(Cfr. www.almudi.org)
“Casi todos nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a
los demás, sino también cuando nos miramos al espejo” (Thomas H.
Green).
Los afectos y el discernimiento espiritual
¿Qué importancia tienen los afectos en
la vida espiritual, y cómo han de considerarse en el examen de
conciencia y en la oración? El Papa ha dedicado la audiencia de los
miércoles en los últimos meses a este tema, no en la perspectiva del
acompañante o director espiritual (excepto la última catequesis), sino
desde el conocimiento de sí mismo.
Según el diccionario del español,
discernir significa distinguir algo de otra cosa, sobre todo en el campo
del ánimo o del espíritu humano. Es decir, en el ámbito espiritual. En
el cristianismo, el discernimiento suele vincularse al proceso que
antecede a las acciones humanas, para tratar de actuar en conformidad
con la voluntad de Dios. Suele relacionarse con la virtud de la
prudencia (“la recta razón del obrar”), aunque, en la acepción más
popular, ese término suene simplemente a precaución o cautela; en
realidad, la prudencia también puede llevarnos a actuar con prontitud y
audacia, y siempre con justicia y con generosidad.
Discernir para decidir
En su primera catequesis (cfr. Audiencia
general, 31-VIII-2022), Francisco explicó que el discernimiento nos
concierne a todos, porque tiene que ver con las elecciones o decisiones
de la vida, la mayor parte de ellas bien corrientes (la comida, la ropa,
algo en relación con el trabajo o con los demás).
Tanto en la vida común como en las
enseñanzas del Evangelio se nos enseña la importancia de tomar las
decisiones correctas. Y en ello intervienen el conocimiento, la
experiencia, el afecto y la voluntad, así como el esfuerzo (porque la
vida no nos da todo hecho) y la libertad. Podemos elegir porque no somos
animales, pero también por eso podemos equivocarnos en nuestras
elecciones.
El Papa se sitúa en la perspectiva de la
antropología y de la ética, que requiere el conocimiento de uno mismo y
de lo que es bueno llevar a cabo aquí y ahora. Desde el punto de vista
cristiano, el discernimiento requiere sobre todo una relación filial con
Dios, también la amistad con Jesucristo y la luz del Espíritu Santo.
Los trayectos del corazón
El segundo miércoles (cfr. Audiencia
general, 7-IX-2022), Francisco puso el ejemplo de Ignacio de Loyola, que
supo reconocer el paso de Dios junto a él.
El discernimiento es una ayuda para
reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las
situaciones imprevistas, incluso desagradables; o, por el contrario,
para percibir algo que haga empeorar en el camino.
En ese marco, las enseñanzas del Papa
pueden distribuirse en tres partes: los elementos del discernimiento;
una consideración especial sobre la desolación y la consolación; y una
tercera parte sobre la verificación, la vigilancia y las ayudas en
relación con el discernimiento.
Los elementos del discernimiento
Francisco se refirió en primer lugar a
la familiaridad con el Señor (cfr. Audiencia general, 28-IX-2022) sobre
todo a la confianza que hemos de manifestarle por medio de la oración
(cfr. Audiencia general. 28-IX-2022). En la oración hemos de tratarle
–propone– con sencillez y familiaridad, como a un amigo.
“Esta familiaridad vence el miedo o la
duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a
veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e
inseguro o también amargo”. Tal es el secreto de los santos. Muchas
veces los obstáculos para seguir al Señor son sobre todo afectivos, del
corazón. En ese sentido, la tristeza o el miedo ante Dios son signos de
lejanía con Dios, como se ve en el caso del joven rico del Evangelio
(cfr. Mt 9 17 ss.). Pero Jesús no le fuerza a seguirle.
“Discernir qué sucede dentro de
nosotros” –señala el sucesor de Pedro– “no es fácil, porque las
apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios puede disolver
suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva
a su ‘amable luz’, según la bonita expresión de san John Henry Newman”.
Y añade que, al igual que dos esposos
que viven juntos mucho tiempo acaban pareciéndose, la oración nos va
haciendo parecidos a Jesús. Para eso necesitamos la cercanía con Él, una
“cercanía afectiva”, tratándole como el amigo fiel que nunca nos
abandona; y no solo con palabras, sino también con gestos y buenas
obras.
Conocerse a uno mismo y los deseos
En segundo lugar, el Papa trató sobre el
conocerse a sí mismo (cfr. Audiencia general, 5-X-2022). Señala cómo en
la base de las dudas espirituales y de las crisis vocacionales suele
haber un déficit de conocimiento de nosotros mismos, de nuestra
personalidad y de nuestros deseos más profundos; pues “casi todos nos
escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los demás, sino
también cuando nos miramos al espejo” (Thomas H. Green).
El discernimiento es necesario –señala
el Papa con términos de nuestra cultura digital– para “conocer las
contraseñas de nuestro corazón, a las que somos más sensibles, para
protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para
manipularnos, y también para reconocer lo que es realmente importante
para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes
llamativos y superficiales”. Pues lo cierto es que con frecuencia nos
dejamos llevar por sentimientos provocados de esa manera.
Para todo ello ayuda el examen de
conciencia. Y no se refiere al examen previo a la confesión sacramental
(para descubrir los pecados de los que nos hemos de acusar) sino del
examen de conciencia general al final de la jornada. “Examen de
conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este
día? Han pasado muchas cosas…. ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron
en el corazón?”.
El tercer “ingrediente” del
discernimiento es el deseo (cfr. Audiencia general, 12-X-2022).
Francisco toma este término no en el sentido de las ganas del momento,
sino de su etimología: de-sidus, que se puede entender como “la falta de
la estrella”; Es importante conocer cuáles y cómo son nuestros deseos, y
cuidar que sean deseos grandes y operativos, porque a veces nos
quedamos en las quejas (cfr. Jn 5, 6 ss), que más bien empequeñecen o
atrofian el deseo.
Leer la propia vida
En cuarto lugar, Francisco se detuvo en
la importancia que tiene, para el discernimiento, conocer “el libro de
la propia vida”: la propia historia de vida (cfr. Audiencia general,
19-X-2022). Si lo hacemos, podremos detectar tantos elementos “tóxicos” o
pesimistas que nos frenan (no valgo nada, todo me va mal, etc.), quizá
con la ayuda de alguien que nos ayude a reconocer también nuestras
cualidades, las cosas buenas que Dios siembra en nosotros.
Es bueno tener un “enfoque narrativo”,
no detenerse en una acción puntual, sino incluirla en un contexto: “¿De
dónde viene este pensamiento? Lo que siento ahora, ¿de dónde viene?
¿Adónde me lleva lo que estoy pensando ahora? ¿Lo he tenido antes? ¿Es
algo nuevo que me viene ahora, o lo he encontrado otras veces? ¿Por qué
es más insistente que otros? ¿Qué me quiere decir la vida con esto?”.
Desolación y consolación
En una segunda parte de la catequesis,
Francisco pasó a tratar sobre “la materia” del discernimiento,
centrándose en el binomio desolación-consolación. Primero, la desolación
(cfr. Audiencia general, 26-X-2022) o tristeza espiritual.
Saber gestionar la tristeza espiritual
La desolación ha sido definida como una
“oscuridad del alma” (san Ignacio de Loyola), como una “tristeza” que no
tiene por qué ser mala. A veces tiene que ver con un remordimiento por
algo malo que hemos hecho, y es una invitación a emprender el camino. En
estos casos, como señala santo Tomás, se trata de un “dolor del alma”,
un aviso, como un semáforo en rojo, para detenernos.
Otras veces –explica Francisco– puede
ser una tentación con la que el demonio quiere desanimarnos en el camino
del bien, busca encerrarnos en nosotros mismos y que no hagamos nada
por los demás: paralizarnos en el trabajo o el estudio, en la oración,
en la perseverancia en la propia vocación. Jesús nos da ejemplo para
rechazar esas tentaciones con una firma resolución (cfr. Mt 3, 14-15; 4,
11-11; 16, 21-23).
En todo caso, conviene preguntarse por
la raíz de esa tristeza (cfr. Audiencia general, 16-XI-2022), sabiendo
que Dios nunca nos abandona y con él podemos vencer toda tentación (cfr.
1 Co 10, 13). Pero no tomar decisiones apresuradas en esas situaciones.
Hay que aprender y aprovechar esa
desolación. “De hecho” –advierte el Papa–, “si no hay un poco de
insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de
vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el
riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas y no entrar
nunca en contacto con el centro de nuestra existencia”.
Por tanto, aconseja el Papa, no es bueno
permanecer en un “estado de indiferencia” que nos haría inhumanos con
nosotros mismos y los demás. Es buena una “sana inquietud” como la han
experimentado los santos.
Por otra parte, la desolación nos da la
posibilidad de crecer, de madurar en la capacidad de darnos a los demás
con gratuidad, sin buscar nuestro propio interés o nuestro simple
bienestar. En la oración hay que aprender a estar con el Señor, mientras
seguimos buscándole, quizá en medio de esa tentación, o de ese vacío
que experimentamos. Pero sin dejar la oración, porque su respuesta llega
siempre.
Verdaderas y falsas consolaciones
En la vida espiritual se presenta
también la consolación (cfr. Audiencia general, 23-XI-2022), en forma de
alegría, paz y armonía duraderas, que fortalecen la esperanza y nos
llenan de audacia para servir a los demás, como escribe Edith Stein.
Pero hay que distinguir la consolación
espiritual de las falsas consolaciones, quizá ruidosas y llamativas,
pero que son entusiasmos pasajeros que se buscan por sí mismos (por
interés propio), en lugar de buscar al Señor. El discernimiento nos
ayudará a distinguir las verdaderas consolaciones (que traen una paz
profunda y duradera) de las falsas. En estas últimas el mal puede
aparecer desde el principio, por ejemplo, en forma de evasión de los
propios deberes; otras veces aparece en el medio, quizá buscándonos a
nosotros mismos; o al final, porque nos lleva a tratar mal a los demás.
Por eso, apunta Francisco, hay que
aprender a distinguir los “bienes” quizá aparentes, para buscar los
verdaderos bienes que nos hacen crecer. Para todo ello es necesario el
examen de conciencia cada día: ver qué ha pasado hoy. Con atención a las
consecuencias de nuestros afectos.
Verificación, vigilancia, ayudas en el discernimiento
En una tercera parte de estas
catequesis, Francisco invita a fijarse en la fase posterior a la toma de
decisiones, para confirmar si han sido adecuadas o no (cfr. Audiencia
general, 7-XII-2022). Ya vimos la importancia que tiene el trascurso del
tiempo en esto, y también la observación de si esas decisiones nos
traen una paz duradera.
Por ejemplo, “si tomo la decisión de
dedicar media hora más a la oración, y después me doy cuenta de que vivo
mejor los otros momentos del día, estoy más sereno, menos ansioso,
desempeño con más cuidado y gusto el trabajo, incluso las relaciones con
algunas personas difíciles se vuelven más fáciles…: todos esos son
signos importantes que sostienen la bondad de la decisión tomada”. La
vida espiritual es circular: la bondad de una elección es beneficiosa
para todos los ámbitos de nuestra vida. Porque es participación en la
creatividad de Dios.
Hay otros signos que pueden confirmar si
fue una buena decisión: el considerar la decisión como una respuestas
de amor al Señor (que no nace del miedo ni de una obligación); el
“sentirse en el propio sitio” (pone el ejemplo de los dos puntos en la
plaza de San Pedro del Vaticano, desde donde se ven alineadas las
columnas), es decir, el crecimiento en orden, integración y energía; el
permanecer interiormente libres en esa situación (y no tener una actitud
obsesiva o posesiva), respetando y venerando a Dios con confianza.
Vigilar para no dormirse
Después de la decisión, es también
importante la actitud de vigilancia (cfr. Audiencia general,
14-XII-2022), para no adormecerse, no acostumbrarse, no dejarse llevar
por la rutina (cfr. Lc 12, 35-37). Es algo necesario, subraya el sucesor
de Pedro, para asegurar la perseverancia, la coherencia y el buen fruto
de nuestras decisiones.
El que se vuelve demasiado seguro de sí
mismo, pierde la humildad y por falta de vigilancia del corazón puede
dejar entrar de nuevo al demonio (cfr. Mt 12, 44 ss). Esto puede
vincularse, señala Francisco, al orgullo malo, a la presunción de ser
justos, de ser buenos, de estar a gusto; a la excesiva confianza en uno
mismo y no en la gracia de Dios. Se ha perdido el miedo a caer y con
ello la humildad… y se acaba perdiendo todo.
En definitiva, este es el consejo:
“Vigilar el corazón, porque la vigilancia es señal de sabiduría, es
señal sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad
es el camino maestro de la vida cristiana”.
El Evangelio en el bolsillo
En la Audiencia general del 21-XII-2022
el obispo de Roma propuso algunas ayudas para el discernimiento, que
parece difícil o complicado, pero que es necesario.
Las ayudas principales son la Palabra de
Dios y la doctrina de la Iglesia. La Palabra de Dios la encontramos en
la Sagrada Escritura (sobre todo en la lectura asidua de los Evangelios)
con la ayuda del Espíritu Santo.
Por eso insiste, como otras veces,
Francisco: “Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco
minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo, en el bolso, y
cuando viajes, tómalo y lee un poco durante el día, dejando que la
Palabra de Dios se acerque a tu corazón”.
Señala también, de acuerdo con la
experiencia de los santos, la importancia de contemplar la pasión del
Señor y verlo en el Crucifijo; el recurso a la Virgen; pedir luces al
Espíritu Santo (que es “el discernimiento en acción”) y tratarlo con
confianza, junto con el Padre y el Hijo.
En la última catequesis el Papa señaló
la importancia del guía espiritual y de darse a conocer para conocerse a
sí mismo y caminar en la vida espiritual