Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

10 septiembre 2021

Meditación Domino 24º t.o. (B)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

Con Jesús

«Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le respondieron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas». Entonces él les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondiendo Pedro, le dice: «Tú eres el Cristo». Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo apane, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres».
Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que perdiera su vida por míy por el Evangelio, la salvará». (Mc 8, 27-35)

I. Jesús les pregunta a sus discípulos (Lucas 9, 18): ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos con sencillez le contestan las diferentes opiniones que oyen. Entonces volvió a preguntarles: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? En la vida hay preguntas que si ignoramos su respuesta nada nos sucede, hay otras que sí es importante conocer. Pero existe una pregunta en la que no debemos errar, y es la misma que Jesús les hizo a los Apóstoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Entonces y ahora sólo existe una única respuesta verdadera, la que le dieron los Apóstoles en boca de Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo Unigénito de Dios: La Persona de la que depende toda mi vida; mi destino, mi felicidad, mi triunfo o mi desgracia se relacionan íntimamente con el conocimiento que de Ti tenga. Nuestra vida habrá valido la pena si hemos conocido, tratado, servido y amado a Cristo. Todas las dificultades tienen arreglo si estamos con Él, nada vale la pena si no estamos a su lado.

II. La preocupación primera del cristiano ha de consistir en vivir la vida de Cristo, en incorporarse a Él, como los sarmientos a la vid. El sarmiento depende de la unión con la vid, que le envía savia vivificante; separado de ella, se seca y es arrojado al fuego (Juan 15, 1-6). La vida del cristiano se reduce a ser por la gracia lo que Jesús es por naturaleza: hijos de Dios. Ésta es la meta fundamental del cristiano: imitar a Jesús, asimilar la actitud de hijo delante de Dios Padre. Jesús vive ahora y nos interpela cada día sobre nuestra fe y nuestra confianza en Él, sobre lo que representa en nuestra vida. Nos busca de mil maneras, ordena los acontecimientos para que el éxito y la desgracia nos lleven a Él.

III. “Ante Jesús no podemos contentarnos con una simpatía simplemente humana, por legítima y preciosa que sea, ni es suficiente considerarlo sólo como un personaje digno de interés histórico, teológico, espiritual, social o como fuente de inspiración artística” (JUAN PABLO II, Audiencia general). Jesucristo nos compromete absolutamente. Nos pide que al seguirle, renunciemos a nuestra propia voluntad para identificarnos con Él. Nos dice claramente: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera ganar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará (Marcos 8, 34-35). El Señor habla abiertamente de la Pasión, con la cruz, con nuestro dolor, lo acompañamos en el Calvario y encontramos la verdadera felicidad, que tan cerca está siempre del amor y del sacrificio. Le decimos a Jesús que nos ayude a llevar la cruz de cada día con garbo, unidos a Él.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

 

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