Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

15 octubre 2021

LIBRO DE LA SEMANA (15 Oct): Finis mundi

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Finis Mundi

Finis Mundi

Gallego, Laura

Novela galardonada con el Premio Barco de Vapor 1998.Francia, año 997 de nuestra era. Michel, un monje cluniacense, decide embarcarse en una misión imposible. Según las revelacione...
Editorial:
EDICIONES SM
Ilustrador:
García Puig, Víctor
Colección:
El Barco de Vapor Roja
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Castellano
ISBN:
978-84-675-7790-7
EAN:
9788467577907
Dimensiones:
190 x 120 mm.
Peso:
276 gramos
Nº páginas:
288
Fecha publicación :
01-04-201
 
 
Sinopsis

Sinopsis de: "Finis Mundi"

Novela galardonada con el Premio Barco de Vapor 1998.Francia, año 997 de nuestra era. Michel, un monje cluniacense, decide embarcarse en una misión imposible. Según las revelaciones del ermitaño Bernardo de Turingia, el fin del mundo se acerca y solo hay una manera de salvar a la humanidad: invocar al Espíritu del Tiempo. Pero antes es preciso recuperar los tres ejes sobre los que se sustenta la Rueda del Tiempo. ¿Dónde se encuentran? Nadie lo sabe. Trepidante relato de aventuras contrarreloj.

Índice

Libro I: El Eje del Presente. Libro II. El Eje del Futuro. Libro III: El Eje del Pasado. Epílogo.

Más sobre

Gallego, Laura

Laura Gallego García nació en Quart de Poblet, Valencia, el 11 de octubre de 1977. Con once años decidió escribir un libro de fantasía con una amiga. Tardó tres años en terminarlo y, aunque nunca se ha publicado, guarda un cariño especial a ese relato. Entonces ya tuvo claro que quería ser escritora y durante años envió sus escritos a diversos concursos literarios. Durante este tiempo estudió Filología Hispánica, especializándose en Literatura. Fundadora de la revista universitaria trimestral Náyade, ha sido codirectora de la misma desde 1997 hasta 2010. En la actualidad vive en Alboraya, donde continúa escribiendo. Su tesis doctoral gira en torno al libro de caballería Belianís de Grecia, de Jerónimo Fernández, publicado en 1579.Cuando contaba 21 años recibió el Premio Barco de Vapor 1999 por Finis Mundi. Fue su primer galardón y el comienzo como escritora profesional. Después vendrían más novelas y cuentos, muchos de los cuales han sido publicados por Ediciones SM: como Las crónicas de la Torre, La leyenda del Rey Errante (Premio Barco de Vapor 2002), o la saga Memorias de Idhún.En 2011 fue galardonada con el Premio Cervantes Chico, que reconoce la labor de autores de Literatura Infantil y Juvenil. Sus libros se han traducido a varios idiomas y se venden internacionalmente
 
 

Francisco aprueba un milagro del beato Juan Pablo I

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Su pontificado, de solo 33 días en 1978, abrió la puerta a Juan Pablo II

El Papa aprueba la beatificación de 16 españoles «mártires» de la Guerra Civil

Se cumplen 11 años de la muerte de Juan Pablo II, uno de los Papas más carismáticos

El Papa Francisco ha aprobado este miércoles la elevación a los altares de Albino Luciani (1912-1978), quien tomó el nombre de sus dos grandes predecesores -Juan XXIII y Pablo VI- cuando fue elegido el 26 de agosto de 1978, en un cónclave que duró solo un día. El lugar y fecha de la ceremonia de beatificación será fijada y anunciada en breve.

El pontificado de Juan Pablo I, que aceptó el mandato a pesar de una dolencia cardíaca, duró solo 33 días que trajeron una oleada de optimismo y abrieron la puerta a la elección de Juan Pablo II, el primer Papa no italiano en casi medio milenio.

La «luz verde» del Santo Padre a la beatificación del «Papa de la sonrisa» ha consistido en el reconocimiento del carácter milagroso de la curación repentina y médicamente inexplicable -el 23 de julio de 2011 en Buenos Aires- de una niña de doce años a punto de morir por «grave encefalopatía inflamatoria aguda», crisis epilépticas diarias y ‘shock’ séptico por una infección broncopulmonar.

El hijo de un modesto trabajador véneto, antiguo emigrante en Suiza, fue ordenado sacerdote a los 22 años. Más adelante, cuando san Juan XXIII le nombró obispo, Luciani no escogió para su escudo una frase sino una simple palabra latina: «Humilitas».

Pasados los años, San Pablo VI lo nombraría patriarca de Venecia en 1969 y cardenal en 1973, pero Albino Luciani nunca perdió la alegría ni la sencillez.

Siguió siendo una persona afectuosa, preocupado por las personas pobres de su diócesis, y excelente comunicador como se nota en su libro ‘Ilustrísimos’, una colección de cartas escritas por él a grandes personajes del pasado.

Ya como Papa, Juan Pablo I abandonó el uso del plural mayestático «nos» en los discursos y documentos oficiales, y comenzó a pronunciar sus catequesis semanales sin texto escrito, de modo sencillo y coloquial.

El Vaticano empezaba a adquirir un aire más casero y familiar, en una línea que seguirían sus sucesores, Juan Pablo II y Francisco.

Juan Vicente Boo, en abc.es

 

PELICULA DE A SEMANA (15 Oct): Medjugorge , la pelcíula

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Medjugorje, la película

Contenidos: ---

Reseña: 

En el año 2006, dos periodistas españoles fueron enviados a investigar un supuesto caso de apariciones marianas, en una desconocida aldea de Bosnia y Herzegovina. Lo que suponían que no daba para mucho más que para un reportaje fotográfico, supuso, en cambio, un punto de inflexión en sus vidas y en el de muchas otras personas que conocieron en aquel lugar. Ellos no vieron a la Virgen María… pero volvieron asegurando que algo inexplicable y de calado universal sucede, a día de hoy, en Medjugorje.

Más allá de defender una postura frente a los hechos extraordinarios de la apariciones, o dar pábulo a interpretaciones o cuestiones oficiales, Medjugorje destaca por su objetividad al acercarse a los hechos y, lejos de cualquier tendencia hacia lo externamente milagroso, se centra ante todo en los frutos sobrenaturales que año tras año se multiplican gracias las peregrinaciones a Medjugorje.

Valioso documental, por sus fuentes informativas e históricas, de uno de los fenómenos espirituales más importantes de las últimas décadas. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ

Homilía Domingo 29º t.o. (B)

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(Is 53,10-11) "Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos"
(Hb 4,14-16) "Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia"
(Mc 10,35-45) "El que quiera ser grande, sea vuestro servidor"

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en el Colegio de S. Pedro Apóstol (17-X-1982)

--- Obediencia
--- Respetar y transmitir la doctrina cristiana
--- Abnegación

--- Obediencia

“El Hijo del hombre... no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 45). Este versículo final del pasaje evangélico de este domingo, que acabamos de leer, nos da el criterio fundamental para entender la naturaleza verdadera de la vocación misionera...

Dicho criterio es el de “servicio” tal y como lo ha vivido y enseñado Jesús. Falsearíamos el significado cristiano de “misión” si no lo enfocásemos con esta luz, si no consideráramos la misión como “servicio”. Este criterio confiere a la misión su verdad y eficacia sobrenatural. Pues, ¿quién es en realidad servidor sino quien ha sido llamado por el Superior y por obediencia a éste acepta el encargo que se le confía?

Pues bien, el Superior a quien el misionero debe servir y por quien es llamado es Dios mismo, y el “servicio” que ha de prestar el misionero es anunciar la Palabra de Dios al mundo. Y, ¿con qué fin? Para gloria de Dios y salvación de los hermanos creados a imagen de Dios y amados por amor de Dios.

Si tal es la vocación misionera, entonces será oportuno reflexionar sobre algunos aspectos estrechamente relacionados con el concepto evangélico de “servicio”.

La virtud primaria del servidor evangélico es la obediencia. Pues la misión, que es encargo divino y sobrenatural, presupone una vocación de lo Alto, y no se puede dar respuesta concreta a esta llamada divina sin espíritu de obediencia sobrenatural, sin disponibilidad generosa a la voz de Dios que nos llama para enviarnos al mundo.

¿Cómo habrá de ser la obediencia del misionero?

--- Respetar y transmitir la doctrina cristiana

Abarca sus facultades más preciadas: entendimiento y voluntad. Por tanto, debe ser en primer lugar obediencia del entendimiento a Cristo-Verdad y, consiguientemente, adhesión práctica de la voluntad: reproducir en nosotros, en el Espíritu, la misma vida de Cristo, siervo obediente del Padre y primer anunciador de su Palabra, porque Él mismo es la Palabra del Padre.

Obedecer a la verdad es la virtud primaria del misionero. Y no siempre es fácil, pues se requieren equilibrio y honradez intelectuales, únicas cualidades que llevan a aceptar con lealtad y valentía la verdad conocida con certeza, evitando pretextos y subterfugios que lleven al relativismo o al subjetivismo. Y de otra parte, también es necesaria la humildad que nos libra de dar por cierto lo que no lo es y de presentarlo como tal.

La verdad cristiana que se ha de anunciar al mundo es en sí absolutamente cierta, universal e intangible porque procede de Dios eterno, fiel e inmutable. Por tanto, es preciso que con verdadero espíritu de fe el misionero asuma esta certeza sin achacar sus propias dudas a la Palabra de Dios y también sin atribuir a sus frágiles opiniones humanas el grado de certeza que sólo la Palabra divina puede tener.

Anunciar a Cristo no es ni puede ser, según la errada interpretación de algunos, erigirse en superiores a los maestros, situándose un escalón más alto que los demás; sino que por el contrario, su pone la humildad de aceptar y luego comunicar una doctrina que no es nuestra sino de Dios, considerándose servidores y deudores de los otros por esta misma doctrina.

Ser misioneros significa “sentirse” enviados por Dios por haber sido realmente llamados en fuerza de signos ciertos y objetivos procedentes de la escucha interior de la voz divina y respaldados por la aprobación y mandato explícito de la Iglesia, que se expresa por sus legítimos Pastores. Sólo esto convierte al misionero en auténtico servidor de la divina misericordia.

Por ello, pensar que se está en posesión —como debe hacer el misionero— de una doctrina divina e infalible cual es la de Cristo, no es de por sí un acto presuntuoso, como algunos piensan, sino humilde conciencia cierta y comprobada de haber recibido a su vez esta doctrina, en su integridad y autenticidad, del Magisterio vivo de la Iglesia a la que Cristo envía sin cesar su Espíritu de verdad.

Otro punto sobre el que hacemos bien en concentrar la atención es el referente a la índole específica del servicio a realizar. Este consiste en anunciar la Palabra de Dios, como ya he dicho. Ahora bien, está claro que el servidor debe ser capaz de cumplir la labor asignada. Pero anunciar la Palabra de Dios es tarea que sobrepasa las fuerzas naturales del hombre: es tarea sobrenatural. Por su origen, contenido, fin, modos y medios de transmitirse, el mensaje cristiano trasciende esencialmente incluso los mensajes humanitarios o culturales más elevados marcados por una sencilla religiosidad natural. Por su nobleza divina el mensaje cristiano requiere en quien lo comunica y en quien lo recibe un suplemento de inteligencia, por así decir: el intellectus fidei, que transmita la dignidad de su contenido al lenguaje de quien habla y al oído del que escucha. En este sentido habla San Pablo de “lenguaje espiritual” hecho para “hombres espirituales” (cfr. 1 Cor 2).

Sólo manteniendo esta actitud de agradecimiento, de filial disponibilidad y de obediencia al Padre, mediante la comunión espiritual con Cristo y su Iglesia, el misionero estará capacitado para conservar pura en su corazón la grandeza del mensaje recibido, sin degradarlo o diluirlo en la volubilidad de las ideologías terrenas, sin convertirlo en instrumento de orgullo o poder mundano, y sin creer que puede difundirse con otros medios que no sean los evangélicos de pobreza, mansedumbre, sacrificio, testimonio y oración, con la virtud y potencia del Espíritu.

--- Abnegación

La última consideración nace del concepto de misión como servicio: lo que el servidor hace, ¿para quién lo hace? No para sí, si no para los objetivos del Superior. Asimismo el misionero: no trabaja para sí, sino para el reino de Dios y su justicia. Tenemos aquí una interpelación que va más allá de perspectivas meramente terrenas o humanas. No se trata de “aconsejarse de la carne y de la sangre” (cfr. Gál 1,16), sino de escuchar en lo íntimo del propio corazón el “murmullo” de esa (“agua” de que ya habló el gran obispo-mártir San Ignacio de Antioquía: el agua pura y límpida de la fe y la caridad, y que decía: “Ven al Padre, ofrece tu vida por Dios y los hermanos” (cfr. “Carta a los Romanos”, cap. 6, 1-8, 3; Funk 1, 217-223).

El buen servidor se olvida de sí y de sus intereses para cumplir la tarea encomendada. Y el servidor del Evangelio se comportará de la misma manera. Mas como este sacrificio sobrepasa las fuerzas y razones de la sabiduría humana, el misionero, al decir su “sí” in condicional al Padre que lo envía al mundo, confía siempre y sólo, y con tranquilidad renovada en la ayuda divina, que se le concederá sobre todo en el momento de la prueba, que pudiera llegar hasta la cumbre del martirio.

Y cuando en la hora más angustiosa del testimonio en el sufrimiento le parece al misionero que todo se ha perdido, en ese momento precisamente la luz de la fe le hace comprender que, unido a Jesús crucificado, y confiado plenamente a la misericordia del Padre, contribuye a difundir la luz divina de manera mucho más eficaz que cuanto hubiera podido conseguir con los medios humanos, incluso los más eficientes. No es que dichos medios no sean valederos para las misiones, sino que al contrario, son benditos; y sería de desear mayor incremento de los mismos; pero sólo son instrumentos que han de utilizarse según los planes de Dios y las exigencias pastorales de su reino.

La Reina de las Misiones, María Santísima, nos enseña el secreto y alma de este apostolado: ponerse totalmente a disposición de la voluntad del Padre celestial entregando incondicionalmente la vida, para que por la virtud y fuerza del Espíritu Santo concibamos a Cristo en nuestro corazón y lo demos a las almas. Reina de las Misiones, ruega por nosotros. Amén.

DP-325 1982

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

La pregunta de Cristo a estos dos discípulos tras hacerles notar lo improcedente de su petición es todo un desafío: “¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?” Retengamos hoy en el alma, como una lección inolvidable, la briosa respuesta de estos dos hermanos: “Lo somos”, contestaron.

El Señor que conocía sobradamente lo que hay en el corazón de cada hombre y que no se dejaba impresionar por ardorosos arrebatos -a Pedro que estaba dispuesto a dar la vida por Él le dirá: “no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces” (Jn 13, 38)-, viendo la resolución de Santiago y Juan, aseguró: “lo beberéis, y os bautizaréis”. En una época en que el sentimentalismo se impone a la libertad y al dominio de sí en muchas gentes, y en la que las simpatías y antipatías, las ganas y desganas, los flechazos a primera vista, los estados de humor imponen su ley a la razón y a la voluntad, la libertad, y que frente a todo esto se piensa que no hay nada que hacer y lo sensato es dejarse llevar, declarando que la mejor manera de librase de una tentación es ceder a ella con la consiguiente pérdida del control sobre nosotros mismos, la respuesta de estos dos discípulos es toda una lección de carácter, de personalidad.

Hay que amar a Dios con todo el corazón, apasionadamente, con el calor y la fuerza de Santiago y Juan, poniendo todo la seriedad de que seamos capaces en lo que Dios nos ha confiado. Si nuestra conducta fuera el producto de decisiones fríamente calculadas no viviríamos íntegramente la caridad. “A la perfección moral, enseña S. TOMÁS, pertenece que el hombre se mueva al bien no sólo según la voluntad, sino también según el sentimiento”.

Cada uno de nosotros debería llevar, con la ayuda de lo alto, un ser decidido a todo, un ser que ante los desafíos -esos obstáculos que se interponen en el camino- conteste: Possumus! ¡Sí, Señor, podemos! Podemos superar nuestras deficiencias, suprimir nuestras rencillas y derribar los muros que nos separan. Podemos controlar más esa lengua murmuradora y calumniosa que tanto daño hace y que nos aleja de Dios y de los demás. Podemos preocuparnos más de los demás viviendo una fraternidad más servicial y atenta. Podemos trabajar con más intensidad y perfección huyendo de chapuzas e improvisaciones. Podemos ser más sobrios y pacientes.

¡Podemos! El Señor nos ayudará porque Él ha depositado su Amor en nuestros corazones y el amor es más fuerte que la muerte.

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

"Tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores"

Is 53,10-11: "Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años"
Sal 32,4-5.18-19.20 y 22: "Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti"
Hb 4,14-16: "Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia"
Mc 10,35-45: "El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos"

Es la última parte del Canto del Siervo. Hace pensar en que el triunfo final será la recompensa a tanto dolor, por voluntad divina, ya que "lo que el Señor quiere prosperará por sus manos".

La misión con que se ha presentado Jesús será norma para sus discípulos. Ellos habrán de ser servidores igual que el mismo Jesús. Él completará la idea de servicio con la entrega por nosotros: "Dar su vida en rescate por todos".

La alusión en la 2.a lectura al "trono de la gracia", equivalente al "trono de Dios", nos muestra que el acceso a ese trono es posible precisamente por la obra redentora del sumo sacerdote Jesucristo.

Cuando al hombre de hoy se le ofrecen oportunidades de cambio y mejoría, suelen ser aceptadas con condiciones: que no compliquen la vida ni comprometan demasiado. Así no es posible cambiar, porque a nadie se le hace mejor si él no quiere. La oferta siempre es un servicio y la aceptación un favor a uno mismo.

— "Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias:  «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8,17). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el  «pecado del mundo» (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.  «Sanad a los enfermos...»" (1505; cf. 517. 440).

— "Por su obediencia amorosa a su Padre,  «hasta la muerte de cruz» (Flp 2,8), Jesús cumplió la misión expiatoria del Siervo doliente que  «justifica a muchos cargando con las culpas de ellos» (Is 53,11)" (623).

— "Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora:  «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). El sacrificio de Jesús  «por los pecados del mundo entero» (1 Jn 2,2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre:  «El Padre me ama porque doy mi vida» (Jn 10,17).  «El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado» (Jn 14,31)" (606; cf. 2716. 2749).

— "Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que no ha venido para ser servido sino para servir. Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente  «reinar» sólo  «sirviendo», a la vez el  «servir» exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el  «reinar».... para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio" (Juan Pablo II, RH 21).

El Evangelio nos retrata a un aparente perdedor, que siempre ganó, y a unos supuestos ganadores, que acabaron perdiendo.

Meditación Domingo 29º t.o. (B)

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Servir

“En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: - «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: - «¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron: - «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús replicó: - «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Contestaron: - «Lo somos.» Jesús les dijo: - «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.» Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: - «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos» (Marcos 10,35-45).

I. La vida cristiana es imitación de la de Cristo, pues Él se encarnó y os dio ejemplo para que sigáis sus pasos (1 Pedro 2, 21). San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a imitar al Señor con estas palabras: Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Filipenses 2, 5). Él es la causa ejemplar de toda santidad, es decir, del amor a Dios Padre. Nuestra santidad consiste en permitir que nuestro ser más profundo se vaya configurando con el de Cristo, en procurar que nuestros sentimientos ante los hombres, ante las realidades creadas, ante la tribulación, se parezcan más a los que Jesús tuvo, de manera que nuestra vida sea en cierto sentido, prolongación de la Suya. La misma gracia divina, en la medida en que correspondemos a la acción continua del Espíritu Santo, nos hace semejantes a Dios. Nuestra santidad consistirá, pues, en ser por la gracia lo que es Cristo por naturaleza: hijos de Dios.

II. En diversas ocasiones el Señor proclamará que no vino a ser servido sino a servir (Mateo 20, 8). Toda su vida fue un servicio a todos, y su doctrina es una constante llamada a los hombres para que se olviden de sí mismos y se den a los demás. Se quedó para siempre en su Iglesia, y de modo particular en la Sagrada Eucaristía, para servirnos a diario con su compañía, con su humildad, con su gracia. Los cristianos que queremos imitar al Señor, hemos de disponernos para un servicio alegre a Dios y a los demás, sin esperar nada a cambio; servir incluso al que no agradece el servicio que se le presta. “¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los demás!” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja). De ella obtenemos las fuerzas y la humildad que todo servicio requiere.

III. Nuestro servicio a Dios y a los demás ha de estar lleno de humildad, aunque alguna vez tengamos el honor de llevar a Cristo a otros, como el borrico sobre el que entró triunfante en Jerusalén (Lucas 19, 35). Esta disponibilidad hacia las necesidades ajenas nos llevará a ayudar a los demás de tal forma que, siempre que sea posible, no se advierta, y así no puedan darnos ellos ninguna recompensa a cambio. ¡Nos basta la mirada de Jesús sobre nuestra vida! Servid al Señor con alegría: encontraremos muchas ocasiones en la propia profesión, en la vida de familia. Comprenderemos que “servir es reinar” (JUAN PABLO II, Redentor hominis). Aprendamos de Nuestra Señora a “vivir apasionadamente pendiente del prójimo, por Dios” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Surco).

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

10 octubre 2021

LIBRO DE LA SEMANA (8 Oct): Primera persona en singular

 

Primera persona del singular

«Un testimonio del talento y la perdurable creatividad de Murakami.» Publishers Weekly «Lo que une todas estas historias es el amor del narrador hacia algo o alguien: una mujer, u...
Editorial:
Tusquets Editores
Traductor:
González Sánchez, Juan Francisco
Colección:
Andanzas
Encuadernación:
Tapa blanda o Bolsillo
País de publicación :
España
Idioma de publicación :
Castellano
Idioma original :
Japonés
ISBN:
978-84-11-07014-0
EAN:
9788411070140
Dimensiones:
225 x 148 mm.
Peso:
412 gramos
Nº páginas:
288
Fecha publicación :
29-09-2021
 
 
Más sobre

Murakami, Haruki

Haruki Murakami (Kioto, 1949) es uno de los pocos autores japoneses que han dado el salto de escritor de prestigio a autor con grandes ventas en todo el mundo. Ha recibido numerosos premios, entre ellos el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Franz Kafka, el Jerusalem Prize o el Hans Christian Andersen, y su nombre suena reiteradamente como candidato al Nobel de Literatura. En España, ha merecido el Premio Arcebispo Juan de San Clemente, la Orden de las Artes y las Letras, concedida por el Gobierno español, y el Premi Internacional Catalunya 2011. Tusquets Editores ha publicado todas sus novelas —Escucha la canción del viento y Pinball 1973; La caza del carnero salvaje; El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas; Tokio blues. Norwegian Wood; Baila, baila, baila; Al sur de la frontera, al oeste del Sol; Crónica del pájaro que da cuerda al mundo; Sputnik, mi amor; Kafka en la orilla; After Dark; 1Q84, Los años de peregrinación del chico sin color y La muerte del comendador (Libro 1 y 2)—, así como los libros de relatos El elefante desaparece, Después del terremoto, Sauce ciego, mujer dormida y Hombres sin mujeres, la personalísima obra Underground, los ensayos titulados De qué hablo cuando hablo de correr, De qué hablo cuando hablo de escribir y Música, sólo música y dos bellos relatos ilustrados, La chica del cumpleaños y Toni Takitani.

Medjugorge es el tráiler del cielo, un volcán de conversiones en erupció

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Entrevista a Jesús García y Borja Martínez-Echevarría que dirigen Medjugorje, un documental recien estrenado

 ¿Cuál es el objetivo del documental?

Borja Martínez-Echevarría: Que la gente se haga preguntas. ¿Y si es verdad? ¿Y si Dios existe? Y, por supuesto, que conozcan el amor que la Virgen María nos tiene. Ella nos ha dicho en Medjugorje: «Si supieseis cómo os amo, lloraríais de alegría”. Pues eso.

¿Es una película solo para creyentes?

Jesús García: De hecho, a quien queremos llegar es a los no creyentes. Nosotros utilizamos siempre el mismo símil: dar de comer a los peces de la pecera es necesario, y hay mucha gente que lo hace porque lo necesitamos, pero yo me siento llamado a salir mar afuera y allí encontrarme con las mantarrayas, los tiburones y los caballitos. También son hijos de Dios.

Pienso que hace falta una salida hacia afuera, pero para eso tienes que aprender hablar el idioma que se habla fuera. Si tú quieres evangelizar en Japón, tienes que hablar japonés. Si quieres evangelizar al hombre de hoy, tienes que conocer su idioma, que, en muchos casos, es el idioma audiovisual. Y hay que cuidar el lenguaje. Con mis amigos de toda la vida, que no pisan una iglesia nunca, no puedo usar la palabra transustanciación, o paráclito, tienes que explicárselo de otras maneras.

Mira, yo tengo un libro sobre monjas que se titula ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Y la gente me decía que iba a ser aburrido. Siempre les contestaba: «Un libro de monjas es aburrido si lo haces aburrido, pero si lo haces entretenido, la gente se lo lee. Y así fue, a la gente le encantó.

En Medjugorje hay muchos frutos espirituales y pastorales. ¿Qué les sugiere esto?

B. M.-E.: Que algo está pasando. Hay mucha gente que está siendo curada, pero no son curaciones físicas sino del alma, y ahí es donde se juega el partido. Si estás ciego y vuelves a ver es una alegría, pero te vas a morir igual. Lo importante es que no muera el alma, porque así podremos acercarnos a Dios y vivir aquí un pedacito de lo que vamos a experimentar en el cielo. En este sentido, me acuerdo ahora de un testimonio de la película que dice: «Medjugorje es el tráiler del cielo». Creo que es una explicación perfecta.

¿Cómo surgió el filme?

B. M.-E.: Empezamos con esta idea hace once años, cuando empezaba a haber cierto boom, por así decirlo, con Medjugorje en España. Nosotros trabajábamos juntos en el semanario Alba y pensamos que debíamos hacer una película sobre esto. En aquel momento era un poco más difícil, ahora la puedes hacer con un smartphone. Pero hemos tardado demasiado tiempo en lanzarnos. Muchas veces ha sido por cobardía nuestra, por no salir de la seguridad de un trabajo, de una nómina o de una zona de confort. Sin embargo, han sido tantas las señales que hemos visto en la oración, que al final nos pusimos a ello.

J. G.: Estamos hablando de millones de peregrinos a lo largo de 40 años. Por eso se hace un documental, porque lo que está pasando es un volcán de conversiones en erupción. Y eso que nosotros solo entrevistamos a gente que hable en español [NdR: Se refiere a los peregrinos, porque el documental cuenta, entre otras, con amplias entrevistas a los videntes]. Todavía no tenemos perspectiva del fenómeno histórico que es Medjugorje. Dentro de 200 años la gente mirará Medjugorje como mira ahora Lourdes, Fátima o Guadalupe.

Pero estas últimas apariciones están aprobadas definitivamente por la Iglesia y Medjugorje todavía no, aún se está estudiando el caso. ¿Cómo ven los diferentes pasos que se van dando?

B. M.-E.: La Iglesia es una madre y, como madre, cuida de sus hijos y no quiere que nos equivoquemos. La Iglesia es prudente y paciente, y se toma su tiempo. Pero cuidado, porque la Iglesia también soy yo. Todos formamos la Iglesia, para lo bueno y para lo malo. Y ya lo dijo san Agustín: «En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad, y en todo, caridad».

Ninguna de las apariciones de la Virgen, ni siquiera las aprobadas, son dogmas de fe y no hay por qué creerlas. Yo creo que son una ayuda que Dios nos da para poder vivir de otra manera, para hablarnos de otra forma.

J. G.: En algún momento, la Iglesia dirá algo sobre la veracidad o no de las apariciones. Pero lo que sí está claro es que algo está pasando y esto se está traduciendo en conversiones, vocaciones… Por otro lado, hay que tener en cuenta que la Iglesia ya ha permitido las peregrinaciones oficiales.

Antes hablaban de señales en la oración… ¿Han visto la mano de la Virgen detrás del proyecto?

J. G. : No solo detrás, también delante, por un lado, por otro… Nada de esto se explica sin la mano de la Virgen, te lo aseguro. Todo esto es fruto de la oración. Y en la oración Dios habla al corazón de las personas. Que la gente se piense que estamos locos, si quieren, pero es que es la verdad. A veces la lógica te llevaba por un sitio, pero hemos hecho lo contrario, porque lo veíamos en la oración.

José Calderero de Aldecoa, en alfayomega.es/

PELICULA DE LA SEMANA (8 Oct): Mediterráneo

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Mediterráneo


Reseña: 

Otoño 2015. Dos socorristas, Oscar y Gerard, viajan hasta Lesbos (Grecia) impactados por la fotografía de un niño ahogado en las aguas del Mediterráneo. Al llegar descubren una realidad sobrecogedora: cada día miles de personas arriesgan sus vidas en el mar huyendo de conflictos armados sin que nadie ejerza labores de rescate. Junto a Esther y Nico crearán un equipo de salvamento con el que intentarán hacer frente a la situación e inevitablemente harán visible una realidad que afecta a toda Europa.

El director Marcel Barrena (100 metros) aborda una historia ejemplar, basada en hechos reales. En efecto, la actitud que mantuvieron los socorristas barceloneses en la crisis de Lesbos es de una humanidad asombrosa, si nos atenemos a lo que vemos en pantalla. Una gran historia de solidaridad con un excelente reparto. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ