Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.
Inclínate ante tu reina o sangra ante
ella.De la autora superventas del New York Times Jennifer L. Armentrout
llega el tercer libro de su saga De sangre y cenizas.Ha sido la
víctim...
De la autora superventas del New York Times Jennifer L. Armentrout llega el tercer libro de su saga De sangre y cenizas.
Ha sido la víctima y la superviviente.
Poppy
jamás soñó que encontraría el amor que ha encontrado con el príncipe
Casteel. Le gustaría disfrutar de su felicidad, pero primero deben
liberar al hermano de Casteel y encontrar al suyo. Es una misión
peligrosa y una de enormes consecuencias con las que ninguno de los dos
había soñado. Porque Poppy es la Elegida, la Bendecida. La verdadera
regente de Atlantia. Lleva en su interior la sangre del rey de los
dioses. Por derecho propio, la corona y el reino son suyos.
La enemiga y la guerrera.
Lo
único que Poppy siempre ha querido es controlar su propia vida, no las
vidas de los demás, pero ahora debe elegir entre renunciar a su derecho
de nacimiento o ceñirse la corona dorada y convertirse en la Reina de
Carne y Fuego. Pero cuando los oscuros pecados del reino y sus secretos
empapados en sangre por fin salen a la luz, un poder largo tiempo
olvidado surge para convertirse en una verdadera amenaza. Y no se
detendrá ante nada para asegurarse de que la corona jamás descanse sobre
la cabeza de Poppy.
Una amante y un corazón gemelo.
Pero
la mayor amenaza para ellos y para Atlantia es la que aguarda en el
lejano oeste, donde la Reina de Sangre y Cenizas tiene sus propios
planes, unos que lleva cientos de años esperando a cumplir. Poppy y
Casteel deben plantearse lo imposible: viajar a las Tierras de los
Dioses y despertar al rey en persona. Y a medida que secretos
estremecedores y las traiciones más crueles salen a la luz, y emergen
enemigos que amenazan todas las cosas por las que han luchado, Poppy y
Casteel descubrirán lo lejos que están dispuestos a ir por su gente. y
el uno por el otro.
Abril y Daniel no se han
vuelto a ver desde que ella se fue a buscar trabajo a Londres y
rompieron su relación sentimental. Cinco años después, y sin haber
mantenido contacto desde entonces, Abril regresa a Sevilla para el
funeral de su abuela y vuelven a encontrarse. Juntos recorren la ciudad
de nuevo, recordando lo que tuvieron, lo que olvidaron y lo que podían
haber sido. Y cuando ella se da cuenta que echa mucho de menos a su
familia, sus amigos y a Daniel, empieza a pensar en regresar
definitivamente a su casa y recuperar su antigua vida. Una producción
sevillana, con música de bandas como The Milkyway Express, Dani Llamas,
All La Glory o Maga.
El Papa en su catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez, ha presentado la figura de Judit, una heroína bíblica
“De joven se había ganado la estima
de la comunidad con su valentía. De anciana, la mereció por la ternura
con la que enriqueció la libertad y los afectos, una anciana apasionada
que llena de dones el tiempo que Dios le dona”.
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducida al español
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy hablaremos de Judit, una heroína
bíblica. La conclusión del libro que lleva su nombre −hemos escuchado un
pasaje− sintetiza la última parte de la vida de esta mujer, que
defendió a Israel de sus enemigos. Judit es una joven y virtuosa viuda
judía que, gracias a su fe, a su belleza y a su astucia, salva la ciudad
de Betulia y al pueblo de Judá del asedio de Holofernes, general de
Nabucodonosor rey de Asiria, enemigo prepotente y despectivo de Dios. Y
así, con su forma astuta de actuar, es capaz de degollar al dictador que
estaba contra el país. Era valiente, esta mujer, pero tenía fe.
Después de la gran aventura que la ve
como protagonista, Judit vuelve a su ciudad, Betulia, donde vive una
bonita vejez hasta los ciento cinco años. Había llegado para ella el
tiempo de la vejez como llega para muchas personas: a veces después de
una vida de trabajo, a veces después de una existencia llena de
peripecias o de gran entrega. El heroísmo no es solamente el de los
grandes eventos que caen bajo los focos, por ejemplo el de Judit de
haber asesinado al dictador, sino que a menudo el heroísmo se encuentra
en la tenacidad del amor vertido en una familia difícil y a favor de una
comunidad amenazada.
Judit vivió más de cien años, una
bendición particular. Pero no es raro, hoy, tener muchos años todavía
para vivir después de la jubilación. ¿Cómo interpretar, cómo aprovechar
este tiempo que tenemos a disposición? Yo me jubilo hoy, y serán muchos
años, y ¿qué puedo hacer, en estos años, cómo puede crecer −en edad va
por sí solo− pero cómo puede creer en autoridad, en santidad en
sabiduría?
La perspectiva de la jubilación coincide
para muchos con la de un merecido y deseado descanso de actividades
exigentes y fatigosas. Pero sucede también que el final del trabajo
representa una fuente de preocupación y es esperado con algún temor:
“¿Qué haré ahora que mi vida se vaciará de lo que la ha llenado durante
tanto tiempo?”: esta es la pregunta. El trabajo cotidiano significa
también un conjunto de relaciones, la satisfacción de ganarse la vida,
la experiencia de tener un rol, una merecida consideración, una jornada
completa que va más allá del simple horario de trabajo.
Por supuesto, hay un compromiso, gozoso y
cansado, de cuidar a los nietos, y hoy los abuelos tienen un rol muy
grande en la familia para ayudar a crecer a los nietos; pero sabemos que
hoy nacen cada vez menos niños, y los padres suelen estar más
distantes, más sujetos a desplazamientos, con situaciones laborales y
habitacionales desfavorables. A veces son aún más reacios a confiar
espacios educativos a los abuelos, concediéndoles solo aquellos
estrictamente relacionados con la necesidad de asistencia. Pero alguien
me decía, un poco sonriendo con ironía: “Hoy los abuelos, en esta
situación socio-económica, se han vuelto más importantes, porque tienen
la pensión”. Hay nuevas exigencias, también en el ámbito de las
relaciones educativas y parentales, que nos piden remodelar la alianza
tradicional entre las generaciones.
Pero, nos preguntamos: ¿hacemos nosotros
este esfuerzo por “remodelar”? ¿O simplemente sufrimos la inercia de
las condiciones materiales y económicas? La convivencia de las
generaciones, de hecho, se alarga. ¿Tratamos, todos juntos, de hacerlas
más humanas, más afectuosas, más justas, en las nuevas condiciones de
las sociedades modernas? Para los abuelos, una parte importante de su
vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños. Los
pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la
fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más
fáciles de impartir y de recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden
que la ternura y la fragilidad no son solo signos de la decadencia: para
los jóvenes, son pasajes que hacen humano el futuro.
Judit se queda viuda pronto y no tiene hijos, pero, como anciana, es capaz de vivir una época de plenitud y de serenidad,
con la conciencia de haber vivido hasta el fondo la misión que el Señor
le había encomendado. Para ella es el tiempo de dejar la herencia buena
de la sabiduría, de la ternura, de los dones para la familia y la
comunidad: una herencia de bien y no solamente de bienes. Cuando se piensa en la herencia, a veces pensamos en los bienes, y no en el bien que se ha hecho en la vejez y que ha sido sembrado, ese bien que es la mejor herencia que nosotros podemos dejar.
Precisamente en su vejez, Judit
“concedió la libertad a su sierva preferida”. Esto es signo de una
mirada atenta y humana hacia quien ha estado cerca de ella. Esta sierva
la había acompañado en el momento de esa aventura para vencer al
dictador y degollarlo. Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero
la mirada interior se hace más penetrante: se ve con el corazón. Uno se
vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban. Los ancianos saben
mirar y saben ver... Es así: el Señor no encomienda sus talentos solo a
los jóvenes y a los fuertes; tiene para todos, a medida de cada uno,
también para los ancianos. La vida de nuestras comunidades debe saber
disfrutar de los talentos y de los carismas de tantos ancianos, que para
el registro están ya jubilados, pero que son una riqueza que hay que
valorar. Esto requiere, por parte de los propios ancianos, una atención
creativa, una atención nueva, una disponibilidad generosa. Las
habilidades precedentes de la vida activa pierden su parte de
constricción y se vuelven recursos de donación: enseñar, aconsejar,
construir, curar, escuchar… Preferiblemente a favor de los más
desfavorecidos, que no pueden permitirse ningún aprendizaje y que están
abandonados a su soledad.
Judit liberó a su sierva y colmó a todos
de atenciones. De joven se había ganado la estima de la comunidad con
su valentía. De anciana, la mereció por la ternura con la que enriqueció
la libertad y los afectos. Judit no es una jubilada que vive
melancólicamente su vacío: es una anciana apasionada que llena de dones
el tiempo que Dios le dona. Yo os pido: tomad, uno de estos días, la
Biblia y tomad el libro de Judit: es pequeño, se lee fácilmente, son
diez páginas, no más. Leed esta historia de una mujer valiente que
termina así, con ternura, con generosidad, una mujer a la altura. Y así
yo quisiera que fueran nuestras abuelas. Todas así: valientes, sabias y
que nos dejen la herencia no del dinero, sino la herencia de la
sabiduría, sembrada en sus nietos.
Saludos
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa
presentes en esta audiencia, en particular a los peregrinos de Francia y
Costa de Marfil. La figura de Judit en su vejez, viuda y sin hijos, no
se encierra en sí misma, sino que es una persona apasionada que llena de
bien el tiempo que Dios le da para vivir. Nos corresponde dar a los
ancianos la oportunidad de ofrecernos su experiencia y sabiduría
adquirida a través de las alegría y pruebas de una vida larga y plena.
¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los provenientes del
Reino Unido, Suiza y Estados Unidos de América. En la alegría de Cristo
Resucitado, invoco sobre cada uno y sobre vuestras familias, el amor
misericordioso de Dios nuestro Padre. ¡El Señor os bendiga!
Queridos peregrinos de lengua alemana,
os saludo cordialmente. Una vez más os invito a rezar el Rosario por la
paz en el mundo. Que el Señor nos conceda experimentar su cercanía en
las alegrías y en las dificultades de nuestro tiempo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española.
Está lleno de mexicanos. Los animo a vivir con generosidad el tiempo
que Dios nos regala, dedicándolo a su servicio en la entrega a los
demás, especialmente a las personas más frágiles y vulnerables. Pidamos
esta gracia al Señor por intercesión de María, Madre de la Esperanza.
Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Mi saludo de bienvenida para los peregrinos de lengua portuguesa.
Al recibiros, mi pensamiento se dirige también a cuantos en estos días
se dirigen al Santuario de Fátima, llevando a la Virgen las alegrías y
preocupaciones se sus corazones. Junto a esos hermanos nuestros, también
nosotros encomendamos el ardiente deseo de paz en el mundo a la Virgen
María, que a todos nos acoge con su mirada materna. ¡Que os acompañe
siempre la bendición del Señor!
Saludo a los fieles de lengua árabe.
Los viejos pierden un poco la vista pero la mirada interior se hace más
penetrante y se vuelven capaces de ver cosas que antes se escapaban.
Esta imagen es el símbolo de lo que hace el Señor: no confía los
talentos solo a los jóvenes y fuertes, sino que los da a todos según las
capacidades de cada uno. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja
siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos.
El lunes celebrasteis la solemnidad de San Estanislao, obispo y mártir,
patrono de vuestra Patria. Que este acérrimo defensor del divino orden
moral, particularmente en esta semana de oración por las vocaciones,
obtenga para todos los jóvenes el don del sabio discernimiento del
camino de vida, de entrega a Cristo y fidelidad a los valores
evangélicos. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a las Capitulares de las Hijas de San Francisco
de Sales y de las Hermanas Maristas, a los nuevos sacerdotes de los
Legionarios de Cristo con sus familiares, a los Rectores de los
Seminarios Mayores de los territorios de Misión, y a la Asociación Padre
Eusebio Chini.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados.
En este mes dedicado de modo especial a la Virgen, os invito a seguir
el ejemplo de María, confiando en su materna intercesión, confiadamente
abandonados en las manos del Señor, sostenidos por Aquella que en el
Calvario permaneció fiel bajo la Cruz. Y quisiera disculparme porque hoy
no podré ir a saludaros por mi rodilla: todavía está mal. Tendréis que
caminar un poco hacia mí, pero es lo mismo y os recibo con el corazón en
la mano. Gracias a vosotros. Y a todos mi bendición.
Llamamiento
Dirijo un pensamiento especial al pueblo
de Sri Lanka, en particular a los jóvenes, que en los últimos tiempos
han hecho sentir su grito frente a los desafíos y a los problemas
sociales y económicos del país. Me uno a las autoridades religiosas al
exhortar a todas las partes implicadas a mantener una actitud pacífica,
sin ceder a la violencia. Hago un llamamiento a todos aquellos que
tienen responsabilidad, para que escuchen las aspiraciones de la gente,
garantizando el pleno respeto de los derechos humanos y de las
libertades civiles.
“Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: -Ahora
es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios
es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto
lo glorificará.) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he
amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que
os amáis unos a otros” (Juan 13,31-33a.34-35).
I. La palabra del Señor es sincera y
todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y el derecho, y su
misericordia llena la tierra. La justicia es la virtud cardinal que
permite una convivencia recta y limpia entre los hombres. Sin esta
virtud, la convivencia se torna imposible; la sociedad, la familia, la
empresa dejan de ser humanas y se convierten en lugares donde el hombre
atropella al hombre. La justicia regula la convivencia de la sociedad
humana en cuanto humana, es decir, basada en el respeto de los derechos
personales; «es principio fundamental de la existencia y de la
coexistencia de los hombres, como también de las comunidades humanas, de
las sociedades y de los pueblos». Un aspecto de esta virtud atañe a
las relaciones con el vecino, con el compañero, con el amigo, con el
colega y, en general, con toda persona: regula estas relaciones de los
hombres entre sí, dando a cada uno lo que le es debido. Otra faceta de
la justicia se refiere a los deberes de la sociedad en relación a lo que
a cada individuo le corresponde. Por último, existe otro plano de la
justicia, que regula aquello que cada individuo concreto debe a la
comunidad a la que pertenece, al todo del que forma parte. La
justicia en una sociedad viene de quienes la componen. Son las personas
quienes proyectan en la sociedad su justicia o su injusticia, sobre todo
quienes en ellas tienen más responsabilidad. Y esto es válido en la
familia, en la empresa, en la nación o en el conjunto de naciones que
componen el mundo. Si de verdad queremos que la justicia impere en una
sociedad -ya se trate de una aldea o de la nación-, hagamos justos a los
hombres que la componen: que cada uno de nosotros comience a ser justo
en ese triple plano: con quienes nos relacionamos cada día, con quienes
dependen de nosotros, dando lo que debemos a la sociedad de la que
formamos parte. Esta es la primera obligación moral de la justicia, ser
justos en todos los aspectos de nuestra vida: convivir con rectitud y
limpieza, ser justos con la familia, con el vecino... con el Estado. La
lucha porque impere una mayor justicia en la sociedad es fruto de una
serie de decisiones personales, que van modelando el alma de la persona
que ejercita esta virtud. Con actos concretos de justicia, el hombre se
moverá cada vez con más facilidad por «una voluntad constante e
inalterable de dar a cada uno lo suyo», pues en esto consiste la esencia
de esta virtud. Si hay una tarea noble y bella que corresponde al
común de los ciudadanos es precisamente la de trabajar, con
responsabilidad personal, por una sociedad más justa, recta y limpia.
II.
«Dios nos llama a través de las incidencias de la vida de cada día, en
el sufrimiento y en la alegría de las personas con las que convivimos,
en los afanes humanos de nuestros compañeros, en las menudencias de la
vida de familia. Dios nos llama también a través de los grandes
problemas, conflictos y tareas que definen cada época histórica,
atrayendo esfuerzos e ilusiones de gran parte de la humanidad». La fe
nos lleva a estar presentes, a intervenir muy directamente en los afanes
nobles, en las «menudencias de la vida de familia» y «en los conflictos
y tareas que definen cada época histórica»... para santificarnos
nosotros y santificar esas realidades, haciéndolas más humanas, más
justas, para llevarlas a Dios. «Se comprende muy bien la impaciencia, la
angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente
cristiana (Cfr. TERTULIANO, Apologeticum, 17), no se resignan ante la
injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos
siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta
destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en
corazones que no quieren amar». La fe nos urge porque es grande la
necesidad de justicia que existe en el mundo. «Los bienes de la tierra,
repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en
cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son
santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como
números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia, que me
impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en
práctica ese mandamiento nuevo del amor. »Todas las situaciones por
las que atraviesa nuestra vida nos traen un mensaje divino, nos piden
una respuesta de amor, de entrega a los demás». El cristiano se
esfuerza en remediar lo injusto por amor a Jesucristo y a sus hermanos
los hombres. El justo, en el pleno sentido de la palabra, es aquel que
va dejando a su paso amor y alegría y no transige con la injusticia allí
donde la encuentra, ordinariamente en el ámbito en el que se desarrolla
su vida: en la familia, en su empresa, en el municipio donde tiene su
hogar... Si hacemos examen, es posible que encontremos injusticias que
remediar: juicios precipitados contra personas o instituciones,
rendimiento en el trabajo, trato injusto a otras personas...
III.
El origen, la gran fuerza que mueve al hombre justo, es el amor a
Cristo; cuanto más fieles al Señor seamos, más justos seremos, más
comprometidos estaremos con la verdadera justicia. Un cristiano sabe que
el prójimo, el «otro», es Cristo mismo, presente en los demás, de modo
particular en los más necesitados. «Sólo desde la fe se comprende qué es
lo que de verdad nos jugamos con la justicia o la injusticia de
nuestros actos: acoger o rechazar a Jesucristo». Este es el gran motor
de nuestras acciones. Esto es lo que sólo los cristianos, mediante la
fe, podemos ver: Cristo nos espera en nuestros hermanos. Porque tuve
hambre y no me disteis de comer, tuve sed... Omisiones: Cada vez que
dejasteis de hacerlo con uno de mis hermanos más pequeños, dejasteis de
hacerlo conmigo. El Señor está en cada hombre que padece necesidad.
«Los pobres de la sociedad, personalmente considerados, así como las
zonas, los grupos étnicos o culturales, los enfermos, los sectores de la
población más pobres y marginados tienen que ser preocupación constante
de la Iglesia y de los cristianos. Es preciso aumentar los esfuerzos
para estar con ellos y compartir sus condiciones de vida, sentirnos
llamados por Dios desde las necesidades de nuestros hermanos, hacer que
la sociedad entera cambie para hacerse más justa y más acogedora en
favor de los más pobres». «Hay que reconocer a Cristo, que nos sale
al encuentro, en nuestros hermanos los hombres». Bastaría examinar
nuestro espíritu de atención, de respeto, de afán de justicia,
enriquecido por la caridad, para conocer con qué fidelidad seguimos a
Cristo. Y al revés, si es profundo y verdadero el trato y el amor a
Cristo, ese trato y ese amor se desbordan inconteniblemente hacia los
demás. «Las exigencias espirituales y materiales del servicio
cristiano a los demás, son grandes: en la voluntad, en el sentimiento,
en las obras. Ante ellas, con la ayuda de la gracia divina, el cristiano
ni se acobarda ni se atolondra con un nervioso frenesí de "gestos"
sorprendentes. Pero tampoco "se queda tranquilo": caritas enim urget
nos: porque nos acucia la caridad de Cristo (2 Cor 5, 14)», que nos
lleva más allá de la mera justicia, pero -como es claro- supone haber
satisfecho lo que es justo. «Para que este ejercicio de la caridad
sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal -enseña el Concilio
Vaticano II-, es necesario (...) cumplir antes que nada las exigencias
de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por
razón de justicia». La práctica de la justicia nos lleva a un
constante encuentro con Cristo. En último extremo, «hacerle justicia a
un hombre es reconocer la presencia de Dios en él». Por eso también,
en el cristiano no puede haber verdadera justicia sino está informada
por la caridad, porque quedaría a ras de tierra, empequeñecida. Cristo,
en nuestras relaciones con el prójimo, quiere más de nosotros. A Él
hemos de pedirle «que nos conceda un corazón bueno, capaz de
compadecerse de las penas de las criaturas, capaz de comprender que,
para remediar los tormentos que acompañan y no pocas veces angustian las
almas en este mundo, el verdadero bálsamo es el amor, la caridad».
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
Domingo de las consignas del Señor en su despedida
I. LA PALABRA DE DIOS
Hch 14, 20b-26: Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medido de ellos
Sal 144,8-9. 10-11. 12-13ab: Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey
Ap 21, 1-5a: Dios enjugará las lágrimas de sus ojos
Jn 13, 31-33a. 34s.: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
II. LA FE DE LA IGLESIA
«Cuando por fin Cristo es glorificado
(Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los
que creen en El: les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu Santo que
lo glorifica. La misión conjunta se desplegará desde entonces en los
hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del
Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en El»
(690).
Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. Amando a los suyos «hasta
el fin» (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido.
Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que
reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: «Como el Padre me amó,
yo también os he amado a vosotros: permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). Y
también : «Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo
os he amado» (Jn 15, 12) (1823).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«La culminación de todas nuestras obras
es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia
él corremos; una vez llegados en él reposamos» (S. Agustín) 1829).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
Al Domingo del Buen Pastor suceden dos Domingos del Sermón de la Cena o de las consignas de Jesús para el tiempo de la Iglesia.
La Cruz y la Gloria, mejor la Gloria de la Cruz o la Cruz gloriosa,
se aunan en el Misterio pascual, ley de Vida de Jesús y de sus
seguidores.
La unidad del Padre y del Hijo, «somos Uno» (Jn 10, 30), se
manifiesta una vez más en que la glorificación del Hijo es también
glorificación del Padre. Se alude primero a la glorifiación pascual en
este mundo, en la pasión y resurrección, y, después de la Ascensión, en
el seno del Padre. La «novedad» del mandamiento nuevo estriba en que es
un mandato estipulado en la «nueva» alianza. Y ésta se caracteriza por
la comunicación profunda e íntima de Dios a su «nuevo» pueblo,
«escribiré mi Ley en vuestros corazones» (cf Jr 31, 33).
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
La «gloria» del Resucitado: 645-647; 663; 668.
La Alianza Nueva y el Mandamiento Nuevo: 733-736; 1822-1832.
La respuesta:
La adhesión a Jesucristo resucitado y la «evangelización»: 422-429.
La práctica del mandamiento nuevo: 1824-1829; 2197-2199; 2212.
C. Otras sugerencias
Para evangelizar en necesario buscar la
«ganancia sublime que es el conocimiento de Cristo» [y] «aceptar perder
todas las cosas... para ganar a Cristo y ser hallado en él» (428).
El amor cristiano nace del Amor del Padre a los hombres comunicado a
su Hijo y de éste a sus hermanos, «en el Espíritu Santo». Es trinitario y
se llama caridad. Es fruto de la gracia, no es simple filantropía, aun
cuando ésta puede prepararle el camino.