(Cfr. www.almudi.org)
En la Audiencia general de hoy, el Santo Padre ha repasado los momentos más significativos de su viaje apostólico a Baréin, resumiéndolos en tres palabras: diálogo, encuentro y camino
Catequesis del Santo Padre en español
Texto completo de la catequesis del Santo padre traducido al español
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! ¡Hace un poquito de frío, pero está bien! Antes de hablar de lo que he preparado, quería llamar la atención sobre esos dos niños que han venido aquí. No han pedido permiso, no han dicho: “Ah, me da miedo”: han venido directamente. Así debemos ser nosotros con Dios: directamente. Nos han dado ejemplo de cómo debemos comportarnos con Dios, con el Señor: ¡adelante! Él nos espera siempre. Me ha hecho bien ver la confianza de esos dos niños: ha sido un ejemplo para todos. Así debemos acercarnos siempre al Señor: con libertad. Gracias.
Hace tres días regresé del viaje al Reino de Baréin, que yo no conocía: realmente no sabía cómo era ese reino. Deseo agradecer a todos los que acompañaron esta visita con el apoyo de la oración, y renovar mi agradecimiento a Su Majestad el Rey, a las demás Autoridades, a la Iglesia local y a la población por su calurosa acogida. Y también quiero agradecer a los organizadores de los viajes: para hacer este viaje hay un movimiento de gente, la Secretaría de Estado trabaja mucho para preparar los discursos, para preparar la logística, todo, se mueven muchos... luego, los traductores... y además el Cuerpo de la Gendarmería, el Cuerpo de la Guardia Suiza, que son muy buenos. ¡Es un trabajo enorme! A todos, a todos, quiero agradeceros públicamente todo lo que hacéis para que el viaje de un Papa salga bien. Gracias.
Surge espontáneo preguntarse: ¿por qué el Papa quería visitar ese pequeño país con una mayoría musulmana tan grande? Hay muchos países cristianos, ¿por qué no va primero a uno o a otro? Quisiera responder con tres palabras: diálogo, encuentro y camino.
Diálogo: la ocasión del viaje, largamente deseado, la ofreció la invitación del Rey a un Foro sobre el diálogo entre Oriente y Occidente. Diálogo que sirva para descubrir la riqueza de quienes pertenecen a otros pueblos, a otras tradiciones, a otros credos. Baréin, un archipiélago formado por muchas islas, nos ha ayudado a comprender que no se debe vivir aislado, sino acercándose. En Baréin, que son islas, se han acercado, se tocan. La causa de la paz lo exige, y el diálogo es “el oxígeno de la paz”. No lo olvidéis: el diálogo es el oxígeno de la paz. Incluso de la paz doméstica. Si hubo una guerra allí, entre marido y mujer, luego con el diálogo conseguimos la paz. En la familia, dialogar también: diálogo, porque con el diálogo se conserva la paz. Hace casi sesenta años el Concilio Vaticano II, hablando de la construcción del edificio de la paz, afirmó que «hoy exige de ellos [los hombres] con toda certeza que amplíen su mente más allá de las fronteras de la propia nación, renuncien al egoísmo nacional y a la ambición de dominar a otras naciones, alimenten un profundo respeto por toda la humanidad, que corre ya, aunque tan laboriosamente, hacia su mayor unidad» (Gaudium et spes, 82). En Baréin sentí esa necesidad y deseé que, en todo el mundo, los líderes religiosos y civiles supieran mirar más allá de sus fronteras, de sus comunidades, para cuidar del conjunto. Solo así se pueden abordar ciertos temas universales, por ejemplo el olvido de Dios, la tragedia del hambre, la protección de la creación, la paz. Juntos se piensa en eso. En este sentido, el Foro de Diálogo, titulado “Oriente y Occidente por la convivencia humana”, instó a elegir el camino del encuentro y rechazar el de la confrontación. ¡Cuánto lo necesitamos! ¡Cuánto necesitamos encontrarnos! Pienso en la loca guerra –¡loca!– de la que es víctima la atormentada Ucrania, y en muchos otros conflictos, que nunca se resolverán con la lógica pueril de las armas, sino sólo con la fuerza mansa del diálogo. Pero más allá de Ucrania, que está desolada, pensemos en las guerras que han durado años, y pensemos en Siria –¡más de 10 años!–, piense por ejemplo en Siria, pensemos en los niños de Yemen, pensemos en Myanmar: ¡en todas partes! Ahora, Ucrania está más cerca, ¿qué hacen las guerras? Destruyen, destruyen a la humanidad, destruyen todo. Los conflictos no se resuelven mediante la guerra.
Pero no puede haber diálogo sin –segunda palabra– encuentro. En Baréin nos encontramos, y varias veces sentí surgir el deseo de que entre cristianos y musulmanes aumenten los encuentros, que se establezcan relaciones más sólidas, que nos lo tomemos más a pecho. En Baréin –como es costumbre en Oriente– la gente se lleva la mano al corazón cuando saluda a alguien. Yo también lo hice, para hacer espacio dentro de mí para los que conocí. Porque, sin aceptación, el diálogo queda vacío, aparente, se queda en una cuestión de ideas y no de realidad. Entre los muchos encuentros, recuerdo el que tuve con mi querido hermano, el Gran Imán de Al-Azhar –¡querido hermano!–; y en el de los jóvenes del Colegio Sagrado Corazón, alumnos que nos han dado una gran enseñanza: estudian juntos, cristianos y musulmanes. Como jóvenes, como chicos, como niños es necesario conocerse, para que el encuentro fraterno impida divisiones ideológicas. Y aquí quiero agradecer al Colegio Sagrado Corazón, agradecer a Sor Rosalyn que lleva tan bien ese colegio, y a los jóvenes que participaron con discursos, oraciones, bailes, cantos: ¡los recuerdo bien! Muchas gracias. Pero también los ancianos ofrecieron un testimonio de sabiduría fraterna: pienso en la reunión con el Consejo Musulmán de Ancianos, una organización internacional nacida hace unos años, que promueve las buenas relaciones entre las comunidades islámicas, en nombre del respeto, la moderación y la paz, oponiéndose al fundamentalismo y a la violencia.
Así llegamos a la tercera palabra: camino. El viaje a Baréin no debe verse como un episodio aislado, es parte de un recorrido, inaugurado por San Juan Pablo II cuando fue a Marruecos. Así, la primera visita de un Papa a Baréin ha representado un nuevo paso en el camino entre creyentes cristianos y musulmanes: no para confundirnos ni diluir la fe, no: el diálogo no diluye; sino para construir alianzas fraternas en nombre del Padre Abraham, que fue peregrino en la tierra bajo la mirada misericordiosa del único Dios del Cielo, Dios de la paz. Por eso el lema del viaje era: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. ¿Y por qué digo que el diálogo no diluye? Porque para dialogar hay que tener identidad propia, hay que partir de la propia identidad. Si no tienes identidad, no puedes dialogar, porque ni siquiera entiendes lo que eres. Para que un diálogo sea bueno, siempre hay que partir de la propia identidad, ser consciente de la propia identidad, y así se puede dialogar.
Diálogo, encuentro y camino en Baréin también se realizó entre los cristianos: por ejemplo, el primer encuentro, de hecho, fue ecuménico, de oración por la paz, con el querido Patriarca y hermano Bartolomé y con hermanos y hermanas de diversas confesiones y ritos. Tuvo lugar en la Catedral, dedicada a Nuestra Señora de Arabia, cuya estructura evoca una tienda de campaña, aquella en la que, según la Biblia, Dios se encontró con Moisés en el desierto, en el camino. Los hermanos y hermanas en la fe que conocí en Baréin viven realmente “en camino”: son en su mayoría trabajadores inmigrantes que, lejos de casa, encuentran sus raíces en el Pueblo de Dios y su familia en la gran familia de la Iglesia. Es maravilloso ver a esos inmigrantes filipinos, indios y de otros lugares, cristianos que se reúnen y se sostienen en la fe. Y van adelante con alegría, con la certeza de que la esperanza de Dios no defrauda (cfr. Rm 5,5). Al encontrar a los Pastores, consagrados y consagradas, agentes de pastoral y, en la Misa festiva y emotiva celebrada en el estadio, numerosos fieles, también de otros países del Golfo, les llevé el afecto de toda la Iglesia. Ese fue el viaje.
Y hoy quisiera transmitiros su alegría genuina, sencilla y hermosa. Reunidos y rezando juntos, nos sentimos un solo corazón y una sola alma. Pensando en su camino, en su experiencia diaria de diálogo, sintámonos todos llamados a dilatar horizontes: por favor, corazones dilatados, no cerrados, duros. Abrid los corazones, porque todos somos hermanos y para que esta fraternidad humana vaya más allá. Ensanchar horizontes, abrirnos, ampliar intereses y dedicarnos a conocer a los demás. Si te dedicas a conocer a los demás, nunca te sentirás amenazado. Pero si tienes miedo de los demás, tú mismo serás una amenaza para ellos. El camino de la fraternidad y de la paz, para avanzar, necesita de todos y cada uno. Yo doy la mano, pero si no hay otra mano al otro lado, no sirve de nada. ¡Que la Virgen nos ayude en este camino! ¡Gracias!
Saludos
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa, en particular a los peregrinos de la diócesis de Auch y a los jóvenes de las escuelas Francs Bourgeois-La Salle. Hermanos y hermanas, siguiendo el ejemplo del pueblo de Bahréin, sintámonos todos llamados a ampliar nuestros horizontes y nuestros intereses, abriéndonos al conocimiento de los demás. Porque para avanzar por el camino de la fraternidad y de la paz, necesitamos de todos y de cada uno. ¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Dinamarca, Finlandia, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros invoco la alegría y la paz de Cristo nuestro Señor. ¡Dios os bendiga!
Saludo de corazón a los fieles de lengua alemana. El mes de noviembre, particularmente dedicado a la oración por los difuntos, nos recuerda que la caridad cristiana abraza también a quienes nos han precedido en la fe. Que Cristo Señor les haga partícipes y a cada uno de nosotros en la eterna Comunión de los Santos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española —veo que hay un montón de mexicanos, bienvenidos—. Los animo a que sigamos avanzando por el camino de la fraternidad y de la paz, abiertos al diálogo y al encuentro con los demás. Que María nos acompañe en esta senda, y nos ayude especialmente a compartir nuestra vida con los pobres, cuya Jornada Mundial celebraremos el próximo domingo. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa. Pasado mañana comienza en Recife, Brasil, el XVIII Congreso Eucarístico Nacional. Espero que ese encuentro con Jesús Eucarístico fortalezca en los fieles el deseo de continuar en el camino del diálogo fraterno con todos. ¡Dios os bendiga y os proteja de todo mal!
Saludo a los fieles de lengua árabe. El camino de la fraternidad y de la paz, para avanzar, necesita de todos y de cada uno. ¡Por eso, comprometámonos en todas partes y de verdad por la paz! ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Os agradezco el don de la oración con que me habéis acompañado en mi camino al Reino de Bahréin. Pasado mañana celebraréis el aniversario de la independencia de Polonia: que esa fecha significativa suscite en todos agradecimiento a Dios y un renovado compromiso por la fraternidad, la protección de la vida y la dignidad de la persona humana en vuestro país y en el ámbito internacional, especialmente en la vecina Ucrania. Os bendigo de corazón.
Renuevo mi invitación a rezar por la atormentada Ucrania: pidamos al Señor la paz para ese pueblo que está tan atribulado y que sufre tanta crueldad, tanta crueldad por parte de los mercenarios que hacen la guerra.
Mis pensamientos se dirigen ahora al pueblo chipriota, en luto nacional por el fallecimiento de Su Beatitud Crisóstomo II. Fue un pastor con visión de futuro, hombre de diálogo y amante de la paz, que trató de promover la reconciliación entre las diferentes comunidades del país. Recuerdo con agradecido afecto los encuentros fraternos que compartimos en Chipre durante mi visita del año pasado. Oramos por el eterno descanso de su alma.
El sábado pasado en Merù (Kenia) fue beatificada sor María Carola Cecchin, de la Congregación de las Hermanas de San José Benedetto Cottolengo, fallecida en 1925, a la edad de 48 años, después de haber dado testimonio del Evangelio de la caridad a las poblaciones africanas. Que su ejemplo de mujer buena y sabia sostenga a quienes trabajan por la expansión del Reino de Dios ¡Un aplauso para la nueva beata!
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a la comunidad vocacional del Seminario de Pordenone con su Obispo, a las escuelas de fútbol de Bellante y a la Asociación de marineros de Tarento.
Mi pensamiento, por último, se dirige, como siempre, a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados. Hoy celebramos la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Giovanni de Letrán. Junto a ella recordamos las iglesias donde vuestras comunidades se reúnen para celebrar los misterios divinos. Que el vínculo con vuestra Iglesia aumente en cada uno la alegría de caminar juntos al servicio del Evangelio, en el ofrecimiento de la oración y en el compartir de la caridad. A todos mi bendición.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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