“Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir
desde fuera y de construir en otros países la democracia, ignorando las
tradiciones de los pueblos”
Bueno, le debo preguntar en primer lugar, Santo Padre, ¿cómo se encuentra?
Todavía vivo.
Su operación reciente, que fue una operación de envergadura, nos dejó una cierta preocupación...
Y sí, estas cosas que nacen de los
divertículos... y qué sé yo… por ahí se deforman, se necrosan… pero
gracias a Dios fue tomada a tiempo, y ya me ve.
Tengo entendido, además, que la acción de un enfermero fue la que le señaló, la que le alertó en primer lugar.
¡Me salvó la vida! Me dijo: “Usted tiene
que operarse”. Había otras opiniones: “No, que con antibiótico…” y él
me explicó muy bien. Es enfermero de acá, del servicio sanitario
nuestro, del hospital del Vaticano. Hace treinta años que está aquí, un
hombre de mucha experiencia. Es la segunda vez en la vida que un
enfermero me salva la vida.
¿Cuándo fue la primera?
La primera vez fue en el año 57, cuando
pensaban que era una gripe, una epidemia de esas de gripe en el
seminario, y me curaba el enfermero del seminario con aspirina. Y para
los otros iba bien, pero conmigo no andaba y me llevaron al hospital, y
me sacaron agua del pulmón. El médico dijo, no me acuerdo cuánto,
digamos un millón de unidades de penicilina y tantas de estreptomicina
—eran los únicos antibióticos de la época—y, cuando se fue, la enfermera
dijo: “El doble”.
¿Y eso le salvó?
Sí. Porque si no, no hubiera…
Uno de los… no diré de los
secretos mejor guardados del Vaticano, pero una de las cuestiones que
tradicionalmente más interesa es la salud del Papa.
Sí, evidentemente.
No ha habido ninguna sorpresa, estaba todo programado...
Estaba todo programado y se avisó…
Después del Ángelus me fui directamente, eso sería casi a la una, y se
avisó a las 15.30h, cuando ya estaba en los preliminares.
Usted ha dicho, Santidad, que “mala hierba nunca muere”...
Así es, así es, y eso vale para mí también, vale para todos.
¿Los medios [sic] le han
prohibido algo, hay algún ultimátum? ¿Hay algo que Su Santidad no pueda
hacer y a lo que no esté dispuesto?
No entiendo.
¿Algo le han prohibido los médicos?
¡Ah, los médicos! Perdón, le había entendido “los medios”.
Bueno, los medios ya sabe que también tienen tentaciones. Pero los médicos en este caso.
Ahora puedo comer de todo, cosa que
antes con los divertículos no se podía. Puedo comer de todo. Todavía
tengo las medicinas posoperatorias, porque el cerebro tiene que
registrar que tiene 33 centímetros menos de intestino. Y todo me lo
maneja el cerebro, el cerebro maneja todo nuestro cuerpo, y le lleva
tiempo registrarlo. Pero vida normal, llevo una vida totalmente normal.
Come lo que quiere…
Lo que quiero.
Camina, hace esfuerzo...
Hoy toda la mañana en audiencias, toda la mañana.
Ahora se va a un viaje a Eslovaquia y a Hungría. Tengo entendido que es el 34º viaje de su Pontificado.
No me acuerdo bien del número, pero debe de ser.
¿El programa va a ser igual de
intenso? Yo creo que a los papas, Santidad, les hacen hacer una
auténtica yincana. Yo siempre me he preguntado por qué los papas no van
dos días más y reparten el trabajo en dos días más, porque son de las 24
horas 18 aproximadamente haciendo cosas. ¿Va a tener que medir más sus
fuerzas después de la operación o no?
Quizás en este primer viaje un poco más,
porque uno tiene que reponerse del todo, ¿no?, pero al final va a ser
igual que los otros, ya lo va a ver.
¿Teme Su Santidad que una de las
cosas más insistentes con las que los medios, esencialmente italianos,
le distinguen a usted, Santo Padre, es que cuando se pone en duda la
salud del Papa muchos piensan o insisten en el viejo argumento de la
renuncia, el me voy a casa, no puedo más…? Es una constante permanente,
yo creo, en su vida como Papa, ¿no?
Sí, incluso me dijeron que la semana
pasada estuvo de moda eso. Eva [Fernández] me dijo eso, incluso me lo
dijo con una expresión argentina muy linda, y yo le dije que no tenía
idea porque yo leo un solo diario acá en la mañana, el diario de Roma.
Lo leo porque me gusta el modo de titular que tiene, lo leo rápido y
punto, no entro en el juego. Televisión no veo. Y recibo, sí, el informe
más o menos de las noticias del día, pero de eso me enteré mucho
después, algunos días después, que había una cosa de que yo renunciaba.
Siempre que un Papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave.
¿Cómo ha sido el confinamiento
del Papa? El tiempo en el que hemos estado confinados en casa. ¿Qué ha
hecho el Papa durante el confinamiento?
Primero aguantarme a mí mismo, ¿no?, que
no es fácil. Es una ciencia que todavía tengo que terminar de aprender.
Es difícil aguantarse a sí mismo.
Lleva mucha costumbre, lleva muchos años...
Sí, pero es difícil. Uno a veces es
caprichoso consigo mismo, y quiere que las cosas salgan en automático.
Después empecé a retomar las cosas de a poco y, hoy día, estoy llevando
vida normal. Esta mañana, toda la mañana de audiencias; hoy es la
segunda audiencia de la tarde (empecé a las 15.30h) y sigo adelante.
Aunque la meta de su próximo
viaje es a Eslovaquia, muchos van a estar pendientes de su encuentro con
el primer ministro de Hungría, Víctor Orban, con quien no comparte
algunos puntos de su programa de gobierno, especialmente lo relativo al
cierre de fronteras. ¿Qué le gustaría decirle si tuviese la ocasión de
encontrarse con él a solas?
Yo no sé si me voy a encontrar con él.
Sé que autoridades van a venir a saludarme. Yo no voy al centro de
Budapest, sino al lugar del Congreso [Eucarístico], y hay un salón donde
me reuniré con los obispos y ahí recibiré a las autoridades que vengan.
No sé quién vendrá. Al presidente lo conozco porque estuvo en la misa
en Transilvania, esa parte de Rumanía donde se habla en húngaro, una
misa preciosa en húngaro, y vino con un ministro. Creo que no era Orban…
porque al final de la misa se saluda formalmente… yo no sé quién
vendrá… Y una de las cosas que yo tengo es no andar con libreto: cuando
estoy delante de una persona la miro a los ojos y dejo que salgan las
cosas. Ni se me ocurre pensar en qué le voy a decir en el caso de estar
con él, son una serie de futuribles que a mí no me ayudan. Me gusta lo
concreto; lo futurible te enreda, te hace mal.
El nuevo mapa político que
afronta Afganistán, Su Santidad lo sigue de cerca. Se ha dejado a su
suerte al país tras muchos años de ocupación militar. ¿El Vaticano puede
mover hilos diplomáticos para intentar que no haya represalias contra
la población, para tantas otras cosas?
Sí. Y, de hecho, estoy seguro de que la
Secretaría de Estado lo está haciendo porque el nivel diplomático del
Secretario de Estado es muy alto y el de su equipo, también el de
Relaciones con las Naciones. Realmente el cardenal Parolin es el mejor
diplomático que yo he conocido. Diplomático que suma, no de esos que
restan, que siempre busca, un hombre de acuerdo. Estoy seguro que está
ayudando o al menos ofreciéndose. Es una situación difícil. Yo creo que
como pastor debo llamar a los cristianos a una oración especial en este
momento. Es verdad que vivimos en un mundo de guerras, (piense en Yemen,
por ejemplo). Pero esto es algo muy especial, tiene otro significado. Y
yo voy a tratar de pedir lo que pide siempre la Iglesia en los momentos
de mayor dificultad y de crisis: más oración y ayuno. Oración,
penitencia y ayuno, que es lo que en los momentos de crisis se pide. Y
respecto al hecho de 20 años de ocupación y después se deja, yo recordé
otros hechos históricos, pero me tocó una cosa que dijo la canciller
Merkel, que es una de las grandes figuras de la política mundial, en
Moscú, el pasado 20 [de agosto]. Traduzco. Espero que la traducción sea
correcta: “Es necesario poner fin a la política irresponsable de
intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia,
ignorando las tradiciones de los pueblos”. Lapidaria. Creo que esto dice
mucho, que cada uno lo interprete. Pero ahí me sentí con una sabiduría
delante de esto que dijo esta mujer