Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.
LA NUEVA NOVELA DE ARTURO PÉREZ-REVERTE
Un hombre, tres mujeres y una revolución. Un viaje al corazón humano y a
la aventura. «Heroísmo, valentía, la seducción ante los abismos de...
Un hombre, tres mujeres y una revolución. Un viaje al corazón humano y a la aventura.
«Heroísmo,
valentía, la seducción ante los abismos del peligro, el coraje, la
camaradería, la impronta de situaciones extremas en la idiosincrasia
del ser humano# Son los elementos intrínsecos de la literatura épica de
Arturo Pérez-Reverte y todos ellos están presentes en
Revolución.[...][Un autor] volcánico».
David Barreira, El Español
Ésta
es la historia de un hombre, tres mujeres, una revolución y un tesoro.
La revolución fue la de México en tiempos de Emiliano Zapata y
Francisco Villa. El tesoro fueron quince mil monedas de oro de a veinte
pesos de las denominadas maximilianos, robadas en un banco de Ciudad
Juárez el 8 de mayo de 1911. El hombre se llamaba Martín Garret Ortiz y
era un joven ingeniero de minas español. Todo empezó para él ese mismo
día, cuando desde su hotel oyó un primer disparo lejano. Salió a la
calle para ver qué ocurría y a partir de ese momento su vida cambió
para siempre...
Revolución es mucho más que una novela
sobre los dramáticos acontecimientos que sacudieron la república
mexicana en el primer tercio del siglo XX. Es un relato de iniciación y
madurez a través del caos, la lucidez y la violencia: el asombroso
descubrimiento de las reglas ocultas que determinan el amor, la
lealtad, la muerte y la vida.
«Toda la vida escuché en mi casa
la historia de aquel amigo de mi bisabuelo, ingeniero de minas, que
trabajó en México en plena revolución. Ese recuerdo remoto me ha
aproximado a mi propia relación con la aventura y me ha llevado a
escribir esta historia. Es una novela de iniciación y aprendizaje y es,
de algún modo, mi propia biografía de juventud. Es mi Flecha de oro ». Arturo Pérez-Reverte
«Un
libro de grandes balconajes literarios provisto con las honduras
adecuadas para sumergirse en el terreno de la aventura, pero también de
los grandes valores, donde los lugares comunes que guardamos sobre el
bien y el mal se desvanecen y las líneas habituales que los separa se
vuelven grises y confusas.[...] Una narración vertiginosa. Javier Ors, El Debate
«Entretiene
como una película de aventuras [#] con su derroche de pólvora, balas,
aspereza y caracteres violentos.[...] Una novela visualizable, entretenida y de buena factura». Domingo Ródenas de Moya, Babelia
«Heroísmo,
valentía, la seducción ante los abismos del peligro, el coraje, la
camaradería, la impronta de situaciones extremas en la idiosincrasia
del ser humano# Son los elementos intrínsecos de la literatura épica de
Arturo Pérez-Reverte y todos ellos están presentes en Revolución.[...][Un autor] volcánico». David Barreira, El Español
«Arturo Pérez-Reverte se cruza las cananas al pecho, se deja mostacho, y llega a las librerías al galope con Revolución,[donde] el lector encontrará todos los ingredientes que le han convertido en un superventas mundial». Grego Casanova, Vozpópuli
«Algo
te ata firmemente a un lugar al que has sobrevivido y, aunque el autor
ha sobrevivido a varios, en México tuvo que hacerlo a golpe de
tequila. Algo se torció en una cantina y solo el destilado apaciguó los
ánimos y le permitió llegar a los 71 años que está a punto de cumplir». María Paredes, The Objective
«Pocos autores hay en la literatura española actual tan parecidos a una veterana rock star como Arturo Pérez-Reverte». La Vanguardia
Arturo
Pérez-Reverte se dedica en exclusiva a la literatura, tras dejar su
carrera de reportero de prensa, radio y televisión, cubriendo
informativamente conflictos internacionales.
De su producción literaria destacan títulos como El húsar (1986), El
maestro de esgrima (1988), La tabla de Flandes (1990), El club Dumas
(1993), La sombra del águila (1993), Territorio comanche (1994), La
piel del tambor (1995), La carta esférica (2000), Con ánimo de ofender
(2001), La Reina del Sur (2002), Cabo
En la audiencia general de hoy, el
Santo Padre ha continuado explicando los elementos constitutivos del
discernimiento, en esta ocasión reflexionó sobre “el deseo”, la brújula
que nos guía hacia la plenitud
PARA VERLA Y ESCUCHARLA, PINCHA AQUI: https://youtu.be/OfM36cEfQh4
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducida al español
En estas catequesis estamos repasando
los elementos del discernimiento. Después de la oración y el
conocimiento de sí, es decir rezar y conocerse a uno mismo, hoy quisiera
hablar de otro “ingrediente”, por así decir, indispensable: hoy
quisiera hablar del deseo. De hecho, el discernimiento es una
forma de búsqueda, y la búsqueda nace siempre de algo que nos falta pero
que de algún modo conocemos, tenemos el olfato.
¿De qué tipo es ese conocimiento? Los
maestros espirituales lo indican con el término “deseo”, que, en la
raíz, es una nostalgia de plenitud que no encuentra nunca plena
satisfacción, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros. El
deseo no son las ganas del momento, no. La palabra deseo viene de un
término latín muy hermoso, y es curioso: de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”,
deseo es una falta de la estrella, falta del punto de referencia que
orienta el camino de la vida; lo que evoca un sufrimiento, una carencia,
y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que nos falta. Así
pues, el deseo es la brújula para saber dónde estoy y adonde voy, es
más, es la brújula para saber si estoy quieto o estoy caminando, una
persona que nunca desea es una persona quieta, quizá enferma, casi
muerta. Es la brújula de si estoy caminando o si estoy quieto. ¿Y cómo
es posible reconocerlo?
Pensemos, un deseo sincero sabe tocar en
profundidad las cuerdas de nuestro ser, por eso no se apaga ante las
dificultades o los contratiempos. Es como cuando tenemos sed: si no
encontramos algo de beber, no por eso renunciamos, es más, la búsqueda
ocupa cada vez más nuestros pensamientos y acciones, hasta que estamos
dispuestos a hacer cualquier sacrificio para apaciguarlo, casi
obsesionados. Obstáculos y fracasos no sofocan el deseo, no, al
contrario, lo hacen aún más vivo en nosotros.
A diferencia de las ganas o de la
emoción del momento, el deseo dura en el tiempo, un tiempo también
largo, y tiende a concretarse. Si, por ejemplo, un joven desea ser
médico, tendrá que emprender un recorrido de estudios y trabajo que
ocupará algunos años de su vida, como consecuencia tendrá que poner límites,
decir algún “no”, en primer lugar, a otros estudios, pero también a
posibles entretenimientos o distracciones, especialmente en los momentos
de estudio más intenso. Pero, el deseo de dar una dirección a su vida y
de alcanzar esa meta —llegar a ser médico era el ejemplo— le consiente
superar esas dificultades. El deseo te hace fuerte, valiente, te hace ir
adelante siempre porque tú quieres llegar a eso: “Yo deseo eso”.
En efecto, un valor se vuelve bello y más fácilmente realizable cuando es atractivo. Como dijo alguien, «más que ser bueno es importante tener ganas de serlo». Ser bueno es algo atractivo, todos queremos ser buenos, ¿pero tenemos ganas de ser buenos?
Llama la atención que Jesús, antes de realizar un milagro, a menudo pregunta a la persona sobre su deseo: “¿Quieres ser curado?”.
Y a veces esta pregunta parece estar fuera de lugar: ¡se ve que está
enfermo! Por ejemplo, cuando encuentra al paralítico en la piscina de
Betesda, que llevaba allí muchos años y nunca encontraba el momento
adecuado para entrar en el agua. Jesús le pregunta: «¿Quieres curarte»
(Jn 5,6). ¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una
serie de resistencias externas a la curación, que no tienen que ver
solo con él. La pregunta de Jesús era una invitación a aclarar su
corazón, para acoger un posible salto de calidad: no pensar más en sí
mismo y en su vida “de paralítico”, llevado por otros. Pero el hombre de
la camilla no parecer estar muy convencido. Dialogando con el Señor, aprendemos a entender qué queremos realmente de nuestra vida. Ese paralítico es el ejemplo típico de las personas: “Sí, sí, quiero, quiero”, pero luego no quiero, no quiero, no hago nada. El querer hacerlo se convierte en una ilusión pero no se da el paso para hacerlo. Es la gente que quiere y no quiere. Eso está mal, y ese enfermo, 38 años allí, siempre quejándose: “No, Señor, porque cuando las aguas se mueven —que es el momento del milagro—, viene alguien más fuerte que yo, entra y yo llego tarde”,
y se queja y se lamenta. Pues estad atentos que las quejas son un
veneno, un veneno para el alma, un veneno para la vida porque no hacen
crecer el deseo de ir adelante. Cuidado con las quejas. Cuando hay
quejas en la familia, se quejan los cónyuges, se quejan uno de otro, los
hijos del padre o los sacerdotes del obispo o los obispos de tantas
otras cosas… ¡No, si os quejáis, estad atentos, es casi pecado, porque
no deja crecer el deseo!
A menudo es justamente el deseo lo que
marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y
las mil frivolidades y tantas buenas intenciones de las que, como se
dice, “está empedrado el infierno”:“Sí, yo quisiera, yo quisiera, yo quisiera…”, pero no haces nada. La época en la que vivimos parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo
—quieres satisfacerte continuamente—, que queda reducido a las ganas
del momento. Y debemos estar atentos a no atrofiar el deseo. Estamos
bombardeados por miles de propuestas, proyectos, posibilidades, y
corremos el riesgo de distraernos y de no dejar valorar con calma lo que
realmente queremos. Muchas veces encontramos gente —pensemos en los
jóvenes, por ejemplo— con el móvil en la mano y buscan, miran… “¿Pero tú te paras a pensar?” –“No”.
Siempre extrovertido, hacia el otro. El deseo no puede crecer así, tú
vives el momento, saciado en el momento y no crece el deseo.
Muchas personas sufren porque no saben
qué quieren hacer con su vida; probablemente nunca han entrado en
contacto con su deseo profundo, nunca lo han sabido: “¿Qué quieres de tu vida?” –“No lo sé”.
De ahí el riesgo de pasar la existencia entre intentos y pretextos de
diversa índole, sin llegar nunca a ningún lado, o desperdiciando
oportunidades valiosas. Y así algunos cambios, aunque queridos en
teoría, nunca son realizados cuando se presenta la ocasión, falta el
deseo fuerte de llevarlos adelante.
Si el Señor nos dirigiera, hoy, por ejemplo, a cualquiera de nosotros, la pregunta que hizo al ciego de Jericó: «¿Qué quieres que te haga?» (Mc 10,51) —pensemos que el Señor a cada uno hoy pregunta esto: “¿qué quieres que haga yo por ti?”—
¿qué responderíamos? Quizá, podríamos pedirle que nos ayude finalmente a
conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro
corazón: “Señor que yo conozca mis deseos, que yo sea una mujer, un hombre de grandes deseos”,
quizá el Señor nos dará la fuerza de concretarlo. Es una gracia
inmensa, que está en la base de todas las demás: permitir al Señor, como
en el Evangelio, hacer milagros por nosotros: “Danos el deseo y hazlo crecer, Señor”.
Porque también Él tiene un gran deseo respecto a nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida. Gracias.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa,
en particular a los monaguillos de la diócesis de Basilea; a los fieles
de la diócesis de Versalles y a la parroquia de Nuestra Señora de la
China, en París. Hermanos y hermanas, hoy tenemos este fuerte deseo en
nosotros por una civilización de paz, amor, reconciliación y armonía.
Que el Señor nos haga partícipes de su plenitud de vida con nuestras
aspiraciones más profundas, por una humanidad más bella y pacífica.
¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Inglaterra,
Dinamarca, Finlandia, Noruega, Países Bajos, Ghana, Vietnam y Estados
Unidos de América. Sobre todos vosotros invoco la alegría y la paz de
Cristo nuestro Señor. ¡Dios os bendiga!
Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua alemana.
Que la Santísima Virgen María, cuyas apariciones en Fátima recordaremos
mañana, sea nuestra guía en el camino de continua conversión y
penitencia para encontrar a Cristo, sol de justicia. Que su “suave luz”
nos libre de todo mal y disipe las tinieblas de este mundo atormentado
por las guerras.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española.
Hoy celebramos a Nuestra Señora del Pilar, Patrona de la Hispanidad.
Que Ella interceda por nosotros ante su Hijo, para que podamos descubrir
el deseo que Él ha puesto en nuestros corazones, y nos alcance la
gracia de llevarlo a cumplimiento. Que Dios los bendiga y la Virgen
Santa los cuide. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los miembros
de la Confederación Nacional de Asociaciones de Familias que han venido
de Portugal y a los peregrinos de otros países de lengua portuguesa,
en particular de Brasil. Hoy se celebra a Nuestra Señora de Aparecida
con muchos hermanos y hermanas que van en peregrinación a su Santuario y
allí, junto a la Virgen Madre, rezan el rosario y cantan a la Virgen de
Aparecida. Unámonos a ellos y recemos por la paz. Pidamos a la Virgen
que nos ayude a realizar el gran deseo de nuestro Padre celestial:
hacernos a todos partícipes de su plenitud de vida. Dios os bendiga y la
Virgen os guarde.
Saludo a los fieles de lengua árabe.
El Señor tiene un gran deseo para nosotros: hacernos partícipes de su
plenitud de vida. Le pedimos que nos ayude a conocer ese deseo y que nos
dé la fuerza para hacerlo realidad. ¡El Señor os bendiga a todos y os
proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos.
El mes de octubre está dedicado al Santo Rosario. Al rezar esa oración,
dejad que vuestra vida y vuestras decisiones diarias estén iluminadas
por Cristo, esplendor de la Verdad. Meditando los misterios luminosos,
acordaos de san Juan Pablo II que quiso añadirlos a la contemplación de
los demás momentos de la vida de Jesús. Os bendigo de corazón.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo al grupo de los que se ocupan de las enfermedades
reumáticas, con un pensamiento especial y agradecido para el área
médica de la pastoral de la salud de la diócesis de Roma. Saludo a la
Asociación “Centros y obras sociales de solidaridad” de Molfetta; a la
Asociación “Padres de personas con autismo” de Messina y a la Asociación
“Padres de niños con encefalitis pediátrica”. Animo a todos a
perseverar en la digna labor en apoyo de los más vulnerables. Saludo a
los oficiales y soldados del mando militar de Roma, así como a la
Delegación del Municipio de Cervia, venida para el tradicional don de la
sal.
Mi pensamiento, por último, se dirige, como siempre, a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados.
Ayer celebramos la memoria litúrgica de san Juan XXIII, que sirvió a
Cristo y a la Iglesia con entrega ejemplar, trabajando con preocupación
por la salvación de las almas y por la paz en el mundo. Que su
protección os ayude a todos en el esfuerzo de la fidelidad diaria a
Cristo y os sostenga en vuestro trabajo diario. A todos mi bendición.
Llamamiento
En estos días, mi corazón siempre está
dirigido al pueblo ucraniano, especialmente a los habitantes de los
lugares donde ha habido un auge de bombardeos. Llevo dentro de mí el
dolor y, por intercesión de la Santa Madre de Dios, lo presento en la
oración al Señor. Él siempre escucha el grito de los pobres que lo
invocan: que el Espíritu pueda transformar los corazones de quienes
tienen en su mano el destino de la guerra, para que cese el huracán de
la violencia y se pueda reconstruir una convivencia pacífica en la
justicia.
«Les
proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no
desfallecer, diciendo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a
Dios ni respetaba a los hombres. También había en aquella ciudad una
viuda, que acudía a él diciendo: "Hazme justicia ante mi adversario". Y
durante mucho tiempo no quería. Sin embargo, al final se dijo a sí
mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, ya que esta
viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a
importunarme"». Concluyó el Señor: «Prestad atención a lo que dice el
juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a
Él día y noche, y les hará esperar? Os aseguro que les hará justicia sin
tardanza. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿acaso encontrará fe
sobre la tierra?» (Lucas 18, 1-8).
I. Los textos de la liturgia se centran
en el poder que la oración perseverante y llena de fe tiene ante Dios.
San Lucas, antes de narrarnos, en el Evangelio de la Misa (Lucas 18,
1-8), la parábola de la viuda y del juez inicuo, nos indica el fin que
Jesús se propone: Les propuso esta parábola para hacerles ver que
conviene perseverar en la oración sin desfallecer. La oración debe ser
una manifestación continua de fe y de confianza en Nuestro Padre Dios,
aunque parezca que guarda silencio. Jesús ha de ser nuestro Modelo:
Padre, ya sé que siempre me escuchas (Juan 11, 42). Él nos escucha
siempre. No debemos cansarnos de orar. Y si alguna vez nos sucediera,
hemos pedir a quienes nos rodean que nos ayuden a seguir rezando,
sabiendo que ya en ese momento el Señor nos está concediendo otras
muchas gracias, quizá más necesarias que los dones que le pedimos.
Examinemos hoy si nuestra oración es perseverante, confiada, insistente,
sin cansarnos. Nada puede contra una oración perseverante.
II. En la parábola del juez inicuo y la
viuda indefensa y desamparada, la razón por la que el juez termina por
ceder, después de negarse muchas veces ante la solicitud de la viuda, es
la petición insistente de la mujer. Nos hace ver que en el centro de la
parábola no lo ocupa el juez inicuo, sino Dios, lleno de misericordia,
paciente y celoso con los suyos. La razón, que da el Señor en esta
parábola, de que nuestra oración sea siempre oída, es triple: la bondad y
misericordia de Dios; el amor de Dios por cada uno de sus hijos; y el
interés que nosotros mostramos perseverando en la oración. Hemos de
acudir a Dios como hijos necesitados, además de poner los medios humanos
que cada situación requiera. Sólo la misericordia divina puede
socorrernos de tantos bienes de los que carecemos. Cuenta el Santo Cura
de Ars que el fundador de un asilo de huérfanos le consultó sobre la
oportunidad de atraer la atención y favor de la gente a través de la
prensa. El Santo respondió: “En vez de hacer ruido en los diarios, hazlo
en el Sagrario”
III. Una consecuencia directa de la fe
es la oración, pero, a la vez, la oración presta mayor “firmeza a la
misma fe” (SAN AGUSTÍN, De la ciudad de Dios). Ambas están perfectamente
unidas. Por eso, todo lo que pedimos debe ayudarnos a ser mejores.
Comprenderemos bien que cuando pedimos, lo que queremos en primer lugar
no son esas cosas en sí mismas, sino al mismo Dios. El Santo Rosario es
siempre una oración siempre eficaz para conseguir, a través de Nuestra
Señora, todo aquello que necesitamos nosotros y aquellas personas que de
alguna manera dependen de nosotros.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal
Domingo de la semana 29 de tiempo ordinario; ciclo C
(Ex 17,8-13) "Cuando Moisés alzaba las manos vencía Israel"
(2 Tim 3,14-4,2) "Persevera en las cosas que has aprendido"
(Lc 18,1-8) "Es menester orar siempre y no desfallecer"
Homilía a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
La
insistencia sin desmayos en la oración nos es propuesta por el Señor con
la expresiva parábola que acabamos de oír, porque Dios nos escucha
siempre y da lo que "es bueno a quienes se lo piden" (Cf Mt 7,11).
Cristo
nos ha dado ejemplo de la confianza con que debemos acudir siempre a
Dios. "Ora antes de los momentos decisivos de su misión: antes de que el
Padre dé testimonio de Él en su Bautismo (Cf Lc 3,21) y de su
Transfiguración (Cf Lc 9,28), y antes de dar cumplimiento con su Pasión
al designio de amor del Padre (Cf Lc 22,41-44); Jesús ora también ante
los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus apóstoles:
antes de elegir y de llamar a los Doce (Cf Lc 6,12)... La oración de
Jesús ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide que
cumpla, es una entrega humilde y confiada de su voluntad humana a la
voluntad amorosa del Padre" (C.E.C.,2600).
Y otro
tanto habría que decir de los primeros discípulos que "todos ellos
perseveraban unánimes en la oración, en compañía de algunas mujeres, y
con María, la Madre de Jesús, y sus hermanos" (Hch 1,14).
La
confianza en Dios se prueba justamente en la constancia a la hora de
rezar. Hay quien deja de orar porque piensa que su petición no es
escuchada. Pero, ¿qué pedimos nosotros tantas veces sino la solución que
juzgamos mejor para nuestros problemas o, incluso, piedras en lugar de
pan? "Nosotros no sabemos pedir como conviene", asegura S. Pablo (Rm
8,26). En cambio, nuestro Padre Dios sabe bien lo que nos hace falta
antes de que se lo pidamos (Cf Mt 6,8). "No te aflijas, dice S. Agustín,
si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere
hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia con Él en oración. Él
quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone
para recibir lo que Él está dispuesto a darnos".
En este
mes que la Iglesia dedica al Santo Rosario debemos dirigirnos a Dios a
través de María, "la orante perfecta, figura de la Iglesia... Podemos
orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la
oración de María" (C.E.C.,2679). En el Rosario pedimos, entre otras
cosas importantes, que se acuerde de nosotros ahora, en el hoy de
nuestra vida, y en la hora de la muerte, como lo estuvo en la muerte de
su Hijo en la Cruz y nos acoja para conducirnos a la gloria del Señor.