(Cfr. www.almudi.org)
Tarea de todos
“«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto
a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque
no viene con nosotros». Jesús contestó: «No se lo prohibáis, pues no hay
nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar
mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros. Y
cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois
de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que
escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le
pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea
arrojado al mar.
Y si tu mano derecha te escanda liza,
córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al
infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza,
córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con dos pies ser
arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te
escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que
con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no
muere y el fuego no se apaga» (Marcos 9, 38-43,45. 47-48).
I. El Evangelio de la Misa nos relata que Juan se acercó a Jesús para decirle que habían visto a uno que echaba demonios en su nombre. Como no era del grupo que acompañaba al Maestro, se lo habían prohibido. Jesús contestó a los suyos: No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de Mí. Jesús reprueba la intransigencia y la mentalidad exclusivista y estrecha de los discípulos, y les abre el horizonte a un apostolado universal, variado y distinto. Los cristianos no tenemos mentalidad de partido único. La única condición –dentro de esta gran variedad de modos de llevar a Cristo a las almas- es la unidad en lo esencial: proclamar la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia que la interpreta auténticamente. Como consecuencia de su ser cristiano, los fieles y las Asociaciones a las que pertenecen manifiestan su unidad filial con el Papa y con los Obispos, dando testimonio de una comunión firme expresada en la leal disponibilidad para acoger sus enseñanzas doctrinales y sus orientaciones pastorales, y en el reconocimiento de una legítima pluralidad entre los cristianos.
II. Todo cristiano está llamado a extender el Reino de Cristo, y toda circunstancia es buena para el apostolado, el cuál nunca debe detenerse: los modos y las formas pueden ser muy diversos, pero el fin es el mismo. ¡Qué caminos tan distintos escoge el Señor para atraer a las almas! Lo verdaderamente importante es que el mundo esté cada día un poco más cerca de Cristo. Y a esta tarea llama el Señor a todos, pero no de la misma manera, en una uniformidad que empobrecería el apostolado.
III. Sea cual fuere el modo apostólico al que el cristiano se sienta llamado y las circunstancias en la que haya de ejercerlo, la caridad ha de ir siempre por delante. En esto conocerán que sois mis discípulos, había anunciado el Señor (Juan 13, 35). Debemos acercarnos a los demás, primero con la caridad bien vivida, base de todo apostolado, apreciando de verdad a quienes nos rodean aunque al principio pueda resultar difícil el trato; sin permitir que defectos, aparentes o reales, nos separen de ellos. En cada uno vemos a un hijo de Dios de valor infinito, y esto nos lleva a un aprecio sincero, que está por encima de los defectos y modos de ser. El Señor nos tendrá preparado un gran premio porque a lo largo de nuestra vida hemos procurado que muchas almas se acerquen a Él. Pidamos a Nuestra Madre una gran generosidad.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal
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