fiesta, el banquete, la música, por el regreso de su hermano se irrita y no quiere participar en la fiesta. Piensa, tal vez, que su fidelidad no ha sido valorada y es víctima de un agravio comparativo y critica a su padre de modo insolente. Con una ternura inmensa se dirige también a él el Padre: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado" ¡Deberías alegrarte! ¡Qué distinto es Dios de nosotros! Si el corazón tiene razones que la mente no comprende, decía Pascal, ¿no sentimos latir aquí el Corazón de Dios? Es un alivio ver que el Padre no se incomoda con estos dos hijos en quienes estamos retratados todos, sino que razona con el mayor cuando no entiende el sacrificio que el servicio de Dios comporta y perdona al menor sus locuras.

Somos gente intensamente querida, amadas con esa verdad con la que sólo el Absoluto puede hacerlo. Vigilemos para que este amor tan desproporcionado como gratuito no se convierta en pasaporte para la impunidad. ¡Cuánta gente que tranquiliza su conciencia diciéndose frívolamente: Dios es muy bueno! Dios es Padre. La Sagrada Escritura desenmascara esta indulgencia desordenada así: "Si yo soy vuestro Padre, ¿donde está mi honra?, y si soy el Señor, ¿donde está el honor que me debéis?" (Mal 1,6). Recordemos que en el hijo menor la experiencia de la bondad del Padre coincide con el conocimiento de sí mismo, el arrepentimiento y la conversión. Preparémonos a la Pascua que se avecina con una sincera Confesión.

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