Desde este blog se pretende facilitar el aprendizaje de la predicación y la oración personal. Todos los que tratamos a Dios podemos aprender y mejorar, usando este blog, nuestra amistad con el Señor.
Los Farel son una pareja
poderosa: Jean es un destacado experto francés y su esposa Claire una
ensayista conocida por su feminismo radical. Juntos tienen un hijo
ejemplar, Alexandre, que estudia en una prestigiosa universidad
estadounidense. Durante una breve visita a París, Alexandre conoce a
Mila, la hija de la nueva pareja de su madre, y la invita a una fiesta.
Al día siguiente, Mila presenta una denuncia contra Alexandre por
violación, que destruye la armonía familiar y pone en marcha una
inextricable máquina judicial mediática que confronta versiones
opuestas.
Entre los años 1968 y 1969, el asesino
al que la prensa bautizaría como John Biblia mató a tres mujeres en
Glasgow. Nunca fue identificado y el caso todavía sigue abierto hoy en
dí...
Entre
los años 1968 y 1969, el asesino al que la prensa bautizaría como John
Biblia mató a tres mujeres en Glasgow. Nunca fue identificado y el caso
todavía sigue abierto hoy en día. En esta novela, a principios de los
años ochenta, el investigador de policía escocés Noah Scott Sherrington
logra llegar hasta John Biblia, pero un fallo en su corazón en el último
momento le impide arrestarlo. A pesar de su frágil estado de salud, y
contra los consejos médicos y la negativa de sus superiores para que
continúe con la persecución del asesino en serie, Noah sigue una
corazonada que lo llevará hasta el Bilbao de 1983. Justo unos días antes
de que un verdadero diluvio arrase la ciudad.
Dolores Redondo se autodefine como «una escritora de tormentas» y
con esta nueva novela, basada en hechos reales, nos conduce hasta el
epicentro de una de las mayores tormentas del siglo pasado a la vez que
retrata una época en plena ebullición política y social. Es un homenaje a
la cultura del trabajo lleno de nostalgia por un tiempo en el que la
radio era una de las pocas ventanas abiertas al mundo y, sobre todo, a
la música. Y es también un canto a la camaradería de las cuadrillas y a
las historias de amor que nacen de un pálpito.
Una obra deslumbrante con unos personajes que nos llevan de la crueldad más espantosa a la esperanza en el ser humano.
«Dolores Redondo, la reina del thriller literario.» Carlos Ruiz Zafón
Dolores
Redondo (Donostia-San Sebastián, 1969) es la autora de la Trilogía del
Baztán, el fenómeno literario en castellano más importante de los
últimos años. Las tres entregas, El guardián invisible, Legado en los
huesos y Ofrenda a la tormenta, han llegado a tres millones de fieles
lectores; y entre 2017 y 2020 se estrenaron con éxito las tres
adaptaciones cinematográficas, actualmente disponibles en Netflix. A la
trilogía le siguió Todo esto te daré (Premio Planeta 2016), la novela
ganadora de dicho galardón más vendida de los últimos tiempos. En 2019
publicó La cara norte del corazón y regresó al universo del Baztán, cuya
adaptación está en vías de desarrollo como serie televisiva en
Hollywood, lo que constituye un hito de la ficción española
contemporánea. En 2021 se reeditó Los privilegios del ángel, su primera
novela. Hoy son ya 38 los idiomas a los que se han traducido sus obras
en todo el mundo.
www.doloresredondo.com
PARA VERLA Y ESCUCHARLA, PINCHA AQUI: https://youtu.be/Kmqrv5kdePU
En su catequesis, durante la
Audiencia general de hoy, el Papa ha continuado con sus reflexiones
sobre el discernimiento. La consolación ha sido el tema en esta ocasión
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducido al español
Seguimos con las catequesis sobre el
discernimiento del espíritu: cómo discernir lo que sucede en nuestro
corazón, en nuestra alma. Y después de haber considerado algunos
aspectos de la desolación —esa oscuridad del alma— hablamos hoy de la consolación,
que sería la luz del alma, y que es otro elemento importante para el
discernimiento, que no debe darse por descontado, porque se puede
prestar a equívocos. Debemos entender qué es el consuelo, como hemos
tratado de entender bien qué es la desolación.
¿Qué es la consolación espiritual? Es una experiencia de alegría interior,
que permite ver la presencia de Dios en todas las cosas; refuerza la fe
y la esperanza, y también la capacidad de hacer el bien. La persona que
vive la consolación no se rinde ante las dificultades, porque
experimenta una paz más fuerte que la prueba. Se trata, pues, de un gran
don para la vida espiritual y para la vida en su conjunto. Y vivir esa
alegría interior.
La consolación es un movimiento íntimo,
que toca lo profundo de nosotros mismos. No es llamativa, sino suave,
delicada, como una gota de agua en una esponja (cfr. San Ignacio de
Loyola, Ejercicios espirituales, 335): la persona se siente
envuelta en la presencia de Dios, siempre de una forma respetuosa con la
libertad. Nunca es algo desafinado, que trata de forzar nuestra
voluntad, tampoco es una euforia pasajera: al contrario, como hemos
visto, también el dolor —por ejemplo, por los propios pecados— puede
convertirse en motivo de consolación.
Pensemos en la experiencia vivida por
san Agustín cuando habla con su madre Mónica de la belleza de la vida
eterna; o en la perfecta alegría de san Francisco —asociada además a
situaciones muy duras de soportar—; y pensemos en tantos santos y santas
que han sabido hacer grandes cosas, no por considerarse buenos y
capaces, sino porque fueron conquistados por la dulzura pacificante del
amor de Dios. Es la paz que san Ignacio notaba en sí con estupor cuando
leía las vidas de los santos. Ser consolado es estar en paz con Dios,
sentir que todo está en paz, todo es armónico dentro de nosotros. Es la
paz que siente Edith Stein después de la conversión; un año después de
haber recibido el Bautismo, escribe —así dice Edith Stein—: «Cuando
me abandono a este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a
poco, comienza a colmarme y que, sin ninguna presión por parte de mi
voluntad, va a impulsarme hacia nuevas realizaciones. Este aflujo vital
me parece ascender de una actividad y de una fuerza que no me
pertenecen, pero que llegan a hacerse activas en mí» (Psicologia e scienze dello spirito, Città Nuova, 1996, 116). Es decir, una paz genuina es una paz que hace brotar los buenos sentimientos en nosotros.
La consolación tiene que ver sobre todo con la esperanza,
mira al futuro, pone en camino, permite tomar iniciativas hasta
entonces siempre aplazadas, o ni siquiera imaginadas, como el Bautismo
para Edith Stein.
La consolación es una paz grande, pero
no para permanecer sentados ahí disfrutándola, no, te da paz y te atrae
hacia el Señor y te pone en camino para hacer cosas, para hacer cosas
buenas. En tiempo de consolación, cuando somos consolados, nos vienen
ganas de hacer mucho bien, siempre. En cambio, cuando llega el momento
de la desolación, nos vienen ganas de encerrarnos en nosotros mismos y
de no hacer nada. La consolación te impulsa hacia delante, al servicio
de los demás, de la sociedad, de las personas. La consolación espiritual
no es “controlable” —no puedes decir ahora que venga la consolación,
no, no es controlable—, no es programable a voluntad, es un don del
Espíritu Santo: permite una familiaridad con Dios que parece
anular las distancias. Santa Teresa del Niño Jesús, visitando la
basílica de la Santa Cruz en Jerusalén a la edad de catorce años en
Roma, intenta tocar el clavo allí venerado, uno de aquellos con los que
Jesús fue crucificado. Teresa siente esa osadía suya como un arranque de
amor y confianza. Y luego escribe: «Fui realmente demasiado audaz.
Pero el Señor ve el fondo de los corazones, sabe que mi intención era
pura […]. Actuaba con él como niña que se cree todo permitido y
considera como propios los tesoros del Padre» (Manuscrito autobiográfico,
183). La consolación es espontánea, te lleva a hacerlo todo espontáneo,
como si fuéramos niños. Los niños son espontáneos, y la consolación te
lleva a ser espontáneo con dulzura, con una paz muy grande. Una chica de
catorce años nos da una descripción espléndida de la consolación
espiritual: se advierte un sentido de ternura hacia Dios, que nos hace
audaces en el deseo de participar de su misma vida, de hacer lo que le
agrada, porque nos sentimos familiares con Él, sentimos que su casa es
nuestra casa, nos sentimos acogidos, amados, revitalizados. Con esa
consolación no nos rendimos ante las dificultades: de hecho, con la
misma audacia, Teresita pedirá al Papa permiso para entrar en el
Carmelo, aunque sea demasiado joven, y le será concedido. ¿Qué quiere
decir eso? Quiere decir que la consolación nos hace audaces: cuando
estamos en tiempo de oscuridad, de desolación, y pensamos: “Esto no soy capaz de hacerlo”. Te abate la desolación, te hace verlo todo oscuro: “No, yo no puedo hacerlo, no lo haré”. En cambio, en tiempo de consolación, ves las mismas cosas de forma diferente y dices: “No, yo voy adelante, lo hago”. “Pero, ¿estás seguro?”. “Siento la fuerza de Dios y voy adelante”.
Y así la consolación te impulsa a ir adelante y a hacer las cosas que
en tiempo de desolación no serías capaz; te impulsa a dar el primer
paso. Esto es lo hermoso de la consolación.
Pero estemos atentos. Tenemos que distinguir bien la consolación que es de Dios, de las falsas consolaciones.
En la vida espiritual pasa algo similar a lo que sucede en las
producciones humanas: están los originales y las imitaciones. Si la
consolación auténtica es como una gota en una esponja, es suave e
íntima, sus imitaciones son más ruidosas y llamativas, son puro
entusiasmo, un fuego fatuo, sin consistencia, llevan a plegarse en uno
mismo, y a no cuidar a los otros. La falsa consolación al final nos deja
vacíos, lejos del centro de nuestra existencia. Por eso, cuando nos
sentimos felices, en paz, somos capaces de hacer cualquier cosa. Pero no
confundir esa paz con un entusiasmo pasajero, porque el entusiasmo hoy
está, después cae y ya no está.
Por eso se debe hacer discernimiento,
también cuando uno se siente consolado. Porque la falsa consolación
puede convertirse en un peligro, si la buscamos como fin en sí misma, de
forma obsesiva, y olvidándonos del Señor. Como diría san Bernardo, se
buscan las consolaciones de Dios y no se busca al Dios de las
consolaciones. Debemos buscar al Señor y el Señor, con su presencia, nos
consuela, nos hace ir adelante. Y no buscar a Dios porque nos trae las
consolaciones: no, eso no va, no debemos estar interesados en eso. Es la
dinámica del niño de la que hablábamos la vez pasada, que busca a los
padres solo para obtener cosas de ellos, pero no por ellos mismos: va
por interés: “Papá, mamá”. Y los niños saben hacer eso, saben
jugar y cuando la familia está dividida, y tienen esa costumbre de
buscar ahí y buscar aquí, eso no hace bien, eso no es consolación, eso
es interés. También nosotros corremos el riesgo de vivir la relación con
Dios de forma infantil, buscando nuestro interés, buscando reducir a
Dios a un objeto para nuestro uso y consumo, perdiendo el don más
hermoso que es Él mismo. Así vamos adelante en nuestra vida, que procede
entre las consolaciones de Dios y las desolaciones del pecado del
mundo, pero sabiendo distinguir cuando una consolación es de Dios, que
te da paz hasta el fondo del alma, de cuando es un entusiasmo pasajero
que no es malo, pero no es la consolación de Dios.
Saludos
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa
en particular a los peregrinos de las Diócesis de Troyes y de Lyon, al
Instituto Estanislao de San Rafael y a la Institución Nuestra Señora de
Sannois. Hermanos y hermanas, aprendamos a dejarnos guiar cada día por
las mociones del Espíritu Santo, así podremos gustar la dulzura
pacificante del amor de Dios en las dificultades de nuestra vida. ¡Dios
os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los del Reino Unido y
de los Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros invoco la
alegría y la paz de Cristo nuestro Señor.
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana,
de los santos podemos aprender a acoger en nosotros la cercanía y el
amor de Dios. Siguiendo su ejemplo, dejemos resplandecer la presencia
del Señor en nuestra vida, para que nuestra alabanza se una un día al
coro de la elegidos en la Jerusalén celestial.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española,
hay muchos mexicanos por aquí. El próximo domingo comenzamos el tiempo
de Adviento. Pidamos al Señor que nos ayude a mantener encendida en
nuestra vida la lámpara de la fe y a estar preparados para recibir su
visita, que nos llena de paz y alegría. Que Jesús los bendiga y la
Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua portuguesa,
especialmente a los que vienen de Portugal y de la diócesis de Chapecò
en Brasil. El pasado domingo se celebró en las diócesis la Jornada
Mundial de la Juventud, pensando en el encuentro de jóvenes que se
celebrará en Lisboa el próximo año. La alegría del reencuentro y la
voluntad de estar juntos son signos fundamentales para el mundo de hoy,
desgarrado por los enfrentamientos y las guerras. Que la Virgen proteja
nuestro deseo de comunión y de paz. Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua árabe.
El consuelo del Señor no es engaño ni anestesia. Sino veraz, está cerca
y nos abre las puertas de la esperanza. ¡Que el Señor os bendiga a
todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos.
Os estoy agradecido porque en estos días os habéis unido a los
cristianos perseguidos en el mundo participando en la iniciativa del RedWeek y
rezando por ellos de manera especial en el santuario de Jasna Góra. Que
la Madre de Dios les conceda plena libertad y consuelo en el
sufrimiento. Os bendigo de corazón.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a los representantes de las Escuelas Católicas de
FIDAE y espero que su importante papel educativo y social sea
reconocido a todos los niveles. Extiendo mi saludo a la Asociación NOI,
de Oratorios y Círculos Parroquiales, animándoles a continuar la fecunda
y apreciada labor al servicio de la evangelización y la promoción
humana.
Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados.
El próximo domingo marcará el inicio del Adviento, el período litúrgico
que precede y prepara la celebración de la Santa Navidad. Deseo que
cada uno de vosotros abra su corazón al Señor —por favor: abrid el
corazón al Señor—, para preparar el camino a Aquel que viene a llenar
todas nuestras debilidades humanas con la luz de su presencia. ¡A todos
mi bendición!
Llamamientos
En las pasadas horas la Isla de Java, en
Indonesia, fue sacudida por un fuerte terremoto. Expreso mi cercanía a
esa querida población y rezo por los muertos y heridos.
El domingo pasado en Kalongo, Uganda,
fue beatificado el padre Giuseppe Ambrosoli, misionero comboniano,
sacerdote y médico. Nacido en la diócesis de Como, murió en Uganda en
1987 después de haber gastado su vida por los enfermos, en los que veía
el rostro de Cristo. Que su extraordinario testimonio nos ayude a cada
uno a ser un signo de una Iglesia en “salida”. ¡Un aplauso al nuevo
beato!
Deseo enviar mi saludo a los jugadores,
aficionados y espectadores que siguen, desde varios continentes, el
campeonato mundial de fútbol, que se está jugando en Qatar. Que este
importante evento pueda ser ocasión de encuentro y armonía entre las
naciones, favoreciendo la fraternidad y la paz entre los pueblos.
Recemos por la paz en el mundo y por el final de todos los conflictos,
con un pensamiento particular por los terribles sufrimientos del querido
y martirizado pueblo ucraniano. A propósito, el próximo sábado es el
aniversario del terrible genocidio del Holodomor, el exterminio por el
hambre en 1932-33 causado artificiosamente por Stalin en Ucrania.
Recemos por las víctimas de ese genocidio y oremos por tantos
ucranianos, niños, mujeres y ancianos, niños, que hoy sufren el martirio
de la agresión.
Que la Jornada Mundial de la Pesca,
celebrada anteayer, pueda favorecer la sostenibilidad en la pesca y en
la acuicultura, a través del respeto de los derechos de los pescadores,
que con su trabajo contribuyen a la seguridad alimenticia, a la
nutrición y a la reducción de la pobreza en el mundo.
«Dijo Jesús a sus discípulos:
“Cuando venga el Hijo del hombre pasará como en tiempo de Noé. Antes del
diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé
entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los
llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos
hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán;
dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene
el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por
eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre» (Mateo 24,37-44).
I. La Iglesia desea que todos sus hijos
que en todos los momentos de nuestra vida tengamos la misma actitud de
expectación que tuvieron los profetas del Antiguo Testamento, ante la
venida del Mesías. Considera como una parte esencial de su misión hacer
que sigamos mirando hacia el futuro, aun ahora que se cumplen dos mil
años de aquella primera Navidad. Nos alienta a que caminemos con los
pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia
aquella luz que sale de la gruta de Belén. Estad vigilantes, nos dice el
Señor en el Evangelio de la Misa (Juan 1, 11). Despertad, nos repetirá
San Pablo (Romanos 13, 11). Porque también nosotros podemos olvidar lo
fundamental de nuestra existencia. “Ven, Señor, no tardes”. Preparemos
el camino para el Señor que llegará pronto; es el momento de apartar los
obstáculos si no vemos con claridad la luz que procede de Belén, de
Jesús.
II. Los verdaderos enemigos que luchan
sin tregua para mantenernos alejados del Señor, están en el fondo de
nuestra alma: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los
ojos y el orgullo de la vida. La concupiscencia de la carne es también,
-además de la tendencia desordenada de los sentidos en general, el
desorden de la sensualidad-, la comodidad, la falta de vibración, que
empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino más corto,
aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios. El otro enemigo, la
concupiscencia de los ojos, es una avaricia de fondo, que nos lleva a
valorar solamente lo que se puede tocar. La soberbia de la vida hace que
la inteligencia humana se considere el centro del universo que se
entusiasma de nuevo con el seréis como dioses (Génesis 3, 5) y, al
llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios. Puesto
que el Señor viene a nosotros, hemos de prepararnos con una Confesión
llena de amor y de contrición.
III. Estaremos alerta a la venida del
Señor, si cuidamos con esmero la oración personal, si no descuidamos las
mortificaciones pequeñas, si hacemos un delicado examen de conciencia.
Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para
venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia. Nuestra
Señora espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo. Junto a
Ella nos será fácil disponer nuestra alma para la llegada del Señor.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Comienza
el Adviento en el que la Iglesia nos invita a considerar el misterio de
Cristo que ilumina ese otro misterio que s también el hombre. Nos
preparamos para la Navidad que llega y la Navidad eterna: el encuentro
con Dios al término de esta vida. Para ello tendremos a excelentes
maestros: Isaías, Juan Bautista, José y María, la Madre del Señor.
Toda
nuestra vida es un adviento, una espera gozosa y esforzada hacia una
vida sin fin. Nuestro corazón no está hecho para la destrucción sino
para la existencia, para lo verdadero, lo bello, lo amable, lo justo...
Pero si Cristo no hubiera venido al mundo no habría esperanza de que
esto pudiera ser una realidad, ya que la experiencia diaria convence al
hombre -a veces de forma macabra- que el mal, la mentira, la violencia,
la enfermedad y la muerte adquieren un protagonismo abusivo. Por eso no
hay mentira mayor que buscar un paraíso en la tierra. No hay engaño
mayor que el de quien trabaja por una justicia, una paz, un orden que no
esté basado en Cristo.
Con
todo, no podemos olvidar que hay en nosotros una tendencia a
absolutizar las cosas de esta vida olvidando nuestro destino eterno.
"Vigilad", nos dice Jesús, porque el peligro de deslizarse hacia la
sensualidad, no valorando sino lo que se puede tocar, lo que hace más
placentera la vida, así como el narcisismo que nos repliega sobre
nosotros mismos desplazando de nuestro horizonte vital a Dios, es algo
constante.
¡En
cuántas ocasiones, absorbidos por los problemas diarios vivimos
instalados en un profundo sopor que olvida el sentido trascendente de la
vida! Se vive como drogado y se muere convenientemente sedado en un
hospital para no enterarse tampoco de la importancia de ese trance. Un
cristiano no debe conducirse por miedo a su Padre Dios, pero sí de un
modo responsable, de forma que los cantos de sirena que a lo largo de la
travesía de la vida intentan seducirlo, no le desvíen del trayecto que
le conduce al puerto de la salvación. Preguntémonos: ¿Qué orientación
estoy dando a mi vida? ¿Busco en medio de mis ocupaciones habituales al
Dios de todas las cosas, o son esas cosas las que me alejan de Dios? Es
en medio del trabajo, de la vida familiar y social, de la colaboración
por una sociedad más humana y solidaria, donde cada uno decide su
felicidad para siempre. Estas cosas desempeñadas como Dios quiere, son
las que nos preparan para la segunda venida del Dios de todas las cosas.
Adviento,
tiempo de preparación para recibir al Señor que llega en Navidad, y
para imprimir a nuestra vida un valor de eternidad, porque la segunda
venida de Cristo sorprenderá a los hombres en lo que estén haciendo,
bueno o malo.
Antoine y Olga son una
pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de
Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los
lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus
vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta
alcanzar un punto de no retorno.
Persiguieron sus sueños a orillas del
Misisipi. Sus vidas fueron más grandes que el río.Después de años de
colonización, la familia Girard acepta la controvertida decisión de su
pa...
Persiguieron sus sueños a orillas del Misisipi. Sus vidas fueron más grandes que el río. Después
de años de colonización, la familia Girard acepta la controvertida
decisión de su país, Francia, de ceder a España en 1763 parte de las
indómitas tierras del Misisipi; sin embargo, sufrirá las consecuencias
de las rebeliones de sus compatriotas contra los españoles, la guerra de
norteamericanos contra ingleses por la independencia de los Estados
Unidos y la lucha desesperada de los nativos indios por la supervivencia
de sus pueblos. En unos tiempos tan convulsos, Suzette Girard e
Ishcate, indio de la tribu kaskaskia, librarán su propia batalla:
preservar su amor de las amenazas del mundo que les ha tocado vivir.
Todo ello conforma una novela cautivadora y monumental que atraviesa las
cuatro décadas en las que España poseyó las legendarias tierras de
Luisiana.
Luz Gabás, una de las autoras más leídas de nuestro panorama
literario, regresa a las librerías con una novela que cautivará a todos
sus lectores justo cuando se cumplen diez años de la publicación de su
primer libro Palmeras en la nieve, un fenómeno de crítica y ventas a nivel internacional cuya adaptación al cine fue un rotundo éxito en taquilla. Su nueva obra Lejos de Luisiana, ganadora del Premio Planeta 2022, es una novela magistral y un gran fresco histórico sobre la aventura de España en el corazón de Norteamérica.
Luz
Gabás (Monzón, 1968), licenciada en Filología Inglesa y profesora
titular de escuela universitaria, decidió dedicarse a la escritura tras
años vinculada a la docencia. Su primera novela, Palmeras en la nieve
(2012), se convirtió en un fenómeno de crítica y ventas, y desde
entonces, ha sido traducida a varios idiomas. La adaptación al cine de
la novela supuso un rotundo éxito en taquilla, y la película consiguió
dos premios Goya. Años después continúan las ediciones en diferentes
formatos.
Con Regreso a tu piel (2014), Como fuego en el hielo (2017) y El latido
de la tierra (2019), Luz Gabás se ha consolidado como una de las
grandes autoras de nuestros días, por lo que ha recibido el
reconocimiento de lectores y asociaciones de libreros de toda la
geografía española, y sus libros son publicados en otros países.
Actualmente reside en el valle de Benasque, en las montañas del Pirineo
aragonés, donde encuentra la inspiración para su trabajo, que consiste
también en la redacción de relatos y artículos y la preparación de
charlas para encuentros literarios.
PARA ESCUCHARLA Y VERLA, PINCHA AQUI: https://youtu.be/ZKep4LVKWmg
La desolación ha sido el tema de la catequesis del Papa sobre el discernimiento, durante la Audiencia general de hoy.
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo Padre traducido al español
Retomamos hoy las catequesis sobre el tema del discernimiento. Hemos visto lo importante que es leer lo
que se mueve dentro de nosotros, para no tomar decisiones apresuradas,
llevados por la emoción del momento, solo para arrepentirnos cuando ya
es demasiado tarde. Es decir, leer qué sucede y después tomar las
decisiones.
En este sentido, también el estado espiritual que llamamos desolación, cuando en el corazón todo está oscuro, está triste, ese estado de desolación
puede ser ocasión de crecimiento. De hecho, si no hay un poco de
insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de
vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el
riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas y no entrar
nunca en contacto con el centro de nuestra existencia. La desolación
provoca una “sacudida del alma”: cuando uno está triste es como si el
alma se sacudiera; mantiene despiertos, favorece la vigilancia y la
humildad y nos protege del viento del capricho. Son condiciones
indispensables para el progreso en la vida, y, por tanto, también en la
vida espiritual. Una serenidad perfecta, pero “aséptica”, sin
sentimientos, nos hace inhumanos cuando se convierte en el criterio de
decisiones y comportamientos. No podemos evitar los sentimientos: somos
humanos y el sentimiento es una parte de nuestra humanidad; sin entender
los sentimientos seríamos inhumanos, sin vivir los sentimientos
seríamos también indiferentes al sufrimiento de los demás e incapaces de
acoger el nuestro. Sin considerar que la “perfecta serenidad” no se
alcanza por ese camino de la indiferencia. La distancia aséptica: “Yo no
me involucro en las cosas, yo tomo distancia”: eso no es vida, es como
si viviéramos en un laboratorio, encerrados, para no tener microbios,
enfermedades. Para muchos santos y santas, la inquietud fue un impulso
decisivo para dar un giro a su vida. Esa serenidad artificial no va,
mientras que la sana inquietud es buena, el corazón inquieto, el corazón
que trata de buscar camino. Es el caso, por ejemplo, de Agustín de
Hipona o de Edith Stein o de José Benito Cottolengo o de Carlos de
Foucauld. Las decisiones importantes tienen un precio que la vida
presenta, un precio que está al alcance de todos: es decir, las
decisiones importantes no vienen de la lotería, no; tienen un precio y
tú debes pagar ese precio. Es un precio que debes pagar con tu corazón,
es el precio de la decisión, un precio que hay llevar adelante, un poco
de esfuerzo. No es gratis, pero es un precio al alcance de todos. Todos
debemos pagar esa decisión para salir del estado de indiferencia, que
nos siempre abate.
La desolación es también una invitación a la gratuidad,
a no actuar siempre y solo en vista de una gratificación emotiva. Estar
desolados nos ofrece la posibilidad de crecer, de iniciar una relación
más madura, más hermosa, con el Señor y con las personas queridas, una
relación que no se reduzca a un mero intercambio de dar y tomar.
Pensemos en nuestra infancia, por ejemplo, cuando éramos niños, sucede a
menudo que buscamos a los padres para obtener algo de ellos, un
juguete, dinero para comprar un helado, un permiso... Y así los buscamos
no por sí mismos, sino por un interés. Sin embargo, ellos son el don
más grande, los padres, y esto lo entendemos a medida que crecemos.
También muchas de nuestras oraciones son
un poco de ese tipo, son peticiones de favores dirigidos al Señor, sin
un verdadero interés por Él. Vamos a pedir, pedir y pedir al Señor. El
Evangelio señala que Jesús a menudo estaba rodeado de mucha gente que lo
buscaba para obtener algo, curaciones, ayudas materiales, y no solo
para estar con Él. Estaba rodeado de multitudes y, sin embargo, estaba
solo. Algunos santos, y también algunos artistas, han meditado sobre
esta condición de Jesús. Podría parecer raro, irreal, preguntar al
Señor: “¿Cómo estás?”. En cambio, es una manera muy hermosa de entrar en
una relación verdadera, sincera, con su humanidad, con su sufrimiento,
también con su singular soledad. Con Él, con el Señor, que quiso
compartir a fondo su vida con nosotros.
Nos hace mucho bien aprender a estar con Él, a estar con el Señor sin otro fin,
exactamente como nos sucede con las personas a las que queremos:
deseamos conocerlas cada vez más, porque es hermoso estar con ellas.
Queridos hermanos y hermanas, la vida
espiritual no es una técnica a nuestra disposición, no es un programa de
“bienestar” interior que nos corresponde programar. No. La vida
espiritual es la relación con el Viviente, con Dios, el
Viviente, irreducible a nuestras categorías. Y la desolación entonces es
la respuesta más clara a la objeción de que la experiencia de Dios sea
una forma de sugestión, una simple proyección de nuestros deseos. La
desolación es no sentir nada, todo oscuro: pero tú buscas a Dios en la
desolación. En ese caso, si pensamos que es una proyección de nuestros
deseos, siempre seríamos nosotros quienes la programamos, siempre
estaríamos felices y contentos, como un disco que repite la misma
música. En cambio, quien reza se da cuenta de que los resultados son imprevisibles:
experiencias y pasajes de la Biblia que a menudo nos han entusiasmado,
hoy, extrañamente, no suscitan ningún entusiasmo. E, igualmente de forma
inesperada, experiencias, encuentros y lecturas a los que nunca
habíamos hecho caso o preferíamos evitar ―como la experiencia de la
cruz― dan una paz inmensa. No tener miedo a la desolación, llevarla
adelante con perseverancia, no huir. Y en la desolación tratar de
encontrar el corazón de Cristo, encontrar al Señor. Y la respuesta
llega, siempre.
Ante las dificultades, pues, nunca
desanimarse, por favor, sino afrontar la prueba con decisión, con la
ayuda de la gracia de Dios que nunca nos falla. Y si sentimos dentro de
nosotros una voz insistente que quiere distraernos de la oración,
aprendamos a desenmascararla como la voz del tentador; y no nos dejemos
impresionar: simplemente, ¡hagamos precisamente lo contrario de lo que
nos dice! Gracias.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa,
en particular a los colegios Fénelon y Blomet de París, a la parroquia
del Sagrado Corazón de Jesús de Turgeau en Haití y a la parroquia de
Herrlisheim. Hermanos y hermanas, ante las dificultades y problemas de
la vida, a veces nos sentimos impotentes, desanimados y molestos.
Pedimos la gracia de Dios para afrontar la prueba con decisión y con fe
en abandono total a la divina Providencia. ¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa
presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Inglaterra,
Dinamarca, Países Bajos, Indonesia, Canadá y Estados Unidos de América.
Sobre todos vosotros invoco la alegría y la paz de Cristo nuestro Señor.
¡Dios os bendiga!
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana,
el próximo domingo, último del año litúrgico, celebraremos la
solemnidad de Cristo Rey. Encomendémonos al Señor de la historia en
todas las tribulaciones de nuestro tiempo, con la certeza de que en el
trono de la Cruz venció al mal y a la muerte.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús crucificado, despojado de todo, que clama a su Padre: “Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado”,
que nos ayude seguirlo también en la desolación, dándonos una fe
sólida, una esperanza inquebrantable y una caridad capaz abandonarse
incondicionalmente a su voluntad. Muchas gracias.
Saludo a los diversos grupos de peregrinos de lengua portuguesa,
en particular al Instituto misionero “Siervos de Jesús Salvador”, a los
fieles de Curitiba y de Umuarama, a los representantes de “Rádio
Renascença” de Portugal. Nunca dejéis que ninguna nube en vuestro camino
os impida irradiar la gloria y la esperanza depositadas en vosotros,
alabando siempre al Señor en vuestros corazones, dando gracias a Dios
Padre por todo. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los fieles de lengua árabe.
Ante las dificultades, no os desaniméis nunca, sino afrontad la prueba
con decisión, con la ayuda de la gracia de Dios que nunca nos falta.
¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Doy la bienvenida a los peregrinos polacos.
Saludo a los miembros de la Fundación SOAR y a los artistas de Polonia,
Ucrania, Israel y otros países, participantes en el Festival de los
Salmos de David, que han venido a Roma para presentar el concierto “Salmos de paz y de misericordia”. Deseo que este acto artístico y espiritual favorezca propósitos y proyectos de fraternidad y armonía. Mi bendición para todos.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana.
En particular, saludo a los Pequeños Apóstoles de la Redención reunidos
en el Capítulo general, a las Religiosas de la Unión de Superioras
Mayores de Italia, a la comunidad del Seminario Leoniano de Anagni ―esos
seminaristas se hacen oír― con algunos Obispos del Lazio: exhorto a
todos a seguir adelante con valentía, consolidando los propósitos de
fidelidad al Señor y a la Iglesia. Recibo con alegría a los Bomberos del
Abruzo: muchas gracias por vuestro importante trabajo. Cuando rezo por
los bomberos, pido una gracia para ellos: que no tengan trabajo. Saludo
además a los fieles de Bisceglie y a los de Moiano y espero que vuestra
peregrinación sea rica en frutos espirituales en beneficio de vuestras
respectivas comunidades eclesiales.
Elevo mis oraciones por las víctimas inocentes del atentado terrorista ocurrido en los últimos días en Estambul. Nuestra oración incesante es también por la masacrada Ucrania:
que el Señor dé a los ucranianos consuelo, fortaleza en esta prueba y
esperanza de paz. Podemos rezar por Ucrania, diciendo: “Date prisa,
Señor”.
Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados.
Siguiendo el ejemplo de santa Margarita de Escocia y santa Gertrudis,
cuya memoria celebramos hoy, buscad siempre en Jesús la luz y el apoyo
para todas vuestras decisiones en la vida diaria. ¡A todos mi bendición!
Llamamiento
Con profundo dolor y preocupación he
recibido la noticia de un nuevo y masivo ataque con misiles contra
Ucrania que ha causado muertes y daños a muchas infraestructuras
civiles. Recemos para que el Señor convierta los corazones de quienes
aún apuestan por la guerra y haga prevalecer el deseo de paz para la
martirizada Ucrania, con el fin de evitar cualquier escalada y abrir el
camino al alto el fuego y al diálogo.
«Las
autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha
salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había
encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ÉSTE ES EL REY
DE LOS JUDÍOS. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba
diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero
el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo
suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que
hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada”. Y decía: “Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le respondió: “Te lo
aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”»(Lucas 23,35-43).
I. La solemnidad que celebramos “es como
una síntesis de todo el misterio salvífico” (JUAN PABLO II, Homilía).
Con ella se cierra el año litúrgico, después de haber celebrado todos
los misterios de la vida del Señor, y se presenta a nuestra
consideración a Cristo glorioso, Rey de toda la creación y de nuestras
almas. Esta fiesta fue instituida para mostrar a Jesús como único
soberano ante una sociedad que parece querer vivir de espaldas a Dios
(PIO XI, Encíclica Quas Primas). Cristo vino a establecer su reinado, no
con la fuerza de un conquistador, sino con la bondad y mansedumbre del
pastor. Con esta solicitud el Señor buscó a los hombres dispersos y
alejados de Dios por el pecado. Y como estaban heridos y enfermos, los
curó y vendó sus heridas. Tanto los amó que dio la vida por ellos. El
Reino instaurado por Jesucristo viene a revelar el amor de Dios, y actúa
como fermento y signo de salvación para construir un mundo más justo,
más fraterno, más solidario, inspirado en los valores evangélicos de la
esperanza y futura bienaventuranza.
II. Oportet autem illum regnare…, es
necesario que Él reine…(1 Corintios 15, 25) Es necesario que reine en
primer lugar en nuestra inteligencia, mediante el conocimiento de su
doctrina y el acatamiento amoroso de esas verdades reveladas; es
necesario que reine en nuestra voluntad, para que obedezca y se
identifique cada vez más plenamente con la voluntad divina; es preciso
que reine en nuestro corazón, para que ningún amor se interponga al amor
de Dios; es necesario que reine en nuestro cuerpo, templo del Espíritu
santo (PIO II, Encíclica Quas primas); en nuestro trabajo, camino de
santidad. La fiesta de hoy es como un adelanto de la segunda venida de
Cristo en poder y majestad, la venida gloriosa que llenará los corazones
y secará toda lágrima de infelicidad. Pero a la vez es una llamada y un
acicate para que a nuestro alrededor el espíritu amable de Cristo
impregne todas las realidades terrenas. Nosotros colaboramos en la
extensión del reinado de Jesús cuando procuramos hacer más humano y más
cristiano el pequeño mundo que nos rodea, el que cada día frecuentamos.
III. En la fiesta de hoy oímos al Señor
que nos dice en la intimidad de nuestro corazón: Yo tengo sobre ti
pensamientos de paz y no de aflicción (Jeremías 29, 11), y hacemos el
propósito de arreglar en nuestro corazón lo que no sea conforme con el
querer de Cristo. A la vez, le pedimos poder colaborar en esta tarea
grande de extender su reinado a nuestro alrededor y en tantos lugares
donde aún no le conocen. Para hacer realidad nuestros deseos acudimos,
una vez más, a Nuestra Señora, la Madre santa de nuestro Rey, la Reina
de nuestro corazón. Le pedimos que sepamos componer nuestra vida y en la
vida de los que nos rodean, quasi fluvium pacis (Isaías, 66, 12), como
un río de paz.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.