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(Pr 8,22-31) "Gozaba con los hijos de los hombres"
(Rom 5,1-5) "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones"
(Jn 16,12-15)"Todo lo que tiene el Padre es mío"
Homilía a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Todos tenemos la experiencia de no poder expresar nuestras vivencias más íntimas. Hay algo aquí que será siempre hermético para las palabras. Cualquier yo humano es ya un misterio. "Me he convertido en una pregunta para mí mismo, declara S. Agustín. Pero este misterio se adensa cuando hablamos de la Santísima Trinidad, el Ser que anuda los hilos del Universo. "Cuando lo llamamos Dios, dice Schmaus, no hacemos sino emplear una palabra para no tener que callar del todo sobre Él".
Dios es inescrutable, un misterio absoluto, es cierto "pero se ha abierto a nosotros en la Revelación, recuerda Juan Pablo II, de manera que podamos dirigirnos a Él como al santísimo "Tú" divino. Cada uno de nosotros es capaz de hacerlo porque nuestro Dios, que abraza en Sí y supera y trasciende de modo infinito todo lo que existe, está muy cercano a todos, y más aún, íntimo a nuestro más íntimo ser: 'Interior intimo meo', como escribe San Agustín".
Dios es Espíritu, dijo Jesús, y ello quiere decir vida, no materia inerte. Quiere decir persona, esto es: inteligencia, voluntad y libertad en grado infinito. Quiere decir Sabiduría, Bondad y Poder sin límites, como proclaman tantos textos de la Sagrada Escritura.
"Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena". Dios es inescrutable, pero su Espíritu se ha asentado en nuestros corazones para que lleguemos a tener en él "idénticos sentimientos que Cristo Jesús" (Flp 2,5). Porque el "Espíritu Santo, dice S. Cirilo de Alejandría, no es un artista que dibuja en nosotros la divina sustancia, como si Él fuera ajeno a ella...; sino que Él mismo, que es Dios y de Dios procede, se imprime en los corazones que lo reciben como el sello sobre la cera y, de esa forma, por la comunicación de sí y la semejanza, restablece la naturaleza según la belleza del modelo divino y restituye al hombre la imagen de Dios". De igual modo, iremos recibiendo sus dones: Inteligencia, Ciencia, Sabiduría, Consejo, Piedad, Fortaleza, Temor.
El Espíritu Santo es el aliento de Dios, el ruah o soplo de Yavé, una fuerza invisible cuya acción penetra el universo y explica todas las intervenciones de Dios en la historia. Él, con sus siete dones, nos ayuda a vivir como verdaderos hijos de Dios.
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