(Cfr. www.almudi.org)
El Papa en la catequesis de hoy: la sabiduría de los ancianos, antídoto contra el desencanto
Catequesis del Santo Padre en español
Para ecucharla y verla. pincha aquí: https://youtu.be/fOgNwiPNL9M
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducida al español
En nuestra reflexión sobre la vejez
−seguimos reflexionando sobre la vejez−, hoy nos confrontamos con el
Libro del Eclesiastés o Qohelet, otra joya que encontramos en la Biblia.
En una primera lectura este breve libro impresiona y deja desconcertado
por su famoso estribillo: «Todo es vanidad», todo es vanidad:
el estribillo que va y viene; todo es vanidad, todo es “niebla”, todo es
“humo”, todo está “vacío”. Sorprende encontrar estas expresiones, que
cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura.
En realidad, la oscilación continua de Qohelet entre el sentido y el
sinsentido es la representación irónica de un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, de la que el juicio de Dios es garante. Y la conclusión del Libro indica el camino para salir de la prueba: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal» (12,13). Ese es el consejo para resolver este problema.
Ante una realidad que, en ciertos
momentos, nos parece acoger todos los contrarios, reservándoles el mismo
destino, que es el de acabar en la nada, el camino de la indiferencia
puede parecernos también el único remedio para una dolorosa desilusión.
Preguntas como estas surgen en nosotros: ¿Acaso nuestros esfuerzos han
cambiado el mundo? ¿Acaso alguien es capaz de hacer valer la diferencia
entre lo justo y lo injusto? Parece que todo eso es inútil: ¿por qué
hacer tantos esfuerzos?
Es una especie de intuición negativa que
puede presentarse en cada etapa de la vida, pero no cabe duda de que la
vejez hace casi inevitable ese encuentro con el desencanto. El
desencanto, en la vejez, viene. Y por tanto, la resistencia de la vejez a los efectos desmoralizantes de ese desencanto es decisiva: si los ancianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la fe.
Y para el mundo contemporáneo se ha vuelto crucial el paso a través de
esta crisis, crisis saludable, ¿por qué? Porque una cultura que presume
de medir todo y manipular todo termina por producir también una
desmoralización colectiva del sentido, una desmoralización del amor, una
desmoralización también del bien.
Esa desmoralización nos quita el deseo
de hacer. Una presunta “verdad”, que se limita a sondear el mundo,
sondea también su indiferencia hacia los opuestos y los entrega, sin
redención, al fluir del tiempo y al destino de la nada. De esa forma
−revestida de cientificidad, pero también muy insensible y muy amoral−
la búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse
totalmente de la pasión por la justicia. Ya no cree en su destino, en su
promesa, en su redención.
Para nuestra cultura moderna, que al
conocimiento exacto de las cosas quisiera entregar prácticamente todo,
la aparición de esta nueva razón cínica −que suma conocimiento e
irresponsabilidad− es un contragolpe muy duro. De hecho, el
conocimiento que nos exime de la moralidad, al principio parece una
fuente de libertad, de energía, pero pronto se convierte en una parálisis del alma.
Qohelet, con su ironía, desenmascara esta tentación fatal de una omnipotencia del saber −un “delirio de omnisciencia”−
que genera una impotencia de la voluntad. Los monjes de la más antigua
tradición cristiana habían identificado con precisión esta enfermedad
del alma, que de pronto descubre la vanidad del conocimiento sin fe y
sin moral, la ilusión de la verdad sin justicia. La llamaban “acedia”.
Y es una de las tentaciones de todos, también de los ancianos, de
todos. No es simplemente pereza: no, es más. No es simplemente
depresión: no. Más bien, la acedia es la rendición al conocimiento del
mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente.
El vacío de sentido y de fuerzas abierto
por este saber, que rechaza toda responsabilidad ética y todo afecto
por el bien real, no es inofensivo. No solamente le quita las fuerzas a
la voluntad del bien: por contragolpe, abre la puerta a la agresividad de las fuerzas del mal.
Son las fuerzas de una razón enloquecida, que se vuelve cínica por un
exceso de ideología. De hecho, con todo nuestro progreso, con todo
nuestro bienestar, nos hemos convertido verdaderamente en una “sociedad del cansancio”.
Pensad un poco en esto: ¡somos la sociedad del cansancio! Teníamos que
producir bienestar generalizado y toleramos un mercado sanitario
científicamente selectivo. Teníamos que poner un límite infranqueable a
la paz, y vemos sucesión de guerras cada vez más despiadadas contra
personas indefensas. La ciencia progresa, naturalmente, y es un bien.
Pero la sabiduría de la vida es completamente otra cosa, y parece
estancada.
Finalmente, esa razón anti-afectiva e ir-responsable también quita sentido y energías al conocimiento de la verdad. No es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las supersticiones colectivas y las verdades pseudocientíficas.
Es curioso: en esta cultura del saber, de conocerlo todo, hasta la
precisión del saber, se han difundido tantas brujerías, pero brujerías
cultas. Es brujería con cierta cultura, pero te lleva a una vida de
superstición: por un lado, para avanzar con inteligencia en el conocer
las cosas hasta las raíces; por otro, el alma que necesita otra cosa y
toma el camino de la superstición y acaba en brujería. La vejez puede
aprender de la sabiduría irónica de Qohelet el arte de
desemascarar el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente
desprovista de afectos por la justicia. ¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los jóvenes! Los
salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin
sabiduría de la vida. Y también esos ancianos devuelven a los jóvenes a
la promesa de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados»
(Mt 5,6). Serán ellos los que siembren hambre y sed de justicia en los
jóvenes. Ánimo, ancianos todos: ¡ánimo y adelante! Tenemos una misión
muy grande en el mundo. Pero, por favor, no hay que buscar refugio en el
idealismo no concreto, no real, sin raíces, digámoslo claramente: en
las brujerías de la vida.
Saludos
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa
provenientes de Francia, Luxemburgo y Suiza, en particular a los
seminaristas de Estrasburgo y a los peregrinos de la archidiócesis de
Burdeos. La cultura moderna ha reducido la verdad a la ciencia exacta y a
la tecnología, creando un mundo sin esperanza y sin amor. Pidamos al
Señor que ilumine nuestra mente a través de la fe, para buscar siempre
la justicia de Dios y dar un sentido a la vida. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los de Nigeria,
Líbano y Estados Unidos de América. En la alegría de Cristo Resucitado,
invoco sobre cada uno y sobre vuestras familias, el amor misericordioso
de Dios nuestro Padre. ¡El Señor os bendiga!
Saludo a los fieles de lengua alemana.
La solemnidad de la Ascensión, ya cercana, nos recuerda que Jesucristo
volvió a la diestra del Padre, pero no nos dejó solos. Desde el Cielo
está cerca de nosotros de un modo nuevo, porque mediante el Espíritu
Santo Él vive en nuestros corazones. ¡Deseo que experimentéis su
presencia en todo momento de vuestra vida!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española.
Pidamos al Señor que nos preserve del desencanto y nos conceda la
sabiduría y el buen humor de los ancianos para no dejar nunca de
trabajar por la justicia. Y también que hay un buen grupo de argentinos y
en este día de la fiesta nacional de nuestra patria les envío un
cordial saludo a ustedes y a todo el pueblo argentino. Dios los bendiga.
Muchas gracias.
Queridísimos fieles de lengua portuguesa,
os saludo a todos, en particular a los parroquianos de San Camilo de
Lelis en la ciudad de Natal, y a los miembros de la asociación Regina fidei
de São Paulo. Cuando el Hijo de Dios vino a nosotros, encontró el
corazón abierto de la Virgen Inmaculada. Ella vivía como todas las
mujeres de su tiempo pero, en la vida sencilla de cada día, estaba
disponible para el Señor. Pidamos al Espíritu Santo el don de la
docilidad a la voluntad de Dios. ¡Sobre todos descienda la bendición del
Señor!
Saludo a los fieles de lengua árabe.
Los ancianos llenos de sabiduría y buen humor hacen mucho bien a los
jóvenes. Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y
privado de sabiduría de la vida. Y los devuelven a la promesa de Jesús:
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados». ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a los polacos.
Ayer celebramos la memoria de María Auxiliadora. En nuestras oraciones
confiémosle de modo particular el deseo de paz de Ucrania y del mundo
entero. Que la Madre de Dios nos enseñe la solidaridad con quien está
probado por la tragedia de la guerra y obtenga la reconciliación de las
Naciones. Bendigo de corazón a todos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a las Hermanas Misioneras de la Caridad, el
Centro Italiano femenino de Caserta, a la Empresa sanitaria Nápoles 3
Sur, y a la Escuela San Giuseppe al Trionfale de Roma.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados.
La fiesta, ya próxima, de la Ascensión del Señor me ofrece la
oportunidad para saludaros a todos. Jesucristo, ascendiendo al cielo,
deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia: «Id pues y haced discípulos a todos los pueblos... enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado»
(Mt 28,19-20). Dar a conocer la palabra de Cristo y manifestarla con
alegría sea el ideal y el compromiso de cada uno en su respectiva
condición de vida. A todos mi bendición.
Llamamiento
Tengo el corazón desgarrado por la
masacre en la escuela primaria de Texas. Rezo por los niños y adultos
asesinados y por sus familias. Es hora de decir basta a la circulación
indiscriminada de las armas. Trabajemos todos para que tales tragedias
no vuelvan a suceder.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoy