Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

29 septiembre 2023

Meditación Domingo 26º t.o. (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

La virtud de la obediencia

« ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos; dirigiéndose al primero, le mandó: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Pero él le contestó: No quiero. Sin embargo se arrepintió después y fue. Dirigiéndose entonces al segundo, le dijo lo mismo. Este le respondió: Voy, señor; pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? El primero, dijeron ellos. Jesús prosiguió: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os van a preceder en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las meretrices le creyeron. Pero vosotros, ni siquiera viendo esto, os movisteis después a penitencia para poder creer en él.» (Mateo 21, 28-32)

I. El Evangelio de la Misa (Mt, 21, 28-32) nos habla del hombre que tenía dos hijos, a quienes mandó trabajar en su viña. El primero contestó: No quiero. Sin embargo se arrepintió después y fue. El segundo dijo: Voy, señor; pero no fue. Preguntó Jesús cuál de los dos hizo la voluntad del padre. Y todos contestaron: el primero, el que de hecho fue a trabajar a la viña. Los escribas y fariseos se ufanaban de ser fieles cumplidores de la voluntad divina, pero no era así. Estaban representados por el hijo que dice “voy”, pero de hecho no va. Cuando llega a sus oídos la voluntad de Dios, por boca de Juan, no la cumplen, no supieron ser dóciles al querer divino. En cambio, muchos publicanos y pecadores atendieron su llamado a la penitencia y se arrepintieron: estaban representados por el hijo que al principio dijo “no voy”, pero finalmente obedeció y agradó a su padre con las obras. San Pablo (Flp 2, 1-11) nos pone de manifiesto el amor de Jesucristo a la virtud de la obediencia: Siendo Dios, se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Cristo obedece por amor; ése es el sentido de la obediencia cristiana, y así debemos obedecer nosotros a quienes debemos obediencia.

II. Una de las señales más claras de andar en el buen camino, el de la humildad, es el deseo de obedecer. La obediencia es lo contrario de la soberbia. Cristo nos ha enseñado por dónde hemos de dirigir nuestros pasos: lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero, recitan hoy los sacerdotes en la Liturgia de las Horas (I Vísperas. Salmo 119, 105). La obediencia nace de la libertad y conduce a una mayor libertad. Cuando el hombre entrega su voluntad en la obediencia conserva la libertad en la determinación radical y firme de escoger lo bueno y lo verdadero. El amor es lo que hace que la obediencia sea plenamente libre. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos (Jn 14, 15) nos dice el Señor. Y nosotros obedecemos porque estamos convencidos de que Sus mandamientos proceden del amor y nos hacen libres.

III. Mejor la obediencia que las víctimas (1 Sam 15, 22), leemos en la Sagrada Escritura. “Y con razón se antepone la obediencia a las víctimas, porque mediante las víctimas se inmola la carne ajena, y en cambio por la obediencia se inmola la propia voluntad” (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia), lo más difícil de entregar, porque es lo más íntimo y propio que poseemos. Por eso es tan grata al Señor y Su empeño, a quien los vientos y el mar obedecen (Mt 8, 27) por enseñarnos con Su palabra y con Su vida que el camino del bien, de la paz del alma y de todo progreso interior pasa por el ejercicio de esta virtud. Pidamos a la Virgen un gran deseo de identificarnos con Cristo mediante la obediencia, aunque algunas veces nos cueste.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Homilía Domingo 26º t.o. (A)

(Cfr. www.almudi.org

 


(Ez 18,25-28) "Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida"
(Fil 2,1-11) "Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre"
(Mt 21,28-32) "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña"

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

En el Angelus (27-IX-1981)

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--- Colaborar con Dios

“¿Qué os parece?” -pregunta Cristo en el Evangelio escrito por Mateo y leído en este domingo- “Qué os parece?” “Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo : Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Él le contestó: Voy, señor. Pero no fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” (Mt 21,28-31).

Cristo comienza y termina con una pregunta. La respuesta a esta pregunta es fácil. Los oyentes responden que “el último” ha realizado la voluntad del padre.

Así pues, este domingo escuchamos algunas palabras evangélicas sobre la viña y el trabajo.

¿Qué es el trabajo?

Contestemos una vez más a esta pregunta, recordando ante todo que es colaboración con Dios en el perfeccionamiento de la naturaleza, según el precepto bíblico de someter la tierra (cfr. Gen 1,28). El Creador quiso al hombre explorador, conquistador, dominador de la tierra y de los mares, de sus tesoros, de sus energías, de sus secretos, de manera que el hombre recupere su auténtica grandeza de “partner de Dios”. Por eso el trabajo es noble y sagrado: es el título de la soberanía humana sobre la creación.

--- Cooperación entre los hombres

El trabajo, además, es medio de unión y de solidaridad, que hace a los hombres hermanos, los educa en la cooperación, los fortalece en la concordia, los estimula a la conquista de las cosas, pero sobre todo de la esperanza, de la libertad, del amor. Mediante las divisiones funcionales de la producción el trabajo puede crear un tejido de colaboración consciente y compacto, y hace a la sociedad más armónicamente operante hacia la meta de un orden justo para todos. Por todo esto la Iglesia lo estimula y lo bendice.

--- Colaborar con Dios

Nos hacemos la pregunta sobre la naturaleza del trabajo en relación con el Evangelio de la liturgia de hoy. Cada uno de nosotros es uno de los que sienten la llamada del Padre dirigida a los dos hermanos: “Ve hoy a trabajar en la viña” (Mt 21,28). Y cada uno de nosotros, después de haber oído esta llamada, puede comportarse como el primero o como el segundo de ellos.

La parábola evangélica enseña que en el trabajo se contiene una respuesta, que el hombre da a Dios con toda su vida y su comportamiento. El trabajo tiene su sentido no sólo en la construcción de la "ciudad terrestre" sino también en la construcción del Reino de Dios.