(Cfr. www.almudi.org)
La facilidad para publicar en formatos diversos, materiales o digitales, lleva a que el número de publicaciones disponibles sea muy alto. Esa abundancia exige, más que nunca, que el lector tenga criterios, para leer o no, ese material
La lectura, durante siglos, ha sido fuente importante de acceso a la cultura, a conocer la vida de otras personas, costumbres de otros lugares, etc. Es una forma de entablar lo equivalente a una conversación con personas de épocas anteriores que transmiten ideas, recuerdos, testimonios, estilos de vida, etc. De los motivos que impulsan a leer, comentamos algunos, sin pretender ser exhaustivos. Cuando las comunicaciones eran complejas y solo una parte de la población viajaba fuera de sus lugares de residencia, la lectura facilitaba acceder a lo que otros veían y relataban. Muchos lugares no existen actualmente y han fallecido personas que vivieron hace siglos. La continuidad de una civilización se logra, entre otros medios, leyendo lo que escribieron. Eso facilita conocer culturas y épocas anteriores. Esos textos reflejanestilos de vida, modos de pensar, etc.
Efectos de un mundo más globalizado
Otras veces son contemporáneos nuestros que viven en otros lugares del planeta, a los que no conocemos, pero podemos saber lo que piensan, lo que conocen de primera mano, etc. Con los medios de comunicación actual, audiovisual, la información puede ser más rápida y diferente; pero no sustituye a textos escritos que pueden ofrecer una visión más serena, e ideas difíciles de transmitir en cauces que ofrece velocidad pero no facilitan la profundidad. Leer a otras personas alimenta nuestro modo de pensar y de sentir; facilita conocer enfoques que quizá no se nos hubieran ocurrido sin esas lecturas.
Conocer biografías más elaboradas
El valor de las biografías ha recuperado el espacio que les corresponde, con un estilo más depurado, que no caen en enfoques hagiográficos o difamatorios, o a referir solo la vida de un tipo de personas: reyes, santos, héroes, etc. Es cierto que para que interese al público debe tener algún factor relevante. Ahora es más fácil acceder a fuentes de información como los archivos; pueden estar lejos físicamente pero accesibles por la tecnología, lo que facilita que el autor pueda tener más información. Hace falta el rigor intelectual de poner los medios para disponer de información contrastada; si a eso se añade una cierta calidad de redacción, esas biografías pueden ayudar a conocer una época o la vida de personas que fueron relevantes en un campo específico de la historia.
La necesidad de tener criterio para leer
La facilidad para publicar en formatos diversos, materiales o digitales, lleva a que el número de publicaciones disponibles sea muy alto. Esa abundancia exige, más que nunca, que el lector tenga criterios, para leer o no, ese material. Cuando las bibliotecas eran escasas y reducidas y el número potencial de lectores menor, las posibilidades se reducían al escaso material al que se tenía acceso. Ahora el reto es discernir lo que vale la pena leer. La información no siempre aporta sabiduría y no faltan casos en los que la falta de rigor intelectual confunde al lector. Según el tipo de lecturas, la profesionalidad de autor y el uso de fuentes valiosas serán esenciales para el interés del texto.
El dominio de otros idiomas es creciente y eso aumenta las posibilidades de lecturas. El lector debiera saber cómo elegir y disponer de fuentes fiables antes de comprar o regalar un libro. La publicidad no es un indicador de calidad. Depende mucho de los campos de lectura; no es lo mismo un artículo científico que un libro para un niño de Primaria. Libros que nos gustaron en la infancia, ahora pueden resultar indiferentes. Los libros clásicos han pasado por la criba del tiempo y de millones de lectores. ¿Qué es un clásico? Afirma Italo Calvino que son clásicos los libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir, es decir que en cada lectura aporta algo valioso al lector.
¿Es legítimo modificar libros con adaptaciones diversas?
Un factor reciente es modificar los libros para adecuarlos a la sensibilidad actual o a corrientes ideológicas. Hay dos rasgos que destacan; uno es modificar el contenido para hacerlos lo que coloquialmente se llama políticamente correcto. Otras veces se busca adaptar a lectores más jóvenes, o con menos capacidad lectora, los grandes clásicos. En el primer caso, es justo mantener una edición que lleve la indicación clara de que es la versión original. Las adaptaciones a veces se hacen de acuerdo a los derechos de autor, que pueden estar en poder de los herederos. Otro motivo, adaptar clásicos para un público juvenil o con poca cultura, tiene cierta similitud a tratar de adaptar cuadros de Goya, Caravaggio, etc., lo que no parece deseable.
Es preferible saber que cada libro tiene su momento para ser leído; hacer leer a niños obras que se no tienen capacidad para asimilar es un error; quizá nunca lea la versión original, pero si fomentamos lecturas idóneas y atractivas para su edad o nivel cultural, es probable que un día disfrute con libros que ahora es capaz de leer. Es importante leer, pero más lo es acertar en lo que se lee; así se evita perder tiempo o gusto por la lectura.
José Manuel Mañú Noain en educaendigital.com
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