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La Santísima Trinidad
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Juan 16,12–15).
I. Hoy la liturgia nos propone el
misterio central de nuestra fe: la Santísima Trinidad, fuente de todos
los dones y gracias, misterio inefable de la vida íntima de Dios. Poco a
poco, con una pedagogía divina, Dios fue manifestando su realidad
íntima, nos ha ido revelando cómo es Él, en Sí, independiente de todo lo
creado. En el Antiguo Testamento da a conocer sobre todo la Unidad de
su ser; que a diferencia del mundo es increado; que no está limitado a
un espacio (es inmenso), ni al tiempo (es eterno). Su poder no tiene
límites (es omnipotente). También se revela como el pastor que busca a
su rebaño; a la vez que se va manifestando la paternidad de Dios Padre,
la Encarnación de Dios Hijo y la acción del Espíritu Santo, que vivifica
todo. Pero es Cristo quien nos revela la intimidad del misterio
trinitario, la llamada a participar en él, y la perfectísima Unidad de
vida entre las divinas Personas (Juan 16, 12-15). El misterio de la
Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada y
la fuente de donde procede la vida sobrenatural y a donde nos
encaminamos: somos hijos del Padre, hermanos y coherederos del Hijo,
santificados continuamente por el Espíritu Santo para asemejarnos cada
vez más a Cristo. Esto nos hace templos vivos de la Santísima Trinidad.
II.
Desde que el hombre es llamado a participar de la vida divina por la
gracia recibida en el Bautismo, está destinado a participar cada vez más
en esta Vida. Es un camino que es preciso andar continuamente. Del
Espíritu Santo recibimos constantes impulsos, mociones, luces,
inspiraciones para ir más deprisa por ese camino que lleva a Dios, para
estar cada vez en una “órbita” más cercana al Señor. “El corazón
necesita distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De
algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida
sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la
existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y
con el espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del
Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y
las virtudes sobrenaturales! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios)
III.
“Tú Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro,
más descubro, y cuanto más descubro, más te busco” (SANTA CATALINA DE
SIENA, Diálogo), le decimos en la intimidad de nuestra alma. Y desde lo
hondo del alma añadimos: Padre, glorificad continuamente a vuestro Hijo,
para que vuestro Hijo os glorifique en la unidad del Espíritu Santo por
los siglos de los siglos (JUAN 17, 1)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
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