(Cfr. www.almudi.org)
(Baruc 5,1-9) "Dios mostrará su resplandor en ti"
(Fil 1,4-6.8-11) "Rezo siempre con gozo por vosotros"
(Lc 3,1-6) "Preparad el camino del Señor"
Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en la Parroquia de Santa María Dolorosa (9-XII-1979)--- Conversión
--- Conversión
San Pablo dice a los Filipenses: “En
todas mis oraciones pido con gozo por vosotros, a causa de vuestra
comunión en el Evangelio desde el primer día hasta ahora...” (Fil
1,4-5).
Me permito repetir las palabras del
Apóstol: “Testigo me es Dios de cuánto os amo a todos en las entrañas de
Cristo Jesús” (Fil 1,8).
En la liturgia del domingo de hoy, que
es el II del período de Adviento, se repite muy frecuentemente la misma
palabra invitando, por así decirlo, a concentrar sobre ella nuestra
atención. Es la palabra: “preparad”. “Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas... Y toda carne verá la salud de Dios” (Lc 3,4.6).
La hemos escuchado hace poco en el Evangelio según San Lucas, y antes
aún en el canto solemne del aleluya.
La Iglesia toma hoy esta palabra de
labios de Juan Bautista. Él enseñó así, predicó de este modo, cuando la
palabra de Dios descendió sobre él en el desierto (cfr. Lc 3,2). Él la
acogió y “vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de
penitencia” (Lc 3,3). La palabra “preparad” es la palabra de la
conversión -en griego le corresponde la expresión “metanoia”-, por lo
que se ve que esta expresión va dirigida al hombre interior, al espíritu
humano.
--- Disponer el alma
Y de este modo es necesario comprender
la palabra “preparad”. El lenguaje del Precursor de Cristo es
metafórico. Habla de los caminos, de los senderos que es necesario
“enderezar”, de los montes y collados que deben ser “allanados”, de los
barrancos que es necesario “rellenar”, esto es, colmar para elevarlos a
un nivel adecuadamente más alto; finalmente, habla de los lugares
intransitables que deben ser allanados.
Se dice todo esto en metáfora -tal como
si se tratase de preparar la acogida de un huésped especial al que se le
debe facilitar el camino, para quien se debe hacer accesible el país,
hacerlo atrayente, y digno de ser visitado.
Esta metáfora espléndida de Juan, en la
que resuenan las palabras del gran Profeta Isaías que se refería al
paisaje de Palestina, expresa lo que es necesario hacer en el alma, en
el corazón, en la conciencia, para hacerlos accesibles al Huésped
Supremo: a Dios que debe venir en la noche de Navidad y debe llegar
después constantemente al hombre, y por último llegar para cada uno al
fin de la vida, y para todos al fin del mundo.
Éste es el significado de la palabra
“preparad” en la liturgia de hoy. El hombre, en su vida, se prepara
constantemente para algo.
Por esto se ve que vivimos preparándonos
siempre para algo. Toda nuestra vida es una preparación de etapa en
etapa, de día en día, de una tarea a otra.
--- Vocación
Cuando la Iglesia, en esta liturgia del
Adviento, nos repite la llamada de Juan Bautista pronunciada en el
Jordán, quiere que todo este “prepararse” de día en día que constituye
la trama de toda la vida, lo llenemos con el recuerdo de Dios. Porque,
en fin de cuentas, nos preparamos para el encuentro con Él. Y toda
nuestra vida sobre la tierra tiene su definitivo sentido y valor cuando
nos preparamos siempre para ese encuentro constante y coherentemente.
“Firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra,
la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús” (Fil 1,6). Esta “obra
buena” comenzó ya en cada uno de nosotros en el momento de la
concepción, en el momento de nacer, porque hemos traído con nosotros al
mundo nuestra humanidad y todos los “dones de la naturaleza”, que
pertenecen a ella. Esta “obra buena” comenzó mucho más en cada uno de
nosotros por el bautismo, cuando fuimos convertidos en hijos de Dios y
herederos de su Reino. Es necesario desarrollar esta “obra buena” de día
en día con constancia y confianza hasta el fin, “hasta el día de
Cristo”. De este modo toda la vida se convierte en cooperación con la
gracia y en maduración de esta plenitud que Dios mismo espera de
nosotros.
Efectivamente, cada uno de nosotros se parece al agricultor de que habla el Salmo responsorial de hoy:
“Los que con llanto siembran/ en júbilo
cosechan. Van y andan llorando/ los que llevan y esparcen la semilla,/
pero vendrán alegres trayendo sus gavillas” (Sal 125/126,5-6).
Esforcémonos para ver así toda nuestra
vida. Toda ella es un adviento. Y precisamente por esto es “interesante”
y merece la pena de ser vivida en plenitud, es digna del ser creado a
imagen y semejanza de Dios: en cada una de las vocaciones, en cada
situación, en cada experiencia.
Por esto adquieren una particular
elocuencia y actualidad las palabras del Apóstol en la segunda lectura
de la liturgia de hoy: “rogando siempre y en todas mis oraciones con
alegría por todos vosotros a causa de la colaboración que habéis
prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy; firmemente
convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá
consumando hasta el Día de Cristo Jesús. Y lo que pido en mi oración es
que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y
todo discernimiento, con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y
sin tacha para el Día de Cristo, llenos de los frutos de justicia que
vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (Fil 1,4-11).
-Os recomiendo la participación en la Santa Misa festiva.
-Os recomiendo la instrucción religiosa.
-Finalmente, os recomiendo a los
jóvenes. Actuad de modo que puedan ser atendidos, ayudados, iluminados,
animados, amados, lanzados hacia grandes ideales.
Os deseo una buena preparación para la fiesta de Navidad.
Deseo todo bien para el alma y para el cuerpo.
Deseo la paz de la conciencia.
Deseo la gracia del Adviento.
El Señor está cerca