Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

18 marzo 2023

Película de la semana (17 Mar): In Viaggio. Viajando con el Papa Francisco

 (Cfr. www.filmaffinity.com)

 


Título original
In Viaggio
Año
Duración
80 min.
País
Italia Italia
Dirección
Guion
Gianfranco Rosi
Fotografía
Gianfranco Rosi
Reparto
Documental, Intervenciones de:
Compañías
21 Unofilm, Stemal Entertainment, RAI Cinema
Género
Documental | Religión
Sinopsis
Retrato de los viajes del Papa Francisco.
Premios
2022: Festival de Venecia: Sección oficial (fuera de concurso)
Críticas

 

LIBRO DE LA SEMANA (17Mar): Tres meses (Meses a tu lado 3

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

 


Tres meses (Meses a tu lado 3)

Autor/a: Marcús, Joana

La esperada tercera parte de la saga Meses a tu lado de Joana Marcús. CONOCER A UNA PERSONA TE PUEDE CAMBIAR LA VIDA Jack Ross no creía en el compromiso, y hasta ahora no le había...
978-84-18798-84-9 / MONTENA
17,95€
(17,26€ sin IVA) 
 
 

Sinopsis

Ficha Técnica

Materias:
Relatos románticos y de relaciones interpersonales (infantil/juvenil)
Editorial:
MONTENA
Colección:
Meses a tu lado
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
Autor/a: :
Marcús, Joana
ISBN:
978-84-18798-84-9
EAN:
9788418798849
Dimensiones:
215 x 140 mm.
Peso:
378 gramos
Nº páginas:
384
Fecha publicación :
09-03-2023
Más sobre el autor

Marcús, Joana

Joana Marcús (Mallorca, 2000). Actualment estudia Psicologia i viu amb la seva família en un petit poble de l'illa. Es va iniciar com a escriptora a Wattpad, on les seves novel·les han obtingut diversos reconeixements i premis

Extracto de una entrevista al Papa

 (Cfr www.almudi.org)

 


Casa Santa Marta, la residencia donde vive Francisco. Las puertas se abren para RSI, radio y televisión suiza en lengua italiana, para una entrevista con el Papa dedicada a los diez años de pontificado

Santo Padre, en estos diez años, ¿cuánto ha cambiado?

Soy viejo. Tengo menos resistencia física, la lesión de rodilla fue una humillación física, aunque ahora se está curando bien.

¿Le ha afectado ir en silla de ruedas?

Me daba un poco de vergüenza.

Muchos le describen como el Papa de los últimos. ¿Se siente así?

Es verdad que tengo preferencia por los descartados, pero eso no significa que descarte a los demás. Los pobres son los preferidos de Jesús. Pero Jesús no despide a los ricos.

Jesús pide que traigan a cualquiera a su mesa. ¿Qué significa esto?

Significa que nadie queda excluido. Cuando los de la fiesta no vinieron, les dijo que fueran al cruce de caminos y llamaran a todos, a los enfermos, a los buenos y a los malos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres, a todos. No debemos olvidar esto: la Iglesia no es una casa para algunos, no es selectiva. El santo pueblo fiel de Dios es eso: todos.

¿Por qué algunas personas se sienten excluidas de la Iglesia por sus condiciones de vida?

El pecado siempre está ahí. Hay hombres de Iglesia, mujeres de Iglesia, que se distancian. Y eso es como la vanidad del mundo, sentirse más justo que los demás, pero no está bien. Todos somos pecadores. A la hora de la verdad pon tu verdad sobre la mesa y verás que eres un pecador.

¿Cómo se imagina la hora de la verdad, el más allá?

No me lo imagino. No sé cómo será. Sólo le pido a la Virgen que esté conmigo.

¿Por qué eligió vivir en Santa Marta?

Dos días después de la elección fui a tomar posesión del palacio apostólico. No es tan lujoso. Está bien hecho, pero es enorme. La sensación que tuve fue como la de un embudo al revés. Psicológicamente no puedo soportarlo. Por casualidad pasé por delante de la habitación donde vivo. Y dije: “Me alojo aquí”. Es un hotel, viven cuarenta personas que trabajan en la curia. Y viene gente de todas partes.

¿Echa algo de menos de su vida anterior?

Pasear, ir por la calle. Solía caminar mucho. Usaba el metro, el autobús, siempre con gente.

¿Qué piensa de Europa?

Ahora mismo tiene tantos políticos, jefes de gobierno o jóvenes ministros. Siempre les digo: hablen entre ustedes. Aquél es de izquierda, tú eres de derecha, pero los dos son jóvenes, hablen. Es el momento del diálogo entre los jóvenes.

¿Qué trae un Papa casi del fin del mundo?

Me acuerdo de algo que escribió la filósofa argentina Amelia Podetti: la realidad se ve mejor desde los extremos que desde el centro. Desde la distancia se comprende la universalidad. Es un principio social, filosófico y político.

¿Qué recuerda de los meses de encierro, de su oración solitaria en la plaza de San Pedro?

Llovía y no había gente. Sentí que el Señor estaba allí. Era algo que el Señor quería hacernos comprender la tragedia, la soledad, la oscuridad, la peste.

Hay varias guerras en el mundo. ¿Por qué es difícil entender el drama?

En poco más de cien años ha habido tres guerras mundiales: la del 14-18, la del 39-45 y ésta, que es una guerra mundial. Empezó a trozos y ahora nadie puede decir que no sea mundial. Todas las grandes potencias están implicadas en ella. El campo de batalla es Ucrania. Todo el mundo lucha allí. Esto me hace pensar en la industria armamentística. Un técnico me dijo: si durante un año no se fabricaran armas, se resolvería el problema del hambre en el mundo. Es un mercado. Se hacen guerras, se venden armas viejas, se prueban otras nuevas.

Antes del conflicto en Ucrania se reunió varias veces con Putin. Si se reuniera con él hoy, ¿qué le diría?

Le hablaría con la misma claridad con la que hablo en público. Es un hombre educado. El segundo día de la guerra fui a la embajada rusa en la Santa Sede para decir que estaba dispuesto a ir a Moscú si Putin me dejaba una ventana para negociar. Lavrov me escribió dándome las gracias, pero no era el momento. Putin sabe que estoy disponible. Pero allí hay intereses imperiales, no sólo del imperio ruso, sino de imperios de otros lugares. Precisamente del imperio es poner a las naciones en segundo lugar.

¿Qué otras guerras considera más cercanas?

El conflicto de Yemen, Siria, los pobres Rohingya de Myanmar. ¿Por qué este sufrimiento? Las guerras duelen. No hay espíritu de Dios. No creo en las guerras santas.

Usted habla a menudo de murmuración. ¿Por qué?

La murmuración destruye la convivencia, la familia. Es una enfermedad oculta. Es la peste.

¿Cómo han sido los diez años de Benedicto XVI en Mater Ecclesiæ?

Bien, es un hombre de Dios, le quiero mucho. La última vez que lo vi fue en Navidad. Apenas podía hablar. Hablaba bajo, bajo. Necesitaban traducir sus palabras. Estaba lúcido. Hacía preguntas: ¿cómo es esto? ¿Y ese problema de ahí? Estaba al día de todo. Era un placer hablar con él. Le pedía opiniones. Daba su opinión, pero siempre equilibrada, positiva, un hombre sabio. La última vez, sin embargo, se veía que estaba al final.

Las exequias fúnebres fueron sobrias. ¿Por qué?

Los ceremonieros se habían “roto la cabeza” para hacer el funeral de un Papa no reinante. Era difícil marcar la diferencia. Entonces les dije que estudiaran la ceremonia de los funerales de los futuros Papas, de todos los Papas. Están estudiando y también simplificando un poco las cosas, quitando las cosas que litúrgicamente no van.

El Papa Benedicto abrió el camino a la renuncia. Usted ha dicho que es una posibilidad pero que de momento no la contempla. ¿Qué podría llevarle a dimitir en el futuro?

Un cansancio que no te hace ver las cosas con claridad. Una falta de claridad, de saber valorar las situaciones. Quizá también un problema físico. Siempre pregunto sobre esto y me dejo aconsejar. ¿Cómo van las cosas? ¿Te parece que debo?... A gente que me conoce, incluso a algunos cardenales inteligentes. Y me dicen la verdad: va bien. Pero, por favor: grite a tiempo.

Cuando se despide, pide a todos que recen por Usted. ¿Por qué?

Estoy seguro de que todo el mundo reza. A los no creyentes les digo: recen por mí y si no rezan envíenme buenas ondas. Un amigo ateo me escribe: ... te mando buenas ondas. Es una forma pagana de rezar, pero es amar. Y amar a otro es una oración.

Paolo Rodari en www.rsi.ch

Meditación 4º Domingo Cuaresma (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

La alegría en la cruz

«Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Respondió Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino que aso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó el lodo en sus ojos y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé, que significa enviado. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? Unos decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece. El decía: Soy yo. Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te abrieron los ojos? El respondió: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate. Entonces fui, me lavé y comencé a ver. Le dijeron: ¿Dónde está ése? El respondió: No lo sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. Y le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. El les respondió: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no es de Dios, ya que no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales prodigios? Y había división entre ellos. Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, puesto que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo del que decís que ha nacido ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve? Respondió sus padres: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí mismo. Sus padres dijeron esto pues temían a los judíos, porque ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él. Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. El les contestó: Si es un pecador yo no lo sé. Sólo sé una cosa, que siendo ciego, ahora veo. Entonces le dijeron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Les respondió: Y a os lo dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos le insultaron y le dijeron: Tú serás discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es. Aquel hombre les respondió: Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis de dónde es y que me abriera los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada. Ellos respondieron: Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros? Y lo echaron fuera. Oyó Jesús que lo había echado fuera, y encontrándose con él le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? El respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Lo has visto; el que habla contigo, ése es. Y él exclamó: Creo, Señor. Y se postró ante él. Dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos. Oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con él y dijeron: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? Les dijo Jesús: si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora decís: Vemos; por eso vuestro pecado permanece.» (Jn 9, 1-41)

I. Alégrate, Jerusalén; alegraos con ella todos los que la amáis, gozaos de su alegría..., rezamos en la Antífona de entrada de la Misa: Laetare, Ierusalem...

La alegría es una característica esencial del cristiano, y la Iglesia no deja de recordárnoslo en este tiempo litúrgico para que no olvidemos que debe estar presente en todos los momentos de nuestra vida. Existe una alegría que se pone de relieve en la esperanza del Adviento, otra viva y radiante en el tiempo de Navidad; más tarde, la alegría de estar junto a Cristo resucitado; hoy, ya avanzada la Cuaresma, meditamos la alegría de la Cruz. Es siempre el mismo gozo de estar junto a Cristo: «sólo de Él, cada uno de nosotros puede decir con plena verdad, junto con San Pablo: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20). De ahí debe partir vuestra alegría más profunda, de ahí ha de venir también vuestra fuerza y vuestro sostén. Si vosotros, por desgracia, debéis encontrar amarguras, padecer sufrimientos, experimentar incomprensiones y hasta caer en pecado, que rápidamente vuestro pensamiento se dirija hacia Aquel que os ama siempre y que con su amor ilimitado, como de Dios, hace superar toda prueba, llena todos nuestros vacíos, perdona todos nuestros pecados y empuja con entusiasmo hacia un camino nuevamente seguro y alegre».

Este domingo es tradicionalmente conocido con el nombre de Domingo "Laetare", por la primera palabra de la Antífona de entrada. La severidad de la liturgia cuaresmal se ve interrumpida en este domingo que nos habla de alegría. Hoy está permitido que -si se dispone de ellos- los ornamentos del sacerdote sean color rosa en vez de morados, y que pueda adornarse el altar con flores, cosa que no se hace los demás días de Cuaresma.

La Iglesia quiere recordarnos así que la alegría es perfectamente compatible con la mortificación y el dolor. Lo que se opone a la alegría es la tristeza, no la penitencia. Viviendo con hondura este tiempo litúrgico que lleva hacia la Pasión -y por tanto hacia el dolor-, comprendemos que acercarnos a la Cruz significa también que el momento de nuestra Redención se acerca, está cada vez más próximo, y por eso la Iglesia y cada uno de sus hijos se llenan de alegría: Laetare, alégrate, Jerusalén, y alegraos con ella todos los que la amáis .

La mortificación que estaremos viviendo estos días no debe ensombrecer nuestra alegría interior, sino todo lo contrario: debe hacerla crecer, porque nuestra Redención se acerca, el derroche de amor por los hombres que es la Pasión se aproxima, el gozo de la Pascua es inminente. Por eso queremos estar muy unidos al Señor, para que también en nuestra vida se repita, una vez más, el mismo proceso: llegar, por su Pasión y su Cruz, ala gloria y a la alegría de su Resurrección.

II. Alegraos siempre en el Señor, otra vez os digo: alegraos. Con una alegría que es equivalente a felicidad, a gozo interior, y que lógicamente también se manifiesta en el exterior de la persona.

«Como es sabido, existen diversos grados de esta "felicidad". Su expresión más noble es la alegría o "felicidad" en sentido estricto, cuando el hombre, a nivel de sus facultades superiores, encuentra la satisfacción en la posesión de un bien conocido y amado (...). Con mayor razón conoce la alegría y felicidad espiritual cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable». Y continúa diciendo Pablo VI: «La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen: es espiritual. El dinero, el "confort", la higiene, la seguridad material, no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza, forman parte, por desgracia, de la vida de muchos».

El cristiano entiende perfectamente estas ideas expresadas por el Romano Pontífice. Y sabe que la alegría surge de un corazón que se siente amado por Dios y que a su vez ama con locura al Señor. Un corazón que se esfuerza además para que ese amor a Dios se traduzca en obras, porque sabe -con el refrán castellano- que «obras son amores y no buenas razones». Un corazón que está en unión y en paz con Dios, pues, aunque se sabe pecador, acude a la fuente del perdón: Cristo en el sacramento de la Penitencia.

Al ofrecerte, Señor, en la celebración gozosa del domingo, los dones que nos traen la salvación, te rogamos nos ayudes... Los sufrimientos y las tribulaciones acompañan a todo hombre en la tierra, pero el sufrimiento, por sí solo, no transforma ni purifica; incluso puede ser causa de rebeldía y de desamor. Algunos cristianos se separan del Maestro cuando llegan hasta la Cruz, porque ellos esperan la felicidad puramente humana, libre de dolor y acompañada de bienes naturales.

El Señor nos pide que perdamos el miedo al dolor, a las tribulaciones, y nos unamos a Él, que nos espera en la Cruz. Nuestra alma quedará más purificada, nuestro amor más firme. Entonces comprenderemos que la alegría está muy cerca de la Cruz. Es más, que nunca seremos felices si no nos unimos a Cristo en la Cruz, y que nunca sabremos amar si a la vez no amamos el sacrificio. Esas tribulaciones, que con la sola razón parecen injustas y sin sentido, son necesarias para nuestra santidad personal y para la salvación de muchas almas. En el misterio de la corredención, nuestro dolor, unido a los sufrimientos de Cristo, adquiere un valor incomparable para toda la Iglesia y para la humanidad entera. El Señor nos hacer ver, si acudimos a Él con humildad, que todo -incluso aquello que tiene menos explicación humana- concurre para el bien de los que aman a Dios. El dolor, cuando se le da su sentido, cuando sirve para amar más, produce una íntima paz y una profunda alegría. Por eso, el Señor en muchas ocasiones bendice con la Cruz.

Así hemos de recorrer «el camino de la entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma».

III. El cristiano se da a Dios y a los demás, se mortifica y se exige, soporta las contrariedades... y todo eso lo hace con alegría, porque entiende que esas cosas pierden mucho de su valor si las hace a regañadientes: Dios ama al que da con alegría. No nos tiene que sorprender que la mortificación y la penitencia nos cuesten; lo importante es que sepamos encaminarnos hacia ellas con decisión, con la alegría de agradar a Dios, que nos ve. «"¿Contento?" -Me dejó pensativo la pregunta.

»-No se han inventado todavía las palabras, para expresar todo lo que se siente -en el corazón y en la voluntad- al saberse hijo de Dios». Quien se siente hijo de Dios, es lógico que experimente ese gozo interior.

La experiencia que nos transmiten los santos es unánime en este sentido. Bastaría recordar la confidencia que hace el apóstol San Pablo a los de Corinto: ... estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones. Y conviene recordar que la vida de San Pablo no fue fácil ni cómoda: Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces fui azotado con varas; una vez fui lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé náufrago en alta mar; en mis frecuentes viajes sufrí peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas, frecuentes vigilias, con hambre y sed, en frecuentes ayunos, con frío y desnudez. Pues bien, con todo lo que acaba de enumerar, San Pablo es veraz cuando nos dice: estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones. Tenemos cerca la Semana Santa y la Pascua, y por tanto el perdón, la misericordia, la compasión divina, la sobreabundancia de la gracia. Unas jornadas más, y el misterio de nuestra salud quedará consumado. Si alguna vez hemos tenido miedo a la penitencia, a la expiación, llenémonos de valor, pensando en que el tiempo es breve y el premio grande, sin proporción con la pequeñez de nuestro esfuerzo. Sigamos con alegría a Jesús, hasta Jerusalén, hasta el Calvario, hasta la Cruz. Además, «¿no es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales?».

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.


Homilía Domingo 4º Cuaresma (A)

 (Cfr. www.almudi.org)

 


(Sam 16,1.6-7.10-13) "El hombre ve lo que aparece, pero Dios ve el corazón"
(Ef 5,8-14) "Andad como hijos de la luz"
(Jn 9,1-41) "Se lavó, y volvió con vista"

Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en la parroquia de San Sabas (29-III-1981)


--- Vocación cristiana universal. La divinidad de Jesús

¡El Señor es mi Pastor, nada me falta! (Sal 22(23),1).

El Salmo reponsorial del IV domingo de Cuaresma dirige nuestras almas hacia el misterio pascual en el que Cristo se revela realmente como Pastor que ofrece la vida por las ovejas (cfr. Jn 10,11-15). La imagen que emerge del Salmo 22 es una preparación de la figura que Cristo mismo ha delineado con la parábola del Buen Pastor. Evidentemente, el Salmo refleja una mentalidad oriental y se expresa con modalidades típicas del contexto histórico judío y, por esto, requeriría una esmerada exégesis. Sin embargo, su mensaje es fácilmente comprensible: Jesús, el Verbo Divino, se encarnó precisamente para conducir las almas a la verdad: “En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas”.

Jesús vino para alentarnos en el camino de la vida, para guiarnos en el camino justo de la salvación, para prepararnos la mesa de la gracia, para darnos la alegría de la certeza. Jesús está con nosotros todos los días de nuestra existencia: la fe en Él nos da seguridad y valentía, aún cuando a veces tengamos que caminar en un valle oscuro... ¡A pesar de las penas y de los contrastes de la vida, a pesar de las situaciones sociales y públicas que a veces pueden llegar a ser dramáticas, no perdáis la confianza en Cristo Buen Pastor, Redentor de nuestras almas, Salvador de la humanidad!

Cristo es precisamente el Pastor Eterno de toda la humanidad porque en Él todos nosotros hemos sido elegidos por el Padre como hijos adoptivos. Y por medio de su obra redentora hemos sido unidos al Espíritu Santo, de manera que participamos así también de la misión de Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey” (cfr. LG 31). Hacia estos pensamientos nos orienta la primera lectura del libro de Samuel, que narra la elección y la unción del futuro rey David por parte del Profeta.

Del relato del episodio histórico resulta que en el Antiguo Testamento sólo algunos eran elegidos por el Altísimo para la realización de sus designios. En este caso, uno sólo de los siete hijos de Jesé fue elegido y consagrado Rey de Israel. En cambio, la revelación de Cristo y la enseñanza perenne de la Iglesia afirman que, en el Nuevo Testamento, la elección es universal: toda la humanidad y, por esto, cada uno de los hombres es llamado y elegido en Cristo para participar en la misma vida divina mediante la gracia. ¡Así pues sentios dichosos y estad agradecidos por haber no sólo conocido estas realidades divinas, sino por haber recibido la unción y la consagración mediante el bautismo y la confirmación!

Sin embargo, el pensamiento sobre el que pone con más fuerza el acento la liturgia de hoy es que Cristo es el Pastor de nuestras almas en cuanto nos abre los ojos para ver la luz de Dios.

El relato de la curación del ciego de nacimiento, como nos lo presenta el evangelista Juan, es ciertamente una de las páginas más espléndidas del Evangelio. Jesús realizó el llamativo milagro de la curación del ciego de nacimiento para demostrar su divinidad y la consiguiente necesidad de acoger su Persona y su mensaje.

El ciego, una vez curado, no sabe todavía quién es Jesús, pero lo intuye, y contra la incredulidad de los judíos y el temor de sus mismos padres, afirma: “Jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Cuando después Jesús le dice claramente que es el “Hijo del Hombre”, esto es, el Mesías, el Hijo de Dios, el ciego curado no tiene duda alguna e inmediatamente hace su profesión de fe: “Creo, Señor”.

He aquí, pues el significado inmediato del milagro realizado por Jesús: Él es verdaderamente Dios el cual, como pudo dar enseguida la vida a un ciego, mucho más puede dar la vista al alma, puede abrir los ojos interiores para que conozcan las verdades supremas que se refieren a la naturaleza de Dios y al destino del hombre. Por esto la curación física del ciego, que luego es causa de su fe, se convierte en un símbolo de la conversión espiritual. De este modo, Jesús vuelve a confirmar: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

--- Firmeza en la fe. Formación

De la meditación de las lecturas de la liturgia de hoy debemos sacar ahora alguna conclusión práctica, que pueda servir en el camino ulterior de vuestra vida personal.

Ante todo, tened siempre un profundo sentido de responsabilidad sobre vuestra fe cristiana. El relato evangélico nos hace comprender cuán preciosa es la vista a los ojos, pero cuánto más preciosa es aún la luz de la fe. Pero sabemos que esta fe exige firmeza y fortaleza, porque está siempre insidiada. Frente a la luz de Cristo, hay siempre una actitud de abierta hostilidad, o de rechazo y de indiferencia, o también de crítica injusta y parcial.

Sentios responsables de vuestra fe en la sociedad moderna en la que debéis vivir, cada uno en su puesto de vida y de trabajo, cada uno en el ámbito de sus relaciones de familia y de profesión. Y por esto, profundizad cada vez más en ella, con una catequesis sana, completa, metódica. ¡Conocer mejor la propia fe significa estimarla más, vivirla más intensamente, irradiarla con más eficaz testimonio!

--- Frecuencia de sacramentos y moralidad

Una segunda consecuencia práctica se puede sacar de la Carta de San Pablo.

"En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz” (Ef 5,8). La exortación de San Pablo es siempre actual: “Buscad lo que agrada al Señor”. “No toméis parte en las obras estériles de las tinieblas” (Ef 5,10-11).

¡Sed luz también vosotros en vuestra parroquia, en vuestra ciudad, en vuestra patria! Sed luz con la frecuencia asidua y convencida a la Santa Misa...; sed luz eliminando escrupulosamente las palabras soeces, la blasfemia, la lectura de diarios y revistas pornográficas, la visión de espectáculos negativos; sed luz con el ejemplo continuo de vuestra bondad y de vuestra fidelidad en todo lugar, pero especialmente en el ambiente privilegiado de la familia, recordando que “toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz”.

¡Estemos dispuestos a seguir a Cristo por los caminos que Él nos indica, también mediante la enseñanza de la Iglesia que Él ha instituido!

¡Estemos dispuestos a sacar fuerza de las fuentes de la gracia, que Él nos abre en la Iglesia mediante los sacramentos de la fe: Penitencia y Eucaristía!

Y, finalmente, ¡estemos dispuestos a buscar en Él el apoyo en todas las dificultades de nuestra vida y de nuestra conciencia! ¡No nos separemos nunca de Él! ¡Él es la luz del mundo!



13 marzo 2023

PELICULA DE LA SEMANA (10 Mar): El Hijo

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Votación
5,9
260
Relacionada con:
El padre
Título original
The Son
Año
Duración
123 min.
País
Reino Unido Reino Unido
Dirección
Guion
Florian Zeller, Christopher Hampton. Obra: Florian Zeller
Música
Hans Zimmer
Fotografía
Ben Smithard
Reparto
Compañías
Coproducción Reino Unido-Francia;
Embankment Films, Film4 Productions, See-Saw Films, Ciné@, Ingenious Media, Orange Studio
Género
Drama | Familia
Grupos
Adaptaciones de Florian Zeller
Sinopsis
La ajetreada vida de Peter junto a su nueva pareja Emma y su bebé se convierte en un caos cuando su ex esposa Kate reaparece con su hijo adolescente, Nicholas, un chico problemático con el que es difícil comunicarse, por agresivo y distante, y que acaba de abandonar la escuela.
Premios
2022: Globos de Oro: Nominada a Mejor actor drama (Jackman)
2022: Festival de Venecia: Sección oficial a concurso
2022: Satellite Awards: Nominada a Mejor actor drama (Hugh Jackman)
Críticas

LIBRO DE LA SEMANA (10 Mar): El latido del mar

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

 


Le arrebataron a su familia. Ahora él amenazará su imperio. Una aventura épica durante la guerra por el dominio del Mediterráneo y los últimos años de las cruzadas. Blanca, una h...
978-84-08-26924-3 / Editorial Planeta
22,90€
(22,02€ sin IVA) 
 
 

Sinopsis

Ficha Técnica

Materias:
Ficción de guerra y combate | Aventura | Mar Mediterráneo | Sicilia | Ficción histórica
Editorial:
Editorial Planeta
Colección:
Autores Españoles e Iberoamericanos
Encuadernación:
Cartoné
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
Autor/a: :
Molist, Jorge
ISBN:
978-84-08-26924-3
EAN:
9788408269243
Dimensiones:
230 x 150 mm.
Peso:
836 gramos
Nº páginas:
624
Fecha publicación :
01-03-2023
Más sobre el autor

Molist, Jorge

Extracto de una entrevista al Papa

 (Cfr. www.almudi.org)


Casa Santa Marta, la residencia donde vive Francisco. Las puertas se abren para RSI, radio y televisión suiza en lengua italiana, para una entrevista con el Papa dedicada a los diez años de pontificado

Santo Padre, en estos diez años, ¿cuánto ha cambiado?

Soy viejo. Tengo menos resistencia física, la lesión de rodilla fue una humillación física, aunque ahora se está curando bien.

¿Le ha afectado ir en silla de ruedas?

Me daba un poco de vergüenza.

Muchos le describen como el Papa de los últimos. ¿Se siente así?

Es verdad que tengo preferencia por los descartados, pero eso no significa que descarte a los demás. Los pobres son los preferidos de Jesús. Pero Jesús no despide a los ricos.

Jesús pide que traigan a cualquiera a su mesa. ¿Qué significa esto?

Significa que nadie queda excluido. Cuando los de la fiesta no vinieron, les dijo que fueran al cruce de caminos y llamaran a todos, a los enfermos, a los buenos y a los malos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres, a todos. No debemos olvidar esto: la Iglesia no es una casa para algunos, no es selectiva. El santo pueblo fiel de Dios es eso: todos.

¿Por qué algunas personas se sienten excluidas de la Iglesia por sus condiciones de vida?

El pecado siempre está ahí. Hay hombres de Iglesia, mujeres de Iglesia, que se distancian. Y eso es como la vanidad del mundo, sentirse más justo que los demás, pero no está bien. Todos somos pecadores. A la hora de la verdad pon tu verdad sobre la mesa y verás que eres un pecador.

¿Cómo se imagina la hora de la verdad, el más allá?

No me lo imagino. No sé cómo será. Sólo le pido a la Virgen que esté conmigo.

¿Por qué eligió vivir en Santa Marta?

Dos días después de la elección fui a tomar posesión del palacio apostólico. No es tan lujoso. Está bien hecho, pero es enorme. La sensación que tuve fue como la de un embudo al revés. Psicológicamente no puedo soportarlo. Por casualidad pasé por delante de la habitación donde vivo. Y dije: “Me alojo aquí”. Es un hotel, viven cuarenta personas que trabajan en la curia. Y viene gente de todas partes.

¿Echa algo de menos de su vida anterior?

Pasear, ir por la calle. Solía caminar mucho. Usaba el metro, el autobús, siempre con gente.

¿Qué piensa de Europa?

Ahora mismo tiene tantos políticos, jefes de gobierno o jóvenes ministros. Siempre les digo: hablen entre ustedes. Aquél es de izquierda, tú eres de derecha, pero los dos son jóvenes, hablen. Es el momento del diálogo entre los jóvenes.

¿Qué trae un Papa casi del fin del mundo?

Me acuerdo de algo que escribió la filósofa argentina Amelia Podetti: la realidad se ve mejor desde los extremos que desde el centro. Desde la distancia se comprende la universalidad. Es un principio social, filosófico y político.

¿Qué recuerda de los meses de encierro, de su oración solitaria en la plaza de San Pedro?

Llovía y no había gente. Sentí que el Señor estaba allí. Era algo que el Señor quería hacernos comprender la tragedia, la soledad, la oscuridad, la peste.

Hay varias guerras en el mundo. ¿Por qué es difícil entender el drama?

En poco más de cien años ha habido tres guerras mundiales: la del 14-18, la del 39-45 y ésta, que es una guerra mundial. Empezó a trozos y ahora nadie puede decir que no sea mundial. Todas las grandes potencias están implicadas en ella. El campo de batalla es Ucrania. Todo el mundo lucha allí. Esto me hace pensar en la industria armamentística. Un técnico me dijo: si durante un año no se fabricaran armas, se resolvería el problema del hambre en el mundo. Es un mercado. Se hacen guerras, se venden armas viejas, se prueban otras nuevas.

Antes del conflicto en Ucrania se reunió varias veces con Putin. Si se reuniera con él hoy, ¿qué le diría?

Le hablaría con la misma claridad con la que hablo en público. Es un hombre educado. El segundo día de la guerra fui a la embajada rusa en la Santa Sede para decir que estaba dispuesto a ir a Moscú si Putin me dejaba una ventana para negociar. Lavrov me escribió dándome las gracias, pero no era el momento. Putin sabe que estoy disponible. Pero allí hay intereses imperiales, no sólo del imperio ruso, sino de imperios de otros lugares. Precisamente del imperio es poner a las naciones en segundo lugar.

¿Qué otras guerras considera más cercanas?

El conflicto de Yemen, Siria, los pobres Rohingya de Myanmar. ¿Por qué este sufrimiento? Las guerras duelen. No hay espíritu de Dios. No creo en las guerras santas.

Usted habla a menudo de murmuración. ¿Por qué?

La murmuración destruye la convivencia, la familia. Es una enfermedad oculta. Es la peste.

¿Cómo han sido los diez años de Benedicto XVI en Mater Ecclesiæ?

Bien, es un hombre de Dios, le quiero mucho. La última vez que lo vi fue en Navidad. Apenas podía hablar. Hablaba bajo, bajo. Necesitaban traducir sus palabras. Estaba lúcido. Hacía preguntas: ¿cómo es esto? ¿Y ese problema de ahí? Estaba al día de todo. Era un placer hablar con él. Le pedía opiniones. Daba su opinión, pero siempre equilibrada, positiva, un hombre sabio. La última vez, sin embargo, se veía que estaba al final.

Las exequias fúnebres fueron sobrias. ¿Por qué?

Los ceremonieros se habían “roto la cabeza” para hacer el funeral de un Papa no reinante. Era difícil marcar la diferencia. Entonces les dije que estudiaran la ceremonia de los funerales de los futuros Papas, de todos los Papas. Están estudiando y también simplificando un poco las cosas, quitando las cosas que litúrgicamente no van.

El Papa Benedicto abrió el camino a la renuncia. Usted ha dicho que es una posibilidad pero que de momento no la contempla. ¿Qué podría llevarle a dimitir en el futuro?

Un cansancio que no te hace ver las cosas con claridad. Una falta de claridad, de saber valorar las situaciones. Quizá también un problema físico. Siempre pregunto sobre esto y me dejo aconsejar. ¿Cómo van las cosas? ¿Te parece que debo?... A gente que me conoce, incluso a algunos cardenales inteligentes. Y me dicen la verdad: va bien. Pero, por favor: grite a tiempo.

Cuando se despide, pide a todos que recen por Usted. ¿Por qué?

Estoy seguro de que todo el mundo reza. A los no creyentes les digo: recen por mí y si no rezan envíenme buenas ondas. Un amigo ateo me escribe: ... te mando buenas ondas. Es una forma pagana de rezar, pero es amar. Y amar a otro es una oración.

Paolo Rodari en www.rsi.ch