Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.
Los Farel son una pareja
poderosa: Jean es un destacado experto francés y su esposa Claire una
ensayista conocida por su feminismo radical. Juntos tienen un hijo
ejemplar, Alexandre, que estudia en una prestigiosa universidad
estadounidense. Durante una breve visita a París, Alexandre conoce a
Mila, la hija de la nueva pareja de su madre, y la invita a una fiesta.
Al día siguiente, Mila presenta una denuncia contra Alexandre por
violación, que destruye la armonía familiar y pone en marcha una
inextricable máquina judicial mediática que confronta versiones
opuestas.
Entre los años 1968 y 1969, el asesino
al que la prensa bautizaría como John Biblia mató a tres mujeres en
Glasgow. Nunca fue identificado y el caso todavía sigue abierto hoy en
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Entre
los años 1968 y 1969, el asesino al que la prensa bautizaría como John
Biblia mató a tres mujeres en Glasgow. Nunca fue identificado y el caso
todavía sigue abierto hoy en día. En esta novela, a principios de los
años ochenta, el investigador de policía escocés Noah Scott Sherrington
logra llegar hasta John Biblia, pero un fallo en su corazón en el último
momento le impide arrestarlo. A pesar de su frágil estado de salud, y
contra los consejos médicos y la negativa de sus superiores para que
continúe con la persecución del asesino en serie, Noah sigue una
corazonada que lo llevará hasta el Bilbao de 1983. Justo unos días antes
de que un verdadero diluvio arrase la ciudad.
Dolores Redondo se autodefine como «una escritora de tormentas» y
con esta nueva novela, basada en hechos reales, nos conduce hasta el
epicentro de una de las mayores tormentas del siglo pasado a la vez que
retrata una época en plena ebullición política y social. Es un homenaje a
la cultura del trabajo lleno de nostalgia por un tiempo en el que la
radio era una de las pocas ventanas abiertas al mundo y, sobre todo, a
la música. Y es también un canto a la camaradería de las cuadrillas y a
las historias de amor que nacen de un pálpito.
Una obra deslumbrante con unos personajes que nos llevan de la crueldad más espantosa a la esperanza en el ser humano.
«Dolores Redondo, la reina del thriller literario.» Carlos Ruiz Zafón
Dolores
Redondo (Donostia-San Sebastián, 1969) es la autora de la Trilogía del
Baztán, el fenómeno literario en castellano más importante de los
últimos años. Las tres entregas, El guardián invisible, Legado en los
huesos y Ofrenda a la tormenta, han llegado a tres millones de fieles
lectores; y entre 2017 y 2020 se estrenaron con éxito las tres
adaptaciones cinematográficas, actualmente disponibles en Netflix. A la
trilogía le siguió Todo esto te daré (Premio Planeta 2016), la novela
ganadora de dicho galardón más vendida de los últimos tiempos. En 2019
publicó La cara norte del corazón y regresó al universo del Baztán, cuya
adaptación está en vías de desarrollo como serie televisiva en
Hollywood, lo que constituye un hito de la ficción española
contemporánea. En 2021 se reeditó Los privilegios del ángel, su primera
novela. Hoy son ya 38 los idiomas a los que se han traducido sus obras
en todo el mundo.
www.doloresredondo.com
PARA VERLA Y ESCUCHARLA, PINCHA AQUI: https://youtu.be/Kmqrv5kdePU
En su catequesis, durante la
Audiencia general de hoy, el Papa ha continuado con sus reflexiones
sobre el discernimiento. La consolación ha sido el tema en esta ocasión
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducido al español
Seguimos con las catequesis sobre el
discernimiento del espíritu: cómo discernir lo que sucede en nuestro
corazón, en nuestra alma. Y después de haber considerado algunos
aspectos de la desolación —esa oscuridad del alma— hablamos hoy de la consolación,
que sería la luz del alma, y que es otro elemento importante para el
discernimiento, que no debe darse por descontado, porque se puede
prestar a equívocos. Debemos entender qué es el consuelo, como hemos
tratado de entender bien qué es la desolación.
¿Qué es la consolación espiritual? Es una experiencia de alegría interior,
que permite ver la presencia de Dios en todas las cosas; refuerza la fe
y la esperanza, y también la capacidad de hacer el bien. La persona que
vive la consolación no se rinde ante las dificultades, porque
experimenta una paz más fuerte que la prueba. Se trata, pues, de un gran
don para la vida espiritual y para la vida en su conjunto. Y vivir esa
alegría interior.
La consolación es un movimiento íntimo,
que toca lo profundo de nosotros mismos. No es llamativa, sino suave,
delicada, como una gota de agua en una esponja (cfr. San Ignacio de
Loyola, Ejercicios espirituales, 335): la persona se siente
envuelta en la presencia de Dios, siempre de una forma respetuosa con la
libertad. Nunca es algo desafinado, que trata de forzar nuestra
voluntad, tampoco es una euforia pasajera: al contrario, como hemos
visto, también el dolor —por ejemplo, por los propios pecados— puede
convertirse en motivo de consolación.
Pensemos en la experiencia vivida por
san Agustín cuando habla con su madre Mónica de la belleza de la vida
eterna; o en la perfecta alegría de san Francisco —asociada además a
situaciones muy duras de soportar—; y pensemos en tantos santos y santas
que han sabido hacer grandes cosas, no por considerarse buenos y
capaces, sino porque fueron conquistados por la dulzura pacificante del
amor de Dios. Es la paz que san Ignacio notaba en sí con estupor cuando
leía las vidas de los santos. Ser consolado es estar en paz con Dios,
sentir que todo está en paz, todo es armónico dentro de nosotros. Es la
paz que siente Edith Stein después de la conversión; un año después de
haber recibido el Bautismo, escribe —así dice Edith Stein—: «Cuando
me abandono a este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a
poco, comienza a colmarme y que, sin ninguna presión por parte de mi
voluntad, va a impulsarme hacia nuevas realizaciones. Este aflujo vital
me parece ascender de una actividad y de una fuerza que no me
pertenecen, pero que llegan a hacerse activas en mí» (Psicologia e scienze dello spirito, Città Nuova, 1996, 116). Es decir, una paz genuina es una paz que hace brotar los buenos sentimientos en nosotros.
La consolación tiene que ver sobre todo con la esperanza,
mira al futuro, pone en camino, permite tomar iniciativas hasta
entonces siempre aplazadas, o ni siquiera imaginadas, como el Bautismo
para Edith Stein.
La consolación es una paz grande, pero
no para permanecer sentados ahí disfrutándola, no, te da paz y te atrae
hacia el Señor y te pone en camino para hacer cosas, para hacer cosas
buenas. En tiempo de consolación, cuando somos consolados, nos vienen
ganas de hacer mucho bien, siempre. En cambio, cuando llega el momento
de la desolación, nos vienen ganas de encerrarnos en nosotros mismos y
de no hacer nada. La consolación te impulsa hacia delante, al servicio
de los demás, de la sociedad, de las personas. La consolación espiritual
no es “controlable” —no puedes decir ahora que venga la consolación,
no, no es controlable—, no es programable a voluntad, es un don del
Espíritu Santo: permite una familiaridad con Dios que parece
anular las distancias. Santa Teresa del Niño Jesús, visitando la
basílica de la Santa Cruz en Jerusalén a la edad de catorce años en
Roma, intenta tocar el clavo allí venerado, uno de aquellos con los que
Jesús fue crucificado. Teresa siente esa osadía suya como un arranque de
amor y confianza. Y luego escribe: «Fui realmente demasiado audaz.
Pero el Señor ve el fondo de los corazones, sabe que mi intención era
pura […]. Actuaba con él como niña que se cree todo permitido y
considera como propios los tesoros del Padre» (Manuscrito autobiográfico,
183). La consolación es espontánea, te lleva a hacerlo todo espontáneo,
como si fuéramos niños. Los niños son espontáneos, y la consolación te
lleva a ser espontáneo con dulzura, con una paz muy grande. Una chica de
catorce años nos da una descripción espléndida de la consolación
espiritual: se advierte un sentido de ternura hacia Dios, que nos hace
audaces en el deseo de participar de su misma vida, de hacer lo que le
agrada, porque nos sentimos familiares con Él, sentimos que su casa es
nuestra casa, nos sentimos acogidos, amados, revitalizados. Con esa
consolación no nos rendimos ante las dificultades: de hecho, con la
misma audacia, Teresita pedirá al Papa permiso para entrar en el
Carmelo, aunque sea demasiado joven, y le será concedido. ¿Qué quiere
decir eso? Quiere decir que la consolación nos hace audaces: cuando
estamos en tiempo de oscuridad, de desolación, y pensamos: “Esto no soy capaz de hacerlo”. Te abate la desolación, te hace verlo todo oscuro: “No, yo no puedo hacerlo, no lo haré”. En cambio, en tiempo de consolación, ves las mismas cosas de forma diferente y dices: “No, yo voy adelante, lo hago”. “Pero, ¿estás seguro?”. “Siento la fuerza de Dios y voy adelante”.
Y así la consolación te impulsa a ir adelante y a hacer las cosas que
en tiempo de desolación no serías capaz; te impulsa a dar el primer
paso. Esto es lo hermoso de la consolación.
Pero estemos atentos. Tenemos que distinguir bien la consolación que es de Dios, de las falsas consolaciones.
En la vida espiritual pasa algo similar a lo que sucede en las
producciones humanas: están los originales y las imitaciones. Si la
consolación auténtica es como una gota en una esponja, es suave e
íntima, sus imitaciones son más ruidosas y llamativas, son puro
entusiasmo, un fuego fatuo, sin consistencia, llevan a plegarse en uno
mismo, y a no cuidar a los otros. La falsa consolación al final nos deja
vacíos, lejos del centro de nuestra existencia. Por eso, cuando nos
sentimos felices, en paz, somos capaces de hacer cualquier cosa. Pero no
confundir esa paz con un entusiasmo pasajero, porque el entusiasmo hoy
está, después cae y ya no está.
Por eso se debe hacer discernimiento,
también cuando uno se siente consolado. Porque la falsa consolación
puede convertirse en un peligro, si la buscamos como fin en sí misma, de
forma obsesiva, y olvidándonos del Señor. Como diría san Bernardo, se
buscan las consolaciones de Dios y no se busca al Dios de las
consolaciones. Debemos buscar al Señor y el Señor, con su presencia, nos
consuela, nos hace ir adelante. Y no buscar a Dios porque nos trae las
consolaciones: no, eso no va, no debemos estar interesados en eso. Es la
dinámica del niño de la que hablábamos la vez pasada, que busca a los
padres solo para obtener cosas de ellos, pero no por ellos mismos: va
por interés: “Papá, mamá”. Y los niños saben hacer eso, saben
jugar y cuando la familia está dividida, y tienen esa costumbre de
buscar ahí y buscar aquí, eso no hace bien, eso no es consolación, eso
es interés. También nosotros corremos el riesgo de vivir la relación con
Dios de forma infantil, buscando nuestro interés, buscando reducir a
Dios a un objeto para nuestro uso y consumo, perdiendo el don más
hermoso que es Él mismo. Así vamos adelante en nuestra vida, que procede
entre las consolaciones de Dios y las desolaciones del pecado del
mundo, pero sabiendo distinguir cuando una consolación es de Dios, que
te da paz hasta el fondo del alma, de cuando es un entusiasmo pasajero
que no es malo, pero no es la consolación de Dios.
Saludos
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa
en particular a los peregrinos de las Diócesis de Troyes y de Lyon, al
Instituto Estanislao de San Rafael y a la Institución Nuestra Señora de
Sannois. Hermanos y hermanas, aprendamos a dejarnos guiar cada día por
las mociones del Espíritu Santo, así podremos gustar la dulzura
pacificante del amor de Dios en las dificultades de nuestra vida. ¡Dios
os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los del Reino Unido y
de los Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros invoco la
alegría y la paz de Cristo nuestro Señor.
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana,
de los santos podemos aprender a acoger en nosotros la cercanía y el
amor de Dios. Siguiendo su ejemplo, dejemos resplandecer la presencia
del Señor en nuestra vida, para que nuestra alabanza se una un día al
coro de la elegidos en la Jerusalén celestial.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española,
hay muchos mexicanos por aquí. El próximo domingo comenzamos el tiempo
de Adviento. Pidamos al Señor que nos ayude a mantener encendida en
nuestra vida la lámpara de la fe y a estar preparados para recibir su
visita, que nos llena de paz y alegría. Que Jesús los bendiga y la
Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua portuguesa,
especialmente a los que vienen de Portugal y de la diócesis de Chapecò
en Brasil. El pasado domingo se celebró en las diócesis la Jornada
Mundial de la Juventud, pensando en el encuentro de jóvenes que se
celebrará en Lisboa el próximo año. La alegría del reencuentro y la
voluntad de estar juntos son signos fundamentales para el mundo de hoy,
desgarrado por los enfrentamientos y las guerras. Que la Virgen proteja
nuestro deseo de comunión y de paz. Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua árabe.
El consuelo del Señor no es engaño ni anestesia. Sino veraz, está cerca
y nos abre las puertas de la esperanza. ¡Que el Señor os bendiga a
todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos.
Os estoy agradecido porque en estos días os habéis unido a los
cristianos perseguidos en el mundo participando en la iniciativa del RedWeek y
rezando por ellos de manera especial en el santuario de Jasna Góra. Que
la Madre de Dios les conceda plena libertad y consuelo en el
sufrimiento. Os bendigo de corazón.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a los representantes de las Escuelas Católicas de
FIDAE y espero que su importante papel educativo y social sea
reconocido a todos los niveles. Extiendo mi saludo a la Asociación NOI,
de Oratorios y Círculos Parroquiales, animándoles a continuar la fecunda
y apreciada labor al servicio de la evangelización y la promoción
humana.
Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados.
El próximo domingo marcará el inicio del Adviento, el período litúrgico
que precede y prepara la celebración de la Santa Navidad. Deseo que
cada uno de vosotros abra su corazón al Señor —por favor: abrid el
corazón al Señor—, para preparar el camino a Aquel que viene a llenar
todas nuestras debilidades humanas con la luz de su presencia. ¡A todos
mi bendición!
Llamamientos
En las pasadas horas la Isla de Java, en
Indonesia, fue sacudida por un fuerte terremoto. Expreso mi cercanía a
esa querida población y rezo por los muertos y heridos.
El domingo pasado en Kalongo, Uganda,
fue beatificado el padre Giuseppe Ambrosoli, misionero comboniano,
sacerdote y médico. Nacido en la diócesis de Como, murió en Uganda en
1987 después de haber gastado su vida por los enfermos, en los que veía
el rostro de Cristo. Que su extraordinario testimonio nos ayude a cada
uno a ser un signo de una Iglesia en “salida”. ¡Un aplauso al nuevo
beato!
Deseo enviar mi saludo a los jugadores,
aficionados y espectadores que siguen, desde varios continentes, el
campeonato mundial de fútbol, que se está jugando en Qatar. Que este
importante evento pueda ser ocasión de encuentro y armonía entre las
naciones, favoreciendo la fraternidad y la paz entre los pueblos.
Recemos por la paz en el mundo y por el final de todos los conflictos,
con un pensamiento particular por los terribles sufrimientos del querido
y martirizado pueblo ucraniano. A propósito, el próximo sábado es el
aniversario del terrible genocidio del Holodomor, el exterminio por el
hambre en 1932-33 causado artificiosamente por Stalin en Ucrania.
Recemos por las víctimas de ese genocidio y oremos por tantos
ucranianos, niños, mujeres y ancianos, niños, que hoy sufren el martirio
de la agresión.
Que la Jornada Mundial de la Pesca,
celebrada anteayer, pueda favorecer la sostenibilidad en la pesca y en
la acuicultura, a través del respeto de los derechos de los pescadores,
que con su trabajo contribuyen a la seguridad alimenticia, a la
nutrición y a la reducción de la pobreza en el mundo.
«Dijo Jesús a sus discípulos:
“Cuando venga el Hijo del hombre pasará como en tiempo de Noé. Antes del
diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé
entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los
llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos
hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán;
dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene
el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por
eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre» (Mateo 24,37-44).
I. La Iglesia desea que todos sus hijos
que en todos los momentos de nuestra vida tengamos la misma actitud de
expectación que tuvieron los profetas del Antiguo Testamento, ante la
venida del Mesías. Considera como una parte esencial de su misión hacer
que sigamos mirando hacia el futuro, aun ahora que se cumplen dos mil
años de aquella primera Navidad. Nos alienta a que caminemos con los
pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia
aquella luz que sale de la gruta de Belén. Estad vigilantes, nos dice el
Señor en el Evangelio de la Misa (Juan 1, 11). Despertad, nos repetirá
San Pablo (Romanos 13, 11). Porque también nosotros podemos olvidar lo
fundamental de nuestra existencia. “Ven, Señor, no tardes”. Preparemos
el camino para el Señor que llegará pronto; es el momento de apartar los
obstáculos si no vemos con claridad la luz que procede de Belén, de
Jesús.
II. Los verdaderos enemigos que luchan
sin tregua para mantenernos alejados del Señor, están en el fondo de
nuestra alma: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los
ojos y el orgullo de la vida. La concupiscencia de la carne es también,
-además de la tendencia desordenada de los sentidos en general, el
desorden de la sensualidad-, la comodidad, la falta de vibración, que
empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino más corto,
aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios. El otro enemigo, la
concupiscencia de los ojos, es una avaricia de fondo, que nos lleva a
valorar solamente lo que se puede tocar. La soberbia de la vida hace que
la inteligencia humana se considere el centro del universo que se
entusiasma de nuevo con el seréis como dioses (Génesis 3, 5) y, al
llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios. Puesto
que el Señor viene a nosotros, hemos de prepararnos con una Confesión
llena de amor y de contrición.
III. Estaremos alerta a la venida del
Señor, si cuidamos con esmero la oración personal, si no descuidamos las
mortificaciones pequeñas, si hacemos un delicado examen de conciencia.
Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para
venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia. Nuestra
Señora espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo. Junto a
Ella nos será fácil disponer nuestra alma para la llegada del Señor.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Comienza
el Adviento en el que la Iglesia nos invita a considerar el misterio de
Cristo que ilumina ese otro misterio que s también el hombre. Nos
preparamos para la Navidad que llega y la Navidad eterna: el encuentro
con Dios al término de esta vida. Para ello tendremos a excelentes
maestros: Isaías, Juan Bautista, José y María, la Madre del Señor.
Toda
nuestra vida es un adviento, una espera gozosa y esforzada hacia una
vida sin fin. Nuestro corazón no está hecho para la destrucción sino
para la existencia, para lo verdadero, lo bello, lo amable, lo justo...
Pero si Cristo no hubiera venido al mundo no habría esperanza de que
esto pudiera ser una realidad, ya que la experiencia diaria convence al
hombre -a veces de forma macabra- que el mal, la mentira, la violencia,
la enfermedad y la muerte adquieren un protagonismo abusivo. Por eso no
hay mentira mayor que buscar un paraíso en la tierra. No hay engaño
mayor que el de quien trabaja por una justicia, una paz, un orden que no
esté basado en Cristo.
Con
todo, no podemos olvidar que hay en nosotros una tendencia a
absolutizar las cosas de esta vida olvidando nuestro destino eterno.
"Vigilad", nos dice Jesús, porque el peligro de deslizarse hacia la
sensualidad, no valorando sino lo que se puede tocar, lo que hace más
placentera la vida, así como el narcisismo que nos repliega sobre
nosotros mismos desplazando de nuestro horizonte vital a Dios, es algo
constante.
¡En
cuántas ocasiones, absorbidos por los problemas diarios vivimos
instalados en un profundo sopor que olvida el sentido trascendente de la
vida! Se vive como drogado y se muere convenientemente sedado en un
hospital para no enterarse tampoco de la importancia de ese trance. Un
cristiano no debe conducirse por miedo a su Padre Dios, pero sí de un
modo responsable, de forma que los cantos de sirena que a lo largo de la
travesía de la vida intentan seducirlo, no le desvíen del trayecto que
le conduce al puerto de la salvación. Preguntémonos: ¿Qué orientación
estoy dando a mi vida? ¿Busco en medio de mis ocupaciones habituales al
Dios de todas las cosas, o son esas cosas las que me alejan de Dios? Es
en medio del trabajo, de la vida familiar y social, de la colaboración
por una sociedad más humana y solidaria, donde cada uno decide su
felicidad para siempre. Estas cosas desempeñadas como Dios quiere, son
las que nos preparan para la segunda venida del Dios de todas las cosas.
Adviento,
tiempo de preparación para recibir al Señor que llega en Navidad, y
para imprimir a nuestra vida un valor de eternidad, porque la segunda
venida de Cristo sorprenderá a los hombres en lo que estén haciendo,
bueno o malo.