Mil y una Fábulas (Latín-Inglés)

31 diciembre 2023

LIBRO DE LA SEMANA (29 Dic): La sangre del padre

 (Cfr. www.todostuslibros.com)

 

La sangre del padre


Finalista Premio Planeta 2023


La sangre del padre, Finalista del Premio Planeta 2023, es una novela épica y colosal sobre el hombre que quiso salvar a los pueblos de la tiranía en aras de la libertad. Conquist...
22,90€
Disponibilidad alta

Información

Descripción

Sobre el autor:

Ficha Técnica

PELICULA DE LA SEMANA (29 Dic): A fuego lento

 (Cfr. www.filmaffinity.com)

 

Votación

Título original
La passion de Dodin Bouffantaka
Año
Duración
135 min.
País
Francia Francia
Dirección
Guion
Reparto

Fotografía
Compañías
Género
Romance. Drama | Drama romántico. Siglo XIX. Cocina
Sinopsis
Ambientada en el mundo de la gastronomía francesa en 1885. La relación entre Eugenie, cocinera de prestigio, y Dodin, el gastrónomo para el que trabaja desde hace 20 años. Cada vez más enamorados el uno del otro, su vínculo se convierte en un romance y da lugar a deliciosos platos que impresionan incluso a los chefs más ilustres del mundo. (FILMAFFINITY)
Posición en rankings FA
Premios
2023: Festival de Cannes: Mejor dirección
2023: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor película en habla no inglesa
2023: Festival de Sevilla. 1 nominación
2023: Premios Satellite Awards. 1 nominación
2023: Premios Gotham. 1 nominación
2023: Asociación de Críticos de Boston (BSFC). 1 nominación
Críticas

 

San José y la espera de la Navidad. Homilía inédoa de Benedicto XVI

(Cfr. www.almudi.org)

 


El dominical alemán Welt am Sonntag, del diario Die Welt, ha publicado hoy una homilía del Papa emérito, pronunciada en la Capilla del Monasterio Mater Ecclesiae tras su renuncia.

Queridos amigos, junto a María, Madre del Señor, y a san Juan Bautista, la liturgia nos presenta hoy una tercera figura, en la que el Adviento es casi una persona, una figura que incorpora el Adviento: san José. Meditando el texto del Evangelio podemos ver, me parece, tres elementos constitutivos de esta visión.

El primer y decisivo es que a San José se le llama “justo”. Para el Antiguo Testamento, esta es la máxima caracterización de alguien que verdaderamente vive según la palabra de Dios, que vive la alianza con Dios.

Para entenderlo bien debemos pensar en la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

El acto fundamental de un cristiano es el encuentro con Jesús, en Jesús con la palabra de Dios, que es Persona. Al encontrarnos con Jesús hallamos la verdad, el amor de Dios y así la relación de amistad se convierte en amor, nuestra comunión con Dios crece, somos verdaderamente creyentes y nos hacemos en santos.

El acto fundamental en el Antiguo Testamento es diferente, porque Cristo todavía era futuro y por tanto a lo sumo era ir al encuentro de Cristo, pero aún no era un verdadero encuentro como tal. La palabra de Dios en el Antiguo Testamento tiene esencialmente la forma de ley: “Torá”. Dios guía, ese es el significado, Dios nos muestra el camino. Es un camino de educación que forma al hombre según Dios y lo hace capaz de encontrar a Cristo. En este sentido esa justicia, ese vivir según la ley es un camino hacia Cristo, un extenderse hacia Él; pero el acto fundamental es la observancia de la Torá, de la ley, y así ser “justo”. San José es justo, un ejemplo aún del Antiguo Testamento.

Pero aquí hay un peligro y al mismo tiempo una promesa, una puerta abierta.

El peligro aparece en las discusiones de Jesús con los fariseos y sobre todo en las cartas de san Pablo. El peligro es que si la palabra de Dios es sustancialmente ley, debe ser considerada como una suma de prescripciones y prohibiciones, un conjunto de reglas, y la actitud, por tanto, debe ser la de observar las reglas y ser así correctos. Pero si la religión es así, es sólo eso, no nace la relación personal con Dios, y el hombre permanece dentro de sí mismo, buscando perfeccionarse, ser perfecto. Pero así nace una amargura, como vemos en el segundo hijo de la parábola del hijo pródigo, quien, habiéndolo observado todo, al final se siente amargado y hasta un poco envidioso de su hermano que, según él, ha tenido vida en abundancia. Éste es el peligro: el solo hecho de observar la ley se vuelve impersonal; el solo hecho de hacerla, vuelve al hombre duro y hasta amargo. Al final no puede amar a ese Dios, que sólo se presenta con reglas y a veces incluso con amenazas. Ése es el peligro.

La promesa, en cambio, es: también podemos ver estas prescripciones, no sólo como un código, un conjunto de reglas, sino como expresión de la voluntad de Dios, en la que Dios habla conmigo, yo hablo con Él. Al entrar en esa ley, entro en diálogo con Dios, conozco el rostro de Dios, empiezo a ver a Dios y así estoy en camino hacia la palabra de Dios en persona, hacia Cristo. Y un verdadero justo como San José es así: para él la ley no es simplemente la observancia de reglas, sino que se presenta como una palabra de amor, una invitación al diálogo, y la vida según la palabra es entrar en ese diálogo y ver detrás de las normas y en las normas el amor de Dios, entendiendo que todas esas normas no son válidas en sí mismas, sino que son reglas de amor, sirven para que el amor crezca en mí. Así se entiende que al final toda la ley es sólo amor a Dios y al prójimo. Habiendo encontrado esto, se observa toda la ley. Si uno vive en ese diálogo con Dios, un diálogo de amor en el que busca el rostro de Dios, en el que busca el amor y deja claro que todo está dictado por el amor, está en camino hacia Cristo, es verdaderamente justo. San José es un verdadero justo, por eso en él el Antiguo Testamento se hace Nuevo, porque en las palabras busca a Dios, a la persona, busca su amor, y toda observancia es vida en el amor.

Lo vemos en el ejemplo que nos ofrece este Evangelio. San José, desposado con María, descubre que Ella está esperando un hijo. Podemos imaginar su decepción: conocía a esta chica y la profundidad de su relación con Dios, su belleza interior, la extraordinaria pureza de su corazón; vio brillar en esta joven el amor de Dios y el amor de Su palabra, de Su verdad y ahora se encuentra seriamente decepcionado. ¿Qué hacer? Aquí el derecho ofrece dos posibilidades, en las que aparecen los dos caminos, el peligroso, fatal, y el de la promesa. Puede demandar ante los tribunales y así exponer a María a la vergüenza, destruirla como persona. Puede hacerlo de forma privada con una carta de separación. Y San José, verdadero justo, aunque sufrió mucho, toma la decisión de seguir este camino, que es un camino de amor en la justicia, de justicia en el amor, y San Mateo nos dice que luchó consigo mismo, dentro de sí con la palabra. En esta lucha, en este camino por comprender la verdadera voluntad de Dios, encontró la unidad entre el amor y la norma, entre la justicia y el amor, y así, en su camino hacia Jesús, está abierto a la aparición del ángel, abierto al hecho de que Dios le comunica que es obra del Espíritu Santo.

San Hilario de Poitier, en el siglo IV, una vez, tratando del temor de Dios, dijo al final: “Todo nuestro temor está puesto en el amor”, es sólo un aspecto, un matiz del amor. Entonces podemos decir aquí para nosotros: toda la ley está puesta en el amor, es una expresión del amor y debe cumplirse entrando en la lógica del amor. Y aquí hay que tener en cuenta que, incluso para nosotros los cristianos, existe la misma tentación, el mismo peligro que existía en el Antiguo Testamento: incluso un cristiano puede llegar a una actitud en la que la religión cristiana sea considerada como un conjunto de reglas, prohibiciones, normas positivas y prescripciones. Se puede llegar a la idea de que se trata sólo de cumplir prescripciones impersonales y así perfeccionarse, pero de esta manera se vacía el fondo personal de la palabra de Dios y se conduce a cierta amargura y dureza de corazón. En la historia de la Iglesia lo vemos en el jansenismo. Todos conocemos también este peligro, incluso personalmente sabemos que siempre debemos superar este peligro y encontrar a la Persona y, en el amor de la Persona, el camino de la vida y la alegría de la fe. Ser justo significa encontrar este camino y por eso, en realidad, también nosotros estamos siempre en camino del Antiguo al Nuevo Testamento en busca de la Persona, del rostro de Dios en Cristo. Esto es precisamente el Adviento: salir de la pura norma hacia el encuentro del amor, salir del Antiguo Testamento, que se convierte en Nuevo.

Este es, pues, el elemento primero y fundamental de la figura de san José tal como aparece en el Evangelio de hoy. Ahora dos palabras más breves sobre el segundo y tercer elemento.

El segundo: ve al ángel en el sueño y escucha su mensaje. Esto supone una sensibilidad interior hacia Dios, una capacidad de percibir la voz de Dios, un don de discernimiento, que sabe discernir entre los sueños que son ensueños y el verdadero encuentro con Dios. Sólo porque San José ya estaba en camino hacia la Persona del Verbo, hacia el Señor, hacia el Salvador, pudo discernir; Dios pudo hablarle y él lo entendió: esto no es un sueño, es verdad, es la aparición de Su ángel. Y así pudo discernir y decidir.

Para nosotros también es importante esta sensibilidad hacia Dios, esta capacidad de percibir que Dios me habla, y esta capacidad de discernir. Claro que Dios normalmente no nos habla como le habló a través del ángel a José, pero también tiene sus propias maneras de hablarnos. Son gestos de la ternura de Dios, que debemos percibir para encontrar alegría y consuelo, son palabras de invitación, de amor, incluso de petición al encontrarnos con personas que sufren, que necesitan una palabra o un gesto concreto de mi parte, una acción. Aquí necesitamos ser sensibles, conocer la voz de Dios, entender que ahora Dios me habla y responder.

Y así llegamos al tercer punto: la respuesta de San José a la palabra del ángel es la fe y luego la obediencia, el hecho. Fe: comprendió que ésta era realmente la voz de Dios, no era un sueño. La fe se convierte en fundamento sobre el que actuar, sobre el que vivir, significa reconocer que ésta es la voz de Dios, un imperativo de amor, que me guía por el camino de la vida, para luego hacer la voluntad de Dios. San José no era un soñador, aunque el sueño fuera la puerta por la que Dios entró en su vida. Era un hombre práctico y sobrio, un hombre de decisión, capaz de organizar. No fue fácil –creo– encontrar en Belén, porque no había lugar en las casas, el establo como lugar discreto y protegido y, a pesar de la pobreza, digno del nacimiento del Salvador. Organizar la fuga a Egipto, encontrar dónde dormir cada día, para vivir mucho tiempo: esto requería un hombre práctico, con sentido de acción, con capacidad de responder a los desafíos, de encontrar posibilidades de supervivencia. Y luego a su regreso, la decisión de volver a Nazaret, para establecer ahí la patria del Hijo de Dios, esto también demuestra que era un hombre práctico, que vivió como carpintero e hizo posible la vida de cada día.

Así San José nos invita por un lado a este camino interior en la palabra de Dios, para estar cada vez más cerca a la persona del Señor, y al mismo tiempo nos invita a la vida sobria, al trabajo, al servicio diario de cumplir con nuestro deber en el gran mosaico de la historia.

Demos gracias a Dios por la hermosa figura de San José. Oremos: “Señor, ayúdanos a estar abiertos a Ti, a encontrar tu rostro cada vez más, a amarte, a encontrar el amor en las normas, a estar arraigados, realizados en el amor. Ábrenos al don del discernimiento, a la capacidad de escucharte y a la sobriedad de vivir según tu voluntad y nuestra vocación”. ¡Amén!

Benedicto XVI en es.zenit.org

Pronunciada el IV Domingo de Adviento, 22 de diciembre de 2013

 

30 diciembre 2023

Meditación Domingo Sagrada Familia (B)

(Cfr, www.almudi.org

 

Fiesta de la Sagrada Familia

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor (…) Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lucas 2,22-40).

I. Cuando cumplieron todas las cosas mandadas en la Ley del Señor regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él.

El Mesías quiso comenzar su tarea redentora en el seno de una familia sencilla, normal. Lo primero que santificó Jesús con su presencia fue un hogar. Nada ocurre de extraordinario en estos años de Nazaret, donde Jesús pasa la mayor parte de su vida.

José era el cabeza de familia; como padre legal, él era quien sostenía a Jesús y a María con su trabajo. Es él quien recibe el mensaje del nombre que ha de poner al Niño: Le pondrás por nombre Jesús; y los que tienen como fin la protección del Hijo: Levántate, toma al Niño y huye a Egipto. Levántate, toma al Niño y vuelve a la patria. No vayas a Belén, sino a Nazaret. De él aprendió Jesús su propio oficio, el medio de ganarse la vida. Jesús le manifestaría muchas veces su admiración y su cariño.

De María, Jesús aprendió formas de hablar, dichos populares llenos de sabiduría, que más tarde empleará en su predicación. Vio cómo Ella guardaba un poco de masa de un día para otro, para que se hiciera levadura; le echaba agua y la mezclaba con la nueva masa, dejándola fermentar bien arropada con un paño limpio. Cuando la Madre remendaba la ropa, el Niño la observaba. Si un vestido tenía una rasgadura buscaba Ella un pedazo de paño que se acomodase al remiendo. Jesús, con la curiosidad propia de los niños, le preguntaba por qué no empleaba una tela nueva; la Virgen le explicaba que los retazos nuevos cuando se mojan tiran del paño anterior y lo rasgan; por eso había que hacer el remiendo con un paño viejo... Los vestidos mejores, los de fiesta, solían guardarse en un arca. María ponía gran cuidado en meter también determinadas plantas olorosas para evitar que la polilla los destrozara. Años más tarde, esos sucesos aparecerán en la predicación de Jesús. No podemos olvidar esta enseñanza fundamental para nuestra vida corriente: « la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. - Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor a Dios!.

Entre José y María había cariño santo, espíritu de servicio, comprensión y deseos de hacerse la vida feliz mutuamente. Así es la familia de Jesús: sagrada, santa, ejemplar, modelo de virtudes humanas, dispuesta a cumplir con exactitud la voluntad de Dios. El hogar cristiano debe ser imitación del de Nazaret: un lugar donde quepa Dios y pueda estar en el centro del amor que todos se tienen.

¿Es así nuestro hogar? ¿Le dedicamos el tiempo y la atención que merece? ¿Es Jesús el centro? ¿Nos desvivimos por los demás? Son preguntas que pueden ser oportunas en nuestra oración de hoy, mientras contemplamos a Jesús, a María y a José en la fiesta que les dedica la Iglesia.

En la familia, «los padres deben ser para sus hijos los primeros educadores de la fe, mediante la Palabra y el ejemplo». Esto se cumplió de manera singularísima en el caso de la Sagrada Familia. Jesús aprendió de sus padres el significado de las cosas que le rodeaban.

La Sagrada Familia recitaría con devoción las oraciones tradicionales que se rezaban en todos los hogares israelitas, pero en aquella casa todo lo que se refería a Dios particularmente tenía un sentido y un contenido nuevo. - Con qué prontitud, fervor y recogimiento repetiría Jesús los versículos de la Sagrada Escritura que los niños hebreos tenían que aprender!. Recitaría muchas veces estas oraciones aprendidas de labios de sus padres.

Al meditar estas escenas, los padres han de considerar con frecuencia las palabras del Papa Pablo VI recordadas por Juan Pablo II: «¿Enseñáis a vuestros niños las oraciones del cristiano? ¿Preparáis, de acuerdo con los sacerdotes, a vuestros hijos para los sacramentos de la primera edad: confesión, comunión, confirmación? ¿Los acostumbráis, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los santos? ¿Rezáis el Rosario en familia? (...) ¿Sabéis rezar con vuestros hijos, con toda la comunidad doméstica, al menos alguna vez? Vuestro ejemplo en la rectitud del pensamiento y de la acción, apoyado por alguna oración común, vale una lección de vida, vale un acto de culto de mérito singular; lleváis de este modo la paz al interior de los muros domésticos: Pax huic domui. Recordad: así edificáis la Iglesia».

Los hogares cristianos, si imitan el que formó la Sagrada Familia de Nazaret, serán «hogares luminosos y alegres», porque cada miembro de la familia se esforzará en primer lugar en su trato con el Señor, y con espíritu de sacrificio procurará una convivencia cada día más amable.

La familia es escuela de virtudes y el lugar ordinario donde hemos de encontrar a Dios. «La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se perservera en el cumplimiento del propio deber. La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria.

» Santificar el hogar día a día, crear, con el cariño, un auténtico ambiente de familia: de eso se trata. Para santificar cada jornada se han de ejercitar muchas virtudes cristianas; las teologales en primer lugar y, luego, todas las otras: la prudencia, la lealtad, la sinceridad, la humildad, el trabajo, la alegría...».

Esta virtudes fortalecerán la unidad que la Iglesia nos enseña a pedir: Tú, que al nacer en una familia fortaleciste los vínculos familiares, haz que las familias vean crecer la unidad.

Una familia unida a Cristo es un miembro de su Cuerpo místico, y ha sido llamada «iglesia doméstica». Esa comunidad de fe y de amor se ha de manifestar en cada circunstancia, como la Iglesia misma, como testimonio vivo de Cristo. «La familia cristiana proclama en voz muy alta tanto las presentes virtudes del reino, como la esperanza de la vida bienaventurada». La fidelidad de los esposos a su vocación matrimonial les llevará incluso a pedir la vocación de sus hijos para dedicarse con abnegación al servicio del Señor.

En la Sagrada Familia cada hogar cristiano tiene su ejemplo más acabado; en ella, la familia cristiana puede descubrir lo que debe hacer y el modo de comportarse, para la santificación y la plenitud humana de cada uno de sus miembros. «Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida».

La familia es la forma básica y más sencilla de la sociedad. Es la principal «escuela de todas las virtudes sociales». Es el semillero de la vida social, pues es en la familia donde se ejercita la obediencia, la preocupación por los demás, el sentido de responsabilidad, la comprensión y ayuda, la coordinación amorosa entre las diversas maneras de ser. Esto se realiza especialmente en las familias numerosas, siempre alabadas por la Iglesia. De hecho, se ha comprobado que la salud de una sociedad se mide por la salud de las familias. De aquí que los ataques directos a la familia (como es el caso de la introducción del divorcio en la legislación) sean ataques directos a la sociedad misma, cuyos resultados no se hacen esperar.

«Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, sea también Madre de la "Iglesia doméstica", y, gracias a su ayuda materna, cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una pequeña Iglesia de Cristo. Sea ella, Esclava del Señor, ejemplo de acogida humilde y generosa de la voluntad de Dios; sea ella, Madre Dolorosa a los pies de la Cruz, la que alivie los sufrimientos y enjugue las lágrimas de cuantos sufren por las dificultades de sus familias.

» Que Cristo Señor, Rey del universo, Rey de las familias, esté presente, como en Caná, en cada hogar cristiano para dar luz, alegría, serenidad y fortaleza».

De modo muy especial le pedimos hoy a la Sagrada Familia por cada uno de los miembros de nuestra familia, por el más necesitado.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Homilía Domingo Sagrada Familia (B)

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 
 

Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

"Como Hijo, puso su casa entre nosotros; como Hermano mayor, está a la cabeza de la Familia"

Eclo 3,2-6.12-14: "El que teme al Señor honra a sus padres"
Sal 127,1-2.3.4-5: "Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos"
Col 3,12-21: "La vida de familia vivida en el Señor"
Lc 2,22-40: "El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría"

El Sirácida recuerda que, entre los deberes más importantes para con Yavé, está el deber del amor y respeto a los padres. Partiendo de Ex 20,12 ("Honra a tu padre y a tu madre") insiste en la vida de amor familiar como fuente de la bendición divina.

Si la Ley era el apoyo para la recomendación anterior, para san Pablo la referencia a Cristo será el fundamento. Para el creyente las relaciones familiares pasan a depender de la coherencia con su fe.

La intención del relato de san Lucas es mostrar cómo la misión de Cristo es llevada a término asumiendo plenamente la condición humana. Si la vida del hombre se desarrolla, crece y madura en el seno familiar, la intención de "el niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría" tiene claras alusiones a la identificación del Hijo de Dios con la humanidad.

Es verdad que a veces, se viene tachando a la familia de costumbre superada. Pero hoy se va reconociendo su importancia y resulta curioso —aunque no demasiado sorprendente conociendo la historia— que hoy se vuelven a valorar las condiciones familiares. Este reencuentro con la realidad familiar indica que el hombre no quiere renunciar a ella.

— "La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana: Nazaret es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús... Una lección de vida familiar" (Pablo VI, discurso 5 Enero 1964) (533).

— "Con la sumisión a su madre y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre celestial. La sumisión cotidiana de Jesús a José y María anunciaba y anticipaba la sumisión del Jueves Santo:  «No se haga mi voluntad...» La obediencia de Cristo en lo cotidiano de la vida oculta inauguraba ya la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había destruido" (532).

— "La familia cristiana es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento" (2204; cf. 2213-2233).

— "La familia es la  «célula original de la vida social». La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad" (2207).

— "Eres maestro y doctor en toda tu casa. Aprende de Job (1,5), que ofrecía sacrificios por los pecados de pensamiento que hubieran podido cometer sus hijos. Aprende de Abraham, que los incitaba a guardar los caminos del Señor (Gn 18,19). Lee los consejos que David daba a sus hijos antes de morir (2Re 2,2-4). Tienes tu casa adornada con estatuas de oro. Son tus hijos. Límpialas, adórnalas, cuídalas. Enséñales el temor de Dios superior a toda riqueza. Si los educas bien aprenderán a hacer ellos lo mismo con sus hijos y se formará una serie ininterrumpida de santos felices, de la que tú serás la raíz y recibirás el premio" (San Juan Crisóstomo)".

Cristo creció en una familia. Nosotros nacemos en la familia para crecer como personas.


24 diciembre 2023

Ese lugar al que nos lleva el constructivismo

 (Cfr. www.almudi.org)

 

 


La introducción masiva de los dispositivos móviles en la educación está perjudicando claramente el proceso de aprendizaje de los niños y adolescentes

¿A qué podemos atribuir el desplome general de los resultados de PISA que parecen apuntar a un declive de la cultura occidental? Parece que hay cada vez más educación en las aulas; sin embargo, parece que hay cada vez menos educación en los alumnos. La bajada del nivel educativo no es una mera crisis de la educación como tal, nos hallamos en una crisis mucho más honda de la teoría del conocimiento. ¿Existe la realidad antes de ser conocida, o es el alumno el que la ‘construye’ a su antojo?

A nadie se le escapa que, por un desencanto general hacia la educación conductista-mecanicista (mal llamada ‘tradicional’), la educación española lleva una década abandonando, poco a poco, el apego al ordeno y mando del profesor, a la jerarquía como única fuente de conocimiento y a la memorización mecánica. A la par, la educación española se ha entregado a las doctrinas ‘modernas’ y ‘progresistas’ de la educación nueva y a la teoría educativa que la fundamenta: el constructivismo que deriva de la corriente filosófica romántico-idealista. Apostó por desterrar los conocimientos, por profesar su devoción a la innovación, a la educación emocional, a las competencias, a la tableta y a los métodos constructivistas de aprendizaje por descubrimiento puro.

Así, los alumnos pasaron de leer textos largos a pegar hojas en un mural, a cortar y pegar de Wikipedia o a inventar ellos mismos la historia de España. Pasaron de recibir clases en un estilo de instrucción directa a un aprendizaje por descubrimiento puro, en el que el niño ‘aprende a aprender’.

No faltan los gurús que advierten del peligro de la clase magistral y, al cabo de dos horas de predicación al respecto, se aplaude su clase magistral con una ovación. Pero la cuestión de fondo es: ¿puede un aprendiz saber lo que necesita saber, si no sabe lo que aún no ha aprendido?

Pues no se trata de escoger entre un error u otro, o de encontrar un medio término entre dos posturas equivocadas. La crisis educativa actual es una crisis metafísica. La realidad ni se inculca, ni se construye; la realidad se descubre. Se descubre, pues existe antes de ser conocida por el alumno. No es casualidad que los constructivistas no sean amigos de las mediciones y de las pruebas, sería reconocer la realidad como vara de medir y para ellos no lo es. Prefieren hablar de emociones, valores y competencias, unos conceptos más vivenciales y subjetivos.

La realidad no se inculca (eso ya lo sabemos), ni se construye (eso ya lo estamos viendo), sino que se transmite y se descubre. Esa es la postura de la filosofía realista que fundamenta la educación clásica.

Y para descubrir un hecho, y ubicarlo en el todo de la realidad, necesitamos a un maestro que conoce bien su materia y que sabe transmitirla con pasión. Ese no es, ni nunca será el papel de Don Google o del vehículo de predilección del constructivismo (la tableta). No es lo mismo fascinar que asombrar, ni es lo mismo la apertura ante la realidad que estar al remolque de estímulos frecuentes e intermitentes que distraen del aprendizaje. La educación es un asunto humano, no tecnológico; requiere reflexión y concentración profunda. Enseñar y trasmitir cultura es, y siempre será, el papel del maestro culto y entregado que busca el encuentro con la mirada atenta de cada uno de sus alumnos. Hay motivos de esperanza: estamos en un punto de inflexión. Aún estamos a tiempo de aspirar a ser guardián de lo mejor de los saberes heredados en Occidente durante siglos.

Catherine L´Ecuyer en elmundo.es

Centenario del Nacimineto de René Girard

 (Cfr. www.almudi.org)

 


Este 25 de diciembre se cumple el centenario del nacimiento en Aviñón de uno de los pensadores más originales del último siglo: René Girard

Se cumple el centenario del nacimiento de René Girard, un pensador de referencia obligada para quienes quieran comprender el mundo de hoy. Que naciera precisamente un día de Navidad, nos da ya una clave hermenéutica de su obra y de su legado. Y comprenderle a él es comprender y profundizar en uno de los resortes que constituyen el dinamismo del obrar humano desde su origen: el deseo mimético. Jesús con su nacimiento y Girard con su aportación intelectual, como un manantial y una fuente, nos transmiten en estos días el mismo mensaje: el obrar humano, por naturaleza, es cristiano.

          Las efemérides son oportunidades de pararse a pensar; algunas especialmente. Y recordar y celebrar los acontecimientos son ocasiones que te animan a pararte a escribir; algunos casi te lo exigen.. Una efemérides que queda iluminada por el acontecimiento coincidente del Nacimiento de Cristo de un modo providencial, pues la luz que irradia el pensamiento de Girard es cenital y procede de Cristo. Vale pues la pena, aunque sea brevemente, pararse a pensar y ponerse a escribir [[1]].

La originalidad y fecundidad de la “teoría mimética” girardiana se debe precisamente a su matriz cristiana, en último término la única capaz de generar un pensamiento siempre novedoso. Al mismo tiempo, si la luz que iluminó el pensamiento del intelectual francés fue límpidamente cristiana, su aportación al mundo de las ideas tuvo como objetivo llenar de esa misma luz las manifestaciones del devenir histórico del ser humano, tanto en su plano individual como colectivo; comprenderlas para saber luego comprendernos. Sus enemigos intelectuales fueron el relativismo cultural y la falacia de la autonomía individual como fuente originaria del obrar, como la entendió y extendió la Ilustración. Frente a todos y sin embargo a favor de todos, Girard supo contrarrestar ese relativismo atomismo social imperante con una teoría sencilla pero desarmante, profunda e irrefutable: la teoría mimética. Y todo esto argumentadoseriamentea través de numerosos estudios al principio de crítica literaria comparada y después de antropología cultural.

Su trayectoria intelectual fue un reflejo de su propio recorrido vital; un largo camino de ida y vuelta, desde su feliz infancia católica hasta el retorno a la Fe tras muchos años de investigación, pasando por un largo camino de éxodo y búsqueda sobre el sentido de Dios y de lo humano a través de esas mismas investigaciones. Como Don Quijote, personaje que veneraba y fue su maestro, se lanzó a un itinerario intelectual lleno de aventuras, que comenzó y terminó bien. Una aventura cristiana. Curiosamente, los mismos estudios y conocimientos que al principio le alejaron de Dios, fueron los que después le hicieron retornar a Él y recobrar la cordura, cumpliéndose en su vida a la letra lo que afirmaba Holderlin: “Ahí donde está el peligro, ahí está también la salvación”.

Por esa luz de verdad y sinceridad que arroja su personal itinerario existencial e intelectual, el relato girardiano asombra y ayuda muchísimo a quienes se acerquen a él con confianza y honradez, con esa misma probidad que marcó su vida. Su relato interpretativo de la conducta humana  es veraz porque mantiene y respeta la distancia adecuada con esas dos grandes fuentes que permiten comprender al hombre: el Mito y la Historia. Su teoría se nutre del Mito sin amedrentarse y comprende la Historia con enorme audacia. Y todo para poder acometer con rigor la enorme tarea de dar a conocer la verdad del ser humano. Como Dostoyevski o Shakespeare, otros de sus grandes referentes, no tuvo miedo a entrar en las profundidades del alma humana, con toda su miseria y también con toda su grandeza; con su perenne paradoja.

          Hace sólo unos días, en una entrevista de radio, una joven que vive en Belén comentaba que muchos cristianos como ella, sobre todo jóvenes, a raíz de la nueva guerra en Tierra Santa, han vuelto a frecuentar la Santa Misa y su vida de Fe. Según decía, la dolorosa situación les había ayudado a replantearse y recuperar lo esencial del Cristianismo y de la vida, ese mensaje que nos recuerda estos días el nacimiento del Hijo de Dios: paz; esperanza; amor. Paz, en un mundo en el que no dejan de surgir conflictos; esperanza, en una Tierra donde parece haberse instalado el desaliento; amor, palabra que cada vez repetimos más y cada vez dice menos. Con sorprendente madurez para su edad, aquella joven cristiana manifestaba que, con motivo del nuevo estallido de violencia, ella misma reaccionó al principio preguntándose desconcertada: “¿Dónde está Dios?”, y encarándose con Él. Pero pronto comprendió que la verdadera pregunta que debemos hacernos ante algo tan terrible como una guerra injustificable es más bien esta otra: “¿Dónde está el ser humano?”  Es el hombre, no Dios –decía esa joven- el que no sabe bien quién es, cuál es su origen, cuál el sentido de su vida y de sus actos, especialmente aquellos que desdibujan su verdad más íntima. Aunque la pregunta por el ser y sentido del hombre sea finalmente teológica, el itinerario para abordarla y comprenderla debe partir de la antropología.

          Pues bien, esa pregunta, radical, principal, sobre la esencia y sentido de lo humano, es la verdadera pregunta que debe hacerse un cristiano al comprobar su naturaleza paradójica y contradictoria. Y es la pregunta que interesó y movió a Girard durante toda su vida. Aunque en un primer momento, como reacción, el hombre busque e interpele a Dios pidiendo explicaciones al Creador de lo que en realidad es provocado por la criatura, con la madurez que dan los años y las fragilidades, ese mismo ser humano debería llegar cuanto antes a hacerse esa otra pregunta previa que el mismo Dios dirige a toda persona: ¿Dónde está el ser humano? ¿De dónde procede ese modo de actuar tan desconcertante y violento que no refleja su primigenia imagen y semejanza de un Dios que es Amor? Esa es la pregunta verdaderamente inicial, tal y como aparece bien explicado ya en los primeros compases de la Biblia. La pregunta que Dios dirige a Adán y Eva, escondidos y temerosos tras su pecado; la que dirige sobre todo a Caín con referencia a su propio hermano, y que inició todo un proceso de violencia universal, un proceso que sólo pudo ser revertido con la llegada del esperado Mesías; la pregunta que aún hoy pocos se atreven a hacerse con seriedad y que Girard convirtió en el leitmotiv de sus investigaciones.

          Ahí mismo, al núcleo y origen de la mala conciencia presente en todo ser humano pecador, a ese momento en el que el pecado personal se convierte en movimiento colectivo de culpa y expiación, ahí es donde pone sus plantas Girard y planta su tienda. Pisa con audacia, con arrogancia incluso, porque bien sabe que deberá caminar por lugares ya muy transitados y, para muchos, ya suficientemente estudiados. Lo hace además con ese punto necesario de ingenuidad y candor, porque se sabe poco dominador de algunas disciplinas que le pueden resultar indispensables: la hermenéutica, la exégesis, la crítica literaria… Pero da la impresión de que no le importan mucho las inevitables críticas. Casi le espolean y ayudan a comprender que va por el camino correcto, y que vale la pena. Se siente llevado y atraído por una pregunta que parece dirigirle ese Alguien que le esperaba en lo alto de aquella colina llamada Gólgota, a la que Girard llegará bien avanzada su vida, por más que se pasara bastantes años intentando apartarla de su mente. Jesús, al que al principio el joven y arrogante René trató de evitar, no le consintió mirar hacia otro lado, como le sugerían también tantos colegas. Y poco a poco fue aceptando (¡y qué difícil es encontrar esa humildad en los intelectuales!) que más que ser él quien marcaba el rumbo, era otro quien le llevaba delicadamente. La misma delicadeza que Girard tuvo al aceptar con el tiempo que sus primeras afirmaciones sobre el sacrificio de Cristo estaban equivocadas.

En todo ese itinerario vital que apenas hemos esbozado jugó un papel fundamental la Providencia (empezando como decimos por su fecha de nacimiento). Sin duda todo ocurrió como ocurrió para poder ser salvado él mismo y poder recibir –como así fue- el regalo de la conversión. Y muy probablemente también porque esa libertad de espíritu la iba a necesitar para dar un golpe de luz y gracia a la hybris de quienes en el campo de la antropología religiosa y cultural se enredaban -y aún se enredan- en psicologismos y sociologismos hueros, disquisiciones académicas y controversias de escuelas.A todos los conoció Girard; a todos los comprendió; y muchos no lo comprendieron. No importa. Por ser pensador universal de una sola idea (un puercoespín, como se suele decir), no podía ser aceptado y comprendido por quienes, acusándole de prejuicios espurios, no son capaces de superar ni ocultar los suyos. También en eso, como en todo, su pensamiento es radicalmente cristiano.

          Por todo esto quería aprovechar esta efemérides para tener un recuerdo de él y de su obra, en unos tiempos donde fácilmente podemos vislumbrar en nuestro mundo innumerables manifestaciones que corroboran sus tesis: el deseo mimético como acontecimiento original (el “seréis como dioses” constantemente replicado); la espiral de la violencia como dinámica de toda historia (la incapacidad de detener una guerra, una herida familiar del pasado, un error personal aún grabado en nuestra memoria); el mecanismo del “chivo expiatorio” (la búsqueda de un culpable que evite que acabemos todos desapareciendo, de un personaje o una institución en la que volcar nuestros odios y poder así sobrevivir juntos… ¡la transferencia de culpa, instalada actualmente como costumbre nacional e internacional!... Ese tácito “pongámonos de acuerdo en buscar subrepticiamente un culpable común y así ambos quedaremos absueltos sin necesidad de juicios”)… Y sobre todo la ruptura de ese mecanismo de envidia que, como decíamos más arriba, está en el origen de nuestra humanidad creada y caída, y que debía ser sustituida por otra espiral virtuosa que restaurara ese primer pecado original, esa tendencia que no somos capaces de romper con nuestras solas fuerzas, y que tiene tres coordenadas: la Esperanza (Adviento), el Amor (el Misterio de la Vida y la Muerte de Cristo), y la Fe (Pascua).

          Pues ahí, en ese terreno cristiano, siempre conocido y siempre por conocer, es donde encuentra Girard -no sin sangre y sudor- la imaginación creativa de un Dios que asume la Historia del ser humano y la devuelve a las vías del verdadero progreso. Era necesaria una víctima, sí, pero inocente; que se ofreciera ella misma, por amor; para revertir toda violencia y transformar en camino hacia los demás y hacia Dios lo que se había convertido hasta llegar el Mesías en mero escándalo. Es la historia de Cristo. Girard, a través de la Sagrada Escritura (¡siempre la vida como narrativa!), comprendió que el final está en el principio (Eliot; no podía ser de otro modo). Y fue al final cuando descubrió lo que siempre había sido la clave hermenéutica de su vida. Por eso me parece que el nacimiento de Girard un día de Navidad es providencial, y que su propia figura y pensamiento intelectual lo ha sido y lo será también, y será cada vez más reconocido y comprendido.

Agradecemos a Dios la existencia de figuras intelectuales de la talla y del valor deGirard, sombra nacida el día del nacimiento del Sol, y por eso mismo sombra muy luminosa para poder orientar correctamente el giro antropológico de la teología y la filosofía de nuestros días, recuperar su enfoque cristiano y poder así abrirnos de verdad a la Misericordia de Dios con los hombres: dar la palabra a los injustamente perseguidos y a los inocentes; estar de parte de la víctima en lugar de apoyar al perseguidor; destacar el valor de la humildad y la dignidad del sufrimiento; y descubrir que el amor es más fuerte que la violencia hasta el punto de llegar a transustanciarla en sacrificio redentor y convertir la Historia del ser humano en una Historia de Salvación.

Antonio Schlatter Navarro

Notas:

[1]    En este artículo no  he pretendido mostrar la trama ni la profundidad de las tesis girardianas (tampoco estoy en condiciones de hacerlo adecuadamente). Tan solo deseo poner en valor su legado con motivo de su centenario natalicio. Gracias a Dios, Girard es un autor que cada vez es más conocido y estudiado. Un primer y buen acercamiento para los no iniciados es la que hace Carlos Gutierrez Lozano en la enciclopedia Philosophica (Philosophica: Enciclopedia filosófica on line — Voz: René Girard). También vale la pena leer, para una primera valoración aproximativa de su obra, Los orígenes de la cultura. (Conversaciones con PierpaoloAntonello y Joao Cezar de Castro Rocha, Tr. J.L. San Miguel, Trotta, Madrid 2006). Más recientemente ha publicado un libro sobre Girard el profesor Ángel Barahona, gran conocedor de su pensamiento: René Girard: de la ciencia a la fe - Ediciones Encuentro. En general, los estudios y referencias a Girard se han multiplicado en los últimos años.

LIBRO DE LA SEMANA (22 Dic): Alas de sanfre (Empíreo 1)

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PELI DE LA SEMANA (22 Dic): La sociedad de la nieve

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Relacionada con:
¡Viven!
Título original
La sociedad de la nieveaka
Año
Duración
144 min.
País
España España
Dirección
Guion
Reparto

Música
Fotografía
Compañías
Género
Drama. Aventuras | Basado en hechos reales. Supervivencia. Naturaleza. Años 70. Zonas frías/polares
Grupos
La tragedia de Los Andes
Sinopsis
En 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado para llevar a un equipo de rugby a Chile, se estrella en un glaciar en el corazón de los Andes. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobreviven al accidente. Atrapados en uno de los entornos más inaccesibles y hostiles del planeta, se ven obligados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida. (FILMAFFINITY)

Estreno en cines de España: diciembre 2023
Estreno en Netflix: 4 de enero 2024
Posición en rankings FA
Premios
2023: Globos de Oro: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2023: Premios Goya: 13 nominaciones inc. Mejor película y Dirección
2023: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor película extranjera y Música
2023: Festival de San Sebastián: Premio del Público (mejor película)
2023: Premios Feroz: 4 nominaciones, incluyendo Mejor película dramática
2023: Festival de Sitges: Sección oficial largometrajes (fuera de concurso)
Críticas