Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

22 octubre 2021

Homilía Domingo 30º t.o. (B)

 (Cfr. www.almudi.org)



 

 Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

"He sido enviado... a dar la vista a los ciegos"

Jr 31,7-9: "Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos"
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6: "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres"
Hb 5,1-6: "Tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec"
Mc 10,46-52: "Maestro, haz que pueda ver"

Jeremías invita en nombre de Dios a celebrar gozosamente el retorno de los desterrados. Será completo, alcanzará a todos, incluso a los que padezcan algo. Se entusiasma el Señor ensalzando por boca de su profeta el número de los que vuelven: "¡Una gran multitud retorna!" Al contraponer cómo salieron, "llorando" y cómo regresan, "entre consuelos", Yavé se ofrece para ser su custodio en el desierto para que no les falte de nada.

Es la primera vez que una persona corriente (no un endemoniado) proclama la mesianidad de Jesús. A Jesús no le molesta; son otros los que quieren que se calle. La pregunta que Jesús hace al ciego: ¿Qué quieres que haga por ti?, está redactada en los mismos términos que la que hizo a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, cuando le pidieron algo muy distinto. Para san Marcos el seguimiento es más importante que la curación en sí misma.

La manifestación pública de la fe no suele encontrar muchos adeptos. Varias pueden ser las causas: desde la más estricta reserva de la privacidad personal, hasta el principio de que la religiosidad pertenece al ámbito íntimo y no comunicable. Cuando alguien tiene serias convicciones, no las esconde.

— Confianza de los que se acercan a Jesús:

"Con mucha frecuencia, en los Evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole  «Señor». Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación. Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús. En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración:  «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana:  «¡Es el Señor!» (Jn 21,7)" (448).

— Invocar el Nombre de Jesús:

"Esta invocación de fe bien sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente. La formulación más habitual, transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación:  «Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ¡ten piedad de nosotros, pecadores!» Conjuga el himno cristológico de Flp 2,6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego. Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador" (2667).

— "La confianza filial se pone a prueba cuando tenemos el sentimiento de no ser siempre escuchados. El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración al deseo del Espíritu" (2756).

— "Ven a Dios los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo tiene ojos, pero algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha dejado de lucir, sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios ojos. De la misma manera tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados y malas acciones" (San Teófilo de Antioquía, Lib 1,2-7).

A Bartimeo no le curaron sus gritos sino la fe en Jesús; grita el nombre de Jesús y termina siguiéndole.

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