(Cfr. www.almudi.org)
Alimentemos la esperanza con la fuerza de los gestos en vez de esperar en gestos de fuerza.
Señor Presidente de la República,
Miembros del Gobierno y del Cuerpo diplomático, distinguidas Autoridades
religiosas y civiles, insignes Representantes de la sociedad y del
mundo de la cultura, Señoras y Señores!
Os saludo cordialmente mostrándoos mi
alegría de estar aquí. Le agradezco, señor Presidente, la bienvenida que
me ha brindado en nombre de toda la población. He venido como peregrino
a un país pequeño por su geografía pero genial por su historia; a una
isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a las personas, sino que
las ha conectado; a una tierra cuya frontera es el mar; a un lugar que
marca la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente
Medio. Sois una puerta abierta, un puerto que conecta: Chipre,
encrucijada de civilizaciones, lleva consigo la vocación innata de
encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas.
Acabamos de rendir homenaje al primer
Presidente de esta República, el Arzobispo Makarios, y al hacer este
gesto quería rendir homenaje a todos los ciudadanos. Su nombre,
Makarios, evoca las palabras iniciales del primer discurso de Jesús: las
Bienaventuranzas (cfr. Mt 5, 3-12). ¿Quién es makarios, verdaderamente
bendecido según la fe cristiana, a la que esta tierra está
inseparablemente ligada? Bienaventurados pueden serlo todos, pero sobre
todo los pobres de espíritu, los heridos por la vida, los que viven con
mansedumbre y misericordia, los que sin aparecer practican la justicia y
construyen la paz. Las Bienaventuranzas, queridos amigos, son la
constitución perenne del cristianismo. Vivirlas permite que el Evangelio
sea siempre joven y fecunde la sociedad de esperanza. Las
Bienaventuranzas son la brújula para orientar, en todas las latitudes,
los caminos que afrontan los cristianos en el camino de la vida.
Precisamente desde aquí, donde se
encuentran Europa y Oriente, comenzó la primera gran inculturación del
Evangelio en el continente y me emociona recorrer los pasos de los
grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo,
Bernabé y Marcos. Aquí estoy, pues, peregrino entre vosotros para
caminar con vosotros, queridos chipriotas; con todos, con el deseo de
que la buena noticia del Evangelio desde aquí lleve un mensaje feliz a
Europa en nombre de las Bienaventuranzas. De hecho, lo que los primeros
cristianos dieron al mundo con la suave fuerza del Espíritu fue un
mensaje de belleza sin precedentes. Fue la sorprendente novedad de la
dicha al alcance de todos lo que ganó los corazones y las libertades de
muchos. Este país tiene una herencia particular en este sentido, como
mensajero de belleza entre continentes. Chipre brilla con belleza en su
territorio, que debe ser protegido y salvaguardado con políticas
ambientales adecuadas acordadas con los vecinos. La belleza también
brilla en la arquitectura, en el arte, especialmente sagrado, en la
artesanía religiosa, en los muchos tesoros arqueológicos. Dibujando una
imagen del mar que nos rodea, quisiera decir que esta isla representa
una perla de gran valor en el corazón del Mediterráneo.
De hecho, una perla se convierte en lo
que es porque se forma con el tiempo: las distintas capas tardan años en
hacerla compacta y brillante. Así, la belleza de esta tierra deriva de
las culturas que a lo largo de los siglos se han encontrado y mezclado.
También hoy la luz de Chipre tiene muchas facetas: son muchos los
pueblos y gentes que, con distintos colores, componen la gama cromática
de esta población. También pienso en la presencia de muchos inmigrantes,
porcentualmente los más significativos entre los países de la Unión
Europea. Mantener la belleza multicolor y multifacética del conjunto no
es fácil. Como en la formación de una perla, requiere tiempo y
paciencia, exige una mirada amplia que abrace la variedad de culturas y
mire al futuro con amplitud de miras. En este sentido, es importante
proteger y promover todos los componentes de la sociedad, especialmente a
los estadísticamente minoritarios. Pienso también en varias entidades
católicas que se beneficiarían de un adecuado reconocimiento
institucional, para que la contribución que hacen a la sociedad a través
de sus actividades, especialmente educativas y benéficas, esté bien
definida desde el punto de vista jurídico.
Una perla resalta su belleza en
circunstancias difíciles. Nace en la oscuridad, cuando la ostra “sufre”
después de haber padecido una visita inesperada que atenta contra su
seguridad, como un granito de arena que la irrita. Para protegerse,
reacciona asimilando lo que la ha herido: envuelve lo peligroso y
externo a ella y lo transforma en belleza, en perla. La perla de Chipre
se vio ensombrecida por la pandemia, que impidió que muchos visitantes
entraran y vieran su belleza, agravando, como en otros lugares, las
consecuencias de la crisis económica y financiera. En este período de
recuperación, sin embargo, no será el entusiasmo por recuperar lo
perdido lo que garantice un desarrollo sólido y duradero, sino el
compromiso de promover la rehabilitación de la sociedad, en particular a
través de una lucha decidida contra la corrupción y los flagelos que
dañan la dignidad de la persona; pienso, por ejemplo, en la trata de
personas.
Pero la herida que más sufre esta tierra
la produce la terrible herida padecida en los últimos decenios. Pienso
en el padecimiento interior de cuantos no pueden volver a sus casas y a
sus lugares de culto. Rezo por vuestra paz, por la paz de toda la isla, y
la deseo con todas mis fuerzas. La vía de la paz, que cura los
conflictos y regenera la belleza de la fraternidad, está marcada por una
palabra: diálogo, que usted, señor Presidente, ha repetido tantas
veces. Debemos ayudarnos a creer en la fuerza paciente y mansa del
diálogo, esa fuerza de la paciencia, de “cargar a hombros”, hypomoné,
sacándola de las Bienaventuranzas. Sabemos que no es un camino fácil; es
larga y tortuoso, pero no hay alternativas para lograr la
reconciliación. Alimentemos la esperanza con la fuerza de los gestos en
vez de esperar en gestos de fuerza. Porque hay un poder de los gestos
que prepara la paz: no el de los gestos de poder, de las amenazas de
represalias y demostraciones de poder, sino el de los gestos de
distensión, de los concretos pasos de diálogo. Pienso, por ejemplo, en
el compromiso por un diálogo sincero que ponga en primer lugar las
exigencias de la población, en una participación cada vez más activa de
la comunidad internacional, en la salvaguarda del patrimonio religioso y
cultural, en la devolución de cuanto en ese sentido es particularmente
querido a la gente, como los lugares o al menos los muebles sagrados. A
este propósito, quisiera expresar mi agradecimiento y aliento en
relación con el Religious Track of the Cyprus Peace Project, promovido
por la Embajada de Suecia, para que se cultive el diálogo entre líderes
religiosos.
Precisamente los tiempos que no parecen
propicios y en los que languidece el diálogo son los que pueden preparar
la paz. Nos lo recuerda todavía la perla, que se vuelve tal en la
oscura paciencia de tejer nuevas sustancias junto al agente que la
hirió. En estas situaciones, no se debe permitir que prevalezca el odio,
ni renunciar a curar las heridas, ni olvidar la situación de las
personas desaparecidas. Y cuando llegue la tentación de desanimarse,
pensar en las generaciones futuras, que desean heredar un mundo
pacífico, colaborativo, cohesionado, no habitado por perennes
rivalidades ni contaminado por conflictos sin resolver. Para eso sirve
el diálogo, sin el cual crecen la sospecha y el resentimiento. Que sea
de referencia el Mediterráneo, ahora lamentablemente un lugar de
conflictos y tragedias humanitarias; en su profunda belleza es el mare
nostrum, el mar de todos los pueblos que acuden a él para estar
conectados, no divididos. Chipre, encrucijada geográfica, histórica,
cultural y religiosa, tiene esta posición para llevar a cabo una acción
por la paz. Que sea una cantera abierta para la paz en el Mediterráneo.
La paz no surge a menudo de los grandes
personajes, sino de la determinación diaria, día a día, de los más
pequeños. El continente europeo necesita reconciliación y unidad,
necesita coraje e impulso para avanzar. Porque no serán los muros del
miedo y los vetos dictados por los intereses nacionalistas los que
ayudarán a su avance, y ni siquiera la recuperación económica por sí
sola podrá garantizar su seguridad y estabilidad. Echemos un vistazo a
la historia de Chipre y veamos cómo la reunión y la bienvenida han dado
frutos beneficiosos a largo plazo. No sólo en referencia a la historia
del cristianismo, para la que Chipre fue “el trampolín” en el
continente, sino también para la construcción de una sociedad que ha
encontrado su riqueza en la integración. Este espíritu de ampliación,
esta capacidad de mirar más allá de las propias fronteras rejuvenece,
permite recuperar el brillo perdido.
Refiriéndose a Chipre, los Hechos de los
Apóstoles relatan que Pablo y Bernabé “cruzaron toda la isla” para
llegar a Pafos (cfr. Hch 13, 6). Es una alegría para mí recorrer la
historia y el alma de esta tierra en estos días, con el deseo de que su
afán de unidad y su mensaje de belleza sigan guiando el camino. ¡Oh
Theós na evloghí tin Kípro! [¡Dios bendiga a Chipre!]
P.P. Francisco, en vaticannews.va/es