Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.
Si en sus anteriores libros Pedro Baños
ofrecía un lúcido análisis de las relaciones de poder, esta nueva obra
no solo describe con detalle las excepcionales circunstancias que se...
Si
en sus anteriores libros Pedro Baños ofrecía un lúcido análisis de las
relaciones de poder, esta nueva obra no solo describe con detalle las
excepcionales circunstancias que se están dando en el presente y las que
padeceremos en el futuro inmediato en nuestro mundo hiperconectado,
sino que va mucho más allá y propone soluciones que sirvan a todas las
personas, en cualquier país, convirtiéndose en un manual práctico
imprescindible.
Las fórmulas del siglo pasado ya no son válidas. Hemos entrado de
lleno en la era digital, una verdadera revolución industrial, económica y
social cuyos efectos apenas empezamos a vislumbrar. Un mundo regido por
la inteligencia artificial, con ordenadores cuánticos, sorprendentes
avances en biotecnología y neurociencia, y en el que hasta los objetos
más cotidianos estarán conectados a internet.
Habrá empleos novedosos, pero insuficientes. La población, cada vez
más envejecida, ocupará ciudades abarrotadas en las que la soledad será
la norma. Todo ello aderezado con una sociedad cada vez más polarizada,
mientras sufrimos las consecuencias de un calentamiento global que
parece imparable. Sin olvidar los movimientos migratorios masivos. Se
recrudecerá la lucha entre las grandes potencias por controlar esta
nueva realidad y los escasos recursos naturales. Por tanto, hay que
trazar estrategias imaginativas y eficientes que satisfagan las
necesidades y aspiraciones de las poblaciones, y especialmente de la
juventud.
He aquí el enorme reto de este libro. El tiempo apremia, los
problemas son urgentes y la incertidumbre máxima. El mañana ya está
aquí, y el manual para superar la encrucijada mundial lo tienes en tus
manos.
Pedro
Baños es coronel del Ejército de Tierra y diplomado de Estado Mayor,
actualmente en situación de reserva. Ha sido jefe de Contrainteligencia y
Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo, entre otros
lugares. Se ha formado en una docena de países, incluyendo Turquía,
Israel y China. Es magíster en Defensa y Seguridad por la Universidad
Complutense de Madrid. Ha participado en misiones en Bosnia y
Herzegovina (UNPROFOR, SFOR y EUFOR), y hoy es uno de los mayores
especialistas en geopolítica, estrategia, defensa, seguridad,
terrorismo, inteligencia y relaciones internacionales. Es autor de Así
se domina el mundo, El dominio mundial y El dominio mental, todos
publicados en Ariel.Facebook: Pedro Baños-GeoestrategoTwitter:
@geoestrategowww.geoestratego.com
Secuela de 'El gato con
botas' (2011). El Gato con Botas descubre que su pasión por la aventura
le ha pasado factura: ha consumido ocho de sus nueve vidas, por ello
emprende un viaje épico para encontrar el mítico Último Deseo y
restaurar sus nueve vidas... (FILMAFFINITY)
Premios
2022: Globos de Oro: Nominada a mejor film de animación
2022: Critics Choice Awards: Nominada a mejor largometraje de animación
PARA VERLA Y ESCUCHARLA, PINCHA AQUI: https://youtu.be/6me5RPX0Z0E
En su catequesis semanal el Papa ha
recordado que “Jesús insiste mucho en que los discípulos permanezcan
vigilantes, que no se duerman ni estén demasiado seguros de sí mismos…”
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducido al español
Entramos en la fase final de este
recorrido de catequesis sobre el discernimiento. Partimos del ejemplo de
san Ignacio de Loyola; después consideramos los elementos del
discernimiento —es decir, la oración, el conocerse a uno mismo, el deseo
y el “libro de la vida”—; nos detuvimos en la desolación y la
consolación, que forman la “materia”, y así hemos llegado a la
confirmación de la decisión tomada.
Considero necesario incluir en este
punto la referencia a una actitud esencial para que no se pierda todo el
trabajo realizado en discernir lo mejor y tomar la decisión correcta, y
esta sería la actitud de la vigilancia. Hemos hecho el discernimiento, consolación y desolación; hemos elegido una cosa… todo va bien, pero ahora vigilar:
la actitud de la vigilancia. Porque de hecho hay un riesgo, como hemos
escuchado en el pasaje del Evangelio que se ha leído. El riesgo es que
el “aguafiestas”, es decir, el Maligno, puede arruinarlo todo,
haciéndonos volver al punto de partida, es más, a una condición aún
peor. Y eso pasa, por lo que es necesario estar atentos y vigilar. Por
eso es indispensable estar vigilantes. Por tanto, hoy me ha parecido
oportuno destacar esta actitud, que todos necesitamos para que el
proceso de discernimiento llegue a buen término y permanezca ahí.
En efecto, Jesús insiste mucho en su
predicación en que el buen discípulo esté vigilante, no se duerma, no se
deje llevar por la excesiva seguridad cuando las cosas van bien, sino
que permanezca atento y dispuesto para cumplir su deber.
Por ejemplo, en el Evangelio de Lucas, Jesús dice: «Estén
ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres
que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue
y llame, al instante abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir
encuentre despiertos» (12,35-37).
Vigilar para proteger nuestro corazón y
saber qué pasa dentro. Se trata de la disposición de ánimo de los
cristianos que esperan la venida final del Señor; pero se puede entender
también como la actitud ordinaria que hay que tener en la conducta de
vida, de modo que nuestras buenas decisiones, realizadas a veces después
de un arduo discernimiento, puedan proseguir de forma perseverante y
coherente, y dar fruto.
Si falta la vigilancia, es muy fuerte,
como decíamos, el riesgo de que todo se pierda. No se trata de un
peligro de tipo psicológico, sino espiritual, una verdadera insidia del
espíritu maligno. De hecho, espera precisamente el momento en el que
estamos demasiado seguros de nosotros mismos, y ahí está el peligro: “Estoy seguro de mí mismo, he ganado, ahora estoy bien…”:
ese es el momento que el espíritu malo espera, cuando todo va bien,
cuando las cosas van “como la seda” y tenemos, como se dice, “el viento
en popa”. De hecho, en la pequeña parábola evangélica que hemos
escuchado, se dice que el espíritu impuro, cuando vuelve a la casa de la
que había salido, «la encuentra desocupada, barrida y en orden» (Mt
12,44). Todo está bien, todo está en orden, pero ¿el dueño de la casa
dónde está? No está. No hay nadie que la vigile y la custodie. Ese es el
problema. El dueño de la casa no está, ha salido, se ha distraído; o
está en casa, pero dormido, y por tanto es como si no estuviera. No está
vigilante, no está atento, porque está demasiado seguro de sí y ha
perdido la humildad de proteger su corazón. Debemos custodiar siempre
nuestra casa, nuestro corazón y no estar distraídos… porque ahí está el
problema, como decía la parábola.
Entonces, el espíritu malo puede
aprovecharse y volver a esa casa. Pero el Evangelio dice que no vuelve
solo, sino junto a otros «siete espíritus peores que él» (v.
45). Una mala compañía, una banda de delincuentes. Pero —nos
preguntamos— ¿cómo es posible que puedan entrar tan tranquilos? ¿Por qué
el dueño no se da cuenta? ¿No había sido tan bueno al hacer el
discernimiento y expulsarlos? ¿No había recibido también las
felicitaciones de sus amigos y vecinos por esa casa tan hermosa y
elegante, tan ordenada y limpia? Sí, pero quizá precisamente por eso se
había enamorado demasiado de la casa, es decir, de sí mismo, y había
dejado de esperar al Señor, de esperar la venida del Esposo; quizá por
miedo a arruinar ese orden ya no recibía a nadie, no invitaba a los
pobres, a los sin techo, a los que molestan… Una cosa es cierta: aquí
está por medio el orgullo malo, la presunción de ser justos, de ser
buenos, de estar a gusto. Muchas veces oímos decir: “Sí, yo era malo antes, me convertí y ahora, ahora la casa está en orden gracias a Dios…”,
y estás tranquilo por eso. Cuando confiamos demasiado en nosotros
mismos y no en la gracia de Dios, entonces el Maligno encuentra la
puerta abierta. Organiza la expedición y toma posesión de esa casa. Y
Jesús concluye: «Y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio» (v. 45).
¿Pero el dueño no se da cuenta? No,
porque estos son los demonios educados: entran sin que te des cuenta,
llaman a la puerta, son amables. “No va bien, venga, venga, entra…”,
y después al final mandan ellos en tu alma. Estad atentos a esos
diablillos, a esos demonios: el diablo es educado, cuando finge ser un
gran señor. Porque entra con la nuestra para salirse con la suya. Es
necesario defender la casa de ese engaño de los demonios educados. Y la
mundanidad espiritual va por ese camino, siempre.
Queridos hermanos y hermanas, parece
imposible, pero es así. Muchas veces perdemos, somos vencidos en las
batallas, por esa falta de vigilancia. Muchas veces, quizá, el
Señor nos ha dado muchas gracias y al final no somos capaces de
perseverar en esa gracia y lo perdemos todo, porque nos falta la
vigilancia: no hemos vigilado las puertas. Y luego hemos sido engañados
por alguien que viene, educadamente se mete dentro y adiós… el diablo
tiene estas cosas. Cada uno puede también verificarlo pensando en su
historia personal. No basta hacer un buen discernimiento y tomar una
buena decisión. No, no basta: es necesario estar vigilantes, proteger
esa gracia que Dios nos ha dado, pero vigilar, porque tú puedes decirme:
“Pues yo, cuando veo algún desorden, me doy cuenta enseguida de que es el diablo, una tentación…”,
sí, pero esta vez viene disfrazada de ángel: el demonio sabe
disfrazarse de ángel, entra con palabras amables, y te convence, y al
final es peor que al principio… Es necesario permanecer vigilantes,
vigilar el corazón. Si yo preguntara a cada uno y también a mí mismo: “¿qué está sucediendo en tu corazón?”,
quizá no sabríamos decirlo todo: diremos una cosa o dos cosas, pero no
todo. Vigilar el corazón, porque la vigilancia es señal de sabiduría, es
señal sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la
humildad es el camino maestro de la vida cristiana.
Saludos
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa.
El periodo de Adviento nos recuerda esa actitud fundamental del
cristiano: la vigilancia. Esperemos la venida del Señor y hagámoslo
estando atentos a nuestros hermanos más frágiles que llaman a la puerta
de nuestro corazón. De ese modo construimos nuestra vida con
discernimiento, en coherencia con el Evangelio. Pidamos al Señor que nos
mantenga vigilantes en humildad y disponibilidad. ¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de los Estados
Unidos de América y de la Universidad Católica de Australia. A cada uno y
a vuestras familias, llegue el deseo de un fecundo camino de Adviento,
para acoger, en Navidad, al Niño Jesús, Hijo de Dios y Príncipe de la
paz. ¡Dios os bendiga!
Una cordial bienvenida a los fieles de lengua alemana.
En particular saludo a la delegación del Land Alta Austria y a los
peregrinos de la Diócesis de Linz con su Obispo, Mons. Manfred Scheuer.
Os agradezco que hayáis traído nuevamente la “Luz de la Paz” de Belén a
Roma. Imploremos del Señor el don de la paz, que el mundo tanto
necesita. Buen Adviento a todos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española.
Pidamos a María, Virgen de la Dulce Espera, que nos enseñe a “velar y
orar” para no distraernos en el seguimiento de su Hijo, y para descubrir
su presencia salvadora en los acontecimientos de nuestra vida
cotidiana. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua portuguesa,
de modo especial al grupo de jóvenes de Vila do Conde. Todos esperamos
con confianza la venida del Señor. Debemos preguntarnos: ¿yo, estoy
vigilante en esta espera? ¡Dios os bendiga y os proteja de todo mal!
Saludo a los fieles de lengua árabe.
Hay que estar vigilantes para que el espíritu malo no entre en nuestra
vida. La vigilancia es señal de sabiduría, es señal sobre todo de
humildad, la vía maestra de la vida cristiana. ¡El Señor os bendiga a
todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos.
El Adviento es el periodo de la espera de Navidad, es un momento para
compartir. Muchos de vosotros lo recordáis uniéndoos a la iniciativa de
Caritas: “De familia a familia”, gracias a la cual se da apoyo a las
personas afectadas por conflictos armados y crisis humanitarias en todo
el mundo. Este año las ayudas irán también a las familias ucranianas. Os
animo a perseverar en compartir con quien lo necesita. Os bendigo de
corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a los jóvenes voluntarios, aquí reunidos en la
Jornada nacional del Servicio civil y os animo a ser testigos de bondad,
ternura y amor gratuito con todos, especialmente con las personas más
frágiles. Y quiero decir una cosa: he encontrado tres cosas muy hermosas
en la sociedad italiana, en la Iglesia italiana. Una de ellas es el
voluntariado. ¡Tenéis un voluntariado fuerte, fuerte! Seguid adelante
con esa espiritualidad del voluntariado que nos hace ayudar a tantos,
uno al otro, y también nos une. Me alegra recibir a la Coral de Oristano
con su Arzobispo, a la Asociación Nacional de Marineros y a la
Asociación “Nuestros ángeles en el Paraíso” de Favara.
Mi pensamiento va, como de costumbre, a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados:
¡son muchos! A todos señalo la figura de san Juan de la Cruz,
presbítero y doctor de la Iglesia, cuya memoria litúrgica celebramos
hoy. Siguiendo el ejemplo de este gran maestro espiritual, manifestad en
vuestra existencia diaria vuestra adhesión a la voluntad de Dios. Y
renovemos nuestra cercanía al mártir pueblo ucraniano, perseverando en
la oración ferviente por esos hermanos nuestros que sufren tanto.
Hermanos y hermanas, yo os digo: ¡hay
tanto sufrimiento en Ucrania, tanto! Y me gustaría llamar un poco la
atención sobre la próxima Navidad, incluidas las vacaciones. Es bonito
celebrar la Navidad, celebrarlo…, pero bajemos un poco el nivel de los
gastos navideños, así se llaman. Tengamos una Navidad más humilde, con
regalos más humildes. Enviemos lo que ahorremos al pueblo ucraniano, que
lo necesita, que sufre tanto; pasan hambre, sienten frío y muchos
mueren porque no hay médicos ni enfermeras cerca. No nos olvidemos: una
Navidad, sí; en paz con el Señor, sí, pero con los ucranianos en el
corazón. Y hagamos ese gesto concreto por ellos.
Invitándoos a todos a intensificar la
preparación espiritual para la Navidad que ya se acerca, os bendigo a
todos de corazón y ahora recemos todos juntos el Padre Nuestro.
«En el sexto mes fue enviado el
ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y
el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba,
le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se
turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta
salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado
gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y
le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del
Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin. María
dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?
Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá
será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la
esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de
su presencia». (Lucas 1, 26-38)
I. La mejor manera para prepararnos para
la Navidad es vivir el Adviento junto a la Virgen. Nuestra vida también
es un adviento y hemos de vivirla junto a Nuestra Señora si lo que
queremos es encontrar a Cristo en esta vida y después en la eternidad.
Ella fomenta en el alma la alegría, porque su trato nos lleva a su Hijo.
Ella es maestra de esperanza, y su esperanza contrasta con nuestra
impaciencia. No cae en desaliento quien padece dificultades y dolor,
sino el que no aspira a la santidad y a la vida eterna, y el que
desespera de alcanzarlas. El desaliento proviene del aburguesamiento, la
tibieza y el apegamiento a los bienes de la tierra; por miedo al
esfuerzo que comporta la lucha ascética y el renunciar a apegamientos y
desórdenes de los sentidos. El desaliento también puede provenir de los
aparentes fracasos en nuestra lucha interior y en el apostolado. Basta
que recordemos que quien hace las cosas por amor a Dios y para su Gloria
no fracasa nunca.
II. La esperanza se manifiesta a lo
largo del Antiguo Testamento como una de las características más
esenciales del verdadero pueblo de Dios. Todos los ojos están puestos en
la lejanía de los tiempos, por donde un día llegará el Mesías. Faltan
pocos días para que veamos al Niño Jesús. Cristo proclama, desde su
Nacimiento hasta la Ascensión a los cielos, un mensaje de esperanza.
Nosotros esperamos confiadamente que un día nos conceda la eterna
bienaventuranza y, ya ahora, el perdón de los pecados y su gracia, y los
medios necesarios para alcanzar ese fin. Vamos a luchar durante estos
días de Adviento y durante toda nuestra vida, contra el desaliento y el
estar preocupados excesivamente por los bienes materiales. La esperanza
lleva al abandono en Dios, a recomenzar muchas veces, a ser constantes
en el apostolado, pacientes de la adversidad y a tener una visión más
sobrenatural de la vida y de sus acontecimientos.
III. Nuestra esperanza en el Señor ha de
ser más grande cuanto menores sean los medios o mayores las
dificultades. Jesús no llega nunca tarde. Sólo se precisa una fe mayor.
Junto al Sagrario escuchamos la voz de Jesús que nos dice: No temas, ten
sólo fe. La devoción a la Virgen es la mayor garantía para alcanzar la
fe y la felicidad eterna a la que hemos sido destinados.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal
(Is 7,10-14) "He aquí que concebirá una Virgen" (Rom 1,1-7) "Gracia a vosotros, y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Mt 1,18-24) "Lo que en ella ha nacido de Espíritu Santo es"
Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en la parroquia de San Jorge (18-XII-1983)
--- El Señor está cerca
"¿Quién
puede subir al monte del Señor?/ ¿Quién puede estar en el recinto
sacro?/ El hombre de manos inocentes/ y puro corazón" (Sal 23/24,3-4).
La
liturgia de este domingo IV de Adviento insiste sobre el tema de la
cercanía, recordando la llegada inminente del que debe venir, y trazando
al mismo tiempo las características de quien, con motivo de esta
venida, se acerca, a su vez, a Dios.
Desde
los primeros versículos, el Salmo responsorial nos lleva a lo alto, al
que es Señor de la tierra, de cuanto la llena, del universo y de sus
habitantes. Dios creó todo para regalárselo al hombre, a fin de que
éste, por la contemplación de lo creado, pueda reconocerlo y acercarse a
Él.
Según
la expresión del Salmista, Dios, por lo mismo que transciende todo el
universo material, está "por encima" del mundo; y así, el acercamiento a
Él se presenta como un "subir". Pero no se trata de un desplazamiento
material en el espacio, sino de una apertura, una orientación del
espíritu; una actividad "santa", propia de los buscadores de Dios, "el
grupo que busca al Dios de Jacob".
--- La Virgen en el Antiguo Testamento
Hoy
la liturgia nos hace ver concretamente las dos figuras a las que les
fue dado acercarse más a quien tenía que venir: María y José. Son las
dos personas culminantes del tiempo de Adviento, situadas en la etapa de
la cercanía más grande de Dios mismo.
La
figura de María, en la presente liturgia, queda dileneada en dos
pasajes de la Escritura: en el Antiguo Testamento, como prefigurada con
el texto de Isaías (Is 7,10-14); en el Nuevo, como realización, con el
texto de Mateo (Mt 1,18-24).
Los
libros del Antiguo Testamento, al describirnos la historia de la
salvación, ponen de relieve, paso a paso -como observa el Concilio (LG
55)-, cada vez más claramente a la Madre del Redentor. Bajo este haz de
luz Ella queda proféticamente bosquejada en la imagen de la Virgen que
concebirá y dará a luz un Hijo, cuyo nombre será Emmanuel, que quiere
decir "Dios con nosotros". Es apenas una anticipación, eficaz para
prefigurar un ser sin igual, predestinado por Dios, el cual, ya con
anticipo de bastantes siglos, comienza a proyectar sobre nosotros
algunos rasgos de su grandeza.
Este
texto de Isaías, durante el curso de los siglos, se lee y entiende en
la Iglesia a la luz de la revelación ulterior. Lo que en el Antiguo
Testamento, con sus aperturas mesiánicas, era un comienzo, se convierte
en claridad dentro del Nuevo Testamento. San Mateo reconoce en las
palabras de Isaías a la mujer que, por obra del Espíritu Santo, concibió
virginalmente, con exclusión de intervención del hombre.
Jesús
es el que salvará al pueblo de sus pecados. Y Ella, María, es la madre
de Jesús. El Hijo de Dios "viene" a su seno para hacerse hombre. Ella lo
acoge. Jamás Dios se acercó tanto al ser humano como en este caso de
realización de relaciones entre Hijo y Madre.
--- La figura de San José
Al mismo tiempo, Mateo tiene cuidado de poner ante los ojos la acogida consciente y amorosa de parte de José.
Él,
el esposo, que por sí solo no puede explicarse el acontecimiento nuevo
que se realizaba bajo sus ojos, es iluminado por la intervención del
Ángel del Señor sobre la naturaleza de la maternidad de María. "La
criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo".
De
esta manera, José es puesto al corriente de los hechos y es llamado a
meterse en el designio salvífico de Dios. Ahora él sabe quien es el Niño
que ha de nacer y quien es la madre. De acuerdo de la invitación del
Ángel, llevó consigo a su esposa, no la repudió. "Al acoger" a María,
acoge también al que en Ella ha sido concebido por obra admirable de
Dios, para quien nada es imposible.
La liturgia, concentrándose en estos dos pasajes del Adviento, nos conduce ya al terreno de la Navidad.
Ahora
quedamos en escucha de la segunda lectura, tomada de la carta dirigida
por el Apóstol Pablo a los Romanos. Ella nos habla precisamente a
nosotros como si -también hoy- estuviera dirigida a nosotros, habitantes
de la Roma moderna.
El
Apóstol Pablo proclama la venida de Cristo precisamente a Roma; es la
venida mediante el Evangelio: "Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol
por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya prometido
por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su
Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de
Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de
entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro. Por Él hemos recibido este
don y esta misión (Rom 1,1-5)".
Desde
que el Apóstol Pablo escribió estas palabras, han pasado casi dos mil
años. Pero son siempre actuales, y todavía dirigidas a los romanos.
No
nos queda más que ponemos en actitud de disponibilidad para acoger a
Jesucristo por medio del Evangelio que anuncia la Iglesia, del mismo
modo que lo acogieron los primeros cristianos...cuya fe era conocida en
todo el mundo.
Queremos acogerlo, por utilizar la expresión del Apóstol, en toda la verdad de su Divinidad y de su Humanidad.
Recibámoslo
la noche de Belén en el conjunto de su misterio pascual. "Por su
resurrección de la muerte" Cristo ha sido "constituido, según el
Espíritu Santo, Hijo de Dios con pleno poder". Mediante el misterio
Pascual se ha revelado plenamente al filiación divina del que nació la
noche de Belén.
Acojamos
a Cristo, Hijo de Dios, el que debe venir, y, al acogerlo, esforcémonos
por asemejarnos a María y a José, quienes fueron los primeros en
acogerlo mediante la fe con la fuerza del Espíritu Santo.
Efectivamente, en ellos se manifiesta la plena madurez del Adviento.
"Por Él hemos recibido este don y esta misión".
"Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros" (Mt 1,23).
Que el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, se convierta en la alegría y en la esperanza de todos los corazones humanos