Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

12 noviembre 2022

Meditación Domingo 33º t.o. (C)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

Trabajar mientras llega el Señor

«Como algunos le hablaban del Templo, que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas, dijo: «Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo acontecerá esto y cuál será la señal de que comienza a suceder?». Él dijo: «Mirad no os dejéis engañar; pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy, y el momento esta próximo". No les sigáis. Cuando oigáis rumores de guerras y revoluciones, no os aterréis: porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá grandes terremotos y, hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Determinad, pues, en vuestros corazones no tener preparado cómo habéis de responder; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lucas 21,5-19).

I. En estos últimos domingos, la liturgia nos invita a meditar los novísimos del hombre, en su destino más allá de la muerte. La vida es muy corta y el encuentro con Jesús está cercano; un poco más tarde tendrá lugar su venida gloriosa y la resurrección de los cuerpos. Esto nos ayuda a estar desprendidos de los bienes que hemos de utilizar y a aprovechar el tiempo, pero de ninguna manera nos exime de estar metidos de lleno en nuestra propia profesión y en la entraña misma de la sociedad. Es más, con nuestros quehaceres terrenos, ayudados por la gracia, hemos de ganarnos el Cielo, trabajando con intensidad para dar gloria a Dios, atender a la propia familia y servir a la sociedad a la que pertenecemos. Sin un trabajo serio, hecho a conciencia, cara a Dios, adecuado a las normas morales que lo hacen bueno y recto, es muy difícil, quizá imposible, santificarse en medio del mundo. Veamos hoy en la oración si estamos trabajando de esa manera.

II. La posibilidad de trabajar es uno de los grandes bienes recibidos de Dios: no es una secuela del pecado original, sino que se trata de un medio necesario que Dios nos confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y haciéndonos partícipes de su poder creador, para que nos ganemos el sustento y simultáneamente recojamos frutos para la vida eterna (Juan 4, 36)” (ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa). La ociosidad enseña muchas maldades (J.L.ILLANES, La santificación del trabajo) pues impide la propia perfección humana y sobrenatural del hombre, debilita su carácter y abre las puertas a la concupiscencia y a muchas tentaciones. En cambio, el trabajo es un lugar privilegiado para el desarrollo de las virtudes humanas: la reciedumbre, la constancia, la tenacidad, el espíritu de solidaridad, el orden, el optimismo por encima de las dificultades... El trabajo será, además, el medio para acercar muchas almas a Cristo, si en él procuramos cada día encontrar al Señor y ejercer la caridad cultivando las virtudes de la convivencia.

III. El trabajo es camino hacia el Señor porque nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor. El trabajo es así oración y acción de gracias; es medio de santificación y fuente de gracia para toda la Iglesia. Trabajando así se nos presentarán innumerables ocasiones para dar a conocer la doctrina de Cristo; nuestro Ángel Custodio nos pondrá en la boca la palabra justa y oportuna. Así esperamos los cristianos la visita del Señor. San José, nuestro Padre y Señor, nos enseñará a santificar nuestro trabajo, pues él, enseñando a Jesús su propia profesión, “acercó el trabajo al misterio de la Redención” (JUAN PABLO II, Redemptoris custos).

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

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