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(Am 8,4-7) "Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones"
(1 Tim 2,1-8) "Dios quiere que todos los hombres se salven"
(Lc 16,1-13) "El que es de fiar en lo poco también lo es en lo mucho"
Homilía con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
VISITA PASTORAL A KAZAJSTÁN
Astana- Plaza de la Madre Patria
Domingo 23 de septiembre de 2001
1. "Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el
hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos" (1 Tm 2, 5).
En esta expresión del apóstol san Pablo, tomada de la primera carta a
Timoteo, está contenida la verdad central de la fe cristiana. Me alegra
poder anunciárosla hoy a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de
Kazajstán. En efecto, estoy entre vosotros como apóstol y testigo de
Cristo; estoy entre vosotros como amigo de todo hombre de buena
voluntad. A todos y cada uno vengo a ofrecer la paz y el amor de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Conozco vuestra historia. Conozco los sufrimientos que habéis padecido
muchos de vosotros, cuando el régimen totalitario anterior os arrancó de
vuestra tierra de origen y os deportó en condiciones de grave malestar y
privación. Me alegra poder estar aquí hoy entre vosotros para deciros
que el corazón del Papa está cerca de vosotros. (...)
2. "Dios es uno". El Apóstol afirma ante todo la absoluta unicidad de
Dios. Los cristianos han heredado esta verdad de los hijos de Israel y
la comparten con los fieles musulmanes: es la fe en el único Dios,
"Señor del cielo y de la tierra" (Lc 10, 21), omnipotente y
misericordioso.
En el nombre de este único Dios, me dirijo al pueblo de Kazajstán, que
tiene antiguas y profundas tradiciones religiosas. Me dirijo también a
cuantos no se adhieren a una fe religiosa y a los que buscan la verdad.
Quisiera repetirles las célebres palabras de san Pablo, que tuve la
alegría de volver a escuchar el pasado mes de mayo en el Areópago de
Atenas: "Dios no se encuentra lejos de cada uno de nosotros, pues en él
vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 27-28). Me viene a la mente
lo que escribió vuestro gran poeta Abai Kunanbai: "¿Se puede dudar de su
existencia, si todo sobre la tierra es su testimonio?" (Poesía 14).
3. "Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo
Jesús". Después de referirse al misterio de Dios, el Apóstol dirige su
mirada a Cristo, único mediador de salvación. Una mediación -subraya san
Pablo en otra de sus cartas- que se realiza en la pobreza: "Siendo
rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su
pobreza" (2 Co 8, 9, citado en el Aleluya).
Jesús "no hizo alarde de su categoría de Dios" (Flp 2, 6); no quiso
presentarse a nuestra humanidad, que es frágil e indigente, con su
abrumadora superioridad. Si lo hubiera hecho, no habría obedecido a la
lógica de Dios, sino a la de los poderosos de este mundo, criticada sin
ambages por los profetas de Israel, como Amós, de cuyo libro está tomada
la primera lectura de hoy (cf. Am 8, 4-6).
La vida de Jesús fue coherente con el designio salvífico del Padre, "que
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad" (1 Tm 2, 4). Él testimonió con fidelidad esta voluntad,
ofreciéndose "en rescate por todos" (1 Tm 2, 6). Al entregarse
totalmente por amor, nos consiguió la amistad con Dios, perdida a causa
del pecado. También a nosotros nos recomienda esta "lógica del amor",
pidiéndonos que la apliquemos sobre todo mediante la generosidad hacia
los necesitados. Es una lógica que puede unir a cristianos y musulmanes,
comprometiéndolos a construir juntos la "civilización del amor". Es una
lógica que supera cualquier astucia de este mundo y nos permite
granjearnos amigos verdaderos, que nos acojan "en las moradas eternas"
(cf. Lc 16, 9), en la "patria" del cielo.
4. Amadísimos hermanos, la patria de la humanidad es el reino de Dios.
Es muy elocuente para nosotros meditar en esta verdad precisamente aquí,
en la plaza dedicada a la Madre Patria, ante este monumento que la
representa simbólicamente. Como enseña el concilio ecuménico Vaticano
II, existe una relación entre la historia humana y el reino de Dios,
entre las realizaciones parciales de la convivencia civil y la meta
última, a la que, por libre iniciativa de Dios, está llamada la
humanidad (cf. Gaudium et spes, 33-39).
El décimo aniversario de la independencia de Kazajstán, que celebráis
este año, nos lleva a reflexionar en esta perspectiva. ¿Qué relación
existe entre esta patria terrena, con sus valores y sus metas, y la
patria celestial, en la que, superando toda injusticia y todo conflicto,
está llamada a entrar la familia humana entera? La respuesta del
Concilio es iluminadora: "Aunque hay que distinguir cuidadosamente el
progreso terreno del crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el
primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la
sociedad humana, interesa mucho al reino de Dios" (ib., 39).
5. Los cristianos son, a la vez, habitantes del mundo y ciudadanos del
reino de los cielos. Se comprometen sin reservas en la construcción de
la sociedad terrena, pero permanecen orientados hacia los bienes
eternos, siguiendo un modelo superior, trascendente, para realizarlo
cada vez más y cada vez mejor en la vida diaria.
El cristianismo no es alienación del compromiso terreno. Si en algunas
situaciones contingentes a veces da esta impresión, se debe a la
incoherencia de muchos cristianos. En realidad, el cristianismo
auténticamente vivido es como levadura para la sociedad: la hace crecer y
madurar en el plano humano y la abre a la dimensión trascendente del
reino de Cristo, realización plena de la humanidad nueva.
Este dinamismo espiritual encuentra su fuerza en la oración, como nos
acaba de recordar la segunda lectura. Y es lo que, en esta celebración,
queremos hacer orando por Kazajstán y por sus habitantes, a fin de que
este gran país, dentro de la variedad de sus componentes étnicos,
culturales y religiosos, progrese en la justicia, la solidaridad y la
paz; para que progrese especialmente gracias a la colaboración de
cristianos y musulmanes, comprometidos cada día, juntos, en la humilde
búsqueda de la voluntad de Dios.
6. La oración siempre debe ir acompañada por obras coherentes. La
Iglesia, fiel al ejemplo de Cristo, no separa nunca la evangelización de
la promoción humana, y exhorta a sus fieles a ser en todo ambiente
promotores de renovación y de progreso social.
Amadísimos hermanos y hermanas, ojalá que la "madre patria" de Kazajstán
encuentre en vosotros hijos devotos y solícitos, fieles al patrimonio
espiritual y cultural heredado de vuestros padres, y capaces de
adaptarlo a las nuevas exigencias.
De acuerdo con el modelo evangélico, distinguíos por la humildad y la
coherencia, haciendo fructificar vuestros talentos al servicio del bien
común y privilegiando a las personas más débiles y desvalidas. El
respeto a los derechos de cada uno, aunque tengan convicciones
personales diferentes, es el presupuesto de toda convivencia
auténticamente humana.
Vivid un profundo y efectivo espíritu de comunión entre vosotros y con
todos, inspirándoos en lo que los Hechos de los Apóstoles atestiguan de
la primera comunidad de los creyentes (cf. Hch 2, 44-45; 4, 32).
Testimoniad en el amor fraterno y en el servicio a los pobres, a los
enfermos y a los excluidos, la caridad, que alimentáis en la mesa
eucarística. Sed artífices de encuentro, reconciliación y paz entre
personas y grupos diferentes, cultivando el auténtico diálogo, para que
prevalezca siempre la verdad.
7. Amad la familia. Defended y promoved esta célula fundamental del
organismo social; cuidad de este primordial santuario de la vida.
Acompañad con esmero el camino de los novios y de los matrimonios
jóvenes, para que sean ante sus hijos y ante toda la comunidad signo
elocuente del amor de Dios.
Amadísimos hermanos, con alegría y emoción deseo dirigiros a vosotros,
aquí presentes, y a todos los creyentes que están unidos a nosotros la
exhortación que en muchas ocasiones estoy repitiendo en este inicio de
milenio: Duc in altum!
Te abrazo con afecto, pueblo de Kazajstán, y te deseo que realices
plenamente todo proyecto de amor y de salvación. Dios no te abandonará.
Amén.
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