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Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.

Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

30 diciembre 2022

Meditacion Solemnidad de Santa María Madre de Dios (1 de Enero: Domingo 2º Navidad)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

Santa María, Madre de Dios

“En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción” (Lucas 2,16-21).

I. Hoy alabamos y damos gracias a Dios Padre porque María concibió a su Único Hijo por obra y gracia del Espíritu Santo, y a Ella le cantamos en nuestro corazón: Salve, Madre santa, Virgen, Madre del Rey (Antífona de entrada de la Misa). Santa María es la Señora, llena de gracia y de virtudes, concebida sin pecado, que es Madre de Dios y Madre nuestra, y está en los cielos en cuerpo y alma. Después de Cristo, Ella ocupa el lugar más alto y el más cercano a nosotros, en razón de su maternidad divina. Jesús, en cuanto Dios, es engendrado eternamente, no hecho, por Dios Padre desde toda la eternidad. En cuanto hombre, nació, “fue hecho”, de Santa María. “Me extraña en gran manera, -dice por eso San Cirilo- que haya alguien que tenga duda de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. Si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿Por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor. Así nos lo han enseñado los Santos Padres” (Carta 1, 27-30). Así lo definió el Concilio de Efeso (Dz-Sch, 252).

II. “Nuestra Madre Santísima” es un título que damos frecuentemente a la Virgen y que nos es especialmente querido y consolador. Ella es verdaderamente Madre nuestra, porque nos engendra continuamente a la vida sobrenatural. Jesús nos dio a María como Madre nuestra en el momento que, clavado en la Cruz, dirige a su Madre estas palabras: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu Madre (Juan 13, 1). Jesús nos mira a cada uno: He ahí a tu madre, nos dice. Juan la acogió con cariño, y cuidó de Ella con extremada delicadeza, “la introduce en su casa, en su vida (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa). Podríamos preguntarnos hoy si nosotros la hemos sabido acoger como Juan lo hizo.

III. La Virgen cumple su misión de Madre de los hombres intercediendo continuamente por ellos cerca de su Hijo. Ella es el camino por el que somos conducidos a Cristo. Con esta solemnidad de Nuestra Señora comenzamos un nuevo año. No puede mejor comienzo del año que estando muy cerca de la Virgen. A Ella nos dirigimos con confianza filial, para que nos ayude a vivir santamente cada día del año. En sus manos ponemos los deseos de identificarnos con Cristo, de santificar la familia y la profesión, de ser fieles evangelizadores. Hoy le diremos muchas veces, ¡Madre mía!, Y sentiremos que nos acoge y nos anima a comenzar este nuevo año que Dios nos regala, con la confianza de quien se sabe bien protegido y ayudado desde el Cielo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

 

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Etiquetas: Meditación Solemnidad 1 de Enero, Santa María Madre de Dios y Madre nuestra

Homilía Solemnidad de Santa María Madre de Dios (Domingo 2ª Navidad (A))

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 



(Num 6,22-27) "Bendígate el Señor y te guarde"
(Gal 4,4-7) "Llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer"
(Luc 2,16-21) "María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón"

 

 Homilía a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

"Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer" (2 lect). Todo hombre tiene una madre que lo ha concebido en su seno. Pero el Altísimo al dar la persona divina de su Hijo para ser envuelta en el seno de una mujer y ésta le permitiera hacerse hombre, eleva esa maternidad a una dignidad casi infinita. María alumbró al hijo más perfecto que pudiera nacer. La maternidad divina de María nos lleva al corazón del misterio cristiano. Como se declaró en el 2º C. de Constantinopla, no es que un ser humano naciera de María y, luego, descendiera el Verbo a tal hombre, sino que fue del seno de María de donde nació el Verbo hecho hombre. Desde entonces los Padres de la Iglesia declararon solemnemente lo que en la Sgda Escritura y en la Tradición se enseñaba: María es Theotókos.

El título de Madre de Dios lo encontramos en esa oración que se remonta al año 300 y que todavía hoy rezamos: "Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas nuestras súplicas... Es el privilegio más alto concedido a un ser humano por ser madre de una criatura prodigiosa: Cristo, creador de una humanidad nueva.

María es aquella Mujer prometida en el paraíso; la Mujer de las bodas de Caná; la Mujer del Calvario; la Mujer del Apocalipsis; la que reúne en torno suyo a sus hijos para orar, preparando así la venida del Espíritu Santo. Ella ha introducido lo humano en el Reino de los Cielos el día de la Ascensión de su Hijo. Ella misma fue llevada en cuerpo y alma a los cielos con gran alegría de los ángeles.

Hagamos nuestras estas palabras de Juan Pablo II: ¡Salve, María! Pronuncio con inmenso amor y reverencia estas palabras, tan sencillas y a la vez tan maravillosas. Nadie podrá saludarte nunca de un modo mejor que como lo hizo un día el Arcángel en el momento de la Anunciación...son las palabras con las que Dios mismo, a través de un mensajero, te ha saludado a Ti, la Mujer prometida en el Edén, y desde la eternidad elegida como Madre  del Verbo".

Es una gran cosa que el año comience con esta Solemnidad que nos habla del comienzo, gracias a María, de una vida nueva en Jesucristo. Toda una invitación a vivir con una fe y un amor nuevo, más vibrante, el año que hoy estrenamos.

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25 diciembre 2022

PELICULA DE LA SEMANA (30 Dic): El gato con botas. El último deseo

 (Cfr. www.filmaffinity.com)

 



El gato con botas: El último deseo

Título original
Puss in Boots: The Last Wish
Año
2022
Duración
100 min.
País
Estados Unidos Estados Unidos
Dirección
Joel Crawford, Januel Mercado
Guion
Paul Fisher, Tommy Swerdlow. Historia: Tommy Swerdlow, Tom Wheeler
Música
Heitor Pereira
Fotografía
Animación
Reparto
Animación
Compañías
DreamWorks Animation, Pacific Data Images (PDI). Distribuidora: Universal Pictures
Género
Animación. Aventuras. Comedia | Gatos. Secuela
Grupos
Shrek | DreamWorks Animation (Películas) | El Gato con Botas (DreamWorks)
Sinopsis
Secuela de 'El gato con botas' (2011). El Gato con Botas descubre que su pasión por la aventura le ha pasado factura: ha consumido ocho de sus nueve vidas, por ello emprende un viaje épico para encontrar el mítico Último Deseo y restaurar sus nueve vidas...
Posición en rankings FA
  • 19 Ranking: Top 100 películas de lo que llevamos del 2022
Premios
2022: Globos de Oro: Nominada a mejor film de animación
2022: Critics Choice Awards: Nominada a mejor largometraje de animación
Críticas
  • "Estupenda película de aventuras que (...) apuesta por el entretenimiento efervescente (...) es divertidísima y jocosa (...) Capítulo aparte merece el trabajo de Antonio Banderas (...). Un espectáculo cargado de gracia" 
    Javier Ocaña: Diario El País
  • "Una película ligera y de desarrollo espídico (...) es una obra hipnótica, seductora, divertidísima y bellísima. (...) una secuela buenísima (...) Puntuación: ★★★★ (sobre 5)" 
    Alberto Corona: Cinemanía
  • "Apuesta por escapar de la fealdad digital original llevando el estilo de la película hacia el anime más de los años 70 (...) Para quienes no esperaban una nueva vida en el universo Dreamworks/Shrek (...) Puntuación: ★★★ (sobre 5)" 
    Fausto Fernández: Fotogramas
  • "Una magnífica película independiente (...) Es tan divertida como cabría esperar del ingenioso equipo de DreamWorks Animation" 
    Peter Debruge: Variety
  • "Un cautivador cuento de hadas lleno de matices (...) No tiene reparos en poner a prueba las expectativas de su joven público, a la vez que ofrece un cuento desenfadado sobre la apreciación de las nueve vidas que ya tenemos" 
    Emma Stefansky: IndieWire
  • "El formato es estupendo, pero lo que realmente hace que la película funcione es la sedosa voz de Banderas, que se mete de lleno en el papel y transmite toda la exagerada suavidad felina del personaje" 
    Frank Scheck: The Hollywood Reporter
  • "El listón no está muy alto aquí, pero el gato y compañía lo sobrepasan sin problemas, consiguiendo, sin duda, salir airosos (...) Puntuación: ★★½ (sobre 4)" 
    Kristen Page-Kirby: The Washington Pos

 

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LIBRO DE LA SEMANA (30 Dic): Cocina fácil y rico

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

Cocina fácil y rico

Casi nunca tenemos tiempo para cocinar. Pero no por ello dejamos de soñar con platos originales, que a la vez resulten apetitosos, sencillos de preparar y que, además, sean aptos p...
978-84-08-26437-8 / Editorial Planeta
24,95€
(23,99€ sin IVA) 
 
 

Sinopsis

Casi nunca tenemos tiempo para cocinar. Pero no por ello dejamos de soñar con platos originales, que a la vez resulten apetitosos, sencillos de preparar y que, además, sean aptos para todos los gustos y bolsillos. Karlos Arguiñano lo sabe y, por eso, el recetario que tienes entre las manos reivindica esa cocina, hecha en casa, que se puede elaborar fácilmente, pero sin perder la capacidad de sorprender a los tuyos.

Servir un aguacate crujiente al horno como entrante o una ensalada de lombarda, nueces y naranja; decantarte por unos socorridos tallarines con queso y panceta o lanzarte, directamente, al revuelto de gulas y alcachofas son solo algunas de la soluciones rápidas y sabrosas que encontrarás en Cocina fácil y rico, un libro pensado para triunfar, desde luego, pero sobre todo para hacerte la vida más cómoda y agradable.

El nuevo recetario de Karlos Arguiñano reúne platos tan sorprendentes como sencillos de preparar para triunfar en la cocina sin perder el tiempo

Ficha Técnica

Materias:
Cocina general y recetas | Libros de cocina de cocineros famosos y de televisión
Editorial:
Editorial Planeta
Colección:
Planeta Cocina
Encuadernación:
Cartoné
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
Autor/a: :
Arguiñano, Karlos
ISBN:
978-84-08-26437-8
EAN:
9788408264378
Dimensiones:
255 x 190 mm.
Peso:
2198 gramos
Nº páginas:
704
Fecha publicación :
09-11-2022
Más sobre el autor

Arguiñano, Karlos

Karlos Arguiñano (Beasáin, Guipúzcoa, 1948) se inscribió con diecisiete años en la Escuela de Hostelería del Hotel Euromar, en Zarauz, y, tras un intenso periplo formativo que lo llevó a viajar por diversos países, fundó en 1979 su propio restaurante, ubicado en un caserón señorial frente a la playa de Zarauz. En poco tiempo, el establecimiento ocupó un lugar destacado en las guías gastronómicas españolas y fue distinguido en 1985 con una estrella Michelin. Desde entonces, Karlos Arguiñano se ha convertido en el cocinero más popular de nuestro país, con más de seis mil programas de televisión emitidos y numerosos galardones que avalan su prestigio, como el Premio Ondas al mejor programa, el Premio Especial TP de Oro al personaje revelación del año, el Gorro de Oro al mejor equipo de cocina o el Premio Nacional de Televisión. Sus anteriores libros se han convertido en un fenómeno de ventas con más de medio millón de ejemplares vendidos. En la actualidad conduce diariamente el programa Cocina abierta de Karlos Arguiñano, en Antena 3.

 

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Etiquetas: Cocinar fácil y rico, Ed Planeta, Karlos Arguiñano, Libro

Catequesis sobre el discernimiento 13. Ayudas para el discernimiento

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 



Continuando con las catequesis sobre el discernimiento, el Santo Padre ha hablado hoy sobre las “ayudas” que pueden facilitar este “ejercicio” de la vida espiritual

Catequesis del Santo Padre en español

Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducido al español

Continuamos –están acabando– las catequesis sobre el discernimiento, y quien ha seguido hasta ahora estas catequesis quizá podría pensar: ¡qué práctica complicada es discernir! En realidad, es la vida la que es complicada y, si no aprendemos a leerla, complicada como es, corremos el riesgo de desperdiciarla, llevándola adelante con expedientes que acaban degradándonos.

En nuestro primer encuentro habíamos visto que siempre, todos los días, nos guste o no, hacemos actos de discernimiento, en lo que comemos, en lo que leemos, en el trabajo, en las relaciones, en todo. La vida siempre nos enfrenta a elecciones, y si no las hacemos conscientemente, al final la vida elige por nosotros, llevándonos a donde no queremos.

Sin embargo, el discernimiento no se hace solo. Hoy entramos más concretamente en algunas ayudas que pueden hacer más fácil este ejercicio del discernimiento, indispensable para la vida espiritual, aunque de alguna manera ya las hayamos encontrado en el curso de estas catequesis. Pero un resumen nos ayudará mucho.

Una primera ayuda indispensable es la confrontación con la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia. Nos ayudan a leer lo que se mueve en el corazón, aprendiendo a reconocer la voz de Dios y a distinguirla de otras voces, que parecen forzar nuestra atención, pero que al final nos confunden. La Biblia nos advierte que la voz de Dios resuena en la calma, en la atención, en el silencio. Pensemos en la experiencia del profeta Elías: el Señor le habla no con el viento que rompe las piedras, ni con fuego, ni con terremoto, sino con una brisa ligera (cfr. 1Re 19,11-12). Es una imagen muy hermosa que nos hace comprender cómo habla Dios. La voz de Dios no se impone, la voz de Dios es discreta, respetuosa, me atrevería a decir: la voz de Dios es humilde, y precisamente por eso es pacificadora. Y sólo en la paz podemos entrar profundamente en nosotros mismos y reconocer los auténticos deseos que el Señor ha puesto en nuestro corazón. Y muchas veces no es fácil entrar en esa paz del corazón, porque estamos todo el día ocupados con tantas cosas... Pero por favor, cálmate un poco, entra en ti mismo. Dos minutos, párate. Mira lo que siente tu corazón. Hagamos esto, hermanos y hermanas, nos ayudará mucho, porque en ese momento de calma inmediatamente escuchamos la voz de Dios que nos dice: “Mira, mira eso, está bien lo que estás haciendo…”. Dejemos que la voz de Dios venga inmediatamente en la calma. Nos está esperando ahí.

Para el creyente, la Palabra de Dios no es simplemente un texto para leer, la Palabra de Dios es una presencia viva, es una obra del Espíritu Santo que consuela, instruye, da luz, fuerza, reposo y gusto por la vida. Leer la Biblia, leer un trozo, uno o dos párrafos de la Biblia, son como pequeños telegramas de Dios que te llegan inmediatamente al corazón. La Palabra de Dios es –y no exagero– como un verdadero anticipo del paraíso. Y bien lo entendió un gran santo y pastor, Ambrosio, obispo de Milán, que escribió: «Cuando leo la Divina Escritura, Dios vuelve a pasear por el paraíso terrenal» (Carta, 49,3). Con la Biblia abrimos la puerta a Dios que camina. ¡Interesante!

Esta relación afectiva con la Biblia, con las Escrituras, con el Evangelio lleva a vivir una relación afectiva con el Señor Jesús: ¡no tengáis miedo de esto! El corazón habla al corazón, y esta es otra ayuda indispensable y no obvia. Muchas veces podemos tener una idea distorsionada de Dios, considerándolo como un juez hosco, un juez severo, dispuesto a pillarnos en un fallo. Jesús, por el contrario, nos revela un Dios lleno de compasión y ternura, dispuesto a sacrificarse para salir a nuestro encuentro, como el padre de la parábola del hijo pródigo (cfr. Lc 15,11-32). Una vez alguien preguntó –no sé si a su madre o a su abuela, me lo contaron–: “¿Qué debo hacer en este momento?”. –“Escucha a Dios, Él te dirá qué hacer. Abre tu corazón a Dios”: ¡Buen consejo! Recuerdo una vez, en una peregrinación de jóvenes, que se hace una vez al año al Santuario de Luján, a 70 km de Buenos Aires: se tarda todo el día en llegar; yo solía confesar por la noche. Se acercó un chico, de unos 22 años, todo lleno de tatuajes. “Dios mío –pensé– ¿quién será este?”. Y me dijo: “Mire, he venido porque tengo un problema grave y se lo conté a mi mamá y mi mamá me dijo: 'Ve a la Virgen, haz la romería, y la Virgen te dirá'. Y he venido. Aquí tuve contacto con la Biblia, escuché la Palabra de Dios y me tocó el corazón y tengo que hacer esto, esto, esto, esto, esto”. La Palabra de Dios toca tu corazón y te cambia la vida. Y eso lo he visto muchas veces, muchas veces. Porque Dios no quiere destruirnos, Dios quiere que seamos más fuertes, mejores cada día. Quien permanece frente al Crucifijo siente una paz nueva, aprende a no tener miedo de Dios, porque Jesús en la cruz no asusta a nadie, es la imagen del desamparo total y al mismo tiempo del amor más pleno, capaz de afrontar cualquier prueba por nosotros. Los santos siempre han tenido predilección por Jesús Crucificado. La historia de la Pasión de Jesús es la principal vía para afrontar el mal sin dejarse abrumar por él; en ella no hay juicio ni tampoco resignación, porque está atravesada por una luz mayor, la luz de la Pascua, que nos permite ver un designio mayor en esas terribles acciones, que ningún impedimento, obstáculo o fracaso puede frustrar. La Palabra de Dios siempre te hace mirar para otro lado: es decir, aquí está la cruz, es fea, pero hay otra cosa, una esperanza, una resurrección. La Palabra de Dios te abre todas las puertas, porque Él, el Señor, es la puerta. Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo, en el bolso, y cuando viajes, tómalo y lee un poco durante el día, dejando que la Palabra de Dios se acerque a tu corazón. Haz esto y verás cómo tu vida cambia con la cercanía a la Palabra de Dios: “Sí, Padre, pero yo estoy acostumbrado a leer la Vida de los Santos”: eso es bueno, es bueno, pero no dejes el Palabra de Dios. Llévate el Evangelio contigo, y léelo aunque sea un minuto al día.

Es muy bonito pensar en la vida con el Señor como una amistad que crece día a día. ¿Habéis pensado en eso? ¡Es el camino! ¡Pensemos en Dios que nos ama, nos quiere amigos! La amistad con Dios tiene la capacidad de cambiar los corazones; es uno de los grandes dones del Espíritu Santo, la piedad, que nos hace capaces de reconocer la paternidad de Dios. Tenemos un Padre tierno, un Padre afectuoso, un Padre que nos quiere, que siempre nos ha amado: cuando lo experimentamos, el corazón se derrite y caen las dudas, miedos, sentimiento de indignidad. Nada puede oponerse a ese amor del encuentro con el Señor.

Y esto nos recuerda otra gran ayuda, el don del Espíritu Santo, que está presente en nosotros, y que nos instruye, da vida a la Palabra de Dios que leemos, sugiere nuevos sentidos, abre puertas que parecían cerradas, indica caminos de vida allí donde parecía que sólo había oscuridad y confusión. Os pregunto: ¿rezáis al Espíritu Santo? Pero, ¿quién es ese gran Desconocido? Rezamos al Padre, sí, el Padre Nuestro, rezamos a Jesús, ¡pero nos olvidamos del Espíritu! Una vez, dando catequesis a unos niños, hice la pregunta: “¿Quién de vosotros sabe quién es el Espíritu Santo?”. Y un niño: “¡Yo lo sé!” –“¿Y quién es?”– “¡El paralítico”, me dijo! Había oído “el Paráclito”, y pensó que era un paralítico. Y muchas veces –esto me hizo pensar– el Espíritu Santo está ahí para nosotros, como si fuera una persona que no cuenta. ¡El Espíritu Santo es quien da vida a tu alma! Dejadlo entrar. Hablad al Espíritu como habláis al Padre, como habláis al Hijo: hablad con el Espíritu Santo, ¡que no tiene nada de paralítico! En Él está la fuerza de la Iglesia, es quien te lleva adelante. El Espíritu Santo es discernimiento en acción, la presencia de Dios en nosotros, es el don, el mayor regalo que el Padre asegura a quien se lo pide (cfr. Lc 11,13). ¿Y cómo lo llama Jesús? “El don”: “Quedaos aquí en Jerusalén esperando el don de Dios”, que es el Espíritu Santo. Es interesante vivir la vida en amistad con el Espíritu Santo: Él te cambia, Él te hace crecer.

La Liturgia de las Horas inicia los principales momentos de oración del día con esta invocación: “Oh Dios, ven a salvarme, Señor, ven pronto en mi ayuda”. “¡Señor, ayúdame!”, porque no puedo seguir solo, no puedo amar, no puedo vivir... Esta invocación de salvación es la petición incontenible que brota de lo más profundo de nuestro ser. El discernimiento está destinado a reconocer la salvación obrada por el Señor en mi vida, me recuerda que nunca estoy solo y que, si estoy luchando, es porque lo que está en juego es importante. El Espíritu Santo está siempre con nosotros. “Ay, Padre, hice algo malo, tengo que confesarme, no puedo hacer nada…”. Pero, ¿hiciste algo malo? Habla al Espíritu que está contigo y dile: “Ayúdame, esto lo he hecho muy mal”. Pero no anules el diálogo con el Espíritu Santo. “Padre, estoy en pecado mortal”: no importa, habla con Él para que te ayude a recibir el perdón. No abandones nunca ese diálogo con el Espíritu Santo. Y con estas ayudas que el Señor nos da, no debemos temer. ¡Adelante, con valentía y alegría!

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa presentes en esta audiencia, especialmente al grupo de monaguillos de la diócesis de Versalles. Que vuestro generoso servicio os acerque cada vez más al Señor. Que el Espíritu Santo guíe nuestro discernimiento y nos haga reconocer en nuestra vida la salvación obrada por el Señor Jesús que viene. ¡Os deseo una santa y feliz Navidad y os bendigo a todos!

Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa presentes en la audiencia de hoy. Al acercarse la Santa Navidad, invoco sobre vosotros y vuestras familias la alegría y la paz del Señor Jesús, Hijo de Dios y Príncipe de la Paz. ¡Dios os bendiga!

Una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana. Preparémonos para la Solemnidad de la Natividad de Jesucristo, abriendo nuestro corazón al Señor y llevando su amor al prójimo. Deseo a vosotros y a vuestras familias una Santa Navidad.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Cercanos a la celebración de la Navidad, pidamos a la Virgen María y a san José que nos enseñen a comprender el verdadero sentido de esta fiesta, que nos ayuden a vivirla con paz y alegría, compartiendo lo que somos y lo que tenemos con las personas que más lo necesitan. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Queridos fieles de lengua portuguesa, nos acercamos a la Navidad de Jesús. Quisiera invitaros a contemplar más el pesebre en estos días. Allí, en medio del frío y la escarcha, nació el Hijo de Dios. Su mirada despierta nuestro corazón y nos compromete a construir un mundo más fraterno. Con una súplica de paz y bien para cada uno de vosotros y vuestros seres queridos, os deseo una Feliz Navidad. Dios os bendiga.

Saludo a los fieles de lengua árabe. Pido a Dios que os conceda la gracia del discernimiento para vivir el mensaje de Navidad, que es un mensaje de paz, de alegría y de vida nueva, y ver en los pobres el rostro del niño de Belén que nació pobre. ¡Os deseo a todos una Feliz Navidad!

Les deseo a todos los polacos una Santa Navidad. Según vuestra tradición, en Nochebuena, dejáis un asiento vacío en la mesa para un invitado inesperado. Este año estará ocupado por la multitud de refugiados de Ucrania, a los que con gran generosidad habéis abierto las puertas de vuestros hogares. Que el Hijo de Dios, nacido en Belén, os llene de amor a cada uno, a vuestras familias y a aquellos a los que socorréis. Que traiga la paz a todas las personas de buena voluntad. ¡Os bendigo de corazón!

Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Fermo acompañados de su arzobispo, a los Scouts de L'Aquila, a los estudiantes de San Benedetto del Tronto y a los de Roccarinola-Tufino.

Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados. Que el nacimiento del Salvador os traiga a todos íntimo consuelo y os dé la alegría de sentiros amados por el Dios que se hizo niño.

Y además, pensemos –hablando del Niño Jesús– en los tantos niños de Ucrania que sufren, sufren mucho, por esta guerra. En esta fiesta en la que Dios se hace niño, pensemos en los niños ucranianos. Cuando los encuentro aquí, la mayoría no puede sonreír y cuando un niño pierde la capacidad de sonreír, es grave. Esos niños llevan la tragedia de esa guerra tan inhumana, tan dura. Pensemos en el pueblo ucraniano en esta Navidad: sin luz, sin calefacción, sin lo principal para sobrevivir, y roguemos al Señor para que les traiga la paz lo antes posible. Os bendigo de corazón.

Fuente: vatican.va / romereports.com

Traducción de Luis Montoya


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Meditación Domingo de Navidad (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 

Misa del gallo

Dejar nacer a Jesús en nuestro corazón

 “En aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria, y todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba en cinta. Y sucedió que estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.
En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche.  Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace.
Y aconteció que cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a saber.  Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores.
Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón.
Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho” (Lucas 2,1-14).

1. El Pregón de Navidad reza así: “Os anunciamos, hermanos, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; escuchadla con corazón gozoso: Habían pasado miles y miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos, quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes y pájaros que volaran sobre la tierra. Miles y miles de años, desde el momento en que Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre, hecho a su imagen y semejanza, para que dominara las maravillas del mundo y, al contemplar la grandeza de la creación, alabara en todo momento al Creador”. Sigue con los caminos torcidos de tantos, y aquellas cosas que llamamos diluvio. “Hacía unos 2.000 años que Abraham, el padre de nuestra fe, obediente a la voz de Dios, se dirigió hacia una tierra desconocida para dar origen al pueblo elegido. Hacía unos 1.250 años que Moisés hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abraham, para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón, fuera imagen de la familia de los bautizados. Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor que guardaba los rebaños de su padre Jesé, fue ungido por el profeta Samuel, como el gran rey de Israel. Hacía unos 700 años que Israel, que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba, fue deportado por los caldeos a Babilonia; fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro, cuando aprendió a esperar un Salvador que lo librara de su esclavitud, y a desear aquel Mesías que los profetas le habían anunciado, y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia, de amor y de libertad. Finalmente, durante la olimpíada 94, el año 752 de la fundación de Roma, el año 14 del reinado del emperador Augusto, cuando en el mundo entero reinaba una paz universal, hace algo más de 2000 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del Eterno Padre, y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que los hombres esperaban. Él es la Palabra que ilumina a todo hombre; por él fueron creadas al principio todas las cosas; él, que es el camino, la verdad y la vida, ha acampado, pues, entre nosotros. Nosotros, los que creemos en él, nos hemos reunido hoy, o mejor dicho, Dios nos ha reunido, para celebrar con alegría la solemnidad de Navidad, y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo. Hermanos, alegraos, haced fiesta y celebrad la mejor NOTICIA de toda la historia de la humanidad”. Es como un resumen de la historia.

"De mis entrañas te engendré antes  que el lucero de la mañana" (Ant. entrada). Es la noche santa, como la otra Pascua, de la resurrección. La fiesta de Navidad es para los que se complace el Señor, como hemos leído en la voz de los ángeles. Recuerda Benedicto XVI que Dios se complace en su hijo, como dicen las teofanías: “en ti me he complacido”. Nosotros, por el bautismo, por acoger al Señor, podemos ser también hijos de Dios, Cristo, y sentir la voz del Padre dirigida a mí: "Tú eres mi hijo, yo te  engendré hoy… en ti me he complacido".

Hablaba Ratzinger del árbol de navidad de la iglesia del Christkindl (del Niño Jesús), situada en las afueras de la ciudad de Steyr, en el norte de Austria. Por 1694, había un campanero y director de coro que sufría de epilepsia, la «enfermedad de las caídas». Tenía veneración del Niño Jesús. Colocó en la cavidad de un abeto una imagen de la Sagrada Familia y luego puso ahí un Niño Jesús de cera que sostiene en una mano la cruz y en la otra la corona de espinas, copia de una imagen milagrosa. Se formaron peregrinaciones en torno al Niño Jesús del árbol. En torno al árbol se construyó una iglesia al estilo de Santa Maria Rotonda de Roma. Es una preciosa envoltura del árbol, del cual surgen el altar y el sagrario: en el árbol sigue estando el Niño Jesús sanador. Ese árbol se levanta como el árbol de la vida del paraíso, que ha sido reencontrado: «el querubín no está ya vedando la entrada». Ese árbol es María con el fruto bendito de su vientre, Jesús. Jesús ahí nos invita, nos sana de la «enfermedad de las caídas». Porque caemos y nos desanimamos. En ese templo en forma de iglesia bautismal, en forma de seno materno, vivimos el misterio del nacimiento.

Se dice que mientras no seas independiente, no serás libre sino dependiente. Se pone el amor como falta de libertad, puesto que el amor implica que necesito del otro y de su gracia. Dios necesita mi amor. Es dependencia mutua de las Personas, y de mí. Yo también soy así, a imagen suya. Señor, que sepa ser aceptado y dejarme aceptar. Que transforme mi dependencia en amor y, así, llegar a ser libre. Nacer de nuevo, deponer el orgullo, llegar a ser niño: eso es Navidad, Belén (“casa de pan”): pan de la vida, salvación.  Y termina así Ratzinger: “El verdadero árbol de la vida no está lejos de nosotros, en algún paraje de un mundo perdido. Ha sido erigido en medio de nosotros, no sólo como imagen y signo, sino en la realidad. Jesús, que es el fruto del árbol de la vida, la vida misma, se ha hecho tan pequeño que nuestras manos pueden contenerlo. Se hace dependiente de nosotros para hacernos libres, para recuperarnos de nuestra «enfermedad de las caídas». No defraudemos su confianza. Depositémonos en sus manos tal como él se ha depositado en las nuestras”.

Hasta las tinieblas desciende María y el fruto de su vientre, cuando tienen que refugiarse en la gruta abandonada, cuando tienen que someterse a las órdenes de un gobernador impuesto por potencias extranjeras y abandonar la propia casa. Hasta aquí ha descendido Israel, país pequeño, su patria chica, ocupado durante siglos por países más poderosos. En medio de esa noche oscura nace Jesús, como niño inefable que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Dios ha suscitado del corazón de la noche la aparición luminosa y real de un hombre hijo de Dios, que nos invita a serlo también nosotros: "a los que le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios", que es el fruto  de una Navidad bien celebrada: nacer con Cristo y ser hijos con él  (J. Aldazábal).

Recordemos las palabras del poeta místico: "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén,  mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano" (Angelus Silesius).

San Josemaría Escrivá cuenta: “Se ha promulgado un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. —Como es José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea (Lc 2,1-5). Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! —No hay lugar en la posada: en un establo. —Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre. (Lc 2,7). / Frío. —Pobreza. —Soy un esclavito de José. —¡Qué bueno es José! —Me trata como un padre a su hijo. —¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!...Y le beso —bésale tú—, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Unico, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el Niño...! (…) Los diversos hechos y circunstancias que rodearon el nacimiento del Hijo de Dios acuden a nuestro recuerdo, y la mirada se detiene en la gruta de Belén, en el hogar de Nazareth. María, José, Jesús Niño, ocupan de un modo muy especial el centro de nuestro corazón. ¿Qué nos dice, qué nos enseña la vida a la vez sencilla y admirable de esa Sagrada Familia?

”Entre las muchas consideraciones que podríamos hacer, una sobre todo quiero comentar ahora. El nacimiento de Jesús significa, como refiere la Escritura, la inauguración de la plenitud de los tiempos (Gal 4,4), el momento escogido por Dios para manifestar por entero su amor a los hombres, entregándonos a su propio Hijo. Esa voluntad divina se cumple en medio de las circunstancias más normales y ordinarias: una mujer que da a luz, una familia, una casa. La Omnipotencia divina, el esplendor de Dios, pasan a través de lo humano, se unen a lo humano. Desde entonces los cristianos sabemos que, con la gracia del Señor, podemos y debemos santificar todas las realidades limpias de nuestra vida. No hay situación terrena, por pequeña y corriente que parezca, que no pueda ser ocasión de un encuentro con Cristo y etapa de nuestro caminar hacia el Reino de los cielos”.

Como fruto de esta misa del nacimiento del Señor, de la Navidad, queremos tratar a Jesús con sencillez, con una intimidad que no disminuya, con cariño, una presencia especial, con mucho cariño en los detalles pequeños, sabiendo que allí, nos acompaña el Señor. Y queremos tener una conversación íntima con Él, tener una presencia de Jesús constante, queremos que sea nuestro Rey, que ansía reinar en nuestros corazones de hijos de Dios.  Decirle a una persona: "eres mi Rey", significa decirle que: "estoy a tus órdenes", significa que “tus deseos son órdenes”; significa, que “quiero hacer lo que Tú quieras”...., eso es lo que decimos hoy a Jesús, en su cátedra de Belén, donde es también nuestro médico y se nos muestra en la Eucaristía. Belén es una imagen eucarística, que ahí Jesús nace cada vez que viene sobre el altar y a nuestro corazón. Vamos al médico divino, maestro y amigo, y mostrarnos sin escondernos en el anonimato, y abrir nuestro corazón sin esconder los síntomas, mostrando nuestras debilidades, y mostrándonos sin esta especie de querer escondernos, y dejarle hacer, dejarle que como médico actúe en nuestra alma: “¡Señor!, que me pasa esto”...

Este encuentro sincero, de reconocer nuestras limitaciones, es la oración. Es la oración de esa desnudez espiritual, este ir directamente al Señor; este no tener miedo a sabernos como somos, porque en el fondo se identifica con mostrarnos a nosotros mismos. Decirle: “¡Señor, me pasa esto!”, significa decir: no tengo miedo a reconocerme como soy, porque tenemos esta plenitud de aceptación, saber que el Señor nos quiere como somos, y así nos encontramos muy bien, muy a gusto; por eso, queremos mostrarnos como somos. Es nuestro Maestro, una ciencia que sólo Él posee; dar un amor sin límites a Dios, todos los días.

2. -"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande": Las tinieblas, signo del caos y de la muerte, nos indican la situación de opresión y también de infidelidad del pueblo. La luz, signo de nueva creación y de vida, nos indica la liberación y la restauración. Este paso es motivo del gozo, comparable al de una buena cosecha o al de una victoria sobre los enemigos. La posesión de la tierra y su fecundidad están siempre en el centro de atención del pueblo de Israel.

-"...los quebrantaste como el día de Madián": La liberación y la iluminación es una acción de Dios, que se compara a la victoria de Gedeón sobre los madianitas (Jc 7, 16-23): en medio de la noche, los israelitas con antorchas encendidas y tocando los cuernos ahuyentan a los enemigos. La luz y la palabra liberan en medio de la noche.

-"Porque un niño nos ha nacido...": ¿En qué consiste esta acción de Dios? Aparentemente las palabras del profeta se mueven a nivel de una historia concreta: la continuidad de la dinastía de David. Pero los mismos términos de la profecía se abren en un sentido que va más allá de la historia menuda. Cuatro nombres de uso cortesano definen, en principio, al niño: consejero, guerrero, padre, príncipe. Pero cada uno de ellos va acompañado de un calificativo que lo sitúa en un ámbito y en una amplitud que va más allá de las realidades humanas: "Maravilla de Consejero, Dios guerrero. Padre perpetuo, Príncipe de la paz".

-"... con una paz sin límites sobre el trono de David...": la profecía de Isaías reasume la profecía de Natán, con una insistencia en su perpetuidad que desborda las posibilidades históricas: "por siempre". Su fundamento es el mismo Dios: el celo de Dios, que se puede manifestar en el castigo, se manifestará "desde ahora y por siempre" en el amor por su pueblo a través del Mesías (J. Naspleda).

El salmo nos invita a cantar con los "ángeles de Navidad" que "cantaron aquella noche": "Gloria a Dios, paz a los hombres". Nosotros junto con ellos cantemos también "alegría en el cielo, fiesta en la tierra"... "¡El cielo se alegra, la tierra exulta!" "¡Gloria a Dios!" "¡Adorad a Dios!" "¡El Señor es rey! Que nuestra oración jamás olvide esta actitud. La adoración, el sentimiento de anonadamiento, es el fundamento de todo primer descubrimiento de Dios. Dios es el "totalmente Otro", el trascendente, aquel que supera toda imaginación. Y la revelación de la proximidad de Dios que se hizo "uno de nosotros", que se hizo "niño" en Navidad "no disminuye en nada este sentimiento de adoración: paradójicamente la infinidad de Dios brilla hasta en el exceso de amor que lo hizo nacer en un pesebre de animales" (Noel Quesson).

"Cantad al Señor un cántico nuevo, (...) cantad (...), cantad (...), bendecid (...), proclamad su victoria (...), contad su gloria, sus maravillas (...), aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas, postraos". Así pues, el gesto fundamental ante el Señor rey, que manifiesta su gloria en la historia de la salvación, es el canto de adoración, alabanza y bendición. Estas actitudes deberían estar presentes también en nuestra liturgia diaria y en nuestra oración personal…

3. -"Ha aparecido la gracia de Dios...": La gracia de Dios se ha manifestado ya en JC, pero se manifestará en plenitud cuando vuelva glorioso al fin del mundo. Esta revelación histórica del plan de Dios en la persona de Jesús tiene siempre en el pensamiento de Pablo una finalidad: la salvación de todos los hombres. Por eso congrega a un pueblo que renuncia "a la impiedad y a los deseos mundanos" y vive en la expectativa del cumplimiento de esta salvación universal.

-"Él se entregó por nosotros para rescatarnos...": Dios realiza su plan salvador en la persona de JC, "gran Dios y Salvador nuestro". Así como en la antigua alianza, Dios congregó a un pueblo suyo, ahora Cristo con su muerte sacrificial reúne un nuevo pueblo, liberado del pecado y "dedicado a las buenas obras (J. Naspleda).

Misa del día

Hemos de hacernos sencillos para acoger a Jesús y ser hijos de Dios, entrar en el Portal es hacerse humilde

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al inundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1,1-18).

1. El Evangelio de Juan nos dice: “en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Es un himno solemne que se va elevando en círculos y va bajando, del cielo a la tierra, del principio del mundo hasta el día a día y el final de los tiempos. Luz-tinieblas; Dios-mundo; fe-incredulidad. Juan Bautista-nosotros. -Dios no es un ser lejano. Es un Dios que habla, y su Palabra es entrañablemente cercana. Se ha hecho un niño y ha nacido en Belén. Antes, durante siglos, había hablado por medio de profetas y había enviado Ángeles como mensajeros. Pero ahora nos ha hablado de otra manera: nos ha enviado a su Hijo.

“La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió”. Navidad es algo más que un estado de ánimo de fiesta. En este día, en esta santa  noche, se trata del Niño, del único Niño. Del Hijo de Dios que se hizo hombre, de su  nacimiento. Todo lo demás o vive de ello o bien muere y se convierte en ilusión. Navidad  quiere decir: Él ha llegado, ha hecho clara la noche. Ha hecho de la noche de nuestra  oscuridad, de nuestra ignorancia, de la noche de nuestra angustia y desesperación una  noche de Dios, una santa noche.

“La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al inundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”.

Eso quiere decir Navidad. El momento en que esto  sucedió, realmente y por todos los tiempos, debe seguir siendo realidad, a través de esta  fiesta, en nuestro corazón y en nuestro espíritu. "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén,  mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano" (Angelus Silesius). “Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

2. Isaías nos habla de un pueblo que sufre y será liberado, pero en el fondo nos dice cómo será hermoso Jesús: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»!

Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.

Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios”.

El Salmo proclama: “cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo; el Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

Tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor”. Es la alegría por la Resurrección del Señor, el Reino de Dios,  que comienza en la humildad más grande: “No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre." Venidos desde los confines de la tierra, los Magos conocieron al Niño Dios. Ellos son los primeros, de entre todas las naciones, a quienes se les revela la misericordia divina: la primera epifanía del Unigénito a los gentiles, que nace de una madre Virgen para salvar al mundo. El Amor-fidelidad de Dios llena la tierra.

Se decía que el 25 de diciembre era una fiesta mágica, del sol, y que se había hecho coincidir con la Navidad, pero ahora –explica Ratzinger- se está descubriendo que coincide con la fiesta del Templo que cantan este Salmo, y aunque la Navidad se celebró en un segundo momento, pues primero se centró todo en la Pascua de resurrección, ya san Hipólito de Roma en su comentario al libro de Daniel, escrito aproximadamente en el año 204 habla de que Jesús nació este día del sol, que en aquel tiempo la fiesta de la consagración del templo, instituida por Judas Macabeo en el año 164 a. C. Así, la fecha del nacimiento de Jesús significaría al mismo tiempo que, con él, que amaneció como la luz de Dios en la noche invernal, aconteció verdaderamente una consagración del templo: él es el nuevo Templo, y el nuevo Sol.

Luego, san Francisco de Asís en su Misa de por la noche adornó la fiesta con el Belén, en nochebuena de 1223 en el bosque de Greccio, donde puso también el buey y el asno que conocen a su Señor: Francisco había dicho: «Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» (la mula). En Isaías 1,3 dice: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende». Ante Dios, todos los hombres, judíos y paganos, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les abrió los ojos de modo que, ahora, entienden la voz del dueño, la voz de su Señor. En las figuras medievales de la Navidad llama siempre la atención que las dos bestias tienen rostros casi humanos al encontrarse e inclinarse con reconocimiento y veneración ante el misterio del Niño. Era lógico, pues ambos animales fueron considerados como representantes nuestros… ¿Quién lo reconoció y quién no?¿lo reconocemos realmente? Y seguía Ratzinger: El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no entiende». “El que no lo reconoció fue Herodes, que no entendió nada cuando le contaron acerca del niño, sino que se encegueció aún más por sus ansias de poder y el correspondiente delirio de persecución (Mt 2,3). La que no lo reconoció fue «toda Jerusalén con él». Los que no lo reconocieron fueron los hombres vestidos con refinamiento (Mt 11,8), la gente fina. Los que no entendieron fueron los eruditos, los conocedores de la Biblia, los especialistas en exégesis de la Escritura, que sabían exactamente cuál era el versículo que correspondía, pero, a pesar de ello, no comprendieron nada (Mt 2,6).

Los que sí lo reconocieron —a diferencia de toda esa gente de renombre- fueron «el buey y el asno»: los pastores, los magos, María y José. ¿Es que acaso podía ser de otro modo? En el establo donde está el Niño Jesús no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el asno.

Pero ¿y nosotros? ¿Estamos tan lejos del establo porque somos demasiado finos y sesudos para estar en él? ¿No nos enredamos también nosotros… al punto de quedarnos ciegos para el mismo Niño y no captar nada de él? ¿No estamos también nosotros demasiado en «Jerusalén», en el palacio, afincados en nosotros mismos, en nuestra arrogancia, en nuestra manía persecutoria, como para poder escuchar por la noche la voz de los ángeles, acudir al pesebre y adorar?

Así pues, esta noche los rostros del buey y del asno nos miran con ojos interrogativos: mi pueblo no entiende; ¿entiendes tú la voz de tu Señor? Al colocar en el pesebre estas figuras tan familiares deberíamos pedir a Dios que le regale a nuestro corazón la sencillez que descubre en el niño al Señor, como en su día Francisco en Greccio. Entonces podría sucedemos también a nosotros lo que Celano, siguiendo muy de cerca las palabras de san Lucas sobre los pastores de la primera Nochebuena (Lc 2,20), narra acerca de los que participaron en la Nochebuena de Greccio: «todos retornaron a sus casas colmados de alegría»”.

«Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”. Es lo que dice Orígenes, que continúa: “¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo»”.

3. Hebreos nos cuenta que “en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. El es reflejo de su gloria, impronta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Su Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado»? O: ¿«Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios»”. La palabra hecha carne se convierte en voz que suplica al Padre, en boca de nuestra naturaleza, para gritar a Dios la necesidad que el hombre tiene de salvación Jesús, la suprema y definitiva Palabra que Dios pronuncia, su “plan” para salvarnos, viene hoy al mundo, es nuestro hermano
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Etiquetas: Meditación Misa del Gallo y Misa del Día

Homilía Domingo de Navidad (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 



(Is 52,7-10) ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que anuncia y predica la paz!
(Hb 1,1-6) Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy

(Jn 1,1-18) En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios

 Homilía a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Es Navidad. La Palabra de Dios está en el mundo. Innumerables sentimientos y afectos atravesados de un gozo inmenso se agolpan en los creyentes. Dios se presenta en la atractiva forma de un Niño y en el seno de una familia. Aleluya. Os traigo la buena noticia: os ha nacido el Salvador. Canta la Iglesia en la Solemnidad de hoy.

Por la Encarnación del Hijo de Dios se produjo la unión entre lo divino y lo humano, lo temporal y eterno, la Santidad absoluta y la imperfección humana, proporcionando a toda criatura, desde ese momento, una dignidad de escalofrío. La Omnipotencia de Dios unida a la debilidad humana: Emmanuel, Dios con nosotros y para nosotros, porque para nuestra salvación bajó del Cielo. Sí, "Dios amó tanto al mundo que la ha dado su propio Hijo Unigénito" (Jn 3,16).

Nadie ha hecho tanto por la Humanidad, ni ha elevado la dignidad de toda criatura, ni dado un valor al trabajo, al sufrimiento y a los mil sinsabores y alegrías de esta vida, como la Encarnación del Hijo de Dios. También el cuerpo ha sido santificado. Al ser asumido por el Verbo, ese cuerpo nuestro resucitará un día para que vea la gloria del Creador del Universo.

El Verbo se hizo carne y puso su tienda, su tabernáculo, entre nosotros. Dios está en los sagrarios de nuestras iglesias. La alegría por esta llegada de Dios a la tierra ha de traducirse en una acogida a ese Dios distinta a la que tuvo el año 15 del reinado de Tiberio y que Lucas describe así: "No hubo sitio en el mesón". Cristo debe tener un lugar de privilegio en el mesón de nuestra alma, eliminando los huéspedes que le dificultan el alojamiento: la indiferencia, la ignorancia, la comodidad egoísta...

¡Hagamos el propósito de mostrar al Señor nuestra gratitud acudiendo con la frecuencia que nos sea posible a la Sta Misa, recibiéndole en la Eucaristía y acogiéndole también en quienes nos rodean, porque Él está en cada uno, en los más necesitados.

Hay que hacer un sitio de honor a Dios en nuestra vida. Él no es un huésped extraño, molesto, inoportuno... Es nuestro Padre, nuestro Liberador. Él no llega rodeado del aparato de poder que acompaña a los poderosos, llega como un niño inerme al que es fácil querer, pero también no hacer caso. Llega en la predicación de su Iglesia, en los Sacramentos... Yo, ¿salgo al encuentro del Señor con alegría, abriéndole las puertas de mi corazón o el mesón del alma está abarrotado de preocupaciones, excusas o de una helada indiferencia? ¡Recibamos al Señor que llega con la apertura y el calor que merece Aquel de quien lo hemos recibido todo!

 

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Etiquetas: dios y hombre verdadero, El Verbo es Dios y es Hombre, Homilía Domingo Navidad (A). El Verbo de Dios, Jesus
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